JORGE ALANIA VERA
Poeta y periodista peruano, nacido en 1953.. Obtuvo en 1971 el Premio Nacional de Poesía “Tu y el Arte” por su obra “Cuando mueran los viejos islotes del río”. Ha sido galardonado en 1988 con el Premio Jerusalén de periodismo, uno de los más importantes del país. Es actualmente consultor de comunicaciones y columnista del diario EXPRESO de Lima y colaborador regular de publicaciones en Colombia, Brasil, Bolivia, Argentina y México.
TEXTO EM ESPAÑOL / TEXTO EM PORTUGUÊS
El uno y el otro
Un hombre está loco y siente la tentación de lo imposible. Otro hombre está cuerdo y acepta con mansedumbre su destino. A su modo cada uno es un héroe y representa un cariz de la misteriosa condición humana. Uno sueña, el otro vive, pero ambos se encuentran en esa estrecha zona en la que estas realidades se cruzan o se niegan. El azar los acecha, pero cada cual interpreta ese cerco a su manera. Para uno es un muro que sólo pueden franquear los sueños y las vastas palabras. Para el otro es la frontera segura pero inviolable. Ambos están aquí por un designio de la fatalidad o porque no hay lugar para ellos en ninguna parte, pero actúan como si fueran necesarios, providenciales, acaso divinos. Los dos se necesitan sin decírselo.
De forma sutil cada uno va asimilando paulatinamente los motivos del otro, de tal suerte que al cabo de los días y las andanzas no sólo se deben más de lo que imaginan sino que han logrado intercambiar por momentos el cristal con el que miran las cosas, los seres, el crepúsculo. Uno ve lo que sueña y el otro lo que vive, aunque ambas miradas pueden alcanzar una profundidad infinita y ser parte de la historia, esa otra mirada que dura.
No tienen prisa pero una urgencia inexplicable los empuja a resolver los siglos en años, los años en días, los días en deflagraciones de un instante. Cabalgan con denuedo por una meseta que es castellana pero cuyos límites están fuera del cielo y de la tierra. No condescienden al miedo pero en la temeridad del uno y la indolencia del otro, hay, sin duda, un temor ancestral que los hace víctimas y cómplices.
Ignoran que su reino (en el que nunca se pone el Sol) se eclipsará con los siglos y que ellos, caminantes ahora anónimos de una llanura, serán, dentro de algún tiempo, ciudadanos preclaros del Universo. Y que su gesta (que es también una vida) será contada en un libro que identificará por siempre una lengua, un carácter, una manera de ver y entender el mundo. Sólo están seguros de que, al margen de lo que son o de lo que sueñan ser, serán el uno para el otro ahora y siempre y de que su rastro desaparecerá, junto con su sepulcro, poco después de que se ponga el sol, en su último día. Pero al cabo de los años y las generaciones no habrá un hispanohablante que no los haya recogido para rastrear los suyos y descubrir su propia tentación de lo imposible, su fértil aquiescencia del destino.
TEXTO EM PORTUGUÊS
Um e outro
Um homem está louco e sente a sensação do impossível. Outro homem é cordato e aceita com mansidão seu destino. À sua maneira cada um é um herói e representa um cariz da misteriosa condição humana. Um sonha, outro vive, mas ambos se encontram nessa estreita zona em que as realidades se cruzam ou se negam. O azar os acossa, mas cada qual interpreta este cerco à sua maneira. Para um é um muro que só os sonhos podem franquear, e as vastas palavras. Ambos estão aqui por um desígnio da fatalidade ou porque não há lugar para eles em parte alguma, mas atuam como se fossem necessários, providenciais, quem sabe divinos. Os dois se necessitam sem admiti-lo.
De forma sutil cada qual vai asimilando paulatinamente os motivos do outro, de tal maneira que ao cabo dos dias e das andanças, não apenas devem mais um ao outro do que imagimam, senão que conseguiram intercambiar por instantes o cristal com que fitam as coisas, os seres, o crepúsculo. Um vê o que sonha e o outro o que vive, embora ambos olhares podem alcançar uma profundidade infinita e ser parte da história, essa outra mirada que dura.
Não têm pressa mas uma urgência inexplicavel os empurra a resolver os séculos em anos, os dias em deflagrações de um instante. Cavalgam com denodo por um planalto que é castelhano mas cujos limites estão fora do céu e da terra. Não condescendem ao medo mas na temeridade de um e a indolência do outro; há, sem dúvida, um temor ancestral que os torna vítimas e cúmplices.
Ignoram que seu reino (em que nunca o Sol se põe) se eclipsará com os séculos e que eles, caminhantes agora anônimos da planície, serão, dentro de algum tempo, cidadãos preclaros do Universo. E que sua gesta (que é também uma vida) será contada em livro que identificará para sempre uma língua, um caráter, uma maneira de ver e entender o mundo.
Apenas estão seguros de que, à margem do que são ou do que sonham ser, serão um para o outro agora e sempre, e de que seu rastro desaparecerá, junto com seu sepulcro, pouco depois que o sol se ponha, em seu derradeiro dia. Mas ao cabo dos anos e das gerações não haverá um hispano-falante que os não haja recolhido para rastrear os seus e descobrir sua própria tentação do impossível, sua fértil aquiescência do destino.
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