GABRIELA KIZER
Nació en Caracas, Venezuela en 1964. Es Licenciada en Letras de la Universidad Central de Venezuela desde 1986. Magíster en Literatura Latinoamericana Contemporánea de la Universidad Simón Bolívar en 1993. Desde 1993 es profesora de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela en el área de literatura.
Premios: Concurso Internacional de Poesía “José Barroeta”; VII Bienal de Literatura “Mariano Picón-Salas” con su poemario Tribu, Mérida, 2007.
TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
KIZER, Gabriela. Amagos. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1999. 90 p.
ISBN 980-01-1115-8
Hay cosas que mueren de repente.
No lo percibimos.
Nos quedamos mirando la flor
cuando el río la ha perdido ya en su arrastre.
Convivimos entonces con imágenes,
seres petrificados
por donde asoma un adiós que no vemos
hasta que el golpe se hace imprescindible.
A veces varios golpes.
Luego hacemos sonar la queja por todos los resquicios de la tarde
y cuando sube la niebla
ya tenemos la malla para otro comienzo.
Adictos al engaño y sorprendidos por él.
Cómo se hace necesario perecer.
Deberíamos andar como Juan Tenorio
mimando muecas en la risa que aventura el encuentro,
pero hay pocas horas para andar con la cabeza gacha
y aun cuando fueran muchas nunca sería suficiente.
Entonces me aterro,
yo, aquí, tan plena y tan retórica
sé que en el alma hay idas y venidas al compás de gusanos, gusanos que sestean y que a veces van lejos
allí donde los muertos tienen dios más que cuerpo pudriente
y un oficio.
Era más fácil.
Bastaba una señal, un dejo luminoso
para alargar la mano al aire
como hacia un cuenco de abundancias,
para temblar al pie de una página sin reverso.
¿Qué suerte de futuro permitía entrar
una vez y otra
al juego de avanzar con el trapo en los ojos?
Taima.
¿Cuándo me vine abajo?
¿Cuándo crucé los brazos sobre el pecho?
Ando con algo destapado y expuesto.
Sé dónde están mis verdugos.
Soy capaz de reír antes de que sueñen el golpe
que habrán de asestarme.
Preciso los contomos,
la fuerza que requiere hacer el alma trizas,
los materiales que no estarán para rehacerla.
No hay ardides ni estrategias.
Lo que más trato de preservar es lo que más se expone
como los niños y los perros en las ciudades bombardeadas.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
Algumas coisas morrem de repente.
Nem percebemos.
Ficamos mirando a flor
quando o rio a perdeu ao ser arrastada.
Convivemos então com imagens,
seres petrificados
por onde surge um adeus que não vemos
até que o golpe se torne imprescindível.
Às vezes muitos golpes.
Depois nos queixamos por todos os resquícios da tarde
e quando a névoa se eleva
já temos o traje para outro começo.
Ligados ao engano e surpreendidos por ele.
Como se faz necessário perecer.
Deveríamos andar como Juan Tenório
mimando caretas no riso que aventura o encontro,
mas poucas são as horas para andar com a cabeça baixa
e mesmo que fossem muitas nunca seria suficiente.
Então me aterro,
eu aqui, tão plena e tão retórica
sei que na alma há idas e vindas ao compasso dos vermes,
vermes que cochilam e que as vezes vão longe
ali onde os mortos têm deus mais que corpo repugnante
e um ofício.
Seria mais fácil.
Bastava um sinal, um jeito luminoso
para esticar a mão ao ar
como para alcançar uma tigela de abundâncias,
para tremer ao pé de uma página sem o reverso.
Que tipo de futuro permitia entrar
uma e outra vez
ao jogo de avançar com uma venda nos olhos?
Astúcia.
Quando despenquei?
Quando cruzei os braços sobre o peito?
Ando com algo destapado e exposto.
Sei onde estão meus verdugos.
Sou capaz de rir antes de que sonhem o golpe
que haverão de impingir.
Defino os contornos,
a força que requer estilhaçar a alma,
os materiais que não estarão para refazê-la.
Não existem ardis nem estratégias.
O que mais trato de preservar é o que mais me expões
como as crianças e os cães nas cidades bombardeadas.
Página publicada em julho de 2014
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