Leyendas en el Extranjero
En este poema de muertos se murió tu padre,
se murieron tu abuelo,
tu siembra y se acabó la tarde en una mirada.
Se murió el amor de tus antiguos,
se murieron tus pájaros
y se cayó la estrella de tu frente
como un puñado de rosas enfermas.
Se te murió la vida,
por segunda vez se te murió la patria,
tú te quedaste mirando como un arcoiris.
Se quemaron tus árboles,
Cordilleras de pinos,
de ilusiones.
Se partió la sangre en dos ríos
y un esqueleto en tus ojos de nieve
buscó a tu pueblo.
Los aullidos silenciaban la noche,
lamían las sombras
con un pavor en el vientre deshecho,
¿quién oía el eco de las montañas
el sonido de las alondras
y un movimiento de gemidos
a cuatro mil kilómetros de vida?
Metidos en el fango hasta la pesadumbre
como locos desviando el instante
cuando en el fondo vacío,
sin espejos,
nadie te espera,
una mandrágora chupa sangre,
trozos de tierra.
Ahuyentar diablos,
inventar aves que lleven en sus alas un destino,
sentir cerca ese olor submarino,
baúl de mares en el que confiaste tus secretos.
Primeros años en los que te atravesó el
ansia de morir
bajo abetos y juncos.
Un hogar recuperó tu aliento,
otra dimensión,
nardo que perdió sus aromas,
fusil sin descargar su fuego,
voz robándote la vida,
volcán en tu camino.
La madre se compartió recordando
instantes de vida,
espacios que murieron tus padres
cuando vieron tus huesos;
no se acostumbraba.
hasta que ya no te alcanzaron las hojas.
Guacerique,
silencio apenas olfateado,
¿Dónde quedó la memoria del tigre
si el colmillo de la noche no responde?
La espiga,
río que viaja de espaldas llevándose la vida,
la memoria.
El mar está vacío,
cuatro piedras rodando en las manos
y un fusil agonizando.
Un alto en el camino,
revisar el rostro de los antiguos,
caminos de ferrocarril,
niños de los eucaliptos,
espacios de luz.
Vivir tiempos de ciego,
el siglo ha roto tímpanos,
las cigüeñas se han muerto
ruiseñores y grullas agoreras también
se han muerto;
ríos cargados de misterio,
pájaros negros.
La memoria se ha ido,
piedras mordidas por el viento,
un sueño arrancó la esperanza,
resucitó recuerdos.
Ángel como demonio,
serpiente recoge semilla infecunda
en cada parte de sus hojas desprendidas, de patria,
de vida arrebatada. .
R esucitar al difunto,
países de Centroamérica,
la sed ahoga las raíces y alguien
piensa todavía
en un trozo de planta recién nacido;
el murmullo estertor de una cigarra
crepita en la fauce de las hormigas;
se reincorpora,
lanza un grito,
caen las últimas piedras de la tarde,
los hijos duermen en el ojo del universo
creciendo como el trigo.
Arrebatado por la mandrágora acepta
el suplicio,
miles de rostros carcomidos por el tiempo,
secos por una lluvia ausente
un puñado de estrellas en el bolsillo izquierdo;
Sin conocer el verdadero aspecto
vuelve a entregarse y una vez más
.
Viene el hambre con huellas horribles
y roba el sueño de los niños. .
Catorce antenas perciben el dolor oculto,
disfrazado de lágrima,
nido de la inocencia.
Conmovido por los quejidos,
dónde si no el centro del corazón rompe
y ese después no saber nada.
pequeña vida en los ojos alimenta rencores,
un dardo envenenado rompe el silencio.
¿Cuándo tendrá una espalda donde
el sol alimente su ritmo?,
¿quién es el inmerso en esa mina
de diamantes?,
en sus ojos el lucero de la tarde,
la Cruz del Sur,
constelación de maestros lo acompañan.
¿Quién recuerda el silbido de las
locomotoras
cargadas de tristeza envejeciendo?
Rieles en los hombros de los deambulantes,
durmientes esperando la punta de los clavos,
yuntas ungidas a la tierra
donde la escarda y el grano son una esperanza.
Hacienda misteriosa donde el manco vigilante,
rodó más de una vez cuando
emborrachaba a su caballo
y los perros mordían una pata de palo
a la sombra de los muertos.
árboles que sostienen la cuerda del pasado.
¿Cómo respirar y vivir
en esta desahuciada Centroamérica?
Música en plenitud de edades,
dioses del sonido,
romper el rito del espacio,
penetrar la esencia.
