EL PARTO DE LA VIRGEN ENDIABLADA
Poema de Antonio Miranda
Trad. De Aurora Cuevas Cerveró
Ilus. De Zenilton de Jesus Gayoso Miranda
La repudiada comenzó a dar señales de trastornos
y convulsiones, mareos y derramamientos de sangre.
Fue luego enclaustrada en su cuarto
de donde nunca debería haber salido
—según condena verbal de madre Filomena.
Sentía cólicos y erupciones, expulsando gases venenosos,
sudores emponzoñados, desmayos constantes.
Baños de asiento, rezos de hechicera,
tés y emplastos vegetales, pomadas
y ungüentos en las sienes
y en las zonas húmidas y abrasantes
de su sexo adolescente,
los labios hinchados
y el vientre creciendo a ojos vista.
Amarrada al madero del catre
como fiera enjaulada,
babeaba y gruñía.
Padre Fernandes (que no era un exorcista)
acudió con plegarias y letanías
inútiles.
Gravidez estraña, de virgen enclaustrada.
Espírito maligno encostrado, entendió el pai-se-santo:*
Exu** y sus mujeres-hospitalarias,
huevo de serpiente diabólico en gestación interminable.
¡Estraños designios!
Donde ya había un muerto-vivo
ahora la poseída por Belzebu encarnada.
Movimientos de bestia en cavidades profundas
de chica inocente. Rezos, descarregos.***
En la madrugada oscura, finalmente,
una cosa pardusca y gelatinosa,
móvil y sin cabeza, sin cordón umbilical,
escupitajo viscoso y luminoso,
es recogida en orinal de ágata,
y luego enterrada en el patio
con varias capas de tierra.
Libre de la abdución, la muchacha desfallece.
Neves, la repudiada, era un bástago no deseado
que la propia madre conjuraba.
Castigo del cielo por los pecados cometidos,
estropicio, producto del estupro,
una cruz que llevaba al calvario.
Había que buscar un marido para la desgraciada.
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* Jefe espiritual y administrador de la casa (“terreiro”) del culto afrobrasileño a los orixás; en yoruba: babalorixá.
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