OSCAR OLIVA
Notável poeta mexicano, da região de Chiapas, nasceu em 1937. Destacam-se títulos de poesia como La Voz Desbocada, Áspera Cicatriz.
TEXTO EM ESPAÑOL / TEXTO EM PORTUGUÊS
MIENTRAS TOMO UNA TAZA DE CAFÉ…
Mientras tomo una taza de café repaso los poemas que he escrito
¡Cuánta confusión! iCuántas palabras perdidas!
¿Bajo qué impulso lancé mi pecho mis descomposturas
a la búsqueda de ese mar que no es claro ni habitable?
Si he dicho soledad árbol o cieno
fueron palabras imprecisas para extender mis brazos
para darle un vuelco al reloj y mostrar su desnudez y sus caminos
He tomado conciencia de mis obligaciones
y he querido dar a los hombres nada más un relámpago
Debajo de una imagen ahora me duermo
ahora la doblo ahora la subrayo
Mañana despertaré en un mundo nuevo
EL ARTISTA (1)
Por 1656
Diego Rodríguez de Silva y Velásquez
se pinta en un lienzo frente a su caballete
ejecutando los retratos de Felipe IV y de doña
Mariana, que se reflejan en el espejo del
fondo.
Doña María Agustina Sarmiento,
menina de la infanta doña Margarita,
le ofrece en una bandeja un búcaro con agua.
La infanta, en medio. A su izquierda,
doña Isabel Velasco, también menina. La enana Maribárbola. Y Nicolás de Portosato,
con el pie izquierdo sobre el perro echado.
En segundo término:
doña Mariana de Ulloa, «guardamujer de las damas
de la reina», y un guardadamas. En la puerta del fondo
descorre una cortina del aposentador don José Nieto Velásquez.
En la pared, lienzos de Rubens. El cuadro se
llamaba de La Familia. Mide 3.18 por 2.76 metros. Hoy es
conocido como
Las meninas.
He aquí lo que yo hago:
con todos mis materiales de trabajo
me instalo de un golpe en este libro,
sentando plaza en su plaza.
Mi intención es la siguiente:
¿Cómo hacer que este libro y yo lleguemos a ser
indivisibles?
¿Cómo hacer que el poema rompa con el
sometimiento al papel?
Cuando me incline desde afuera a contemplar
este relato ya concluido? ¿qué es lo que veré?
¿qué es lo que habré dado?
Verdaderamente,
me gustaría nada más dar una pintura
boquiabierta bajo el estruendo.
Pero por el momento, esto es imposible.
Desde esta cárcel lo único que voy a dar es mi nombre.
Me considero un prisionero de guerra.
EL ARTISTA (2)
Me he inclinado
desde fuera
a mirar este libro
ya concluido.
¿Qué es lo que veo? ¿Qué es lo que he dado?
Señales.
Señales que me rodean,
me muerden,
me injurian.
Estoy como Velázquez,
fuera de la pintura,
odiando.
Y no me encuentro delante de las cosas, sino dentro.
Ver duele.
Imágenes.
Ahora doy vuelta a la última página y desaparezco.
No me busquen.
He roto el estado de sitio en que me encontraba.
Nubes en manada se alejan de mí.
Es como si naciera de nuevo.
Pataleo, chillando,
Tirado en un petate.
Estoy empapado de orín y lleno de mierda hasta el cuello.
Tengo hambre.
Frente al manuscrito que acabo de terminar,
descubro texturas que no he matizado,
tinieblas que hay que aclarar,
cuentas que han quedado pendientes.
Don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
se levanta de su asiento,
donde me ha estado viendo todo este
tiempo, y se despide mí.
Abre una puerta que no había notado antes,
en el centro del cuadro,
y desaparece.
Adiós.
Empieza a amanecer.
El día entra por un resquicio
y esto no me sorprende,
como otras veces.
Mi mujer se acerca a mí,
y me besa la cabeza.
¿Has terminado? No sé. ¿He terminado?
Su mirada de amante trastorna hasta el poema.
Por fortuna no sé cómo escribir los últimos
renglones.
Nada se me ocurre:
Vamos a ver:
Tus cabellos son la desnudez.
