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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




LUIS DE GÓNGORA

(1561-1627)

 

 

Luis de Góngora y Argote (1561-1627) nació en Cordoba, estudió en Salamanca y luego se hizo canónigo en su ciudad natal, donde jugaba a los naipes y asistía a funciones teatrales y musicales.

 

En 1617 se ordenó sacerdote para poder ser nombrado capellan en la corte madrileña, donde buscaba puestos mas lucrativos y sostenía polemicas personales y literarias con sus grandes rivales Lope de Vega y Francisco de Quevedo.

 

Cargado de deudas y gravemente enfermo, volvió a Córdoba antes de morir.

 

En la poesía lirica cultivó todos los géneros, tanto populares como eruditos, con notable empeño ingenioso, llevando hasta sus últimas consecuencias las posibilidades de cada género.

El rigor formal de sus poemas mayores fue atacado y defendido duramente. Desde la voz infantil de "Hermana Marica" y el tono folklorico de «La mas bella niña», sus romances llegan a la irónica perfección de Angélica y Medoro y la parodia burlesca de Píramo y Tisbe; también impresiona la variedad magistral de sus letrillas y sonetos.

La Fábula de Polifemo y Galatea (1613) pertenece al periodo culminante de las Soledades; en estos grandes poemas se lleva a un extremo la tradición cultista que empezó con Garcilaso, complicandose ahora profundamente con una agudeza conceptista de suma dificultad.

 

Fonte: http://www.poesia-castellana.com

 

Leia poema de Antonio Miranda sobre Gôngora: TEMPO PARALELO

ALGUNAS CONSIDERACIONES ALREDEDOR DE GÓNGORA – por ANTONIO MIRANDA – ENSAIOS

 

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

ROMANCILLO

 

La más bella niña

de nuestro lugar,

hoy viuda y sola

y ayer por casar,

viendo que sus ojos

a la guerra van,

a su madre dice

que escucha su mal:

Dejadme llorar

orillas del mar.

 

Pues me distes, madre,

en tan tierna edad

tan corto placer,

tan largo pesar,

y me cautivastes

de quien hoy se va

y lleva las llaves

de mi libertad:

Dejadme llorar

orillas del mar.

 

En llorar conviertan

mis ojos, de hoy más,

el sabroso oficio

del dulce mirar,

pues que no se pueden

mejor ocupar,

yéndose a la guerra

quien era mi paz:

Dejadme llorar

orillas del mar.

 

No me pongáis freno

ni queráis culpar;

que lo uno es justo,

lo otro por demás.

Si me queréis bien,

no me hagáis mal;

harto peor fuera

morir y callar:

Dejadme llorar

orillas del mar.

 

Dulce madre mía,

¿quién no llorará,

aunque tenga el pecho

como um pedernal,

y no dará voces

viendo marchitar

los más verdes años

de mi mocedad?

Dejadme llorar

orillas del mar.

 

Vayánse las noches,

pues ido se han

los ojos que hacían

los míos velar;

vayánse y no vean

tanta soledad,

después que en mi lecho

sobra la mitad.

Dejadme llorar

orillas del mar.

 

 

LETRILLA

 

         Ándeme yo caliente

         y ríase la gente.

 

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis dias

mantequillas y pan tierno,

y las mañanas de invierno

naranjada y aguardiente,

         y ríase la gente.

 

Coma en dorada vajilla

el príncipe mil cuidados,

como píldoras dorados;

que yo en mi pobre mesilla

quiero más una morcilla

que en el asqador reviente,

         y ríase la gente.

 

Cuando cubra las montañas

de blanca nieve el enero,

tenga yo lleno el brasero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del Rey que rabió me cuente,

         y ríase la gente.

 

Busque muy en hora buena

el mercader nuevos soles;

yo conchas y caracoles

entre la menuda arena,

escuchando a Filomena

sobre el chopo de lal fuente,

         y ríase la gente.

 

Pase a media noche el mar,

y arda en amorosa llama

Leandro por ver su Dama;

que yo más quiero pasar

del golfo de mi lagar

la blanca o roja corriente,

         y ríase la gente.

 

Pues Amor es tan cruel,

que de Píramo y su amada

hace tálamo una espada,

do se junten ella y él,

sea mi Tisbe un pastel,

y la espada sea mi diente,

         y ríase la gente.

 

 

DUÉLETE DE ESA PUENTE, MANZANARES

 

Duélete de esa puente, Manzanares;

mira que dice por ahí la gente

que no eres río para media puente,

y que ella esl puente para muchos mares.

 

Hoy, arrogante, te ha brotado a pares

húmedas crestas tu soberbia frente,

y ayer me dijo humilde tu corriente

que eran en marzo los caniculares.

 

Por el alma de aquel que ha pretendido

con cuatro onzas de agua de chicoria

purgar la villa y darte lo purgado,

 

me dí cómo has menguado y has crecido,

¿cómo ayer de vi en pena, y hoy en gloria?

