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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

GLADYS CASTELVECCHI


Rocha, 1922. Poeta y profesora de Literatura, Falleció en Montevideo en 2008.

 

Obra Publicada: No más cierto que el sueño (Alfa, 1965); Fe de remo (EBO, 1983); Ejercicio de castellano (Monteverde, 1984); Calendarios (EBO, 1985); Animal variable (EBO, 1987); Claroscuro (EBO, 1992), Por costumbre (EBO, 1994); Algunos Apuntes (Postumo, La Propia Cartonera, 2010).

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  /  TEXTOS EM PORTUGUÊS

Extraídos de
lo que vendrá
REVISTA DE POESÍA
Año I / No. 1 / ABRIL – MAYO 2011
– Montevideo, Uruguay
Director: Diego Rodríguez Cubelli

 

Carteando

 

de: calendarios

Ediciones de la

Banda Oriental (1985)

 

Señora la mi madre,

doña Braulia González:

 

qué lindo nombre para milonga criolla

vivió usté, doña Braulia.

 

Que bien vivió su nombre de paridora fuerte,

de vientre siempre en fruto,

cómo estaba su nombre en sus manos tan fieles,

en los pies afanándose por un lado en la cuna,

por el otro en la máquina de hacer nuevo lo viejo,

déle fuerza y fuerzaza

sin parar, doña Braulia.

 

Usted ahora sabe,

señora la mi madre,

cómo yo me moría por algo tierno suyo.

Eso que tienen todos; un beso, una caricia.

Aprendí muy de a poco

que su vida de pobre, sus tareas de pobre,

su cocina de pobre, su dignidad de pobre

(me inclino, doña Braulia),

eran todo lo tierno que tenía a su alcance.

Uno aprende despacio.

 

Aquí la estoy pensando como la vi por años,

su aguja, su dedal,

boca seria, ojos mansos

y el libro que leía

para llorar de tristezas no suyas,

hoy pienso.


Aunque heredé su nombre,

nadie me llamará como a usté, doña Braulia,

y es justo.

Hay que ser mucha cosa para llamarse Braulia.

 

Y en usted había algo

como de agua en cántaro,

como tierra impregnada,

como de hoja silvestre con un secreto adentro,

como de india, vamos.

Siempre me he preguntado

cuántos indios habría sostenido su sangre.

A canoa por sus venas, jadeando, y por las mías,

anda un indio, me juego.

Un indio muy formal, tatarabuelo,

muerto de hambre en su río,

codicioso de peces que se escapan, se escurren

(uno de ellos, justamente,

es el que viene a rebullir mi sangre aún,

de vez en cuando).

 

Yo le escribo esta carta

nada más de nostalgia.

Bien pocas lunas hace se me asomó en un sueño

y estaba trabajando

sin sacarle ni un poco de reposo

a ésa, su eternidad.

 

Y quiero aconsejarle que descanse,                            

señora Doña Braulia.

Deje de acicalarle las alas a los ángeles

o esponjarle blancuras al Espíritu Santo.

(Yo la pienso en un cielo

como usted lo pensaba.

Infierno y Purgatorio,

los vivió en estos pagos).

 

Y mire que no me olvido que usté era manolarga.

Modérese, mi madre.

Pobre angelito que andando por su lado

se las pase de diablo.

 

Porque esto tengo cierto:

donde está usted, hay ángeles.

 

Como hubo en su jardín,

en su quinta de verduras

y pasteles caseros en las festividades.

 

Ternura, doña Braulia,

ternuras. Se agradecen,

aunque se entiendan tarde.

 

Y hasta más ver, señora.

 

 

ritornello

 

de: por costumbre

Ediciones de la

Banda Oriental (1995)

 

La costumbre es feroz.

 

Hasta le come

las alas a los ángeles.

 

 

la primera oración

 

de: fe de remo

Ediciones de la

Banda Oriental (1983)

 

Conoció el hombre a su

mujer, que concibió y

parió

       Génesis 4,1

 

Ángel de la leche,

no me desampares.

 

Mi criatura duerme.

Bendíceme el seno

cuando se despierte.

 

No me desampares,

ángel de la leche.

 

 

testamento

de: Fe de Remo

 

Lucharás por ¡a verdade
hasta ¡a muerte.

         Eclesiastés 4,33

 

Te dejo a tí, mis hijos,
lo que heredé.
El techo lloviznoso,
la intemperie aprendida,
signos de sumar y restar en gravoso tumulto.
Reconstruyelos, Tú puedes.

Te dejo a ti, mis hijos,
los laberintos donde se refugian los rencores.
Soy peldaño: me conduelo y me acuso.
Alas de pobre empeño
esforzaron más rumbos que la rosa de los vientos.
Te dejo mis alas.
Trónchalas. Empluma. Vuela.

A ti, mis hijos,
dejo a mejor uso los signos de puntuación,
las hojas que no nacen sin raíces,
el revuelto envoltorio de los intentos.
En él perdura una goma escolar
suave como el pan,
acusatoria como el primer robo de hambre,
redentora como nuestro último remordimiento.
Escribe. Borra. Perdónate.

A ti, mis hijos,
el agua que entendió la sed,
la cadena suntuosa de que doy testimonio.

