POESÍA ESPAÑOLA / POESIA ESPANHOLA
Coordinación / Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
Fuente: www.fundacionprincipedeasturias.org
CLAUDIO RODRÍGUEZ
(1934-1999)
Nace en Zamora el 30 de enero de 1934. Estudia el bachillerato en el Instituto Claudio Moyano y, en 1951, se traslada a Madrid para estudiar Filología Románica. En 1948, escribe sus primeros poemas y publica Nana de la Virgen María en el Correo de Zamora, en 1949. A los 18 años gana el premio Adonais por Don de la ebriedad, libro que impresiona a Vicente Aleixandre con el que mantendrá una amistad profunda.
En 1958, publica Conjuros y, con la ayuda de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, viaja a Inglaterra, donde trabaja como lector de español hasta 1964, en las Universidades de Nottingham y Cambridge. Descubre a los románticos ingleses sobre todo William Wordsworth y Dylan Thomas, que influirán en su poética. En Inglaterra escribe Alianza y condena, Premio de la Crítica 1965.
En 1963, se publica Poesía última, antología de Francisco Ribes que incluye poemas de Claudio Rodríguez, Ángel González, José Ángel Valente y Carlos Sahagún entre otros. Vuelve a España y se dedica a la docencia universitaria. En 1976, publica su cuarto poemario El vuelo de la celebración.
Recibe el Premio Nacional de Poesía en 1983 por Desde mis poemas, recopilación de sus cuatro primeros libros. Ingresa en la Real Academia Española de la Lengua en 1987 en sustitución de Gerardo Diego. Premio Príncipe de Asturias y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1993. Fallece en Madrid en 1999.
Fuente: www.bibliotecaspublicas.es/zamora/seccont_2844.htm
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
RODRÍGUEZ, Claudio. La Voz de Claudio Rodríguez. Poesía en la Residencia. Madrid: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2003. 59 p. 14x19,5 cm. Capa dura. Incluye CD. Ex. bibl. Antonio Miranda
CÁSCARAS
II
Entre la empresa, el empresario,
entre prosperidad y goce,
entre un error prometedor y otra
ciencia a destiempo,
con el duro consuelo
de la palabra, que termina en burla
en provecho o defensa,
o en viento
enerizo, o en pura
mutilación, no en canto;
entre gente que sólo
es muchedumbre, no
pueblo, ¿dónde
la oportunidad del amor,
de la contemplación libre o, al menos,
de la honda tristeza, del dolor verdadero?
La cáscara y la máscara,
los cuarteles, los foros y los claustros,
diplomas y patentes, halos, galas,
las más burdas mentiras:
la de la libertad mientras se dobla
la vigilancia,
¿han de dar vida a tanta
juventud macerada, tanta fe corrompida?
—Pero tú quema, quema
todas las cartas, todos los retratos,
los pajares del tiempo, la avena de la infancia.
EI más seco terreno
es el de la renuncia. Quién pudiera
modelar con la lluvia esta de junio
un rostro, dices. Calla
y persevera aunque
ese rostro sea lluvia,
muerde la dura cáscara,
muerde aunque nunca llegues
hasta la celda donde cuaja el fruto.
NUEVO DÍA
Después de tantos días sin camino y sin casa
y sin dolor siquiera y las campanas solas
y el viento oscuro como el del recuerdo
llega el de hoy.
Cuando ayer el aliento era misterio
y la mirada seca, sin resina,
buscaba un resplandor definitivo,
llega tan delicada y tan sencilla,
tan serena de nueva leva dura
esta mañana ...
Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación,
el secreto que abre con moldura y asombro
la primera nevada y la primera lluvia
lavando el avellano y el olivo
ya muy cerca del mar.
lnvisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de
la alegría
con el silencio que no tiene tiempo.
Grave placer el de la soledad.
Y no mires al mar porque todo lo sabe
cuando llega la hora
adonde nunca llega el pensamiento
pero sí el mar del alma,
pero sí este momento del aire entre mis manos,
de esta paz que me espera
cuando llega la hora
— dos horas antes de la medianoche —
del tercer oleaje, que es el mío.
Extraído de
POESIA SEMPRE – Revista Semestral de Poesia. ANO 4 – NÚMERO 7 – JULHO 1996. Rio de Janeiro: Fundação Biblioteca Nacional, Ministério da Cultura, Departamento Nacional do Livro, 1996. Ex. bibl. Antonio Miranda
Como si nunca hubiera sido mía,
dad al aire mi voz y que en el aire
sea de todos y la sepan todos
igual que una mañana o una tarde.
Ni a la rama tan sólo abril acude
ni el agua espera sólo e estiaje.
