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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POESÍA ESPAÑOLA
Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
Universidad Complutense de Madrid

 

EDUARDO CHICHARRO

 

Eduardo Chicharro Briones (Madrid, 1905 - 1964), pintor y poeta español, fundador y uno de los principales teorizadores, junto a Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi, del Postismo, movimiento de vanguardia surgido en España a mediados de la década de 1940.

Biografía completa em: https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Chicharro_Briones

 

 

 

TEXTO EN ESPAÑOL – TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

CHICHARRO, EduardoTetralogía, seguida de dos cuentos. Prólogo de Jaime D. Parra.  Zaragoza: Libros del Innombrable, 2002.  83 p.            (Saiastro colección, 10)  ISBN 84-95399-41-5   Ex. bibl. Antonio Miranda

 

O livro inclui três partes de um poema, das quais reproduzimos aqui apenas uma por questão das limitações dos direitos autorais. Queremos promover o autor, e os interessados na sequência devem buscar o livro original.

 

Pequeños quehaceres terroríficos

 

Con sábanas me cubro de pies a la cabeza
y así soy un fantasma.

Quiero asustar a un monje que vive en mi aposento.

Con sábanas no sólo:

almohadas mantas colchas

y hasta el jergón a rastras

cargando con todo ello

recorro habitaciones,

cornucopias hurtando

almireces alfombras

tiestos mapas ardillas

todo lo cual voy viendo

e inútil me parece

y encima me lo pongo.

 

Desde mi estrecho púlpito hablo entonces al monje:
¿Qué tienes, repelente criatura?

Ya veo que te admiras

de mi fantasmagórico aspecto.

Y es natural, yo soy

el ángel de las tinieblas persona

y soy muy mismamente

el trilobites trágico que canta en rododendros.

Soy la feliz presencia de la incredulidad...

¿No me ves, pobre ser mefítico,
rodeado de relucientes incensarios
esgrimidos por angelicales dedos?

Quiero hacerme cómplice de tu circunspección,

insecto inverecundo y pordiosero.

¿Ves mi rico ropaje?

¿Reminiscente ves mi cara de alcachofa?

¿No recuerdas el manto purpúreo de escarlata!
con que cubriste al niño rey?

¿Ni el alfiler doblado para engañar al padre?

Pasan ahora por tu memoria

vergonzosos objetos;

tus manos emponzoñadas

humectadas de hieles

palpan la oscuridad...

 

Ah, sí, ¿pero por qué,

por qué asustarse a sí mismo?

No y no, fantasma hipócrita
si bien pueril tristemente inocente,
ni ornitorrinco casuario o placenlado
tú eres; oh, no, no.

Ni menos ser ridículo consigues parecer.
Quítate el aparato y si quieres conmigo
lloremos o riamos amargamente juntos.

¡Ah, marcharnos! Ni tú ni yo podemos.
¡Tiene gracia, marcharnos,
marcharnos a la vez!

Ni del mundo se puede.

Ni del sitio. Ni del sitio del sitio aun mismo.
No, no te confundas, fantasma noctiluca.

¡Te acuso!

 

Por tu lecho pasaron los sueños
Y no los retuviste,

te rozó despierto la mariposa de oro

y no la retuviste,

naciste en pureza y ni tan siquiera
una pluma de esa ave conservaste.

¿A qué gritas, qué clamas, qué injusticia protestas?

.. .Que si delicadeza de la flor defendida...

...que si el retoño verde o el sonrojo del tiempo...
Pero a pesar de todo
he vestido a un fantasma.

Eso es cierto, lo sé.

Como también es cierto

que cuando me le encuentro en un cuarto cualquiera

aprieto el paso y huyo:

el horror me ha besado en la frente.

¿Quién erigido en juez de sí mismo
no se asusta de pronto?

Y aunque grite de pronto por la brecha
como animal herido, selva despavorida

se forma a mi conjunto en largas sombras
que hacen muecas al juez, al monte, al duende.

¿No ves tú, monte sentado

otra vez ante mi mesa,

cómo la frente se me apesadumbra

y se reviste de seriedad mi semblante?

¿No te impone el rico atavío con que me cubro?