— Bebióme un asno ayer, y hoy me ha meado.

 

 

A LOPE DE VEGA

 

Embutiste, Lopillo, a Sabaot

en un mismo soneto com Ylec,

y echándosele a cuestas a Lamec,

le diste un muy mal rato al justo Lot.

 

Sacrificaste al ídolo Behemot,

que matan mal coplón Melquisedec,

y traiga para el fuego a Abimelec,

sarmientos de la viña de Nabot.

 

Guárdate de las lanzas de Joab,

de tablazos del arca de Jafet,

y leños de la escala de Jacob,

no te entrometas con el rey Acab,

 

ni en lugar de Bethlém me digas Betd,

que con tus versos cansas aun a Job.

Y este soneto a buenas manos va:

¡Ay del Alfa, y Omega, y Jehová!

 

 

A DON FRANCISCO DE QUEVEDO

 

Anacreonte español, no hay quien os tope,

que no diga con mucha cortesía,

que ya que vuestros pies son de elegía,

que vuestras suavidades son de arrope.

 

¿No imitaréis al terenciano Lope,

que al de Belerofonte cada día

sobre zuecos de cómica poesía

se calza espuelas, y le da un galope?

 

Con cuidado especial vuestros antojos

dicen que quieren traducir al griego,

no habiéndolo mirado vuestros ojos.

 

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,

porque a luz saque ciertos versos flojos,

 

y entenderéis cualquier gregüesco luego.

 

 

DESCRIPCIÓN DE UNA DAMA

 

De pura honestidad templo sagrado

cuyo bello cimiento y gentil muro

de blanco nácar y alabastro duro

fue por divina mano fabricado;

 

pequeña puerta de coral preciado,

claras lumbreras de mirar seguro,

que a la esmeralda fina el verde puro

habéis para viriles usurpado;

 

soberbio techo, cuyas cimbrias de oro,

al claro sol, en cuanto en torno gira,

ornan de luz, coronan de belleza;

 

ídolo bello, a quien humilde adoro:

oye piadoso al que por ti suspira,

tus himnos canta y tus virtudes reza.

 

 

TRAS LA BERMEJA AURORA EL SOL DORADO

 

Tras la bermeja Aurora el Sol dorado

por las puertas salía del Oriente,

ella de flores la rosada frente,

él de encendidos rayos coronado.

 

Sembraban su contento o su cuidado,

cuál con voz dulce, cuál con voz doliente,

las tiernas aves con la luz presente,

en el fresco aire y en el verde prado.

 

Cuando salió bastante a dar Leonora

cuerpo a los vientos y a las piedras alma,

cantando de su rico albergue, y luego

 

ni oí las aves más, ni vi la Aurora;

porque al salir, o todo quedó en calma,

o yo (que es lo más cierto), sordo y ciego.

 

 

MIENTRAS POR COMPETIR CON TU CABELLO

 

Mientras por competir con tu cabello,

oro bruñido el Sol relumbra en vano,

mientras con menosprecio en medio el llano

mira tu blanca frente al lilio bello;

 

mientras a cada labio, por cogello,

siguen más ojos que al clavel temprano,

y mientras triunfa con desdén lozano

de el luciente cristal tu gentil cuello;

 

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente

 

no solo en plata o víola troncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

 

 

ILUSTRE Y HERMOSÍSIMA MARÍA

 

Ilustre y hermosísima María,

mientras se dejan ver a cualquier hora

en tus mejillas la rosada Aurora,

Febo en tus ojos y en tu frente el día,

 

y mientras con gentil descortesía

mueve el viento la hebra voladora

que la Arabia en sus venas atesora

y el rico Tejo en sus arenas cría;

 

antes que, de la edad Febo eclipsado

y el claro día vuelto en noche obscura,

huya la Aurora del mortal nublado;

 

antes que lo que hoy es rubio tesoro

venza a la blanca nieve su blancura:

goza, goza el color, la luz, el oro.

 

 

LA DULCE BOCA QUE A GUSTAR CONVIDA

 

La dulce boca que a gustar convida

un humor entre perlas destilado,

y a no invidiar aquel licor sagrado

que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

 

amantes, no toquéis, si queréis vida,

porque entre un labio y outro colorado

Amor está, de su veneno armado,

cual entre flor y flor sierpe escondida.

 

No os engañen las rosas que, a la Aurora,

diréis que aljofaradas y olorosas

se le cayeron del purpúreo seno:

 

manzanas son de Tántalo, y no rosas,

que después huyen del que incitan ahora;

y sólo del amor queda el veneno.

 

 

NO DESTROZADA NAVE EN ROCA DURA

 

No destrozada nave en roca dura

tocó la playa más arrepentida,

ni pajarillo de la red tendida

voló más temeroso a la espesura;

 

bella Ninfa, la planta mal segura,

no tan alborotada ni afligida,

hurtó de verde prado, que escondida

víbora regalaba en su verdura,

 

como yo, Amor, la condición airada,

las rubias trenzas y la vista bella

huyendo voy, con pie ya desatado,

 

de me enemiga en vano celebrada.

