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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 


 


MI PADRE

 

 

Autor: Antonio Miranda

Traducción: Trina Quiñones.

 

 

 

Mi padre era bonito. Y mujeriego

 

Igual a tantos en aquellas tierras de hombres

 

y de ventura, de vidas empobrecidas,

 

de marasmo y sudor en las ingles,

 

donde apenas el cementerio tranquilizaba a aquella gente

 

errante y aislada.

 

 

La calle terminaba en el río

 

y él, en el bar, por el camino.

 

 

Vi, entonces, mi padre entero, desnudo,

 

bañándose con una jarra

 

y me apasioné por él

 

-yo tenía mis nueve años-

 

y me reconocí en el espejo avieso

 

de nuestras diferencias.

 

 

Él, tan libertino

 

yo, introvertido, escribiendo versos.

 

 

Pero el cigarro le abrevió la vida

 

y las finanzas de la familia

 

se volvieron humo y lágrimas.

 

 

Levitando como nube estacionada,

 

allá está él sosteniendo una balanza,

 

recuerdo de los tiempos de las minas

 

                                       {de diamantes.

 

 

Delante de Dios, de rodillas

 

-nueves serian nada- Ultima sentencia,

 

decía mi madre desventurada.

 

Más yo, ahora, tengo los cabellos blancos

 

y espesos que él me legó

 

pero no aquel mirar posesivo,

 

aquel mirar sentencioso y definitivo

 

que me conquistó

 

como el anti-héroe. 

 

 

MI MADRE

 

 

Autor: Antonio Miranda.

Traducción: Trina Quiñones.

 

 

Mi madre murió atribulada

 

recordando el ajuar manchado

 

en la gaveta abierta

 

-sus deseos contrariados-

 

 

 

Las flores apenas brotan y ya sucumben

 

desamparadas por la Providencia.

 

 

 

Aplazó todos los placeres

 

para satisfacer las voluntades ajenas.

 

 

Sus rodillas penitentes

 

y sus dedos de novenas

 

rogaban por los vivos, con extrema devoción.

 

Sobre el colchón de penas,

 

 divisando a la familia en desespero,

 

creyendo en el nacimiento de estrellas

 

y en la eternidad de los cristales.

 

 

Estaba segura de la perfección continua de los espíritus.

 

Muerte y vida serían fases de una misma existencia.

 

 

Más decía no haber descanso alguno después de la muerte.

 

 



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