POESÍA ESPAÑOLA
Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
JOSÉ HIERRO
José Hierro del Real (Madrid, 3 de abril de 1922 - Madrid, 21 de diciembre de 2002), conocido como José Hierro o Pepe Hierro, fue un poeta español. Pertenece a la llamada primera generación de la posguerra dentro de la llamada poesía desarraigada o existencial (publicó en las revistas Espadaña y Garcilaso).
En sus primeros libros, Hierro se mantuvo al margen de las tendencias dominantes y decidió continuar la obra de Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Pedro Salinas, Gerardo Diego e, incluso, Rubén Darío. Posteriormente, cuando la poesía social estaba en boga en España, hizo poesía con numerosos elementos experimentales (collage lingüístico, monólogo dramático, culturalismo...).
TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
HIERRO, José. Fe de vida: 22 poemas de José Hierro. Edición especial para artistas encuadernadores. Ilustraciones y concepto gráfico Miguel Plana. Ávila?: Asociación para el Fomento de la Encuadernación de Arte, 2003. Fólios soltos, ejemplar n. 763
MIS HIJOS ME TRAEN FLORES
DE PLÁSTICO
Os enseñé muy pocas cosas.
(Se hacen proyectos..., se imagina..., se sueña...
La realidad es diferente.) Pocas cosas
os enseñé: a adorar el mar;
a sentir la alegría de ver vivir a un animal minúsculo;
a interpretar las palabras del viento;
a conocer los árboles, no por sus frutos:
por sus hojas y por su rumor;
a respetar a los que dejan
su soledad en unos versos, unos colores, unas notas
o tantas otras formas de locura admirables;
a los que se equivocan con el alma.
Os enseñé también a odiar
a la crueldad, a la avaricia,
a lo que es falso y feo, a las flores»de plástico.
Febrero llueve sobre el cementerio.
Es una tarde de domingo. Gris
es todo. Hemos venido a enterrar a una criatura
tierna y absurda. Un ser que tal vez soñaría
con la inmortalidad. Trazaba rayas
sobre una plancha de metal, la mordía con ácidos...
Así evocaba a sus demonios, daba fe de su vida,
escribía sus sueños (Humildemente
dejó pasar unos días. Sin fuego transcurrieron.)
Un pobre ser que ya descansa.
No dejó un hueco irremplazable
en el mundo. Quebró su muerte la perfección universal.
Muy pocos lo advirtieron. Recordarán algunos
de tarde en tarde, y sin dolor, que ya no existe.
Los menos que la lloran la olvidarán también.
Al fin quedó enterrada su carne. Ha vuelto a deshacerse.
Correrá con el agua subterránea que la acompaña,
se deshará con gozo inútil en las cosas
sin dar siquiera un poco de carmín,
de aroma o balanceo a alguna flor de estío,
una flor verdadera, no de plástico, fea,
como aquéllas que odiábamos, hijos míos.
Aquí me dejan bajo tierra. Es una tarde de febrero.
Todo es negro cuando se van. Y mudo. Se ha extinguido
esa música gris que antes sonaba.
También el tiempo se ha borrado, y su sufrimiento,
de mi cuerpo. Ya el sufrimiento y el tiempo
van deshaciendo poco a poco lo que fue,
y tuvo fe y desánimo, fantasía y amor.
¡Qué pequeño es ahora, a esta distancia <"
absoluta, el afán diario! ¡Qué pequeño lo grande,
lo grande aquello! ¡ Qué pequeñas las iras
ante los hombres y sus actos!
j Qué pequeños los hombres y qué necio
aquel errar buscando la verdad!
Como si hubiese una verdad tan sólo.
Como si una verdad fuera bastante.
Tarde se aprende lo sencillo.
Lo sabréis cuando un río de espanto se desboque
y arrastre vuestra luz, y la sepulte sin remedio.
Pensé algún día que quien vive sólo un instante, nunca
puede morir. Quizá quise decir que sólo aquel que muere
un instante sabe lo nada que es vivir.
Mas nadie ha muerto nunca sino definitivamente.
Y entonces las palabras no tienen labios que las formen.
Tarde se aprende lo sencillo.
