POESIA ESPAÑOLA
Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
JOSÉ ANTONIO BALBONTÍN
Hijo de Adolfo Balbontin González, abogado de inquebrantables convicciones católicas, letrado del Consejo de Estado y Magistrado del Tribunal Supremo. Su familia heredó un próspero negocio de anisados en Sevilla. Este será el motivo por el que mantendrá una especial relación con la ciudad. Su padre fue uno de los principales impulsores junto con el cardenal Marcelo Spínola del monumento que erigió a la Inmaculada, en la Plaza del Triunfo de Sevilla, en 1918.
Estudia en Madrid el bachillerato y Derecho en la Universidad Central. En 1917 ingresa en el Grupo de Estudiantes Socialistas donde se dedicó, con preferencia, a las lecturas de tendencia anarquista. Una vez que finalizó sus estudios de Derecho se dedicaría a defender a los marginados sociales y a los que estaban perseguidos por sus ideas políticas, por eso luchó con todas sus fuerzas contra la dictadura de Primo.
En 1930 se afilia al Partido Radical Socialista de Marcelino Domingo, llegando a presidir la agrupación de Madrid, pero tras el congreso de mayo de 1931, una vez proclamada la Segunda República Española, lo abandona por discrepancias con la política de colaboración con el gobierno. Fundó, con algunos amigos, el Partido Social Revolucionario que tenía por principal misión la expropiación forzosa, sin indemnización, de los latifundios de origen señorial para entregárselos a los sindicatos. Ese mismo año 1931 obtiene el acta de diputado por Sevilla, formando parte en la misma candidatura, Ramón Franco y Blas Infante y con el apoyo decidido de una parte de los anarquistas sevillanos encabezada por Pedro Vallina.2
Durante las Cortes Constituyentes formó un grupo que se hicieron notar por su política gubernamental: los jabalíes. Su aislamiento parlamentario y su espíritu revolucionario le inclina en marzo de 1933 a que el Partido Social Revolucionario, que él representa y la Izquierda Revolucionaria y Antiimperialista de César Falcón, ingresen en el minoritario Partido Comunista de España, convirtiéndose así en el primer representante comunista en las Cortes.
En las elecciones a Cortes de 1933, no obtuvo plaza, al ser derrotada la candidatura comunista en la circunscripción de Sevilla, y en la primavera de 1934 pierde su fe en la eficacia de los métodos comunistas.
Tras el estallido de la guerra civil española, abandona las filas del partido de Izquierda Republicana, donde apenas había tenido ocasión de actuar, y vuelve a ingresar en el Partido Comunista que lo recibe sin ninguna dificultad ostensible. Entra a trabajar en el órgano comunista Mundo Obrero, y La Tierra.
Más tarde fue nombrado Magistrado de la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo de España con sede en Valencia.
Durante este período, participa en juicios en los que se aplicó la pena de muerte, sobre todo a militares que apoyaban la sublevación. Pascual Marzal (Magistratura y República. El Tribunal Supremo 1931-1939) afirma que "los expedientes de depuración de los magistrados que quedaron en España, lo describen como un magistrado dispuesto siempre a denegar los indultos para aplicar la pena de muerte a los militares que desertaban o realizaban actos de sabotaje".3
Con la guerra perdida, se exilia en Cardiff, ciudad de Gales, y aquí se encuentra con su mujer, la militante comunista María Muñoz Cenzano, con la que se había casado en 1926 y que estaba en casa de un hermano suyo que ejercía de cónsul. Después, el matrimonio se traslada a Londres, donde más tarde rompe de nuevo con el Partido Comunista.
Después se formó en Londres una Comisión Coordinadora de la Junta Española de Liberación, que quedó organizada en noviembre de 1944, bajo la presidencia del socialista Luis Araquistáin y secretario Balbontín. Definitivamente Balbontín regresa a España a finales de 1970 donde siguió colaborando en la revista Índice y en los periódicos ABC y Ya, además de otras publicaciones. Pero le sorprende la muerte el 9 de febrero de 1977, a los pocos días de haber sido atropellado por un coche.
Obras / Poesía:
Albores, 1910
De la tierruca, 1912
La tierra de la esperanza, 1917
Inquietudes, 1923
Romancero del Pueblo, 1930
Por el amor de España y de su Idea. México, 1956.
Fuente: wikipedia
Traducción de Carlos Drummond de Andrade
PIONERA
Como soy tan niña,
no quiso mi padre,
cuando fué a la Sierra,
que lo acompañase.
Como soy tan niña,
no me atendió nadie
cuando a grandes gritos
reclamaha un máuser.
