DEL AZUL, DEL VERDE Y DEL ROJO
UNA TRILOGIA MENOS DISTANTE
Elga Pérez-Laborde
Un devaneo cromático y poético compone tres de las obras más recientes de Antonio Miranda: Memórias Infames (2009), De ornatu mundi (2010) e IDEO GRAM AÇÃO (2010). Esta última, una edición de sólo 70 ejemplares autografiados, fuera del circuito comercial.
La trilogía presenta una exuberancia autoral, que se suma a la edición bilingüe Del azul más distante (2008), prologada y traducida en España, que según advierte en su dedicatoria, imita los libros de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), el poeta español simbolista, que marcó los pasos de grandes nombres de la vanguardia como Federico García Lorca y Rafael Alberti, entre otros destacados escritores de la Generación de 1927.
Esas incursiones cromático/poéticas del autor van más allá de un puro diletantismo preciosista del lenguaje. En su registro de recopilación de situaciones, infames o sublimes, de deambulares semánticos o meta-poéticos, están los espacios mimnéskein- para hacernos recordar; están los lugares ocultos y especulares, los sentimientos en evolución de si mismo, en relación a su (la) historia, a su (la) humanidad. Tal vez movido por una voluntad de hacerse más humano, más próximo de una esencia más propia y al mismo tiempo más auténtica de vivencias. El escritor encarna sus espacios y los transforma en poemas. La poesía es su refugio, su casa, su evocación. Allí habitan sus sueños, sus juegos, sus repudios y esperanzas. Sus afectos y desafectos. Cada libro simboliza una choza o un bunker, en el sentido que Bachelard (1884-1962) identifica en A poética do espaço (2008) como ese primer universo “que é nosso canto no mundo” (2008: 24).
Memórias infames
Memorias Infames, quiebra el tedio por el camino de lo indecible, de lo apenas audible, salvo para si mismo, en el ámbito neonatal,
Antes de nascer, ouvia e gravava,
sem entender: gritos, buzinas, canções.
Sem consciência de mundo, eu gravava. (2009: 17)
El poeta se rescata a si mismo del dolor de la pérdida física de su madre y la recobra en una especie de simbiosis lírica:
Minha mãe, triste – eu sentia! -,
minha mãe aflita estampada
em minhas entranhas, mãe-filho.
Ainda estamos juntos, depois da ida
num eco sem som, decifrando sons
extintos, indeléveis, tatuados na memória.
Memória física, em códigos que
eu não domino, que me dominam.
Como Champolion, tento entender-me.
(ídem. P. 15-16).
Camina en círculos y cuadrados (p.20), peripatético, para, de alguna forma insólita, detenerse en Brasilia, donde el espejo no refleja su imagen sino aquellas irrecuperables, esas que existen sólo en los espacios interiores y que sólo a veces se pueden concretizar a través de la moldura inmortal de las palabras u otros códigos. Un ejercicio lúdico que abre caminos para expresar el tiempo y sus movimientos en situaciones fugaces, que cuentan y estampan las historias de su tierra natal, de su familia, de los viajes fluviales de un lugar a otro, de una vergüenza a otra, parajes de revelaciones íntimas, de laberintos inconfesables exorcizados por el verso. Poco a poco, de ese limbo azul, que puede ser cielo y mar, pecado y redención, emerge el Brasil y sus huellas en el corazón del hombre, que es el niño, el poeta, el pensador. Poemas confesionales de cuerpos desnudos, de gozos escondidos, de devaneos amorosos e irreverentes, disimulados, como respuestas a un mundo que se muestra mezquino, de privaciones y contradicciones. La búsqueda de la identidad, de los primeros encuentros, del amor, de las interrogantes que no tienen respuesta, de las fatalidades. Y aún así, hacer filosofía, evocar “el poder de las rimas imprevistas” de Maiakóvski. (ídem.71). Buscando una salida, como “barco a la deriva”…(ídem: 86).
De Ornatu Mundi
Ecopoemas con magníficas ilustraciones científicas de Álvaro Nunes, componen esta obra del autor, que cruza y descubre la naturaleza con la autoridad de pertenecer a ese universo. El poeta se presenta en el prólogo como un ciudadano amazónico, pero también nordestino. Dice ser un hombre de las aguas, como Thiago de Mello. Su travesía, que se inicia en Mearim, “um rio barrento e lento” lo lleva por muchos mares que no parecen tener puerto definitivo, ni en la geografía ni en la poesía.
Esta obra muestra la versatilidad poética de Antonio Miranda. Como marinero del lenguaje, nos conduce del Exordio con una visión del edén, el inicio de los tiempos, las fuentes fluviales primigenias, la alborada de “las remotas nacientes” del paraíso perdido, al basurero escatológico de la humanidad. Más de ochenta páginas de remoción de conciencia delante de la grandeza y destrucción paulatina del corazón verde del planeta.
Se trata de una obra que llama a la vida, a la conciencia de la riqueza que, a pesar de todas las amenazas, sobrevive en un proceso destructivo que necesitamos detener antes que sea tarde. Algunos de los poemas vienen precedidos de epígrafes de autores clásicos de todos los tiempos, como Gil Vicente, John Milton, Euclides da Cunha, Ary Barroso. Los llamados poéticos surgen con un solemne y a la vez irónico tono de oración:
Señor, escutai, o Brasil é um país
de vasta e vária geografia
física e humana
e qualquer afirmação
-pelo sim e pelo não –
deve começar pelo se não.
