ANDRES MORALES
Poeta. Nació en Santiago de Chile en 1962. Es Licenciado en Literatura por la Universidad de Chile y Doctor en Filosofía y Letras con mención en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona (España).
Ha publicado dieciséis libros de poesía: Por ínsulas extrañas (1982); Soliloquio de fuego (1984); Lázaro siempre llora (1985); No el azar/Hors du hasard (1987); Ejercicio del decir (1989); Verbo (1991); Vicio de belleza (1992); Visión del oráculo (1993); Romper los ojos (1995); El arte de la guerra (1995); Escenas del derrumbe de Occidente (1998); Réquiem (2001); Antología Personal (2001); Izabrane Pjesme (Poesía Reunida, 2002); Memoria Muerta (2003) y Demonio de la nada (2005).
Poemas extraidos de la página revista LA PATA DE LIEBRE, Chile.
Director: Aristóteles España - www.lapatadeliebre.cl/
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
SOY EL NUEVO CIUDADANO DE LA MUERTE
Soy la patria del dolor y su cuchillo
(Del libro Lázaro siempre llora. Santiago de Chile, 1985)
(Adriático en Dubrovnik)
Este mar este mar Este Mar
Único perfecto conjugado
navegándose perpetuo en su descanso
ceremonia rito de lenguaje
He aquí el rostro de las horas
el brazo que recorre y no respira
(Yo he visto como el sol en su cadencia
adivina el arrebato la partida)
Argonautas que regresan con manzanas
lirios islas en las manos
y el peso de mis ojos en su viaje
Aquí el mar completo en su desnudo
frágil terrible cuerpo entero
Aquí converge el sueño por su sangre
y rompe el sol su centro presentido
(A Jaime Siles)
*
Todo es habla que persigue palpitándose en lo dicho
Todas estas grandes bocas que pronuncian ciegas todas
estos largos circunloquios estas anchas sinalefas
Y nos marcan nos señalan nos acusan nos inundan
El paisaje no ha cambiado
Y son otras las palabras
(Del libro Ejercicio del decir. Santiago de Chile, 1989)
ORÁCULO
-No hay azar más claro que el iris de mi ojo,
pregunten a los hijos que van llorando tierra,
deténganse en el mar a respirar su vuelo
si el sol es transparente y gime y no aparece.
La adivina cierra sus ojos y crepitan
los dientes y su lengua, malhumorada, seca.
-La rueda vuelve siempre al centro de su cielo
y todo se detiene y habla y permanece.
-Desnuda en el desván irá tejiendo siempre,
tal vez nunca regrese su amante de la guerra
y bailarán los años y sin reconocer
los trozos de metal, la columnata, el mar.
-Después veo silencio y un grito despiadado.
La sangre descubrió su propio peso hueco.
Más allá un incendio y el caballo cónsul
y mártires que huelen a gloria antojadiza.
...Hay nubes en mis cejas y peces,
hay planetas...
Puedo ver la huella cómo se desfigura y cae.
La luna se avecina, el ángel se avecina.
Dos mil campanas hieren, se clavan en mi oído
y Jericó se rinde y el águila perece
mientras el toro huye detrás de los leones.
Penúltimas noticias, los heraldos corren:
Ha caído Roma, Tenochtitlán, el Cuzco.
-Otra vez el llanto recorre mis anillos.
-La policía aguarda detrás de las murallas,
no hay escapatoria, me arrastran con azufre,
me fuerzan, me condenan, me besan en la cara.
-¡Alejen los espejos, aviven ese fuego!
-El hambre me conmueve y siento como vuelan
los cuervos en mi boca, enloquecidos míos.
-¡Por qué jamás anuncio lo que se escribe ayer!
...Hay nubes en mis manos,
recuerdo sólo el mar...
(A Gonzalo Rojas)
LOS VIDENTES
Todos íbamos a ser Rimbaud.
Todos íbamos a ser Artaud.
Todos íbamos a ser Edgar Allan Poe.
Lo que pasa es que ni Verlaine,
ni un poeta menor, ni aquellas líneas
del pequeño escribano de la corte.
Nada, ni en el aire, ni un poema:
Todos íbamos directo al matadero.