¿Quién podría decir que es suyo el viento,
suya la luz, el canto de las aves
en el que esplende la estación, más cuando
llega la noche y em los chopos arde
tan peligrosamente retenida?
¡Que todo acabe aqui, que todo acabe
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, como se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtièndose
en ímpetu de entrega. Invierno, aunque
no este detrás la primavera, saca
fuera de mí lo mío y hazme parte,
inútil polen que se perde en tierra
pero ha sido de todos y de nadie.
Sobre el abierto páramo, el relente
es pinar en el pino, aire en el aire,
relente sólo para mi sequía.
Sobre la voz que va excavando un cauce
qué sacrilegio este del cuerpo, este
de no poder ser hostia para darse.
Un suceso
Bien est verté que j´ai amé et
ameroie voulentiers.
François Villon
Tal vez, valendo lo que vale un día,
sea mejor que el de hoy acabe pronto.
La novedad de este suceso, de esta
muchacha, casi niña pero de ojos
bien sazonados ya y de carne a punto
de miel, de andar menudo, con su moño
castaño claro, tu tobillo hendido
tan harmoniosamente, con su airoso
pecho que me deslumbra más que nada
la lengua... Y no hay remedio, y le hablo ronco
como la gaviota, a flor de labio
(de mi boca gastada), y me emociono
dissimulando ciencia e inocencia
como quien no distingue um abalorio
de un diamante, y le hablo de detalles
de mi vida, y la voz se me va, y me oigo
y me persigo, muy desconfiado
de mi estudiada habilidade, y pongo
cuidado em el aliento, en la mirada
y en las manos, y casi me perdono
al sentir tan preciosa libertad
cerca de mí. Bien sé sque esto no es sólo
tentación. Cómo renuncio a mi deseo
ahora. Me lastimo y me sonrojo
junto a esta muchacha a la hoy amo,
a la que hoy pierdo, a la muy pronto
voy a besar muy castamente sin que
sepa que en ese beso va un sollozo.
Extraído de
ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX. Organización de Miguel Díez Rodríguez; Maria Paz Díéz Taboada. 6ª. Edición, 2ª. Reimpresión. Madrid: Ediciones Istmo, 2017. 334 p. (Colección Fundamentos, 123) Diseño de la portada Sergio Ramírez. ISBN 978-84-7090-2541-2 Ex. bibl. Antonio Miranda
AL FUEGO DEL HOGAR
Aún no pongáis las manos junto al fuego.
Refresca ya, y las mías
están solas; que se me queden frías.
Entonces qué rescoldo, qué alto leño,
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume, nunca,
nunca arderá bastante
la lumbre, aunque se haga con estrellas!
Este al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el día.
Manos queridas, manos que ahora llego
casi a tocar, aquella, la más mía,
¡pensar que es pronto y el hogar crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el aire en torno
de la llama también es llama, en torno
de aquellas ascuas humo fui. La hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre seguro.
¡Decidme que no es tarde! Afuera deja
su ventisca el invierno y está oscuro.
Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía
poder estar aún con vosotros, pero
vedme, frías las manos todavía
esta noche de enero
junto al hogar de siempre. Cuánto humo
sube. Cuánto calor habré perdido.
Dejadme ver en lo que se convierte,
olerlo al menos, ver dónde ha llegado
antes de que despierte,
antes de que el hogar esté apagado.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
CASCAS
II
Entre a empresa, o empresário, entre
prosperidade e gozo,
entre um erro prometedor e outra
ciência a destempo,
com o duro consolo
da palavra, que termina em burla
ou em proveito ou defesa,
ou em vento
eriçado, ou em pura
mutilação, não em canto;
entre gente que é apenas
multidão, nunca povo, onde
a oportunidade do amor,
da contemplação livre ou, ao menos
da tristeza profunda, da dor verdadeira?
A casca e a máscara,
os quartéis, os foros e os claustros,
diplomas e patentes, auréolas, gala,
as mais banais mentiras:
a da liberdade enquanto se dobra
a vigilância,
como dar vida a tanta
juventude macerada, tanta fé corrompida?
Mas tu queimas, queimas
todas as cartas, todos os retratos,
os palheiros do tempo, a aveia da infância.
O mais seco terreno
é o da renúncia. Quem pudera
modelar com a chuva esta de junho
um rosto, dizes. Cala
e persevera embora
esse roso seja chuva,
morde a dura casca,
morde ainda que nunca chegues
até a cela onde coalha o fruto.
NOVO DIA
Depois de tantos dias sem caminho e sem casa
e mesmo sem dor e as campanas sozinhas
e o vento escuro como o da lembrança
chega o de hoje.
