JOSE RAMON HEREDIA
José Ramón Heredia o "José Corda" (1900-1948).
Poeta y ensayista venezolano, nacido en el estado de Trujillo el 10 de noviembre de 1900 y fallecido en Caracas en 1948. Publicó algunos de sus escritos literarios bajo el seudónimo de "José Corda". Autor de una brillante producción poética que parte de unos orígenes netamente post-románticos para adentrarse con audacia en las formas experimentales aportadas por los movimientos vanguardistas, está considerado como uno de los grandes renovadores de la lírica venezolana de la primera mitad del siglo XX.
Su innata vocación poética le llevó a forjarse una sólida formación autodidáctica en el terreno de la creación literaria, donde pronto se dio a conocer como uno de los integrantes del célebre grupo Viernes, en cuyo principal órgano de expresión (la revista homónima) tuvieron cabida los representantes de las diversas tendencias de la lírica mundial. Entre los componentes de este grupo literario, además de José Ramón Heredia, sobresalieron algunos autores como Rafael Olivares Figueroa(1893-1972), Pascual Venegas Filardo (1911), Luis Fernando Álvarez (1900-1952), Ángel Miguel Queremel (1900-1939), Pablo Rojas Guardia (1909-1978), Otto De Sola (1912-1975) y Vicente Gerbasi (1913-1993).
Integrado plenamente en este foro literario, José Ramón Heredia fue elaborando una brillante producción poética que, por su pretensión de abarcar todos los ámbitos de la realidad humana, puede leerse en su conjunto como una cosmovisión. Su estilo se caracteriza por la riqueza verbal, el afán desbordado de comunicación, la huida de la introversión (presente, empero, en sus primeros poemas post-románticos) y la musicalidad expansiva que busca la complicidad del lector. Escrita en versos extensos que contribuyen a realzar la pretensión de comunicatividad del poeta, la obra de José Ramón Heredia arrastra una deslumbrante imaginería surreal que asume las novedades procedentes de la vanguardia europea sin menoscabo del hondo sentimiento lírico presente en algunas composiciones tan brillantes como las tituladas "El mar se baña en tu cuerpo" y "Ventanas hacia un mundo de cristal".
Entre sus obras más destacadas, conviene recordar las tituladas Paisaje y canciones (Trujillo [Venezuela]: [s.p.i.], 1928); Por caminos nuevos (Valencia [Venezuela]: Imp. y Lit. Branger, 1933); Justicia bárbara (Valencia [Venezuela]: [s.p.i.], 1934); Música de silencios (Caracas: Cooperativa de Artes Gráficas, 1936); Los espejos de más allá (Caracas: Asociación de Escritores Venezolanos, 1938); Gong en el tiempo (Caracas: Ed. Grupo Viernes, 1941); Mensaje en siete cantos de la guerra y la paz desde América (Caracas: Tip. La Nación, 1944); Doce horas por las calles de Caracas (Caracas: Ed. Ávila Gráfica, 1948); Maravillado cosmos (Caracas: Tip. La Nación, 1950); Círculo poético (Buenos Aires: Ed. Losada, 1956); Insolación (Asunción [Paraguay]: Ed. La Colmena, 1957); Caribes y guaraníes, una sola y misma raza (Asunción [Paraguay]: Emasa, 1962); y La noche y siempre la noche (Asunción [Paraguay]: Ed. El Arte, 1966).
Fuente: http://www.mcnbiografias.com
TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
MI POEMA A LOS NIÑOS MUERTOS EN LA GUERRA DE ESPAÑA
a Vicente Gerbasi
Como si cayesen podridas todas las estrellas,
como si asquerosos insectos deshojasen todas las flores,
como si peludas manos retorcieran las gargantas de todos
los pájaros,
como si fuesen machacadas todas las hormigas,
y arrancados los ojos de todos los munecos.
Como si quedaran sin alas todas las abejas,
como si fuesen devorados todos los peces,
como si fuesen triturados todos los caracoles,
como si rabiosos hacheros derribasen todos los árboles,
y se apagasen todas las canciones
y se quedara mudo el mundo.
Como si en absurdos almanaques fuesen borradas todas
las Navidades,
como si se incendiaran todos los arbolitos,
y se perdiera el Tio Nicolás,
y se quedaran solos, tristemente solos,
debajo de las cunas vacías, todos los zapatitos.