Si yo hubiera ido,
camino adelante,
junto a Ia "Milícia
de los Indomables",
no habrían podido
matar a mi padre.
Me hubiese llevado,
como en otras tardes
de sol y de fiesta,
por los familiares,
sentada en sus hombros,
jugando a besarle
Ia cabeza rubia,
como hacía madre,
antes que los frios
nos Ia arrebatasen.
Si yo hubiese sido
Más fuerte y más grande
me habrían matado
primero que al padre:
le hubiese servido
de escudo mi carne.
Como soy tan niña,
no pude salvarle.
Cuando Io trajeron
con el pecho al aire,
Ia camisa blanca
teñida de sangre,
los ojos vidriados,
los lábios exangües,
ya no pude nada,
ya no pude hablarle
como en otros dias,
de tristezas graves,
en que mis palabras
sabían curarle.
Ni siquiera pude
besar su cadáver.
Como soy tan niña,
no quisieron darme
Ia gloria de hacerle
Ia guardia a mi padre.
Ahora estoy contenta.
Tengo ya mi sable
colgado del cinto,
"mono" azul granate,
botas de campaña,
morrión de combate.
Delante de todos
llevo el estandarte.
Pionera roja,
capitana grande
de Ia tropa chica,
me han hecho gigante
mis propios hermanos
de asilo. iQue nadie
vuelva a echarme en cara
mi niñez inane!
No más lagrimillas,
que no lavan sangre.
iEn pie, pioneros!
iHermanos sin padres!
iHuérfanos surgidos
del ódio y del hambre!
También nuestros puños
sirven de acicate.
Con el puño en alto,
sin miedo a Ia infame
caterva de monstruos
indignos, cobardes,
que a traición lograron
dejarnos sin padre,
iremos al frente,
si un día los grandes
nos llaman. Haremos
brillar nuestros sables
de papel de plata
con igual coraje
que si fueran llamas
de muerte. ¡Adelante,
compañeros míos
Cuando Io reclame
con gritos de guerra
Ia España que nace,
Ia España que amaron
en sueno los mártires,
Ia que nos quisieron
legar nuestros padres,
pioneros, cachorros
del odio y del hambre,
daremos por ella
tamhién nuestra sangre.
PIONEIRA
Por ser tão criança,
não deixou meu pai
quando foi à Serra
que o acompanhasse.
Por ser tão criança,
nem mesmo escutaram
quando a grandes gritos
reclamava um máuser.
Se eu tivesse ido
ao longo da estrada
junto da Milícia
dos Inquebrantáveis,
certo não teriam
matado meu pai.
Me houvesse levado
como em outras tardes
de sol e de festa
pêlos tomilhais,
sentada em seu ombro,
no afã de beijar-lhe
a cabeça loura,
ao jeito da mãe
antes que a friagem
no-la arrebatasse.
Porventura eu fosse
mais forte, mais alta,
me matariam eles
antes que a meu pai:
ter-lhe-ia sido
escudo de carne.
Por ser tão criança,
não pude salvá-lo.
Quando mo trouxeram,
peito destroçado,
a camisa branca
tingida de sangue,
os olhos vidrados,
os lábios exangues,
já não pude nada,
não pude falar-lhe
como em outros dias
de tristezas graves,
em que minha voz
sabia curá-lo.
Nem sequer eu pude
beijar-lhe o cadáver.
Por ser tão criança,
não me deram a
glória de ficar
de guarda a meu pai.
Hoje estou contente.
Tenho já meu sabre
pendurado à cinta,
laço azul granada,
botas de campanha,
casco de combate.
A frente de todos
empunho o estandarte.
Pioneira rubra,
grande capitã
da tropa miúda,
pois me agigantaram
meus próprios irmãos
de asilo. Ninguém
me afaste de novo
por fragilidade.
Não mais lagriminhas
que não lavam sangue.
De pé, pioneiros!
Ó irmãos sem pai,
órfãos que surgistes
da fome e da raiva!
Também nossos punhos
servem de acicate.
Punho levantado,
sem medo da infame
caterva de monstros
indignos, covardes,
que à traição lograram
deixar-nos sem pai,
iremos à frente
no dia em que os grandes
chamarem. Faremos
brilhar estes sabres
de papel prateado
com igual coragem
qual se fossem chamas
de morte. Pra diante,
companheiros meus!
Quando o reclamar
com gritos de guerra
a Espanha que nasce,
Espanha que amaram
em sonhos os mártires,
a que nos quiserem
legar nossos pais,
pioneiros! ó crias
da fome e da raiva,
daremos por ela
também nosso sangue.
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