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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POESÍA DE NICARAGUA
Coordinación: Milagros Terán

 

 

Foto:elaguacateverde.blogspot.com.br

JAIME BUITRAGO GIL


León, Nicaragua. 1953.

Miembro fundador del Grupo Fragua de escritores leoneses. Miembro de la Red nicaragüense de escritores y escritoras (RENIES). Ha publicado un libro de poemas, remembranzas de la guerra, titulado: Con las botas puestas (Ediciones TALLER, UNAN-León, 1980). Sus poemas han aparecido en revistas y diarios nacionales y en el extranjero. Es biólogo y fotógrafo aficionado.

 

TEXTOS EN ESPAÑOL – TEXTOS EM PORTUGUÊS

Tradução de Antonio Miranda

 

AUTORETRATO


Ya no leo
Y apenas escribo.

Al respirar,
Mis pulmones silban
Como llenos de carrizos;
Si el brazo alzo
Señalando una nube,
El hombro truena
Como un mástil roto.


Una bandada que no veo
Me azota con sus alas;
Un abismo sin fondo
Me hala de los pies.

La mirada plana
Recorre el horizonte,
No más arriba
Ni más abajo.

 

 

 

AUTORRETRATO

Não mais leio
E apenas escrevo.

Ao respirar,
Meus pulmões assoviam
como repletos de juncos;
Se levanto o braço
Assinalando uma nuvem,
O ombro troveja
Como um mastro roto.

Uma revoada que não vejo
Me acoita com suas asas;
Um abismo sem fundo
Me alça pelos pés.

O olhar plano
Percorre o horizonte,
Nem mais encima
Nem mais embaixo.

 

 

EN LA CANTINA

 

En este pátio fue donde se mataron los hombres;

Juntos vinieron y bebieron sin hablar.

Las mesas revueltas, los trastes volaron,

Sobre el muro encalado quedó

Estampada la mano roja del primero;

Este pilar se pintó de rojo

Por el abrazo mortal del otro que murió;

El suelo se puso oscuro de sangre.

 

Los parroquianos vienen a tomarse sus tragos,

Pero no es lo mismo. Aqui no alzan la voz,

No dicen malas palabras, no hay discusiones.

Los parroquianos vienen a tomarse sus tragos,

Y platican en voz baja

Como si estuvieran rezando.

 

 

 

NO BOTECO

Foi neste pátio onde os homens se mataram;
Vieram juntos e beberam sem falar.
As mesas reviradas, os trastes voaram,
Sobre o muro de cal ficou
Estampada a mão vermelha do primeiro;
Este pilar foi pintado de vermelho
Pelo abraço fatal do outro que morreu;
O chão tornou-se escuro de sangue.

Os paroquianos vieram beber seus tragos,
mas não é mesma coisa. Aqui não levantam a voz,
Não dizem palavrões, não há discussões.
Os paroquianos vêm tomar seus tragos,
E conversam em voz baixa
Como se estivessem rezando.

 

Guardo en mi bolsa un poco de tristeza

Por si acaso esta tarde me embarga

Un poema inadvertido.

 

Tengo estampados en el rostro

Los encendidos colores

De una puesta de sol,

Y trazo en la arena los signos

Que sólo la mar descifra.

 

Lanzo un grito inútil

 

Contra el oleaje que ruge

 

Y saboreo en mis labios

 

el beso salado de la brisa del mar.

 

En la intimidad agónica del día

Y el nacimiento oscuro de la noche

Desaparezco entre las sombras

De esta inmensidad.


Guardo em minha bolsa um pouco de tristeza
Casualmente esta tarde me dificulta
Um poema imprevisto.

Levo estampados no rosto
As cores despertas
De um pôr-do-sol,
E traço na areia os signos
Que apenas o mar decifra.

Lanço um grito inútil
Contra a maré que ruge
E saboreio em meus lábios
o beijo salgado da brisa do mar.

Na intimidade agônica do dia
E o  nascimento escuro da noite
Desapareço entre as sombras
Desta imensidão.

 

Por la ranura
Olvidada en la construcción
Del Cielo, de otro universo
Al mío, escapaste.

Un relámpago dorado fue
Cuando asomó tu planta,
Y la estela de un cometa
Tu andar.

Cansino y solitário
Deambulaba
Por la oscura playa
De mí mismo, apoyado
En el hueco bastón de la esperanza.

Erguida, como un rayo
te creí un ángel; cegado,
como a un recuerdo
te seguí.

Allá dejé el bastón,
Allá quedóla tristeza.
Alcé la mano,
Adiós.

 

Pela ranhura
Esquecida na construção
Do Céu, de outro universo
Ao meu, escapaste.

Um relâmpago dourado foi
Quando surgiu tua planta,
E o rastro de um cometa
Teu andar.

Fatigado e solitário
Deambulava
Pela escura praia
De mim mesmo, apoiado
No oco bastão da esperança.

Erguida, como um raio
acreditei eras um anjo; cego,
como uma lembrança
te segui.

Por lá deixei o bastão,
lá deixei a tristeza.
Ergui a mão,
Adeus.

 

Calle central de León, Nicaragua. Foto: Jaime Buitrago

 

Página publicada em julho de 2014

 

 

 

 
 
 
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