Adiós, Ninfa cruel; quedáos con ella,

dura roca, red de oro, alegre prado.

 

 

DE UN CAMINANTE ENFERMO QUE SE

ENAMORÓ DONDE FUE HOSPEDADO

 

Descaminado, enfermo, peregrino,

en tenebrosa noche, con pie incierto,

la confusión pisando del desierto,

voces en vano dió, pasos sin tino.

 

Repetido latir, si no vecino,

distincto oyó de can siempre despierto,

y en pastoral albergue mal cubierto

piedad halló, si no halló camino.

 

Salió el Sol, y entre armiños escondida,

soñolienta beldad con dulce saña

salteó al no bien sano pasajero.

 

Pagará el hospedaje con la vida;

lmás le valiera errar en la montaña,

que morir de la suerte que yo muero.

 

 

EN EL SEPULCRO DE LA DUQUESA DE LERMA

 

¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra:

aras ayer, hoy túmulo, oh mortales!

Plumas, aunque de águilas reales,

plumas son; quien lo ignora, mucho yerra.

 

Los huesos que hoy este sepulcro encierra,

a no estar entre aromas orientales,

mortales señas dieron de mortales;

la razón abra lo que el mármol cierra.

 

La fénix que ayer Lerma fué su Arabia

es hoy entre cenizas un gusano,

y dé conciencia a la persona sabia.

 

Si una urca se traga el oceano,

¿qué espera un bajel luces en la gavia?

Tome tierra, que es tierra el ser humano.

 

 

LOS BLANCOS LILIOS QUE DE CIENTO EN CIENTO

 

Los blancos lilios que de ciento en ciento,

hijos del Sol, nos da la Primavera,

a quien del Tajo son en la ribera

oro su cuna, perlas su alimento;

 

las frescas rosas, que ambicioso el viento

con pluma solicita lisonjera,

como quien de una y otra hoja espera

purpúreas alas, si lascivo aliento,

 

a vuestro hermoso pie cada cual debe

su beldad toda. ¿Qué hará la mano,

si tanto puede el pie, que ostenta flores,

 

por que vuestro esplendor venza la nieve,

venza su rosicler, y por que en vano,

hablando vos, espiren sus olores?

 

 

SEÑORA DOÑA PUENTE SEGOVIANA

 

Señora doña puente segoviana,

cuyos ojos están llorando arena,

si es por el río muy enhorabuena,

aunque estáis para viuda muy galana.

 

De estangurria murió. No hay castellana

lavandera que no llore de pena.

Y fulano sotillo se condena

de olmos negros a loba luterana.

 

Bien es verdad que dicen los doctores

Que no es muerto, si no que del estío

le causan parasismos los calores;

 

que a los primeros del diciembre frío,

de sus mulas harán estos señores

que los orines den salud al río.

 

 

A LA MEMORIA DE LA MUERTE Y DEL INFIERNO

 

Urnas plebeyas, túmulos reales,

penetrad sin temor, memorias mías,

por donde ya el verdugo de los días

con igual pie dió pasos desiguales.

 

Revolved tantas señas de mortales,

desnudos huesos y cenizas frías,

a pesar de las vanas, si no pías,

caras preservaciones orientales.

 

Bajad luego al abismo, en cuyos senos

blasfemas almas, y en su prisión fuerte

hierros se escuchan siempre, y llanto eterno,

 

si queréis, oh memorias, por lo menos

con la muerte libraros de la muerte,

y el infierno vencer con el infierno.

 

 

DE LA BREVEDAD ENGAÑOSA DE LA VIDA

 

Menos solicitó veloz saeta

destinada señal, que mordió aguda;

agonal carro por la arena muda

no coronó con más silencio meta,

 

que presurosa corre, que secreta,

a su fin nuestra edad. A quien lo duda,

fiera que sea de razón desnuda,

cada Sol repetido es un cometa.

 

¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras?

Peligro corres, Licio, si porfías

en seguir sombras y abrazar engaños.

 

Mal te perdonarán a ti las horas:

las horas que limando están los días,

los días que royendo están los años.

 

 

AL CONDE-DUQUE DE OLIVARES

 

En la capilla estoy y condenado

a partir sin remedio de esta vida;

siento la causa aún más que la partida,

por hambre expulso como sitiado.

 

Culpa sin duda es ser desdichado,

mayor de condición ser encogida,

de ellas me acuso en esta despedida,

y partiré a lo menos confesado.

 

Examine mi suerte el hierro agudo,

que a pesar de sus filos me prometo

alta piedad de vuestra excelsa mano.

 

Ya que el encogimiento ha sido mudo,

los  números, señor, de este soneto

lenguas sean, y lágrimas no en vano.