POEMA DEL SECRETO
Déjame la voz, te doy el canto,
déjame lo oscuro de la noche,
que exista siempre aire entre nosotros,
siempre la alegría del quizá.
Déjame los ríos, el agua, el mar que rompe
ahora,
en medio de los dos
ese inmenso arrecife que recoge
aquel secreto nuestro desde ayer.
Déjame en tinieblas; el sol a ti, la luz.
Yo encierro tu destello en mi garganta.
(Del libro Visión del oráculo. Santiago de Chile – Barcelona, 1993)
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
SOU O NOVO CIDADÃO DA MORTE
Sou a pátria da dor e seu punhal.
(do livro Lázaro siempre llora. Saniago de Chile, 1985
(Adriático en Dubrovnik)
Este mar este mar Este Mar
Único perfeito conjugado
navegando perpétuo em seu descanso
cerimônia rito de linguagem
Aqui está a face das horas
o braço que recorre e não respira
(Eu vi como o sol em sua cadência
adivinha o arrebato a partida)
argonautas que regressam com maçãs
lírios ilhas nas mãos
e o peso de meus olhos em sua viagem
Aqui o mar completo em sua desnudez
frágil terrível corpo inteiro
Aqui converge o sangue por seu sangue
e rompe o sol seu centro pressentido
(A Jaime Siles)
Tudo é fala que persegue palpitando no dito
Todas estas bocas grandes que pronunciam cegas ondas
este longos circunlóquios estas amplas sinalefas
E nos marcam assinalam nos acusam nos inundam
A paisagem não mudou
E são outras as palavras
(Do livro Ejercicio del decir. Santiago de Chile, 1989)
ORÁCULO
—Não há fortuna mais clara que a íris de meu olho,
perguntem aos filhos que vão chorando terra,
detenham-se no mar a respirar seu vôo
e o sol é transparente e geme e não aparece.
A adivinha fecha seus olhos e crepitam
os dentes e sua língua, mal humorada, seca.
— A roda volta sempre ao centro de seu céu
e tudo se detém e fala e permanece.
—Despida no desvão irá tecendo sempre,
Talvez nunca regresse seu amante da guerra
e dançarão os anos e sem reconhecer
os troços de metal, a colunata, o mar.
— Depois vejo silêncio e um grito despiedado.
O sangue descobriu seu próprio peso oco.
Para além do incêndio e o cavalo cônsul
e mártires que cheiram a glória voluntariosa.
... Há nuvens em minhas sobrancelhas e peixes,
há planetas...
Posso ver a pista como se desfigura e cai.
A lua se avizinha, o anjo se avizinha.
Dois mil sinos ferem, cravam em meu ouvidos
e Jericó se rende e a águia perece
enquanto o touro foge atrás dos leões.
Penúltimas notícias, Os arautos correm:
Tombou Roma, Tenochtitlán o Cuzco.
— Outra vez o pranto recorre meus anéis.
— A polícia aguarda detrás das muralhas,
não em escapatória, me arrastam com enxofre,
me forçam, me condenam, me beijam no rosto.
— Afastem os espelhos, avivem esse fogo!
— A fome me comove e sinto como voam
os corvos em minha boca, enlouquecidos meus.
—Por que jamais anuncio o que se escreve ontem!
... Há nuvens em minhas mãos,
Lembro apenas do mar...
(A Gonzalo Rojas)
OS VIDENTES
Todos íamos ser Rimbaud.
Todos íamos ser Artaud.
Todos íamos ser Edgar Allen Poe.
O que acontece é que nem Verlaine,
nem um poeta menor, nem aquelas linhas
do pequeno escriba da corte.
Nada, nem no ar, nenhum poema:
Todos íamos direto ao matadouro.
POEMA DO SEGREDO
Deixa-me a voz, te dou o canto,
deixa-me o escuro da noite,
que exista sempre ar entre nós,
sempre a alegria do talvez.
Deixa-me os rios, a água, o mar que nasce
agora,
em meio dos dois
esse imenso arrecife que recolhe
aquele segredo nosso desde ontem.
Deixa-me nas trevas; o sol a ti, a luz.
Eu encerro teu fulgor em minha garganta.
(Do livro Visión del oráculo. Santiago de Chile – Barcelona, 1993)
Página publicada em janeiro de 2008 |