I
Antonio, niño, vamos a conversar:
¿por qué huyes del castigo, si él te alcanzará?
para qué tanta rebeldía, batiendo contra el muro?
¿ A dónde te llevan esas piernas caminantes
de tantas fugas, rechazos, ensimismamientos?
¿Antonio, niño, por qué blasfemas?
¿Qué te lleva al placer del sufrimiento,
al pensamiento rebuscado o travieso
a contradecir el sí, a reiterar siempre el no?
¿De dónde vienen estas ideas de suicidio
mientras amas pleno y satisfecho?
II
¡Tantas páginas escribes! !Tantas lecturas
apuradas, tanta angustia por ser
tantas preguntas imposibles, deseos
absurdos sueños, inconsecuentes planes!
¿Qué amigos son aquellos que no volverás a encontrar?
¿Qué lugares buscas que dejarán de existir?
¿Qué amores te queman que se esfumarán?
¿Qué ideas te motivan que ya irás a superar?
¿Acaso vale esa tirria lo que ocasiona?
III
Frente a frente, somos dos desconocidos
que se niegan, se contradicen, se acusan.
Espejo maldito que exhibe nuestro desentendimiento.
¡No me acuses por no haber sido capaz!
Nada soy de aquello que pretendías ser!
¡Nunca fuí amado tanto como querías!
Ni amé tanto cuanto querías que amase...
IV
¡Antonio, por favor, reconoce tu fracaso
y dame espacio para que yo exista
sin tener que justificarme ante ti!
¡Déjame ser feliz con mi conformismo
-pensar que tengo lo que merezco
en tanto tu deliras y deliras!
¿Por qué arruinas mi frágil sosiego
agrías mi precaria felicidad?
A partir de hoy mi nombre es Otro.