POESÍA ESPAÑOLA / POESIA ESPANHOLA
Coordinación/coordenação de AURORA CUEVAS CERVERÓ
RODRIGO CARO
(1573-1647)
Escritor espanol. Estudio leyes en la Universidad de Osuna, y hacia 1620 paso a trabajar para el obispado de Sevilla. Se relaciono con Quevedo, Pacheco y Rioja. Su obra más conocida es la Canción a las ruinas de Itálica, durante largo tiempo atribuida a Rioja. En ella trata el tópico de la fragilidad y la vanidad del mundo, en un tono cercano al estoicismo. También destaca su vasta obra teórica sobre la arqueología y la historia: Antiguedades de Sevilla y chorographia de su convento jurídico (1634) y El memorial de Utrera (publicada, postumamente, en el año 1833). Compuso asimismo una interesante colección de biografías: Claros varones en letras naturales en la ilustrisima ciudad de Sevilla y Días geniales o lúdicos (1883), amplio catalogo folclórico que contiene datos inéditos sobre las costumbres de la época. Su ambiciosa obra Dioses antiguos de España se ha perdido. Se le ha atribuido la autoría de la Epístola moral a Fabio, que se suponía obra de Rioja
CANCIÓN A LAS RUINAS DE ITÁLICA
Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora
campos de soledad, mustio collado
fueron un tiempo Itálica famosa.
Aquí de Cipión la vencedora
colonia fue: por tierra derribado
yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente.
De su invencible gente
sólo quedan memorias funerales,
donde erraron ya sombras de alto ejemplo.
Este llano fue plaza, alí fue templo:
de todo apenas quedan las señales.
Del gimnasio y las termas regaladas
leves vuelan cenizas desdichadas.
Las torres que desprecio al aire fueron
a su grande pesadumbre se rindieron.
Este despedazado anfiteatro,
impío honor de los dioses, cuya afrenta
publica el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo! representa
cuánta fue su grandeza, y es su estrago.
¿Cómo en el cerco vago
de su desierta arena
el gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues fieras hay, está el desnudo
luchador, dónde está el atleta fuerte?
Todo despareció: cambió la suerte
voces alegres en silencio mudo:
mas aún el tiempo da en estos despojos
espectáculos fieros a los ojos:
y miran tan confusos lo presente,
que voces de dolor el alma siente.
Aquí nació aquel rayo de la guerra,
gran padre de la patria, honor de España,
pío, felice, triunfador Trajano,
ante quien muda se prostró la tierra
que ve del sol la cuna, y la que baña
el mar también vencido gaditano.
Aquí de Elio Adriano,
de Teodosio divino,
de Silio peregrino
rodaron de marfil y oro las cunas.
Aquí ya de laurel, ya de jazmines
coronados los vieron los jardines
que ahora son zarzales y lagunas.
La casa para el César fabricada
¡ay! yace de lagartos vil morada.
Casas, jardines, césares murieron,
y aun las piedras que de ellos se escribieron.
Fabio, si tú no lloras, pon atenta
la vista en luengas calles destruidas,
mira mármoles y arcos destrozados,
mira estatuas soberbias, que violenta
Némesis derribó, yacer tendidas;
y ya en alto silencio sepultados
sus dueños celebrados.
Así a Troya figuro,
así a su antiguo muro.
Y a ti, Roma, a quien queda el nombre apenas,
oh patria de los dioses y los reyes:
y a ti, a quien no valieron justas leyes,
fábrica de Minerva, sabia Atenas.
Emulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades;
que no os respetó el hado, no la muerte
¡ay! ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.
Mas ¿para qué la mente se derrama
en buscar al dolor nuevo argumento?
Basta ejemplo menor, basta el presente.
Que aún se ve el humo aquí, aún se ve la llama,
aún se oyen llantos hoy, hoy ronco acento.
Tal genio, o religión fuerza la mente
de la vecina gente
que refiere admirada
que en la noche callada
una voz triste se oye que llorando
Cayó Itálica dice: y lastimosa
Eco reclama Itálica en la hojosa
selva, que se le opone resonando
Itálica: y el caro nombre oído
de Itálica renuevan el gemido
mil sombras nobles en su gran ruina.
¡Tanto, aun la plebe a sentimiento inclina!
Esta corta piedad, que agradecido
huésped a tus sagrados manes debo,
les dó y consagro, Itálica famosa.
Tú, (si lloroso don han admitido
las ingratas cenizas de que llevo
dulce noticia asaz si lastimosa)
permíteme piadosa
usura a tierno llanto
que vea el cuerpo santo
de Geroncio, tu mártir y prelado.
Muestra de su sepulcro algunas señas,
y cavaré con lágrimas las peñas
que ocultan su sarcófago sagrado.