 

 

DE LA ESPERANZA

 

Sople rabiosamente conjurado

contra mi leño el Austro embravecido,

que me ha de hallar el último gemido,

en vez de tabla, al áncora abrazado.

 

¿Qué mucho, si del mármol desatado,

deidad no ingrata la esperanza ha sido

en templo que, de velas hoy vestido,

se venera de mástiles besado?

 

Los dos lucientes ya del cisne pollos,

de Leda hijos adoptó: mi antena

lo testifique dellos illustrada.

 

¿Qué fuera del cuitado que entre escollos,

que entre montes, que cela el mar de arena,

derrotados seis lustros ha que nada?

 

 

ACREDITA LA ESPERANZA

CON HISTORIAS SAGRADAS

 

Cuantos forjare más hierros el hado

a mi esperanza, tantos oprimido

arrastraré cantando, y su ruido

instrumento a mi voz será acordado.

 

Joven mal de la invidia perdonado,

de la cadena tarde redimido,

de quien por no adorarle fué vendido,

por haberle vendido fué adorado.

 

¿Qué piedra se le opuso al soberano

poder, calificada aun de real sello,

que el remedio frustrase del que espera?

 

Conducido alimenta, de un cabello,

uno a otro profeta. Nunca en vano

fué el esperar, aun entre tanta fiera.

 

 

VANA ROSA

 

Ayer naciste, y morirás mañana.

¿Para tan breve ser, quién te dió vida?

¿Para vivir tan poco estás lucida,

y para no ser nada estás lozana?

 

Si te engañó tu hermosura vana,

bien presto la verás desvanecida,

porque en tu hermosura está escondida

la ocasión de morir muerte temprana.

 

Cuando te corte la robusta mano,

ley de la agricultura permitida,

grosero aliento acabará tu suerte.

 

No salgas, que te aguarda algún tirano;

dilata tu nacer para tu vida,

que anticipas tu ser para tu muerte.

 

 

Extraídos de POETAS DO SÉCULO DE OURO ESPANHOL: POETAS DEL SIGLO DE ORO ESPAÑOL / Seleção e tradução de Anderson Braga Horta; Fernando Mendes Vianna e José Jeronymo Rivera; estudo introdutório de Manuel Morillo Caballero.  Brasília: Thesaurus; Consejería de Educación y Ciência de la Embajada de España, 2000.  343 p.  (Coleção Orellana – Colección Orellana; 12) ISBN 85-7062-250-7

 

 

 

LA DESGRACIA DEL FORZADO

 

La desgracia del forzado
y del corsario la indústria,
la distancia del lugar
y el fervor de la Forutna
que por las bocas del viento
les daba a soplos ayuda
contra las cristianas lunas,
hicieron que de los ojos
del forzado a um tempo huyan
Dulce pátria, amigas velas,
esperanzas y ventura.
Vuelve, pues, los ojos tristes
a ver como el mar le hurta
las torres y le da nubes,
las velas y le da espumas
Y viendo más aplacada
em el cómitre la furia,
vertendo lágrimas disse,
tan amargas como muchas:
¿De quién me quejo con tan grande extremo,
si ayudo yo a mi daño con mi remo?

           “Ya no esperen ver mis ojos,
          pues ahora no lo vieron,
          sin este remo las manos,
          y los pies sin estos hierros;
          que em esta desgracia mía
          Fortuna me ha descubierto
          que cuántos fueron mis años
          tantos serán mis tormentos.
¿De quién me quejo con tan grande extremo,
si ayudo yo a mi daño con mi remo?

          Velas de la Religión
          enfrenad vuestro denuedo;
          que mal podeis alcanzarnos
          pues tratáis de mi remédio.
          El enemigo se os va,
          y favorécele el tempo
          por su libertad no tanto
          cuanto por mi captiverio.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
si ayudo yo a mi daño con mi remo?

          Quedaos em aquesa playa,
          de mis pensamentos puerto;
          quejaos de mi desventura,
          y no echéis la culpa al viento.
          Y tú, mi dulce suspiro,
          rompe los aires ardendo,
          visita a mi esposa bella,
          y en el mar de Argel te espeto.”
¿De quién me quejo con tan grande extremo,
si ayudo yo a mi daño con mi remo?

 

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

 

 

RIMANCE

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

A mais bela jovem

do nosso lugar,

hoje viúva e só

e ontem por casar,

vendo que seus olhos

à guerra se vão,

a sua mãe diz

que escuta seu mal:

Deixai-me chorar

à beira do mar.

 

Pois que em tenra idade

me lograstes dar

tão curto o prazer,

tão longo o pesar,

e me cativastes,

mãe, a quem se vai

carregando as chaves

sem me libertar:

Deixai-me chorar

à beira do mar.

