El dolor nunca se escucha
porque nadie tiene oídos...
A quién le diré, llorando,
que se me há muerto un amigo.
Ya su cabeza sin llama
estará como en un nido.
Su cabeza está más alta
que la noche y el olvido
Voy traspasado de luna
por el amigo perdido:
aunque la tierra sea buena,
aunque el sueño sea tranquilo.
La luz pregunta por ti,
te nombra por los rocios:
qué asombro si no te encuentra
de pie y mañana cumplido.
Ah, que te lleven mis ojos,
que mi dolor te dé abrigo.
A quién le diré llorando
que se me há muerto un amigo.