Pero mal pido el único consuelo
de todo el bien que airado quitó el cielo.
Goza en las tuyas sus reliquias bellas,
para envidia del mundo y las estrellas.
TEXTO EM PORTUGUÊS
CANÇÃO ÀS RUÍNAS DE ITÁLICA
Tradução de Fernando Mendes Vianna
Estes, Fábio, ai que dor, que vês agora
campos de solidão, murcho valado,
foram um tempo Itálica famosa.
Aqui de Cipião a vencedora
colônia foi. Por terra derrubado
jaz o temido brio da espantosa
muralha, e lastimosa
relíquia é tão-somente.
De sua invencível gente
só restam as memórias funerais,
onde erraram já sombras de alto exemplo.
Este plaino foi praça, ali foi templo;
de tudo apenas restam os sinais.
Do ginásio e das termas regaladas
leves voam as cinzas desditadas.
As torres que desprezo aos ares eram
ao grande pesadume se renderam.
Este despedaçado anfiteatro,
ímpia glória dos deuses, cuja afronta
publica o amarelo saramago,
já reduzido a trágico teatro,
ó fábula do tempo, representa
quanto já foi grandeza e hoje é estrago.
Como no cerco vago
desta deserta arena
não grita o povo em cena?
Onde, pois feras há, está o desnudo
lutador? Onde está o atleta forte?
Tudo sumiu: e transformou a sorte
vozes alegres em silêncio mudo;
mas ainda o tempo dá nestes espólios
ferozes espetáculos aos olhos,
e miram tão confusos o presente
que vozes dolorosas a alma sente.
Aqui nasceu quem foi raio de guerra,
o grande pai da pátria, honra de Espanha,
pio, feliz, triunfador Trajano,
ante quem muda se prostrou a terra
que vê do sol o berço e a que banha
o mar também vencido gaditano.
Aqui de Élio Adriano,
De Teodósio divino,
de Sílio peregrino
rodaram de marfim e de ouro os berços.
Aqui, já de lauréis, já de jasmins
coroados os viram os jardins,
ora em lagoas e sarçais imersos.
A casa para o César fabricada,
agora é de lagartos vil morada.
Casas, jardins e césares morreram,
e até as pedras onde os inscreveram.
Fábio, se tu não choras, põe atenta
a vista em longas ruas destruídas,
olha os mármores e arcos destroçados;
olha estátuas soberbas, que violenta
Nêmesis derrubou, já derruídas;
e num alto silêncio sepultados
os donos celebrados.
Assim Tróia figuro
e seu antigo muro.
E a ti, Roma, a que o nome resta apenas,
a ti, pátria dos deuses e dos reis;
e a ti, que não salvaram justas leis,
fábrica de Palas, sábia Atenas.
Emulação inda ontem das idades,
hoje só cinzas, vastas soledades;
respeito não vos teve o fado e a morte,
a ti por seres sábia, a ti por forte.
Mas para que a mente se derrama
em procurar à dor novo argumento?
Basta exemplo menor, basta o presente.
Que ainda se vê o fumo aqui, e a chama,
ainda pranto se escuta, e rouco acento.
Tal gênio ou religião persegue a mente
da vizinhança, gente
que refere admirada
que na noite calada
uma voz triste se ouve, suspirando,
dizer “Caiu Itálica”; e chorosa
Eco reclama Itálica na umbrosa
selva, que a Eco opõe-se ressoando
Itálica: e o claro nome ouvido
de Itálica renovam o gemido
sombras nobres em sua grande ruína.
Tanto, até mesmo a plebe à dor inclina!
Esta curta piedade, agradecido
hóspede, a teus sagrados manes devo,
dou e consagro, Itálica famosa.
Tu (se choroso dom têm admitido
estas ingratas cinzas de que levo
assaz doce notícia, e lastimosa)
permite-me piedosa
usura a terno pranto
que veja o corpo santo
de Gerôncio, teu mártir e prelado.
Mostra de seu sepulcro algumas senhas,
e cavarei com lágrimas as penhas
que ocultam seu sarcófago sagrado.
Porém mal peço o só consolo azado
de todo o bem que o céu roubou irado.
Goza nas tuas as relíquias belas,
para inveja do mundo e das estrelas.
Extraídos de POETAS DO SÉCULO DE OURO ESPANHOL: POETAS DEL SIGLO DE ORO ESPAÑOL / Seleção e tradução de Anderson Braga Horta; Fernando Mendes Vianna e José Jeronymo Rivera; estudo introdutório de Manuel Morillo Caballero. Brasília: Thesaurus; Consejería de Educación y Ciência de la Embajada de España, 2000. 343 p. (Coleção Orellana – Colección Orellana; 12) ISBN 85-7062-250-7 |