Tarde se encuentra la hermosura. No aquélla de los ojos
mortales/ la del mundo. No puedo hacer que lo entendáis.
Necesario sería que ahora estuvieseis aquí abajo
y que vieseis a vuestros hijos llegar entre las tumbas,
bajo la lluvia, y dejar su perfume y su presencia
en las tibias, alegres, inmortales
-más hermosas en vuestras manos que las del bosque-
flores de plástico
ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX. Organización de Miguel Díez Rodríguez; Maria Paz Díéz Taboada. 6ª. Edición, 2ª. Reimpresión. Madrid: Ediciones Istmo, 2017. 334 p. (Colección Fundamentos, 123) Diseño de la portada Sergio Ramírez. ISBN 978-84-7090-2541-2 Ex. bibl. Antonio Miranda
CABALLERO DE OTONO
Viene, se sienta entre nosotros,
y nadie sabe quién será,
ni por qué, cuando dice nubes,
nos llenamos de eternidad.
Nos habla con palabras graves
y se desprenden, al hablar,
de su cabeza, secas hojas
que en el viento vienen y van.
Jugamos con su barba fría.
Nos deja frutos. Torna a andar
con pasos lentos y seguros
como si no tuviera edad.
El se despide. iAdiós!
Nosotros sentimos ganas de llorar.
Tierra sin nosotros. 1947
DESTINO ALEGRE
Nos han abandonado en medio del camino.
Entre la luz íbamos ciegos.
Somos aves de paso, nubes altas de estío,
vagabundos eternos.
Mala gente que pasa cantando por los campos.
Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos,
cantamos con el alma. Y no hay un hombre solo
que comprenda la viva razón del canto nuestro.
Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.
Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos.
Su hondo grito nos pide que muramos un poco,
como murieron todos ellos,
que vivamos de prisa, quemando locamente
la vida que ellos no vivieron.
Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces.
(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho).
Mordemos las orillas, derribamos los puentes.
Dicen que vamos ciegos.
Pero vivimos. Llevan nuestras aguas la esencia
de las muertes y vidas de vivos y de muertos.
Ya veis si es bien alegre saber a ciencia certa
que hemos nacido para esto.
Tierra sin nosotros, 1947
LAS NUBES
Inútilmente interrogas.
Tus ojos miran al cielo.
Buscas, detrás de las nubes,
huellas que se llevó el viento.
Buscas las manos calientes,
los rostros de los que fueron,
el círculo donde yerran
tocando sus instrumentos.
Nubes que eran ritmo,
canto sin final y sin comienzo,
campanas de espumas pálidas
volteando su secreto,
palmas de mármol, criaturas
girando al compás del tiempo,
imitándole a la vida
su perpetuo movimiento.
Inútilmente interrogas
desde tus párpados ciegos,
¿Qué haces mirando a las nubes,
José Hierro?
Cuanto sé de mí, 1957
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
MEUS FILHOS ME DÃO FLORES,
DE PLÁSTICO
Ensinar-lhes bem poucas coisas.
(Fazemos projetos..., imaginamos..., sonhamos.
A realidade é diferente.) Pouca coisa
ensinar-lhes: a adorar o mar,
a sentir a alegria de ver viver um animal minúsculo,
a interpretar as palavras do vento;
a conhecer as árvores, não por seus frutos:
por suas folhas e por seu rumor;
a respeitar os que deixam
a solidão em seus versos, cores, umas notas
ou tantas outras formas de loucura admiráveis;
aos que se enganam com a alma.
Ensinar-lhes também a odiar
a crueldade, a avareza,
ao que é falso e feio, as flores de plástico.
Fevereiro chova sobre o cemitério.
É uma tarde de domingo. Cinza
é tudo. Viemos enterrar uma criatura
suave e absurda. Um ser que talvez sonhasse
com a imortalidade. Traçava listras
sobre uma placa de metal, mordia-a com ácidos...
Assim evocava os seus demônios, apostava em sua vida,
escrevia seus sonhos. (Humildemente
deixou passar uns dias. Transcorreram sem fogo.)
Um pobre ser que agora descansa.
Não deixou um oco insubstituível
no mundo. Rompeu sua morte a perfeição universal.
Pouca gente pressentiu. Recordarão alguns
dia a dia, e sem dor, que já não existe.