 

De hoje em diante os olhos

tornem-me em chorar

o gostoso ofício

do doce mirar,

pois que não se podem

melhor ocupar,

se se vai à guerra

quem lhes era paz:

Deixai-me chorar

à beira do mar.

 

Não me ponhais freio

nem queirais culpar;

que uma coisa é justa,

a outra é de mais.

Se me quereis bem,

não me façais mal;

muito pior fora

morrer e calar:

Deixai-me chorar

à beira do mar.

 

Minha doce mãe,

quem não chorará,

mesmo tendo o peito

como um pedernal,

e não dará gritos

vendo já murchar

os mais verdes anos

de meu alvorar?

Deixai-me chorar

à beira do mar.

 

Que se vão as noites,

pois se foram já

os olhos que os meus

faziam velar;

vão-se antes de tanta

solidão mirar,

dês que há no meu leito

metade a sobrar.

Deixai-me chorar

à beira do mar.                                             

 

 

LETRILHA

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

         Ande eu bem quente

         e ria-se a gente.

 

Tratem outros do governo

do mundo e suas monarquias,

enquanto regem meus dias

boa manteiga e pão tenro,

e pelas manhãs de inverno

laranjada e aguardente,

         e ria-se a gente.

 

Coma em dourada baixela

o príncipe mil cuidados,

como pílulas dourados;

que eu em mesinha singela

quero mais uma morcela

que no assador arrebente,

         e ria-se a gente.

 

Quando cobrir as montanhas

de prata e neve janeiro,

tenha eu bem cheio o braseiro

de bolotas e castanhas,

e quem as doces patranhas

e raivas do rei me invente,

         e ria-se a gente.

 

Busque muito em hora amena

o mercador novos sóis;

eu conchas e caracóis

na praia, de areia plena,

escutando a Filomena

sobre o choupo da nascente,

         e ria-se a gente.

 

Passe à meia-noite o mar,

e arda em amorosa chama

Leandro por ver sua Dama;

que bem prefiro passar

do golfo de meu lagar

a branca ou rubra corrente,

         e ria-se a gente.

 

Pois Amor é tão cruel

que de Píramo e sua amada

tálamo faz uma espada,

onde se juntem ela e ele,

seja meu Tisbe um pastel,

e a espada seja meu dente,

         e ria-se a gente.                                 

 

 

CONDÓI-TE DESSA PONTE, Ó MANZANARES!

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Condói-te dessa ponte, ó Manzanares!

Olha que por aí já diz a gente

que não és rio para meia ponte

e que ela é ponte para muitos mares.

 

Hoje, arrogante, em ti brotam aos pares

úmidas cristas na soberba fronte;

ontem, humilde, disse-me a torrente

que eram em março os sóis caniculares.

 

Ah, pela alma de quem tem pretendido

com quatro onças de uma água de chicória

purgar a vila e a ti dar o purgado,

 

diz-me, como minguaste e estás crescido,

como em pena te vi ontem e hoje em glória?

— Bebeu-me um asno, e agora me há mijado.              

 

 

A LOPE DE VEGA

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Embutiste, Lopillo, a Sabaot

em um mesmo soneto com Ylec,

e voltando-lhe as costas a Lamec

deste mui mau momento ao justo Lot.

 

Sacrificaste ao ídolo Behemot,

que matam mau coplão Melquisedec,

e traga para o fogo a Abimelec

os sarmentos da vinha de Nabot.

 

Resguarda-te das lanças de Joab,

e dos tabuaços da arca de Jafet,

e dos lenhos da escada de Jacob,

e nem te metas com o rei Acab,

 

nem em vez de Bethlém me digas Bet,

que com teus versos cansas mesmo a Job.

E o soneto estrambótico se vá

ao pobre do Alfa, ao Ômega, a Jeová.                        

 

 

A DOM FRANCISCO DE QUEVEDO

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Anacreonte espanhol, há quem vos tope

e não diga, com muita cortesia,

que, pois os vossos pés são de elegia,

as vossas suavidades são xarope?

 

Imitareis o terenciano Lope,

que ao de Belerofonte, cada dia,

em tamancos de cômica poesia,

esporas calça, dando-lhe um galope?

 

Com cuidado especial vossos antolhos

dizem que querem traduzir o grego,

embora nunca o vissem vossos olhos.

 

Emprestai-mos um pouco ao olho cego,

para que eu dê à luz frouxos in-fólios,

e entendereis greguices que renego.                          

 

 

DESCRIÇÃO DE UMA DAMA

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

De pura honestidade altar sagrado,

cuja base formosa e gentil muro

de branco nácar e alabastro duro

foi pela mão divina fabricado;

 

pequena porta de coral torneado,

claros luzeiros de mirar seguro,

que à esmeralda fina o verde puro

haveis para redomas usurpado;

 

soberbo teto, cujos frisos de ouro,

ao claro sol, enquanto em torno gira,

ornam de luz, coroam de beleza;

 

ídolo belo, a quem humilde adoro:

ouve piedoso o que por ti suspira,

canta os teus hinos e os teus dotes reza.                   