No está mal. ¿Pero no he leído esto en alguna parte?
Me estiro. Me froto los ojos. ¿Es todavía mañana?
¿Es todavía la mañana?
¿Quieres almorzar?
TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
ENQUANTO BEBO UM COPO DE CAFÉ...
Enquanto bebo um copo de café repasso os poemas que escrevi
Quanta confusão! Quantas palavras perdidas!
Sob que impulso lancei meu peito minhas descomposturas
em busca desse mar que não é claro nem habitável?
Se eu disse solidão árvore ou lodo
foram palavras imprecisas para estender meus braços
para dar a volta ao relógio e mostrar sua nudez
e seus caminhos
Tomei consciência de minhas obrigações
e quis dar aos homens nada mais que um relâmpago
Debaixo de uma imagem agora durmo
agora duplico-a e agora eu sublinho
Amanhã despertarei num mundo novo
O ARTISTA (I)
Por 1652
DIEGO Rodríguez de Silva y Velásquez
se pinta numa tela diante de seu cavalete
executando os retratos de Felipe IV e a dona
Mariana, que se refletem no espelho do fundo.
Dona Maria Agustina Sarmiento,
menina da infanta dona Margarita,
oferta-lhe numa bandeja um jarro com água.
A infanta, no meio.
À esquerda,
dona Isabel Velasco,
também menina.
A anã Maribárbara. E Nicolas de Porlosato,
com o pé esquerdo sobre o cão deitado.
Em segundo termo,
dona Mariana de Ulloa, “cuidadora das damas
da rainha”, e um guarda de damas. Na porta dos fundos
desvenda uma cortina do aposentador
dom José Nieto Velásquez,
Na parede, telas de Rubens. O quadro se
intitulava A Família.
Mede 3,18 por 2,76 metros. Hoje é conhecido como
As Meninas.
Eis aqui o que eu faço:
com todos os meus materiais de trabalho
me instalo de repente neste livro,
Sentando praça em sua praça.
Minha intenção é a seguinte:
Como fazer que este livro e eu cheguemos
a ser indivisíveis.
Como fazer que o poema rompa com o submissão ao papel?
Quando me incline afora para contemplar
este relato já concluído? que é o que verei?
que é o que terei dado?
Verdadeiramente,
gostaria nada mais que dar uma pintura
boquiaberta sob o estrondo.
Mas por enquanto,
isto é impossível.
Desde o cárcere o único que vou dar
é o meu nome.
Considero-me um prisioneiro de guerra.
O ARTISTA (2)
Debrucei-me
lá fora
a olhar este livro
já concluído.
Que é que eu vejo? Que é que eu doei?
Sinais.
Sinais que me rodeiam,
me mordem,
me injuriam.
Estou como Velásquez,
fora da pintura,
odiando.
E não me encontro diante das coisas, mas dentro.
Ver, dói.
Imagens.
Agora volteio a última página e desapareço.
Não me procurem.
Rompi o estado de sítio em que me encontrava.
Nuvens em manada afastam-se de mim.
É como se nascesse de novo.
Dou patadas, berrando.
Jogado numa cama rústica.
Estou encharcado de urina e cheio de bosta até
o pescoço.
Tenho fome.
Diante do manuscrito que acabo de terminar,
descubro texturas que não realizei,
trevas que há de clarear,
contas que ficaram pendentes.
Dom Diego Rodríguez de Silva y Velásquez
levanta-se de seu assento,
onde esteve me vendo todo este
tempo, e se despede de mim.
Abre uma porta que não havia notado antes,
no centro do quadro,
e desaparece.
Adeus.
Começa a amanhecer.
O dia entra por um resquício
e isto não me surpreende,
como em outras vezes.
Minha mulher aproxima-se de mim,
e me beija a cabeça.
Já terminou? Não sei. Terminei?
Seu olhar de amante transtorna até o poema.
Por sorte não sei como escrever as últimas linhas.
Nada me ocorre:
Vamos ver.
Teus cabelos são a nudez.
Não está mal. Mas já não li isto em algum lugar
É ainda de manhã?
É ainda a manhã?
Página ampliada em setembro de 2016
|