Maldicionero: :
denunciador de escombros,
extirpador de virus,
almacenador de grandes silencios,
parcela asesinada.
Ciudades con sabor de cobre viejo
en las dentaduras,
cosecha en el oficio desdiosado
tratando de cocinar hormigas,
fracturar cadáveres y descubrir el hilo
que dejaron sepultado los antiguos mayas.
Regresar al punto de partida,
cientos de rostros en el pecho,
alondra que al despuntar el día ilumine
corazones.
C uando la lucha regrese la patria,
tierra lejana de lluvias
que regala dioses tristes a los niños del pueblo,
nadie sabrá entonces de los pájaros prisioneros
en una jaula de madera.
Recibir un soplo que nace con las alas,
octubre en la distancia,
tierra que echaron en sus tumbas.
¿Cómo y con todo esto
está el resto de los tiempos?
¿Dónde será el lugar del momento,
de la luz,
del desprendimiento del vientre maternal?
¿Quién podrá con el valor de la sangre,
con la vida de la patria?
Hambre hasta los huesos de la tierra,
la conciencia penetrando la sombra
para conocer sus secretos.
Un día inspirarán una poesía más alta,
ya no dirán solamente la mitad de las cosas.
Si la rosa templó su carácter,
¿qué despuntará si el invierno se vino encima?
tu nombre verdadero,
obstinado en la muerte.
Cuando quitan la patria todo se llena de silencio
Donde cae el sonido de la piedra
lora entre las rocas
con la mitad del cuerpo desprendido.
Inventar un instrumento
que no lleve en las cuerdas un sol muerto,
sepultar el peso amargo en cada parte
del cuerpo,
las palpitaciones no se confundirán
al cruzar la frontera,
tu padre ha muerto,
herida profunda en el filo de un puñal.
No habrá en tu piel humillación silenciosa,
que se acabó la patria en los cuatro costados,
nadie recordará tus sueños,
estarán ocupados en una lucha de rencores.
La verdad arrebata la vida,
la piedra absorbe las heridas,
ninguna duda alimenta tu muerte.
Robarle una vez más el hilo a la araña
y llamar al pariente lejano.
Palabras de maíz,
ojo de tigre en los oídos,
poema que desmienta que un día
te quitaron la patria.
Tegucigalpa, Honduras, diciembre 1º. de 1981. |
Legendas no Estrangeiro
Tradução de Antonio Miranda
Neste poema de mortos morreu teu pai
morreram teu avô,
tua semeada e se acabou a tarde numa mirada.
Morreu o amor de teus antepassados,
morreram teus pássaros
e despencou a estrela de tua frente
como um punhado de rosas enfermas.
Morreu a tua vida,
pela segunda vez morreu tua pátria,
e ficaste olhando como um arco-iris.
Queimaram-se as tuas árvores,
cordilheiras de pinheiros,
de ilusões.
Rompeu-se o sangue em dois rios
e um esqueleto em teus olhos de neve
buscou tua gente.
Os uivos silenciavam a noite,
lambiam as sombras
com um pavor no ventre desfeito ,
- quem ouvia o eco das montanhas,
o som das cotovias
e um movimento de gemidos
a quatro mil quilômetros de vida?
Metidos na lama até ao pesadume
como loucos desviando o instante
quando no fundo vazio,
sem espelhos,
ninguém te aguarda,
uma mandrágora chupa sangue,
troços de terra.
Afugentar demônios,
inventar aves que levem em suas asas
um destino
sentir perto esse odor submarino,
baú de mares em que confiaste teus
segredos.
Primeiros anos em que trespassou
uma ânsia de morrer
sob abetos e juncos.
Um lar recuperou teu alento,
outra dimensão,
nardo que perdeu seus aromas,
fuzil sem descarregar seu fogo,
voz roubando-te a vida,
vulcão no teu caminho.
A mãe partilhou recordando
instantes de vida,
espaços que morreram teus pais
quando viram teus ossos;
grito do tamanho do ventre que
não se acostumava.
Fizeram-te pequeño com as árvores
até que já não alcançavas as folhas.
Guacerique,
silêncio apenas olfateado,
terra úmida caída de bicos buitreiros .
Onde ficou a memória do tigre
e o colmillo da noite não responde?
A espiga,
rio que viaja de costas levando a vida,
a memória.
O mar está vazio,
quatro pedras rolando nas mãos
e um fuzil agonizando.
Um alto no caminho,
revisar o rosto dos antepasados,
infâncias,
caminhos de ferrovia,
meninos dos eucaliptos,
e de luz.