 

 

EMPÓS DA RUBRA AURORA O SOL DOURADO

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

Empós da rubra Aurora o Sol dourado

pelas portas saía do Oriente,

ela de flores a rosada frente,

ele de ardentes raios coroado.

 

Semeavam seu prazer ou seu cuidado,

qual com voz doce, qual com voz dolente,

as ternas aves com a lua presente,

nos frescos ares e no verde prado.

 

Eis quando sai bastante a dar Leonora

um corpo aos ventos e aos rochedos alma,

cantando de seu rico albergue, e chego

 

a as aves não ouvir, nem ver a Aurora;

porque ao sair, ou tudo queda em calma,

ou eu (o que é mais certo), surdo e cego.         

 

 

ENQUANTO POR OMBREAR COM TEU CABELO

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

Enquanto por ombrear com teu cabelo

ouro brunido o Sol relumbra insano,

enquanto com desprezo em meio o lhano

mira tua alva fronte ao lírio belo;

 

enquanto a cada lábio, por colhê-lo,

seguem mais olhos do que ao cravo ufano,

e com desdém triunfa soberano

do cristal claro o colo teu singelo;

 

goza colo, cabelo, lábio ardente,

antes que o que na idade foi dourada

lírio, cravo, cristal, ouro luzente

 

não só em prata ou víola truncada

se torne, mas tu e isso juntamente

em terra, em fumo, em poeira, em sombra, em nada

 

 

ILUSTRE E FORMOSÍSSIMA MARIA

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

Ilustre e formosíssima Maria,

enquanto deixam ver-se a qualquer hora

em tuas faces a rosada Aurora,

Febo nos olhos e na fronte o dia,

 

e enquanto com gentil descortesia

o vento move a fibra voadora

de que é a Arábia em seus veios guardadora,

que o rico Tejo nas areias cria;

 

antes que, à idade, enfim, Febo eclipsado

e o claro dia feito em noite escura,

refuja a Aurora do mortal nublado;

 

antes que quanto hoje é ruivo tesouro

vença das brancas neves a brancura:

goza, goza essa cor, e a luz, e o ouro.                       

 

 

A DOCE BOCA QUE A PROVAR CONVIDA

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

A doce boca que a provar convida

um humor entre perlas destilado,

sem ter inveja do licor sagrado

que a Júpiter ministra o garção de Ida,

 

amantes, não toqueis, se quereis vida,

porque a meio de um lábio e outro corado

Amor está, de seu veneno armado,

qual entre flor e flor serpe escondida.

 

Não vos burlem as rosas que, na Aurora,

direis que aljofaradas e olorosas

caíram do purpúreo seio ameno:

 

serão maçãs de Tântalo, e não rosas,

que logo fogem do insinuado agora;

e somente do amor resta o veneno.                           

 

 

NÃO DESTROÇADA NAVE EM ROCA DURA

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Não destroçada nave em roca dura

tocou a praia mais arrependida,

nem pássaro da rede pressentida

voou mais temeroso à espessura;

 

formosa Ninfa, a planta mal segura,

não tão alvorotada ou afligida,

furtou de verde prado, que escondida

víbora regalava na verdura,

 

como eu, Amor, a condição irada,

as ruivas tranças e essa vista bela

fugindo vou, com pé já desatado,

 

de uma inimiga em vão tão celebrada.

Adeus, Ninfa cruel; ficai com ela,

dura roca, áurea rede, alegre prado.                          

 

 

DE UM CAMINHANTE ENFERMO QUE

SE ENAMOROU ONDE FOI HOSPEDADO

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Enfermo, extraviado, peregrino,

em tenebrosa noite, o pé incerto

a confusão pisando do deserto,

vozes lançou em vão, passos sem tino.

 

Repetido latir, se não vizinho,

distinto ouviu de cão sempre desperto,

e em pastoral albergue mal coberto

piedade achou, se não achou caminho.

 

Sai o sol, e entre arminhos escondida,

sonolenta beldade, em doce sanha,

salteou o passageiro sem socorro.

 

Pagará a hospedagem com a vida;

mais lhe valera errar pela montanha

do que morrer do modo com que morro.             

 

 

NO SEPULCRO DA DUQUESA DE LERMA

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

Ontem deidade humana, agora terra;

o que era altar é túmulo, ó mortais!

Plumas, ainda que plumas de águias reais,

plumas são; quem o ignora, ouvi, muito erra.

 

Os ossos que hoje este sepulcro encerra,

não fossem os aromas orientais,

mortais mostras dariam de mortais;

a razão abra quanto o mármor cerra.

 

A fênix que ontem Lerma foi sua Arábia

é hoje em meio a cinzas um gusano,

e consciência dê a pessoa sábia.

 

Se uma urca é tragada pelo oceano,

que mais quer um baixel luzes na gávea?