¿No adivinas el cadavérico aspecto
de mi espectral conjetura?

Y        si es así, ¿no tiemblas?

Ya veo: ni te arrojas vehemente
humilladamente a besarme
el estricto borde o fleco de mi manta sudario,
descalzos los pies, aun cuando en orgulloso gesto

sustente tantos medrosos objetos encima.

¿Qué? ¿no soy digno de respeto y temor?

¿Acaso no sabes mi jerarquía y poderes?

Yo soy la casa a cuestas, el polvoriento espíritu.

Soy el retrato fiel de la ofuscación, el buitre.

Soy el prístino asombro del antropopitecus sapiens.

La serpiente plumada de Cocoaztec.

El magnífico descendiente de un casus belli nihil...

¿Y qué? ¿no te amedrantas?

¿No intentas huir a través de mi perforado cuerpo?
¿No te cabe duda de tu densidad efímera?


Ah, no, veo que no te cabe.

Sin embargo, presencia y escucha

cómo mis palabras se confunden

en el inenarrable esfuerzo de comunicar contigo

abierto hazme diréte siempre jamás aína,

aconsejarte refléjome comodidad propia

verme tú, monje, loco, persuasivo, ¡huye!,

flor entre tus manos ya despierta.

No, no, y jamás nunca

tú ver poder mi carcajada

monumental desaforada cómo retumba en esta

         enorme boca,
ya dentro de mí el pathos infernal,
el nauseabundo grito doloroso,
alarido que surge entre mastodónticos mitos
en un desierto de sombras
sólo de muebles poblado
arbolado de muertos como estacas,
desierto a duras penas presentido
de soledad e infinito desconsuelo...

si es que entenderme puedes y aún resistes.

¡Cuánta calentura, oh monje,

y cuánto desgarro en el alma

vehementemente herida por el ángel

por más que ardiendo entre tinieblas lóbregas

por casualmente inefablemente desearlo, desearlo...!

Horrible, deseo, gigantesco monolito de plumas amasadas,
magma informe de plasma
aun cuando corónenlo los cuatro verticilos.
A ti sólo lo digo, oh monje estúpido,
indigno receptáculo de físicas sustancias.
Llegado es el instante
cara a cara a la muerte
de descubrir subterráneos rincones.
Hagamos el recuento,
echemos fuera

el pus con que untamos al Ángel.

Miremos al vacío en lo más profundo

con estos ojos nuestros.

Tú en el postrer día sube al monte

y liba y lleva a Dios la miel que allí libares

por los olivares y otros

desérticos terrenos;

yo ofrecí al Terror mis ricas vestiduras,

hasta que calcinadas caigan

a los pies de mi alma apocrifoeuménida.

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

 

I       

Pequenos afazeres terroríficos

 

Com lençóis me cubro dos pés à cabeça
 e assim viro um fantasma.

Quero assustar um monge que vive em meu aposento.
Não apenas com lençóis:
almofadas mantas colchas
e até a paleta da dragas
carregando com tudo isso
percorro quartos,
cornucópias furtando
almires tapetes
vasos mapas gaiolas
tudo mais que vou vendo
e inútil me parece
e por cima me cubro.

Desde o meu estreito púlpito falo então ao monge:
Que tens, criatura repelente?
Percebo que te admiras
de meu fantasmagórico aspecto.
E é normal, eu sou
o anjo que personifica as trevas
e sou sem dúvida
a trilobita trágico que canta em rododendros.
Sou a feliz presença da incredulidade...
Não me vês, pobre ser pestilento,
rodeado de reluzentes incensários
esgrimidos por dedos angelicais?
Quero tornar-me cúmplice de tua circunspecção,
inseto irreverente e mendigo.
Vês minha rica vestimenta?
Reminiscente vês minha cara de alcachofra?
Não lembras do manto púrpura de escarlate
com que cobriste o menino rei?
Nem o alfinete dobrado para enganar o padre?
Desfilam agora por tua memória
objetos vergonhosos;
tuas mãos envenenadas
humedecidas de bílis
apalpam a escuridão...  

