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MARIA ISABEL NOVILLO
(Caracas, 1954). Promotora literaria ligada al estado Mérida desde 1981.
Premio de Poesía Casa de la Cultura de Maracay (1992) y Premio de Poesía Simón Darío Ramírez, de la Asociación de Escritores de Mérida (2004). Mención de Honor en el Concurso de Poesía del Ateneo de Escuque (1997).
María Isabel Novillo ha publicado Metálica Virtud (Maracay, 1992) y Poemas Peregrinos (Mérida, AEM/CONAC, 2004).
TEXTO EN ESPAÑOL - TEXTO EM PORTUGUÊS
FESTIVAL MUNDIAL DE POESÍA VENEZUELA 2004. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamericana C, A., 2005.
435 p. 15 x 23 cm. Patrocinado por Ministerio de la Cultura, Presidencia del CONAC, D.G.S. de Literatura. ISBN 780-03-1211-1 Ex. bibl. Antonio Miranda
S U B W A Y
a Julio Miranda, con el amor urbano,
de la una y de las otras
Esta ciudad está llena de mujeres
El metro, sus estaciones, son como ruedas
de tiovivo, caballitos, calesitas
girando, que nos suben y bajan de esta Babel.
Subway Vías inferas
Lo que no está a la vista
Esa circulación oculta
bajo las grandes ciudades.
Esta ciudad está llena de mujeres.
Cuando se entra al metro, bajo tierra,
se ven mejor las caras en el vidrio: la oscuridad
del túnel aviva la nitidez de los reflejos.
Moncloa Ciudad Universitaria monopolio del saber
Las estudiosas Las estudiantes Las profesoras Se aprenden de memoria los tratados: son lo que
saben.
Unas, anhelan no saber, saberse.
Otras, prefieren que se sepa de ellas.
Estaciones de los Austrias: rigurosas
pagadas de sí mismas. Piensan que en sus dominios
jamás se pondrá el sol. Sombrías
siempre de negro, hasta los pies, vestidas
como heroínas clásicas de tragedia.
Dependiendo del caso, podrían confundirse
con predicadoras dogmáticas: plomo puro.
—Con el mismo atavío y otro aire, poetas posmodernas
—
Barrios bohemios. New age. Pupilas de Neptuno. Quieren ser músicos. Quizás les falta claridad
para la partitura de sus vidas. Leen a Shakespeare descifrando las entrelineas de sus personajes.
—Su lectura del mundo busca significados- Aman
a Henry v. Creen que combaten en Anzincourt. Lúcidas/confusas. Todo en ellas es ambiguo
e irresuelto. Abandonan. Se evaden.
Ilusionistas del escape y, sin embargo,
fieles transitan a solas
la inteligente arquitectura del laberinto.
Algunas -las muy claras- asumen su adicción
a los Cuentos de Hadas: la certeza del Reino.
Nunca dejarán de mirar al cielo.
Academia de San Francisco: Bellas Artes.
Buscan el fundamento de la Belleza. Leen
los documentos de Leonardo. Se abisman
ante El hombre encerrado en un Círculo de Espejos. Tratan de imaginarse la mirada de ese hombre
que anheló el vuelo, la liviandad. Que perfumaba el aguardiente -coloreándolo de azul—
con flores de aciano. Toman notas, siempre.
Escriben en su libreta de Arte:
«No puede tenerse Señorío
ni menor ni mayor que el de sí mismo
DA VINO, Codex Urbina, VI»
—La sensación de vértigo acomete en los túneles
que cruzan bajo el río. Los vagones descienden
mucho, rápido. Igual suben, veloces—
Casa de campo. El lago.
Las que saben reír y piensan, en su corazón,
que al navegar hacia una isla
todas las heridas se van cerrando.
Llevan hogazas de pan redondo -crujiente- con tortilla
frascos con guindillas vascas y vino
(vino alemán, azul, del de la Virgen).
Caminan descalzas por los pinares.
Ellas, las que saben reír y mirar a Las Pléyades.
(Esta ciudad está llena de mujeres.)