Tome terra, que é terra o ser humano.              

 

 

OS BRANCOS LÍRIOS QUE, DE CENTO EM CENTO

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Os brancos lírios que, de cento em cento,

filhos do sol, nos dá a primavera,

a quem do Tejo são nesta ribeira

ouro seu berço, perlas o alimento;

 

as frescas rosas, que ambicioso o vento

com pluma solicita lisonjeira,

como quem de uma ou outra folha espera

purpúreas asas, se lascivo alento,

 

ao vosso belo pé cada qual deve

toda a beleza, que fará a mão,

se tanto pode o pé, que ostenta flores,

 

por que vosso esplendor supere a neve,

vença seu rosicler, e por que em vão,

falando vós, espirem seus olores?           

 

 

SENHORA DONA PONTE SEGOVIANA

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Senhora Dona Ponte Segoviana,

de olhos chorando areia, a dor, contém-na,

se é pelo rio, ou chora mais serena,

que a viuvez ainda te engalana.

 

De estrangúria morreu. Não há castelhana

lavadeira que não chore de pena,

e fulano soutinho se condena

de olmos negros a loba luterana.

 

É verdade que dizem os doutores

que morto não está, que só do estio

lhe causam paroxismos os calores;

 

que nos inícios do dezembro frio,

farão de suas mulas tais senhores

que sua urina dê saúde ao rio.                         

 

 

À MEMÓRIA DA MORTE E DO INFERNO

 

Tradução de José Jeronymo Rivera

 

Urnas plebéias, túmulos reais,

desvendai, ó memórias, com porfia,

por onde já o verdugo cruel dos dias

com pé igual deu passos desiguais.

 

Revolvei tantas marcas de mortais,

desnudos ossos entre cinzas frias,

em que pesem as vãs, às vezes pias,

caras preservações orientais.

 

Descei logo ao abismo, onde vereis

blasfemas almas, em febril coorte,

entre ferros vagar, em pranto eterno,

 

ó memórias, se ao menos vós quereis

com a própria morte vos livrar da morte,

e ao inferno vencer com o mesmo inferno.         

 

 

DA BREVIDADE ENGANOSA DA VIDA

 

Tradução de Anderson Braga Horta

 

Menos solicitou célere seta

destinado sinal, que morde aguda;

agonal¹ carro pela areia muda

não coroou com mais silêncio meta,²

 

que pressurosa corre, que secreta,

em seu fim, nossa idade. A quem se iluda,

fera que seja de razão desnuda,

cada Sol repetido é um cometa.³

 

Reconhece-o Cartago, e tu o ignoras?

Perigo corres, Lício, se porfias

em seguir sombras e abraçar enganos.

 

Mal te perdoarão a ti as horas:

as horas que limando estão os dias,

os dias que roendo estão os anos.                   

 

 

AO CONDE-DUQUE DE OLIVARES

 

Tradução de José Jeronymo Rivera

 

Já na capela estou, e condenado

a partir sem remédio desta vida;

a causa sinto mais do que a partida,

por fome expulso como sitiado.

 

Culpa sem dúvida é ser desditado,

maior de condição ser encolhida;

delas me acuso nesta despedida,

e partirei ao menos confessado.

 

Examine-me a sorte o ferro agudo,

que apesar de seus fios me prometo

piedade de vossa excelsa mão.

 

Já que me foi o encolhimento mudo,

os números, senhor, deste soneto

língua e lágrimas sejam, não em vão.                         

 

 

DA ESPERANÇA

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Sopre raivosamente conjurado

contra meu lenho o Austro enraivecido,

que há de encontrar meu último gemido,

em vez de à tábua, à âncora abraçado.

 

Que muito, se da pedra desatado,

deidade não ingrata a espera há sido

em templo que, em velame hoje vestido,

se venera entre mastros osculado?

 

Do cisne a prole, luz de gêmeos olhos,

filhos de Leda adota; minha vela

o testemunha, deles ilustrada.

 

Que fora do coitado, que entre escolhos

e montes, que em areia a água esfacela,

derrotado seis lustros há que nada?                 

 

 

ACREDITA A ESPERANÇA

COM HISTÓRIAS SAGRADAS

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Quanto mais ferros me forjar o fado

à esperança, tantos, oprimido,

arrastarei cantando, e seu ruído

como instrumento à voz ser-me-á acordado.

 

Jovem mal pela inveja perdoado,

e tarde da corrente redimido,

de quem, que o não cultuasse, foi vendido,

e por tê-lo vendido, venerado.

 

Que pedra se lhe opôs a esse grão

poder, mesmo ilustrada de real selo,

que o remédio frustrasse do que espera?

 

Conduzido alimenta, de um cabelo,

um a outro profeta. Nunca em vão

foi o esperar, mesmo entre tanta fera.              

 

 

ROSA VÃ

 

Tradução de Fernando Mendes Vianna

 

Ontem nasceste, e morres amanhã.