Os poucos que choram por ela também a esquecerão.
Afinal, ficou enterrada sua carne. Voltou a desfazer-se.
Correrá com a água subterrânea que a acompanha,
se desfará com gozo inútil nas coisas
sem produzir sequer um pouco de carmim,
de aroma ou movimento alguma flor de estio,
uma flor de verdade, e não de plástico feia,
como aquelas que odiamos, filhos meus.
Aqui me deixam debaixo da terra. É uma tarde de fevereiro.
Tudo fica negro quando se vão. E mudo. Extinguiu-se
essa música cinza que antes soava.
Também o tempo apagou-se, e seu sofrimento,
de meu corpo. Então o sofrimento e o tempo
vão desfazendo pouco a pouco o que era,
e teve fé e desânimo, fantasia e amor.
Que pequeno é agora, a esta distância
absoluta, o afã diária! Que pequenas as iras
frente aos homens e seus atos!
Que pequenos os homens e que néscio
aquele errar buscando a verdade!
Como se uma verdade fosse bastante
para dar-nos a vida.
Tarde aprendemos o que é simples,.
Saberás quando um rio de espanto desemboque
e arraste vossa luz, e a sepulte sem remédio.
Pensei algum que quem vive um só instante, nunca
pode morrer. Talvez quisesse dizer que só aquele que morre
um instante sabe o nada que é viver.
Mas ninguém morreu jamais senão definitivamente.
E então as palavras não têm lábios que as formem.
Tarde aprendemos o que é simples.
Tarde encontramos a beleza. Não aquela dos olhos
mortais, a do mundo. Não posso fazer que entendas.
Necessário seria que agora estivesses aqui embaixo
sob a chuva, e deixar seu perfume e sua presença
nas tépidas, alegres, imortais
— mais belas em tuas mãos que as do bosque —
flores de plástico.
CAVALEIRO DO OUTONO
Vem, senta aqui conosco,
e ninguém sabe quem será,
nem porquê, quando dizes nuvens,
nos enchemos de eternidade.
Falas com palavras graves
e se desprendem, ao falar,
de sua cabeça, folhas secas
que no vento vêm e se vão.
Brincamos com sus barba fria.
Nos dão frutos. Volta a andar
com passos lentos e seguros
como se não tivesse idade.
Ele se despede. Adeus! Nós
sentimos vontade de chorar.
(Tierra sin nosotros, 1947)
DESTINO ALEGRE
Nos abandonaram no meio do caminho.
Pela luz íamos cegos.
Somos aves de passagem, nuvens altas de estio,
vagabundos eternos.
Gente ruim que passa* cantando pelo campo.
Embora o caminho seja áspero e são duros os tempos,
cantamos com a alma. E não há um homem só
que entenda a viva razão de nosso canto.
Vivemos e morremos morte e vida de outros.
Sobre nossas costas pesam demais os mortos.
Seu grito profundo nos pede para morrermos um pouco,
como morreram todos eles,
que vivamos apressados, queimando loucamente
a vida que eles não viveram.
Rios furiosos, rios turvos, rios velozes,
(Mas ninguém nos mede o profundo, apenas o estreito.)
Mordemos as margens, derrubamos as pontes.
Dizem que vamos cegos.
Mas vivemos. Levam nossas águas a essência
das mortes e vidas de vivos e de mortos.
Já vês se é bem alegre sabes a ciência certa
que nascemos para isso.
*referência um verso de Antonio Machado.
AS NUVENS
Interrogas inutilmente.
Teus olhos miram o céu.
Buscas, detrás das nuvens,
vestígios que o vento se levou.
Buscas as mãos ardentes,
os rostos dos que se foram,
o círculo onde erram
soando seus instrumentos.
Nuvens que eram ritmo, canto
sem fim e sem começo,
sinos de espumas pálidas
girando seu segredo,
ramos de mármore, criaturas
girando no compasso do tempo,
imitando a vida
seu perpétuo movimento.
Inutilmente interrogas
desde suas pupilas cegas.
Que fazes observando as nuvens,
José Hierro?
(Cuanto sé de mí, 1957)
Página publicada em fevereiro de 2013. Ampliada em janeiro de 2019
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