ALBERTO SZPUNBERG
(Buenos Aires, 1940) fue profesor en la Universidad de Buenos Aires y director de la carrera de Lenguas y Literaturas Clásicas (1973). Dirigió el suplemento cultural del diario "La Opinión" de Buenos Aires. Fue compañero cofundador de la Brigada Maserti (1965). En mayo de 1977 se exilió en El Masnou (Barcelona). Algunos de sus libros publicados son: Poemas de la mano mayor (1962), El che amor (1966), Su fuego en la tibieza (1981), i Apuntes (1987) y La encendida calma (2000). Entre otros, ganó el Premio Internacional de Poesía Amonio Machado (Francia). Edición Delta, de Stuttgart (Alemania), acaba de editar una antología de su obra bajo el título Der Wind ist manchmal wie alie ("El viento a veces es como todos", 2008).
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
De
EL LIBRO DE JUDITH
Buenos Aires: El Suri Porfiado, 2008.
ISBN 978-987-23987-1-2
I.
¿Sólo era el revuelo de las garzas ese día
en que la ciudad
se perdía a mis espaldas
para siempre?
La sombra de su blancura,
sin embargo,
cruzaba el río
como los presagios atraviesan
la primera luz de la mañana,
y yo vi el trazo de sus alas
como un temblor inesperado
sobre las aguas que nunca se detienen.
II.
Ya busqué una vez un tiempo más cálido
con la oscura certeza de la derrota:
quedaba atrás un reguero de brasas y de nieve
que a veces el viento aún estremece
como un milagro de días regalados.
Recuerdo especialmente un leño
titubeante de escamas y de algas
que el mar traía
a una playa de mareas inesperadas.
VIII.
Yo sé que mis pasos ya trazan la ausencia
y nada ni nadie ni nunca,
ni siquiera ella,
colmará el infinito asombro.
En qué mar, vaya a saber, será el reencuentro,
en qué mar arrojado contra qué rocas,
en el embate de qué tiempo
contra el trabajo sucio,
imperceptible,
del olvido.
XI.
Como una piel lastimada
—la esquina, el bar, estas manos—,
en cada lugar dueles.
Repaso uno a uno los momentos:
aquellos que no recuerdo
son los que pesan en el corazón.
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TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
I
Era apenas o revôo das garças naquele dia
em que a cidade
se perdia à revelia
para sempre?
A sombra de sua brancura,
no entanto,
cruzava o rio
como os pressentimentos atravessam
a primeira luz matinal,
e eu vi o traço de suas asas
como um tremor inesperado
sobre as águas que nunca estancam.
II
Por acaso para sempre
estes dias sejam o eco de mim mesmo
sussurrado já faz tempo entre as mãos
que escondem teus lábios,
como se as palavras outra vez crepitassem
ante a desordem que o teu vento semeia
em fogo tão público e secreto.
VIII
Sei que meus passos já traçam a ausência
e nada nem ninguém nem nunca,
nem mesmo ela,
culminará o infinito assombro.
Em que mar, quem sabe, será o reencontro,
em que mar lançado contra que rochas,
em que embate de que tempo
contra o trabalho sujo,
imperceptível,
do esquecimento?
XI
Como uma pele lastimada
— a esquina, o bar, estas mãos —,
em cada lugar dói.
Repasso um a um os momentos:
aqueles que já nem lembro
são os que pesam no coração.
Página publicada em agosto de 2009
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