A teu ser tão fugaz quem lhe deu vida?

Para viver tão pouco estás luzida,

e para não ser nada, tão louçã?

 

Se te enganou a formosura vã,

bem depressa a verás desiludida,

porque em tua beleza está escondida

a ocasião de morte temporã.

 

Quando te corte uma robusta mão,

que é lei da agricultura permitida,

grosseiro alento acabará tua sorte.

 

Não saias, rosa, aguarda-te um vilão.

Adia teu nascer para esta vida,

que teu ser antecipas para a morte.                 

 

 

Extraídos de POETAS DO SÉCULO DE OURO ESPANHOL: POETAS DEL SIGLO DE ORO ESPAÑOL / Seleção e tradução de Anderson Braga Horta; Fernando Mendes Vianna e José Jeronymo Rivera; estudo introdutório de Manuel Morillo Caballero.  Brasília: Thesaurus; Consejería de Educación y Ciência de la Embajada de España, 2000.  343 p.  (Coleção Orellana – Colección Orellana; 12) ISBN 85-7062-250-7

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Extraídos de
 
Sete Odes e Três Sonetos de Frei Luis de León e Dezoito Sonetos  de Góngora  traduzidos por José Bento com um desenho de Ângelo de Sousa nas edições o oiro do dia. 
 Porto, Portugal: O Aprendiz de feiticeiro & O oiro do dia,  1988.  58 p.
 

 

217

 

         De honestidade, um templo sagrado,

cujo belo alicerce e gentil muro

de branco nácar e alabastro duro,

foi por divina mão edificado;

 

         pequena porta de coral gabado,

claras janelas de fitar seguro,

que à mais fina esmeralda o verde puro

p'ra vidro raro haveis usurpado;

 

         soberbo tecto, cujos cimbres de ouro

ao claro Sol, enquanto em volta gira,

ornam de luz, coroam de beleza;

 

         ídolo belo, a quem humilde adoro,

ouve piedoso o que por ti suspira,

teus hinos canta e predicados reza.

 

 

 

220

 

 

         Oh clara honra do líquido elemento,

doce regato de corrente prata,

cuja água entre a erva se dilata

com deleitoso som, com.passo lento!:  1

 

         pois a que é p'ra mim gelo e ardimento

(enquanto em ti se fita), Amor retraía

de sua face a neve e a escarlata

em teu tranquilo e brando movimento,

 

         vai sempre assim; não deixes afroixada

a undosa brida ao cristalino freio

a reger tua rápida corrente:

 

         pois acolher não deve assim turbada

tanta beleza em seu profundo seio

o alto Senhor do húmido tridente.

 

 

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Tradução de Antonio Miranda


A DESGRAÇA DO FORÇADO

 

A desgraça do forçado
e do corsário a indústria,
a distância do lugar
e o favor da Fortuna
que pelas bocas do vento
ajudava com sopros
contra as cruzes cristãs
às luas otomanas,
fizeram que dos olhos
do forçada a um tempo fujam
doce pátria, velas amigas,
esperança e ventura.
Volta, pois, os olhos tristes
a ver como o mar furta
as torres e doa nuvens,
as velas e doa espumas.
E vendo mais aplacada
do comitre sua fúria,
vertendo lágrimas diz,
tão amarga como muitas:
De quem me queixo com tanto extremo,
se eu ajudo meu dano com meu remo?

“Já não esperem ver meus olhos,
pois agora não o viram,
sem este remo as mãos,
e os pés sem estes ferros:
que nesta desgraça minha
Fortuna já me descobriu
que quantos foram meus anos
tantos serão meus tormentos.
De quem me queixo com tanto extremo,
se eu ajudo meu dano com meu remo?

Velas da Religião
frenai vosso arrojo;
que mal podeis alcançar-nos
pois tratais de meu remédio.
O inimigo se nos escapa
a favorecer-lhe o remo
por sua liberdade nem tanto
quando por meu cativeiro.
De quem me queixo com tanto extremo,
se eu ajudo meu dano com meu remo?

          Ficai naquela praia,
          porto de meus pensamentos;
          queixai-vos de minha desventura,
          e não lançai culpa ao vento.
          E tu, meu doce suspiro,
          rompe os ares ardendo,
          vista a minha esposa bela,
          e no mar de Argel te espero.”
 De quem me queixo com tanto extremo,
se eu ajudo meu dano com meu remo?

 

 

 

CAMPOS, Augusto deOutro. Rio de Janeiro: Perspectiva, 2015.  116 p. (Coleção SIGNOS)   Produção: J. Guinsburg, editor; Ricardo W. Neves, Segio Kohn.   Capa, projeto e execução gráfica Augusto de Campos.  ISBN 978-85-273-1032-1  Ex. bibl. Antonio Miranda

Tradução de AUGUSTO DE CAMPOS:

 

 

 

 

 

 



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