DÁMASO OGAZ
(Venezuela)
no es precisamente un problema de irreverencia
Extraído de Dimensão – Revista Internacional de Poesia,
Uberaba, Brasil, Ano XI. No. 21/1991
OGAZ, Damaso. Los métodos y las deserciones imaginarias. S.l.: s.e., s.d. 60 p. 16x15 cm. “ Damaso Ogaz “ Ex. bibl. Antonio Miranda
I – LAS RATAS
Es preciso que alguien, venga y diga: hay un húmedo olor a baúl.
Nada más.
Como en esos invernaderos desolados, las ratas abrirán entonces
[un agujero,
leve.
melancólico,
que les impida flotar a la deriva.
Junto a las ratas sobrevivimos, cada vez más tenaces y más
[adentro.
Expiamos.
No había nadie con apariencias humanas, con vínculos, con ropa-
[jes, con ferocidad.
Se ocultaron unos de otros.
¿Por qué tanta prisa?
Eramos los que se quedaron tempranamente solos a la hora de la
[siesta.
Tensos y casi inmóviles.
Con una falta de preparación para la voraz visión del día.
Un rechinar de dientes.
Con una posición desacertada ante los objetos en apariencia
[familiares.
Huesos y piedras
Y cenizas. Cada partícula caía pesada y lenta.
Hablar era para nosotros una operación difícil, como una especie
[de vértigo.
Ellos, los antecesores, ya habían perdido la clave de esas palabras.
Hay cosas que son definitivas.
"Inmortales" vivisteis abrumados por el arrepentimiento y el
[asco insalvable.
Vivisteis para observar y exclamar: "Cuando la aguja marque
[ese número..."
Alfileres. Trajes usados.
Como bestias que se reúnen para emigrar, otrora resollasteis.
Y al abrir la puerta, los vimos cambiar de nivel y ser una mancha
[negra.
Una mancha negra visible a nuestros ojos.
Una herida abierta, repulsiva.
Una mirada culpable y amarga publicaron los periódicos.
Hoy sabemos que sus recuerdos insospechadamente se arrastra-
[ban por los intersticios.
Sus recuerdos son instrumentos sutilmente afilados.
SED VOSOTROS. . . les gritamos.
Empero todos esos ojos de ayer vuelan y chocan como ratas en-
loquecidas dentro del baúl,
en señal de contrariedad. Esos ojos azotados por el ramaje y la
[maleza
encierran, no obstante, posibilidades misteriosas y amenazantes.
Yo, en particular, recuerdo unos ojos, unos guijarros tibios y lisos,
[y una voz que me dijo:
"¡Sale a este infierno!"
OS RATOS
É preciso que alguém venha e diga: há um odor úmido de baú.
Nada mais.
Como nessas estufas desoladas, os ratos abrirão então um buraco,
leve,
melancólico,
que os impeça de flutuar à deriva.
Junto dos ratos sobrevivemos, cada vez mais tenazes e mais adentro.
Expiamos.
Não havia ninguém com aparência humana, com vínculos, com
roupas, com ferocidade.
Esconderam-se uns dos outros.
Por que tanta pressa?
Éramos os que ficaram precocemente sozinhos na hora da sesta.
Tensos e quase imóveis.
Com uma falta de preparo para a voraz visão do dia.
Um ranger de dentes.
Numa posição desacertada diante dos objetos em aparência familiar.
Ossos e pedras
E cinzas. Cada partícula caía pesada e lenta.
Falar era para nós uma operação difícil, uma espécie de vertigem.
Eles, os antecessores, já haviam perdido a senha dessas palavras.
Existem coisas definitivas.
“Imortais” viveram abrumados pelo arrependimento e o asco
impossível.
Viveram para observar e exclamar: “Quando a agulha marque
esse número...”
Alfinetes. Roupas usadas.
Como bestas que se juntam para emigrar, outrora arfastes.
E ao abrir a porta, vimos que mudavam de nível tornando-se uma
mancha negra.
Uma mancha a olhos vistos.
Uma ferida aberta, repugnante.
Uma mirada culpável e amarga, publicaram os jornais.
Hoje sabemos que suas lembranças insuspeitavelmente
arrastavam-se pelos interstícios.
Suas lembranças são instrumentos sutilmente afiados.
SEJAM VOCÊS... gritamos.
No entanto todos esses olhos de ontem voam e chocam como
ratos enlouquecidos no baú,
em sinal de contrariedade. Esses olhos golpeados pela ramagem e
o mato
encerram, não obstante, possibilidades misteriosas e ameaçantes.
Eu, em particular, recordo uns olhos, uns seixos tíbios e lisos,
e uma voz que me disse:
“Vá para este inferno!”
(Tradução de Antonio Miranda)
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