Ah, sim, mas por quê,
por que assustar a si mesmo?
Não e não, fantasma hipócrita
mas bem pueril tristemente inocente,
nem ornitorrinco casuario ou placentário
tu és; ó, não, não, não.
Nem tampouco ser ridículo consegues parecer.
Desvista o aparato e se queres comigo
choremos ou riamos amargamente juntos.
Ah, marcharmos! Nem tu nem eu podemos.
Faz rir, marcharmos,
marcharmos de uma vez!
Nem do mundo se consegue.
Nem do lugar. Nem do lugar do lugar mesmo.
Não, não te enganes, fantasma noctiluco.
Eu te acuso!

Por teu leito passaram os sonhos
e não os detiveste,
te roçou desperto a mariposa de ouro,
e não a retiveste,
nasceste em pureza e nem sequer
uma pluma dessa ave conservaste.
Por que gritas, que clamas, que injustiça protestas?
...Se a delicadeza da flor defendida...
... se o broto verde ou corado do tempo...
Mas apesar de tudo
vesti um fantasma.
Isso é certo, eu sei.
Como também é certo
que quando a encontra em um quarto qualquer
apresso o passo e fujo:
o horror me beijou na face.
Quem erigiu em juiz de si mesmo
não se assusta de repente?
E embora grite de repente pela brecha
como animal ferido, selva apavorada
se forma em meu conjunto em longas sombras
que fazem caretas para o juiz, ao monte, ao duende.
Não percebes, monte sentado
outra vez diante de minha mesa,
como a fronte se atormenta
e se reveste seriedade meu semblante?
Não te impões o rico traje com que me visto?
Não advinhas o cadavérico aspecto
de minha espectral conjectura?
E se assim é, não tremes?

 

Já vejo: nem te lanças veemente
humilhadamente a beijar-me
a estrita margem ou dobra de meu manto sudário,
pés descalços, ainda mesmo em orgulhoso gesto
sustente tantos medrosos objetos encima.
Quê? não sou digno de respeito e temor?
Por acaso não conheces minha hierarquia e poderes?
Sou a casa nas costas, o empoeirado espírito?
Sou o retrato fiel do ofuscamento, o abutre.
Sou o prístino assombro do antropopitecus sapiens.
A serpente emplumada de Cocoaztec.
O magnífico descendente de uma casus belli nihisl...
E então? não te amedrontas?
Não tentas fugir por meu corpo perfurado?
Não te resta dúvida de tua densidade efêmera?

Ah, não, vejo que não te incumbe
como minhas palavras se confundem
no inenarrável esforço de comunicar-me contigo
Aberto fazer-me dizer-te sempre jamais
aconselhar-te me reflete comodidade própria
ver-me tu, monge, louco, persuasivo, foge!
flor entre tuas mãos já desperta.
Não, não, e jamais nunca
teu ver poder minha gargalhada
monumental desaforada como retumba nesta boca enorme
já dentro de mim o pathos infernal,
o nauseabundo grito doloroso,
alarido que surge entre mastodônticos mitos
em um deserto de sombras
somente de móveis povoado
alçado de mortos como estacas,
deserto a duras penas pressentido
de soledade e infinito desconsolo...
se é que podes entender-me e ainda resistes.
Quanta quentura, ó monge,
e quanto desgarramento na alma
veementemente ferida pelo anjo
por mais que ardendo entre trevas lúgubres
por casualmente inefavelmente deseja-lo, deseja...!
Horrível, desejo, gigantesco monólito de plumas amassadas
magma informe de plasma
ainda quando o coroem os quatro verticilos.
Somente a ti eu digo, ó monge estúpido,
indigno receptáculo de físicas substâncias.
Chegou o momento
cara a cara com a morte
de descobrir rincões subterrâneos.
Façamos o reconto,
joguemos fora
o pus com que untamos o Anjo.
Miremos o vazio no mais profundo
com estes nossos olhos.
Tu no derradeiro dia sobes ao monte
e prova e leva a Deus o mel que aqui saboreaste
pelos olivais e outros
desérticos terrenos;
eu ofereci ao Terror minhas ricas vestiduras,
até que calcinadas caiam
aos pés de minha alma apócrifas eumênides.

 

 

Página publicada em abril de 2018




 


 

 

 
 
 
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