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GENEROSO MEDINA
Generoso Medina Luzardo, maestro, escritor y poeta uruguayo, nació en Durazno en 1922 y falleció en 1974.
Obra literária: Música Primera (1952); Deslumbramiento: Pasión de América (1955); Poesía y Profecía (1959); Las Aguas como Sueños (1961); Tiempo del Padre (1963)
TEXTO EN ESPAÑOL - TEXTO EM PORTUGUÊS
EGLOGA DEL NIÑO
En mi garganta residisteis.
Miradme ahora que me encuentro niño,
calle Solís y once treinta y siete.
En la choza que del barro hicisteis,
con un pajar de sangre
y con horcones,
que son vuestro esqueleto numeroso.
Miradme ahora,
los que fuisteis a la muerte solitarios,
naufragando entre las viejas aguas.
Miradme ahora desde vuestro sitio
andar a tientas por los campos míos.
Tengo una golondrina azul
sobre los ojos.
De mi corazón van cayendo las estrellas
que irisan los intactos surcos
de mis primeras tardes con gorriones.
Ved mis mañanas con manos jubilosas
quebrando ojos de escarchas en las tinas,
pisando a solas la crujiente helada,
rogando al sol por la caricia tibia,
si enemigas las nubes,
ponían en mi carne
como fría camisa el desconsuelo.
II
Anduve triste como un niño solo
que apenas muerde
el fruto que le toca.
Del viento yo entendí la resonancia,
su lento idioma por el pecho mío,
las tardes hondas como un pozo duro
donde caían los higos sollozando
letras de azúcar
y óvalos de sangre.
Voy a cantar el tiempo de los duendes.
Voy a decir ahora cómo anduve.
III
Las noches de las ranas me vestían
con caricias de agua y de misterio,
y en mi prisión de paja
me arrullaban
para oírme a la vez secretamente.
IV
¡Ay de las tardes largas junto al río!
Como un ciempiés azul eran los trenes,
mientras tendido entre los pastizales
cruzaba el mundo por mi pecho herido,
abierto en blanco y por amor tocado.
V
Y aquel poniente de oro, entristecido
pulmón de manzanilla y hierbabuena,
con humos de chozas fulgurantes
y amigos que se iban dispersando,
entre rojas neblinas del crepúsculo
y aleteos de hornero enamorado.
VI
Aquellas tardes
donde por mí lloraba
el cardo azul con sus mejillas secas.
Y una majada sin pastor ni día
su luz nevaba hacia los cielos míos.
VII
Y el aullido del viento
en las ventanas
trayéndose nocturnos habitantes,
negro caudillo de las aves negras,
roce de alas y señal de lutos.
VIII
Testigos de las horas siempre mías:
aquel cañaveral entre los vientos,
la humilde higuera
que sangraba estío,
y aquel jardín con ojos padeciendo
las siestas amarillas del ciruelo,
la vigilia de blancos crisantemos
o una doncellez de madreselvas.
IX
Que de la noche persiguiendo grillos,
tutela musical de los jardines.
En caminos de risas y malvones,
¡qué enorme grillo el corazón oculto
contando su hechizo a las estrellas!
De los oscuros ríos de la noche
desprendí pedrerías de luciérnagas
para esconderlas en pequeñas manos,
joyas de Dios tras los cristales niños.
Corazón entre ráfagas de octubre,
mis cometas felices.
Corazón en un hilo sin ovillo
volando hacia tu cielo siempre vivo.
TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
ÉGLOGA DO MENINO
Em minha garganta viveste.
Olha-me agora que me encontro menino,
rua Solís e onze trinta e sete.
Na choça que de barro fizeste,
com um celeiro de sangue
e com forcões,
seu esqueleto numeroso.
Olhai-me agora,
os que fostes para a morte solitários,
naufragando entre as velhas águas.
Olha-me agora desde o teu sitio
andar às cegas pelos meus campos.
Tenho uma andorinha azul
sobre os olhos.
De meu coração vão caindo as estrelas
que irisam os intactos sulcos
de minhas primeiras tardes com pardais.
Veja minhas manhãs com mãos jubilosas
rompendo olhos de geadas nas tinas,
pisando sozinhas a crocante geada,
rogando o sol pela carícia tíbia,
se inimigas as nuvens,
em minha carne
como fria camisa o desconsolo.
II
Andei triste como um menino sozinho
que apenas morde
o fruto que lhe corresponde.
Do vento eu entendi a ressonância,
seu lento idioma pelo meu peito,
as tardes fundas como um poço duro
onde caíam os figos soluçando
letras de açúcar
e óvalos de sangre.
Vou cantar o tempo dos duendes.
Vou dizer agora como andei.
III
As noites das rãs me vestiam
com carícias de água e de mistério,
e em minha prisão de palha
me arrulhavam
para ouvir-me ao mesmo tempo secretamente.
IV
Ai de tardes longas junto ao rio!
Como uma centopeia azul eram os trens,
enquanto estendidos entre As pastagens
cruzava o mundo pelo meu peito ferido,
aberto em branco e por amor tocado.
V
E aquele poente de ouro, entristecido
pulmão de camomila e hortelã,
com fumaça de choças fulgurantes
e amigos que iam se dispersando,
entre rubras neblinas do crepúsculo
e o farfalhar de forneiro enamorado.
VI
Aquelas tardes
onde por mim chorava
o cardo azul com sua pele seca,
E uma manada sem pastor nem dia
sua luz nevava para os meus céus.
VII
E o uivo do vento
nas janelas
Trazendo noturnos habitantes,
negro líder de aves negras,
roce de asas e sinal do luto.
VIII
Testemunhos de horas sempre minhas:
aquele canavial entre os ventos,
a humilde figueira
que sangrava na estiagem,
e aquele jardim com olhos padecendo
as sestas amarelas da ameixa,
a vigília de brancos crisântemos
ou uma virgindade de madressilva.
IX
Que na noite perseguindo grilos,
tutela musical dos jardines.
Em caminhos de risos e de malva,
qué enorme grilo o coração oculto
contando seu feitiço às estrelas!
Dos oscuros rios da noite
libertei pedrarias de vagalumes
para escondê-las em pequenas mãos,
jóias de Deus nos cristais meninos.
Coração entre rajadas de outubro,
meus cometas felizes.
Coração em um fio sem algodão
voando para o teu céu sempre vivo.
Página publicada em junho de 2019
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