No te dejo la soledad del mar.
Es bien de todos. Dejo mis remos
y acaso algún jirón
del viento servicial que me asistió.
Que sople en tus caminos.

Te dejo, hijos,
las escasas palabras que aprendí
y mi absoluta fe en el abecedario,
laboriosa, congregadora hechura.
Te lego mi silencio. No lo oigas.

En codicilio,

la final dialéctica de la frente
cayendo hacia la luz

y las leyes de la especie,

¡nocente, bellísima crueldad.
Resuélvela. Es tu turno.

 

=====================================

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

 

Carteando

De: calendários
Ediciones de la Banda Oriental, 1985



Senhora minha mãe
dona Braulia González

que bonito nome para uma milonga crioula
a senhora viveu, dona Braulia.

Que bem viveu seu nome de paridora forte,
de ventre sempre em Fruto,
como estava seu nome em suas mãos tão fiéis,
nos pés empenhando-se de um lado do berço
pelo outro na máquina de tornar novo o velho,
dá-lhe força e parruda
sem para, dona Braulia.

A senhora agora sabe,
senhora minha mãe,
que eu morria algo brando seu.
Isso que todos têm: um beijo, uma carícia.

Aprendi bem devagar
que sua vida de pobre, suas tarefas de pobre
(sua cozinha de pobre, sua dignidade de pobre
(reverencio, dona Braulia),
eram toda a ternura que estava ao seu alcance.
A gente aprende aos poucos.

Aqui a estou pensando como a vi durante anos,
sua agulha, seu dedal,
boca séria, olhos mansos
e o livro que lia
para chorar as tristezas alheias,
hoje lembro.

Mesmo tendo herdado seu nome,
ninguém vai me chamar como a chamam, dona Braulia,|
e é justo.
Deve ser muita coisa para chamar-se Braulia.

E na senhora havia algo
como água no cântaro,
como terra impregnada,
como a folha silvestre com um segredo lá dentro,
como de índia, vamos.

Sempre me perguntei
quantos índios haveriam sustentado seu sangue.
A canoa por suas veias, arquejando, e pelas manhãs,
anda um índio bem formal, tataravô,
morto de fome em seu rio,
cobiçoso de peixes que escapam, escorrem
(um deles justamente,
é o que vem reanimar meu sangue ainda,
de vez em quando).

Escrevo-lhe esta carta
apenas pela saudade.
Poucas luas faz que apareceu em um sonho
e estava trabalhando
sem valer-se  nem um pouco de repouso
a essa, sua eternidade.

E quero aconselhar-lhe que descanse,
senhora Dona Braulia.
Deixe de arrumar as asas dos anjos
e empoar brancuras no Espírito Santo.
(Eu a imagino em um céu
como a senhora imaginava.
Inferno e Purgatório
venceu-os por esses pagos).


E saiba que não esqueço que era castigadora.
Modere-se. minha mãe.
Pobre anjinho que andando a seu lado
finja-se de diabo.

Porque nisto estou segura:
onde a senhora está, lá estão os anjos.

Como estavam em seu jardim,
em sua horta de verduras
e nos empadas caseiras das festas.

Ternura, dona Braulia,
ternuras. Agradecimentos,
embora sejam tardios.

E até mais ver, senhora.



ritornello

de: por costumbre
Edicones de la Banda Oriental, 1995.  

 

O costume é feroz.

Até mesmo devora
as asas dos anjos.
 

 

A primeira oração

         Conoció el hombre a su
         mujer, que concibió y
         parioó.

                   Génesis, 4,1

 

Anjo do leite,
não me desampares.

Minha criança dorme.
Bendiga-me o seio
quando desperte.

Não me desampares,
anjo do leite.

 

Testamento

De: Fe de Remo

 

Lutarás pela verdade
até a morte.

                  
Eclesiastes, 4,33

Deixo-lhes, meus filhos,
o que herdei.
O teto chuvoso,
a intempérie aprendida,
signos de somar e diminuir no tenso tumulto.
Reconstrua-os, tu podes.

Deixo-lhes, filhos meus,
os labirintos onde se refugiam os rancortes.
Sem degrao: me consolo e me acuso.
Asas de pobre empenho
esforçaram mais rumos que a rosa dos ventosl.
Deixo as minhas asas.
Rompa-as. Empluma. Voa.

A vocês, filhos meus,
deixo o melhor uso dos sinais de pontuação,
as folhas que não nascem sem raízes,
o revolto envoltório das tentativas.
Nele perdura uma borracha escolar
suave como o pão,
acusatória como o nosso último arrependimento.
Escreva. Apague. Perdoa-te.

A ti, filhos meus,
a água que entendeu a sede,
a corrente suntuosa que testemunho.

Não te deixo a solidão do mar.
É um bem comum.  Deixo meus remos
e acaso algum debrum
do vento serviçal que me assistiu.
Que sopre em teus caminhos.

Deixo-lhes, filhos meus,
as escassas palavras que aprendi
e minha fé absoluta no abecedário,
laboriosa, congregadora feitura.
Lego meu silêncio. Não o ouças.
Em seu legado,
a dialética final da fronte
caindo para a luz
e as leis da espécie
inocente, belíssima crueldade.
Decifr-a.  É a tua vez.

Página publicada em junho de 2011


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