¿Porqué, siendo yo tan feliz
me declaro insatisfecho, vacío,
incompleto, infeliz?
¡Tantos amores viví
tan completamente!
Hasta agotar, hasta arder.
Pensé tenerlos perdidos para siempre
más ellos sobreviven en mí
permanecen en algún lugar
de mi legado encantamiento.
Visité cuerpos clandestinos
que amaba en el momento
pero la juventud urgía
exasperada e insegura.
“como poseído todavía /
del placer ilegal
del prohibido amor /
que acaba de ser suyo”.
¡Qué intensidad fugaz!
¡Qué leves compromisos!
Los quería, los cultivaba
en cuanto se desvanecían
y resurgían con renovado
asombro, ímpetu, miembros
de una voluble cofradía
de divinidades helénicas.
“Y bebí un vino fuerte, como
sólo los audaces beben el placer”.
Cuerpos pasajeros, verdaderos
juntándose en una plenitud
inalcanzable e imperfecta
hecha de sensaciones eternas.
Maduro, bebo siempre de ese
vino que me rejuvenece.
Me reencuentro en ti,
tan joven y duro y fuerte
como si renaciese
en tu ósea estructura
y me liberaras de mí.
“¡Oh dioses! que no
los vean esos enlutados
esos moralistas –
el eco de esos estériles amores /
que ellos repudian.”
Lo nuevo y lo viejo
se recomponen en mí
oportuna metamorfosis
para revivir aquel amor.
Me entrego a ese amor
con la certeza de la fatuidad
más él es real e intenso
y quien sabe inconsecuente.
“pues algo sabes de remedios;
tentativas de envolver el dolor /
A ti recurro oh Arte de la Poesía,
en la Imaginación y la Palabra.”
Perdido para siempre
en un sentimiento imposible
con la sensación absurda
de una carne casi intacta:
“recordaba de pronto extrañamente
a un efebo que –con cierta torpeza-
al amor por vez primera
rinde su cuerpo intocado.” |