Sobre venas de hierro y control electrónico —bajo
tierra—
guardo tras de los párpados algún texto de otro:
«Quien ha entrevisto al Universo,
quien ha entrevisto los ardientes designios
del Universo (rogar por entrever, sería
petición más prudente, me aconsejo)
no puede pensar en un hombre,
en sus triviales dichas o desventuras,
aunque ese hombre sea él”.
Abro los ojos al vidrio:
—Mujer, ¿qué tengo, yo, que ver contigo?
TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução de ANTONIO MIRANDA
S U B W A Y
a Julio Miranda, con el amor urbano,
de la una de las otras
Esta cidade está cheia de mulheres
O metrô, suas estações, são como rodas
de carrossel, cavalinhos, gira-giras
girando, que no sobem e descem desta Babel.
Subway Vias nas alturas
O que não se vê
Essa circulação oculta
debaixo das grandes cidades.
Esta cidade está cheia de mulheres.
Quando entramos no metrô, debaixo da terra,
vemos melhor as caras no vidra: a escuridão
do túnel aviva a nitidez dos reflexos.
Moncloa Cidade Universitária monopólio do saber
As estudiosas As estudantes As professoras
Aprendem de memória os tratados: são o que sabem.
Umas, desejam não saber, saber-se.
Outras, preferem que saibamos sobre elas.
Estações dos Austrias: rigorosos
pagos de si mesmas. Pensam que em seus domínios
jamais vai declinar o sol. Sombrias
sempre de negro, até os pés, vestidas
como heroínas clássicas de tragédia.
Dependendo do caso, poderiam confundir-se
com predicadoras dogmáticas: chumb
—Com o mesmo vestuário e outro ar, poetas pós modernas—
Bairros boêmios. New age. Pupilas de Netuno.
Querem ser músicos. Talvez lhes falte claridade
para a partitura de suas vidas. Leem Shakespeare
decifrando as entrelinhas de seus personagens.
—Sua leitura do mundo busca significados— Amam
Henry V. Creem que combatem em Anzincourt.
Lúcidas/confusas. Tudo nelas é ambíguo
e não resolvido. Abandonam. Evadem-se.
Ilusionistas do escape e, no entanto,
fiéis transitam sozinhas
a inteligente arquitetura do labirinto.
Algumas — as mais claras — assumem sua audição
dos Cantos de Fadas: a certeza do Reino.
Jamais deixarão de mirar o céu.
Academia de San Francisco: Belas Artes.
Buscam o fundamento da Beleza. Leem
os documentos de Leonardo. Abismam-se
diante de O homem enclausurado em um Círculo de Espelhos.
Tratam de imaginar-se o olhar desse homem
que desejou o voo, a leveza. Que perfumava
o aguardente — colorindo-o de azul —
com flores de ancião. Tomam notas, sempre.
Escrevem em seu caderno de Arte:
“Não pode considerar-se Senhorio
nem menor nem maior
que o de si mesmo
DA VINCI, Codex Urbina, VI”
—A sensação de vertigem acontece nos túneis que cruzam pelo
rio. Os vagões descem muito, rápido. Também sobem, velozes —
Casa de campo. O lago.
As que sabem rir e pensam, em seu coração,
que ao navegar até uma ilha
todas as feridas vão fechando.
Chegam pedaços de pão redondo — crocante — com tortilha
frascos com pimenta vasca e vinho
(vinho alemão, azul, do da Virgem).
Caminham descalças pelos pinhais.
Elas, as que sabem rir e mirar as Plêiades.
(Esta cidade está cheia de mulheres.)
Sobre veias de ferro e controle eletrônico — debaixo da terra —
guardo detrás dos pássaros algum texto de outro:
“Quem entrevistou o Universo,
quem entrevistou os ardentes desígnios
do Universo (rogar por entrever, seria
petição mais prudente, me aconselho)
não pode pensar em um homem,
em suas triviais de felicidade ou desventura,
embora esse homem seja ele”.
Abro os olhos ao vidro:
—Mulher, que tenho, eu, que ver contigo?
Página publicada em fevereiro de 2020
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