Ah! entre terrones y cenizas y hediondos humos, están éllos!
sin bombones, sin mieles, sin teteros,
ni estampas, ni barajas, ni pelotas, ni azules bombas,
ni inconexas palabras—tan conexas!—
sin violines de llantos y de risas,
junto a caballitos despanzurrados,
munecos mutilados y desesperadas madres
que desflecan en el viento angustiado su doloroso grito.
Que un pedazo de noche se nos cuaje en los ojos,
que pesadas cortinas nos tumben la mirada,
que anchas puertas de piorno se cierren tras nosotros,
que algodones de muerte nos tapen los oídos,
para no ver ni oír ese romperse de alas inaudito,
ese abatirse de ángeles
bajo cielos atónitos y estupefactas lunas doloridas.
Que no les veamos nunca las caras, ¡No, Dios mio!
signadas de alacranes y murciélagos,
a esos trituradores de huesos,
que con furiosas unas retorcidas
arañan a la tierra reseca, que les salta a los ojos inyectados,
que chirrían sus desesperadas mandíbulas,
y con anchos carrillos soplan frío sobre el mundo.
Oh! no, Dios mio! déjanos lejos, lejos!
con este viento helado sobre el pecho,
y esta piedra metida en la garganta,
llorar por los idiomas de azúcar ya perdidos,
llorar por las violetas arrancadas,
llorar por tantas cuerdas destrozadas,
llorar por todo aquello, roto, irremediablemente roto.
Déjanos, Dios mio, entre bosques de pinos,
diciendo para éllos
bajo estrellas humildes nuestros himnos.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
MEU POEMA ÀS CRIANÇAS MORTAS NA GUERRA DA ESPANHA
a Vicente Gerbasi
Como se caíssem podres todas as estrelas,
como se insetos asquerosos desfolhassem todas as flores,
como se mãos peludas torcessem as gargantas de todos
os pássaros,
como se fossem trituradas todas as formigas,
e arrancados os olhos de todos os bonecos.
Como se ficassem sem asas todas as abelhas,
como se fossem devorados todos os peixes,
como esmagados todos os caracóis,
como se lenhadores raivosos derrubassem todas as árvores,
e se emudecessem todas as canções
e se ficasse mudo o mundo.
Como se em absurdos almanaques fossem apagadas todos
os Natais,
como se incendiassem todas as árvores natalinas,
e se Papai Noel se perdesse,
e ficassem sozinhos, tristemente sós,
debaixo de berços vazios, todos os sapatinhos.
Ah! entre torrões e cinzas e hediondo húmus, estão eles!
sem bombons, sem mel, sem mamadeiras,
nem estampas, nem baralhos, nem bombas azuis,
nem palavras desconexas — tão conexas! —
sem violinos de prantos e de risos,
junto a cavalinhos desmantelados,
bonecos mutilados e mães desesperadas
que se desfazem no vento angustiado seu doloroso grito.
Que um pedaço de noite se condense nos olhos,
que pesadas cortinas nos derrubem o olhar,
que portas enormes de chumbo se fechem detrás de nós,
que algodões de morte nos tapem os ouvidos,
para não ver nem ouvir esse romper de asas inaudito,
es abater os anjos
sob céus atônitos e estupefatas luas doloridas.
Que não vejamos jamais suas caras! Não, meu Deus!
assinadas por escorpiões e morcegos,
esses trituradores de ossos,
que com furiosas unhas retorcidas,
arranham a terra ressecada, que salta aos olhos injetados,
que chiam suas desesperadas mandíbulas,
e suas amplos vias sopram frio sobre o mundo.
Ó, não, Deus meu! Deixa-nos longe, longe!
com este vento gelado contra o peito,
e esta pedra metida na garganta,
chorar por idiomas de açúcar já perdidos,
chorar pelas violetas arrancadas,
chorar por tantas cordas destroçadas,
chorar por tudo aquilo, roto, irremediavelmente roto.
Deixa-nos, Deus meu, entre bosques de pinheiros,
dizendo para elas
sob estrelas humildes nossos hinos.
Página publicada em junho de 2017
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Página publicada em junho de 2017