Viver tempos de cego,
o século rompeu os tímpanos,
as cegonhas morreram,
rouxinóis e grous agoureiros também
morreram;
rios carregados de misterio,
pássaros negros.
A memoria se foi,
pedras mordidas pelo vento,
um sonho arrancou a esperanza,
ressuscitou lembranças.
Arrebatado pela mandrágora aceita
o suplício,
millares de rostos carcomidos pelo
tempo
secos por uma chuva ausente
de que só guarda uma umidade
pesada.
Espreita a sorte o vôo,
um punhado de estrelas no bolso
esquerdo,
imagina que a morte o perdoou,
inocência do mundo;
rompe um par de ideáis,
surge o misterio,
sacode o sangue até a outra luz
apenas astral.
Sem conhecer o verdadeiro aspecto
volta a entregar-se e uma vez mais
roubam-lhe a pureza,
a pátria que levam no bico dos
pardais.
Vem a fome com pisadas horríveis
e rouba o sonho das crianzas.
Quatorze antenas percebem a dor oculta,
disfarçado de lágrima,
ninho da inocência.
Comovido pelos queixumes,
onde se não o centro do coração
rompe o alarme falso
e esse depois não saber de nada?
Prisioneira,
pequena vida nos olhos alimenta rancores
Um dardo envenenado rompe o silêncio.
Quando terá uma espalda onde
o sol alimente seu ritmo?,
quem é o imerso nessa mina de diamantes?,
em seus olhos o luzeiro da tarde,
o Cruzeiro do Sul,
Constelação de mestres o acompanham.
Quem lembra do apito das locomotivas
carregadas de tristeza envelhecendo?
Trilhos nos ombros dos andarilhos,
dormentes esperando a ponta dos pregos,
juntas ungidas à terra
onde a monda e o grão são esperança.
Fazenda misteriosa onde o manco vigilante
rodou mais uma vez quando
embebedava seu cavalo
e os cães mordiam uma pata de pau
à sombra dos mortos.
Um aro no pátio balança a Tenoch-Ko
árvores que sustentam a cordo do passado
Como respirar e viver
nesta desesperançada América Central.
Música na plenitude de idades
confessar todos os dias ante os
deuses do som,
romper o rito do espaço,
penetrar a esencia.
Praguejador:
denunciador de escombros,
extirpador de vírus,
armazenador de grandes silêncios,
parcela assassinada.
Cidades com sabor de cobre velho
nas dentaduras,
colheita no ofício desdeusado
tratando de cozinhar formigas,
dissecar cadáveres e descubrir o fio
que deixaram sepultado os antigos maias.
Regressar ao ponto de partida,
centenas de rostos no peito,
cotovia que ao dispontar o dia
ilumine corações.
Q uando a luta regresse à patria,
terra distante de chuvas
que regala deuses tristes às crianzas do povoado,
ninguém saberá então dos pássaros prisioneiros
na gaiola de madeira.
Receber o sopro que nace das asas ,
outubro à distância ,
terra que jogaram em suas tumbas.
Como e com tudo isso
se não se sabe em que buraco
está o resto dos tempos?
Onde será o lugar do momento,
da luz,
do desprendimento do ventre
materno?
Quem pode com o valor do sangue,
com a vida da pátria?
Fome até os ossos da terra,
a conciência penetrando a sombra
para conhecer seus segredos.
Um dia inspirarão uma poesia mais alta
já não dirão somente a metade das coisas.
Se a rosa temperou seu caráter ,
que despontará se o inverno veio encima?
com as mãos feridas pronunciaste
teu verdadeiro nome ,
obstinado na morte.
Quando tiram a pátria tudo se enche de silêncio,
não se pode esquecer.
Onde cai o som da pedra
um deus do tamanho de um
escaravelho doura entre rochas
com a metade do corpo desprendido.
Inventar um instrumento
que não leve nas cordas um sol morto,
sepultar o peso amargo em cada parte do corpo,
as palpitações não vão se confundir
ao cruzar a fronteira,
teu pai morreu,
ferida profunda no gume do um punhal.
Não haverá em tua pele humilhação silenciosa
não poderão dizer
que se acabou a pátria nos quatro costados
ninguém recordará teus sonhos,
estarão ocupados numa luta de rancores.
A verdade arrebata a vida,
a pedra absorve as feridas,
nenhuma dúvida alimenta tua morte.
Roubar uma vez mais o fio da aranha
e chamar o parente distante.
Palabras de milho,
olho de tigre nos ouvidos,
poema que desmente que um dia
te despatriaram..
Tegucigalpa, Honduras, diciembre 1º. de 1981. |