EL LABERINTO
Poema de ANTONIO MIRANDA
Traducción: TRINA QUIÑONES
Ilus. José Campos Biscardi
“Entonces cerrabas los ojos. Y los cerrabas, oh laberinto! para no ver. Romper/ fue necesario lógicas y secretos, irrisorias horas desvivir, tantos fuegos avivar.”
XAVIER PLACER
I
El viento deslizante por los meandros arbóreos
fanfarrón, astillazo de luz, contornando esquinas
vegetales, en la oblicuidad de la tarde en que vago
ensimismado y triste, emparedado: entumecimiento y vacuidad.
Debe haber una salida, en algún lugar distante.
Entre paredes macizas, por caminos infinitos.
Oscilando, ávido, indeciso, torpe, deambulando.
El cielo a intervalos, el tiempo en andrajos.
Las alamedas estrechas, sofocantes, húmedas, sombrías.
Las analogías impracticables, los diálogos estancados.
Una alteridad de asombros clausurados.
Hermetismo. Pensamientos insondables. Abandono.
Es difícil avanzar por los senderos desorientadores.
Signos truncados, cul de sac, señales cambiadas.
II
Un laberinto infinito que termina cuando recomienza
Que es el principio de su propio fin: ¡eterno!
Un desván secreto, un epicentro inalcanzable
Mientras que, perdido, oigo la propia voz distante.
¿A dónde me llevan estas sendas tortuosas?
¿A qué desiertos, destierros, a qué aires represados?
¡Tantos rostros irreconocibles, cuerpos ausentes!
¡Cuántos atropellos, cuántas negaciones insidiosas!
Y yo a errar por espacios contenidos, viciados!
¿Cuál es la dirección de este viento aprisionado?
Los muros se bifurcan, se cierran, se multiplican
en otros muros más adelante: son los mismos
en el círculo vicioso de una vida programada
que devora y recicla, ad infinitum , su mesmedad.
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