Quando ontem o fôlego era mistério
e a mirada seca, sem resina,
buscava um resplendor definitivo,
chega tão delicada e tão simples,
tão serena de nova levadura
esta manhã...
É a surpresa da claridade,
a inocência da contemplação,
o segredo que abre com moldura e assombro
a primeira nevada e a primeira chuva
levando a aveleira e a oliveira
já bem perto do mar.
Invisível quietude. Brisa arejando
a melodia que não mais se esperava.
É a claridade da alegria
com o silêncio que não tem tempo.
Grave prazer o da soledade.
E não fites o mar porque ele sabe tudo
quando chega a hora
onde nunca chega o pensamento
mas se o mar da alma,
mas se este momento do ar entre minhas mãos,
desta paz que me espera
quando chega a hora
— duas horas antes de meia-noite –
da terceira marulhada
que é a minha.
Como se nunca tivesse sido minha,
dai ao ar minha voz e que no ar
seja de todos e que todos saibam
como se fosse uma manhã ou uma tarde.
Nem ao ramo apenas abril acode
nem a água espera apenas a estiagem.
Quem poderia dizer que é seu o vento,
sua a luz, o canto das aves
em que resplandece a estação, mais ainda quando
a noite chega e nas espingardas arde
tão perigosamente retida?
Que tudo acabe aqui, que tudo acabe
de uma vez para sempre! A flor vive
tão bela porque vive pouco tempo
e, no entanto, como se dá, unânime,
deixando de ser flor e convertendo-se
em ímpeto de entrega. Inverno, embora
não esteja atrás da primavera, retira
de mim o meu e faz de mim parte,
inútil pólen que se perde em terra
mas já foi de todos e de ninguém.
Sobre o aberto páramo, ao relento
é pinhal no pinheiro, ar no ar;
relento apenas para a minha seca.
Sobre a voz que vai cavando um leito
que sacrilégio este do corpo, este
de não poder ser hóstia para dar-se.
Um evento
Bien est verté que j´ai amé et
ameroie voulentiers.
François Villon
Talvez, valendo o que vale um dia,
seja melhor que o de hoje acabe logo.
A novidade deste evento, desta
moça, quase menina mas de olhos
bem temperados já e de carne ao ponto
do mel, de andar miúdo, com seu coque
castanho claro, teu tornozelo fendido
tão harmoniosamente, com seu airoso
peito que me deslumbra mais que nada
a língua... E não tem remédio, e digo-lhe rouco
como a gaivota, a flor de lábio
(de minha boca gasta), e me emociono
dissimulando ciência e inocência
como quem não distingue uma peça
de um diamante, eu lhe falo de detalhes
de minha vida, e a voz me abandona, e me ouço
e me persigo, muito desconfiado
de minha estudada habilidade, e tomo
cuidado no alento, no olhar
e nas mãos, e quase me perdoo
ao sentir tão preciosa liberdade
perto de mim. Bem sei que isto não é apenas
tentação. Como renuncio ao meu desejo
agora. Eu me lastimo e me ruborizo
perto desta moça que agora amo,
a que hoje perco, a que agora mesmo
vou beijar muito castamente sem que
saiba que nesse beijo vai um soluço.
NO FOGO DO LAR
Ainda não ponhas as mãos junto ao fogo.
Refresca já. E as minhas
estão sós, que fiquem frias.
Então que rescaldo, que elevada lenha,
como humo subirá, como se o sonho,
toda a vida se perdesse. Ramo
que não dura, sarmento que um instante
é um palheiro e se consome, nunca,
nunca arderá o bastante
o lume, embora se faça com estrelas!
Este pelo menos é fogo
de tronco de videira e me esquenta o dia todo
quase a tocar, aquela, a mais minha,
pensar que é logo e o lar crepita,
e está já no vermelho vivo,
e é fornalha eterna, e funde, e ressuscita
aquele tição, aquele de que recebo
todo o calor agora,
o da infância! Igual que o ar em torno
da chama também é chama, em torno
daquelas brasas, fumaça eu era. A hora
do refrão branco, da velha
conta, do grande jornal sempre seguro.
Diga-me que não é tarde! Lá fora deixa
sua nevasca o inverno e está escuro.
Hoje ou nunca mais. Eu sei. Pensava
poder estar ainda com vocês, mas
veja-me, frias as mãos ainda
nesta noite de janeiro
no lar de sempre. Quanta fumaça
sobe. Quanto calor terá perdido.
Deixa-me ver no que se transforma,
cheirá-lo pelo menos, ver aonde chegou
antes de que desperte,
antes de que o lar esteja sem luz.
Conjuros, 1958
Página ampliada e republicada em janeiro de 2018
|