(2010: 16)
Miranda, fiel a si mismo, mantiene su línea esperpéntica, su tono transversal antipoético, que hilvana lo profano y lo sagrado.
Como pode haver miséria/
em horto tão vicejante?
....
Espanta, Senhor, em espaço sagrado
e consagrado, tão imenso
e até desabitado,
não se ter onde morar.
(idem: 16).
El espectáculo de Brasil en su “vasta y variada geografía”, se nos presenta con el aval literario de grandes escritores, lo que le confiere un clima erudito, con citaciones en latín, portugués arcaico, evocaciones literarias, cartográficas, musicales, rítmicas: Camões, Pessoa, Guimarães, Bandeira, Caymmi, Lima Barreto. Testigos de un Brasil (des)contaminado y vulnerable, legendario y vivo, de país continente, de extremos inimaginables pero verdaderos, de exóticos escenarios, que en el poema sugiere estilo casi épico a la manera de los escritos testimoniales de la época de la conquista, apelando al espacio bíblico, en lo que tiene de paradisíaco y de infernal. Poemario narrativo que va de los inicios a la senectud. La composición de las imágenes surge además, de una intertextualidad rica, para configurar espacios semejantes y a la vez distantes en el tiempo:
Mundos reunidos, originários
com árvores perenifólias
bosques umbrosos e virgens
no dizer de Dante:
“divina floresta spessa e viva”
Fabulosa, ignota, fantástica:
(Augusto Magne: )
“nunca era noyte, nẽ chuva”
“nẽ quaentura”, “muy bõo temperamento”
(idem. 12)
Nos advierte que en el mapa de Andréa Bianco, de 1436, Brasil ya delimitaba ese paraíso prodigioso:
Jardim das delicias, geografia fantástica
que os marinheiros deliravam e descreviam
em desvarios e visões de convictos.
(idem.13)
Historia y Geografía, donde santos, poetas y conquistadores, amazonas guerreras, desfilan en versos carnavales, mostrando la grandeza de Brasil, ese mundo nuevo que declina, envejece y el poeta clama delante de La Senectud:
Que esta terra não seja profanada
que este mundo seja preservado
dos demônios da codícia humana
da ambição famigerada e vã
da usura e da devastação da devassidão.
Do inexorável...
(idem.14)
En “El fin como principio”, III poema, reitera “que no se cumpla el vaticinio” de la senectud, de la enfermedad, de las plagas, de la maldad “que os malignos não corrompam os bons/, que não os devorem/ numa circularidade cósmica”://.(ídem. 15) En este poema, se revela una fe insospechada en algo superior, pero profundamente humano: que el corazón suplante la razón. Una especie de exorcismo contra los males y el fin de los tiempos.
“El nombre de Brasil” ocupa algunas páginas que se desdoblan en cinco poemas cromáticos, en los cuales el verde de su identidad vegetal, pasa al rojo que evoca su etimología: pau-brasil, madera, piel roja de sus indios, braza, brasa, leyenda céltica, modismo portugués y otras especulaciones toponímicas, todo lo que permite la (extra) vagancia pluritropical del país más grande de América Latina.
IDEO
GRAM
AÇÃO
Entre páginas rojas, brillantes, adornadas con caracteres chinos, surgen textos de inspiración oriental: una curiosidad de reflexiones filosóficas, estéticas, poéticas, contenidos de vida y muerte, confabulaciones experimentales, simbólicas, sugeridas a la manera de Mallarmé, donde el lector/espectador puede perderse entre las sugestiones visuales y los oscuros conceptos del engranaje poético. Un juego descontrucionista de palabras/pensamientos, que recorren el cuerpo de cada poema/estructura, los versos, las palabras y hasta cada letra, y sus representaciones ideográficas. Mueve al poeta un impulso libertario para llenar los espacios con vacíos, resultado de la colocación de los signos, en rotación y traslación, en geometrías inesperadas y desconfiguraciones semánticas, que cobran otro sentido, como cuando dice:
Palavras indeterminam as
palavras
lavras
larvas
as
Antonio Miranda cultiva la ironía y el humor, elementos bastante poco frecuentes en la poesía latinoamericana, hasta cuando aparece la antipoesia. Lo registró en sus críticas literarias el escritor chileno Roberto Bolaño, (Entre paréntesis, 2004), destacando la contribución de Borges en ese sentido. Destaca que la situación de la poesía, antiguamente un lugar privilegiado para la risa, ha empeorado.
Sin embargo, la obra poética de Miranda no alcanza un tono patético, en el sentido de cómico. Su humor transita dentro de un pathos ligado a los avatares de su “yo” y a su encuentro con otros poetas, de otras latitudes, en una especie de diálogo o superposición de reflexiones y vivencias. De esa manera forma en cada obra una textura propia, irreverente, inesperada, bien distante de la producción de orden.
Texto publicado em dezembro de 2010
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