Foto: wikipedia
JESUS ENRIQUE GUÉDEZ
Nació en Puerto Nutrias, estado Barinas en 1930. Estudios: Perio¬dismo en la Universidad Central de Venezuela y Dirección de Cine en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Miembro fundador del grupo literario Tabla Redonda, que en los años 60 planteara salidas renovadoras en la poesía y en las artes. Bajo el sello editorial del grupo publica Sacramentales (1961) y Sextantes (1965); antes había publicado Las Naves (1959), con el cual gana el Premio Universidades Nacionales. Otras publicaciones: Tiempo de los paisajes (1978), El Gran Poder (1991), Cantares de O'Gran Sol (1994), Puerteños (cuentos, 1995), Viajes del sol y la luna (2000) y Poemas crudos (2004).
En el cine nacional ha tenido una constante actividad como realizador y gremialista. Fue el primer presidente de la Asociación Nacional de Autores Cinematográficos (ANAC) y directivo del Sindicato de Radio, Cine y TV. En cine ha realizado documentales que le han merecido reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos, la Ciudad que nos ve (1965), Pueblo de lata (1971), Mención .FlNPRESCi en el Festival de Oberhausen (1973), Los niños callan, entre otros, y los largometrajes Panamá (1977) y El Iluminado (1984). Recientemente realizó el documental Juan Sánchez Peláez o la amistad de los poetas (2004).
Profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela, don¬e fue jefe del Departamento de Audiovisual de la Escuela de Comunicación Social.
Es Premio Nacional de Cine 1994, instituido por el COÑAC.
Murió en Caracas : 29 de junio de 2007
TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
FESTIVAL MUNDIAL DE POESÍA VENEZUELA 2004. Caracas, Venezuela: Monte Ávila
Editores Latinoamericana C, A., 2005. 435 p. 15 x 23 cm. Patrocinado por Ministerio de la Cultura, Presidencia del CONAC, D.G.S. de Literatura. ISBN 780-03-1211-1 Ex. bibl. Antonio Miranda
bajan los verdugos
Veo bajar a los verdugos por la colina cerrando
detrás el horizonte con neblinas.
Veo que crecen como lava ardiente cantando liturgias roncas en pechos sin corazón.
Los veo derrumbarse por los acantilados que
protegen nuestra aldea, mientras nosotros esperamos asombrados entre las aves del corral
y el perro de la casa que nos rodean compungidos mirando al suelo para no vernos tristes, vaciamos en las lámparas el fondo de aceite que nos queda y nos abrigamos en masa viva como cosa olvidada,
cerramos los ojos despidiéndonos del paisaje de la aldea que ayer nos recibió con sus ríos, árboles y aves, y ahora enmudece con nosotros. Ya no vemos nada, ya no nos vemos ni a nosotros mismos.
¿Qué hacer para no oír el derrumbe de los
verdugos que bajan de la colina en tropel y no
sentir el fuego que nos quema los pies?
9-13 de febrero de 2002
CONDICIÓN
Si te hubiera amado
la maldad que nos rodeaba existiera
sin que el sueño de otras vidas
que soñamos
llegara abandonarnos
pero agotamos las esperanzas
y tú estás tan lejos y yo tan cerca de mí
como que nos pasaron los años
y tú detuviste desgarrada el tiempo
Si me hubieras amado
quizás yo también reposara en el camino
cubierto por yerbas silvestres en mi fin inexorable
Donde estás ya no oyes las proclamas en las calles
y yo sólo oigo en mi habitación susurros
que albergan los poemas
de mis melancolías
Si nos hubiéramos amado
qué no serías de los que fuiste en los días del
desencanto
y qué no recordaría yo en esta soledad.
29 de enero de 2000
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
DESCEM OS VERDUGOS
Descem os verdugos pela colina fechando
detrás o horizonte com neblina.
Vejo que crescem como lava ardente cantando liturgias
Roucas em peitos sem coração.
Vejo-os caindo pelos escarpados que
protegem nossa aldeia, enquanto nós esperamos
assombrados entre as aves do curral
o cão da casa que nos rodeiam compungidos
olhando o chão para não ver-nos tristes, esvaziamos
das lâmpadas o fundo de azeite que nos resta e nos
abrigamos em massa viva como coisa olvidada,
cerramos os olhos despedindo-nos da paisagem da
aldeia que ontem nos recebeu com seus rios, árvores e
aves, e agora emudece conosco. Já não vemos
nada, já não nos vemos nem a nós mesmos.
Que fazer para não ouvir o desmoronamento dos
verdugos que descem das colinas em tropel e não
sentir o fogo que nos queima os pés?
CONDIÇÃO
Se eu tivesse te amado
a maldade que nos rodeava extinguiria
sem que o sonho de outras vidas
que sonhamos
chegasse a abandonar-nos
mas esgotamos a esperança
e tu estás tão distante e eu tão perto de mim
como se nos passassem anos
e parastes desgarrada do tempo.
Se tu tivesses me amado
talvez eu também repousasse no caminho
coberto por ervas silvestres no fim inexorável.
Onde estás já não ouves as louvações pelas ruas
e eu só ouço em meu quarto sussurros
que abrigam os poemas
de minha melancolia.
Se nos houvéssemos amado
o que seria do que foste nos dias
do desencanto
e que eu não recordaria nessa solidão.
24 de janeiro de 2000
Página publicada em fevereiro de 2020
|