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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FERNÁN SILVA VALDÉS

(1887- 1975)

 

Fernán Silva Valdés (Montevideo, 15 de octubre de 1887 - 9 de enero de 1975) fue un poeta, compositor y dramaturgo uruguayo.

Nacido en Montevideo en 1887 pero habiendo pasado mucho tiempo de su infancia en Sarandí del Yi, sus padres fueron Fernando Silva Antuña y María Valdés. Es considerado como un referente en la corriente nativismo. Junto a Pedro Leandro Ipuche emprendieron una renovación estética de la poesía evolucionando de «lo gauchesco» a un nuevo género nativista.2

Con Gerardo Matos Rodríguez en música crean la Canción montevideana y comparten en el género dos temas: Margarita punzó (1927) y Yo tuve una novia (1930). Posteriormente escribe la letra del tango Como el clavel del aire para Juan de Dios Filiberto.

Fue miembro de la Academia Nacional de Letras del Uruguay y fundador de la gestora de derechos de autor AGADU.

Colaboró con varios diarios y revistas de Montevideo y en Buenos Aires con la publicación La Prensa.3

Una calle en Montevideo lo recuerda y conmemora con una de sus obras premiadas, Interperie, publicada en 1930 dentro de los festejos del centenario de Uruguay.

Gran Premio Nacional de Literatura (1970) / Premio edición Centenario (1930) por Interperie.     Fuente: wikipedia

 

TEXTOS EN ESPAÑOL    -    TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

EL RANCHO

 

Retobado de barro y paja brava;

insociable, huyendo del camino.

No se eleva, se agacha sobre la loma

como un pájaro grande con las alas caídas.

 

Gozando de estar solo,

y atado a la tranquera a ras de tierra

por el tiento torcido de un sendero,

se defiende del viento con el filo del techo.

Su amigo es el chingolo;

su centinela gaucho el terutero.

 

Por la boca pequeña de una ventana

apura el mediodía en un solo bostezo:

de mañana despierta con el canto de un gallo

y de noche se duerme con el llanto de un niño.

 

Es creyente a la vez que fatalista:

a supersticioso nadie lo iguala:

se persigna al chistido de la lechuza

o se tapa los ojos por no ver la "luz mala".

Y se encorva de miedo cuando aúllan los perros

-con las cerdas del lomo despeinadas-

porque pasa la Muerte, chúcara e invisible,

montada en pelo

en la yegua sin freno de la leyenda.

 

Es torvo como el gaucho hasta en su mansedumbre;

como aspira tan poco, nunca sale de pobre;

y guarda con orgullo, como único tesoro,

-expuestas en un marco con alardes artísticos-

la estampa de un caudillo

y una divisa bordada en oro.

 

Ni altivo, ni bizarro; humilde, nada más;

ignorante a la gracia y al donaire,

adornan su mal gesto curtido de intemperie

un nido de hornero y un clavel del aire.

 

Es viejo ya, sus quinchas han visto tres patriadas;

agringarse los criollos, acriollarse los gringos;

si no le salen canas le nacen cicatrices,

y aceptando el destino de concluir en tapera,

mira pasar los años y crecer los "gurises",

echado boca abajo y con el lomo al sol.

 

 

En los atardeceres en que se pone triste

revisa sus recuerdos de un vistazo hacia adentro,

y encuentra cuatro fechas que lo hicieron vibrar;

cuatro fechas que son

los puntos cardinales de su emoción:

Una boda, un velorio, un nacimiento

y una revolución.

 

Cuando se quede solo, sin poder contra el viento,

y caiga de rodillas, será tan poca cosa,

su historia tan vulgar: un placer, una cuita,

que cabrá en las seis cuerdas de una guitarra

y en los seis suspiros de una vidalita.

 

 

LA FLECHA

 

Esta flecha aborigen a mí me gusta tanto
porque es término y flor de varias cosas belas,
está hecha con un poco de árbol,
con un poco de pájaro,
con un poco de piedra.

 

Entre el arco y el brazo del indio
esta flecha fue un pájaro
—con su pico de piedra—
pajarito amestrado
que el hombre a su capricho lanzaba a volar.

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

 

                O RANCHO

Envolto em barro e palha brava;
insocial, fugindo do caminho.
Não se eleva, se agacha sobre a lombada
como um pássaro grande com as asas caídas.

 

Gozando por estar sozinho,
e atado à porteira ao nível da terra
por um tento torcido de um sendeiro,
se defende do vento com a beira do teto.
Seu amigo é o pardal;
seu vigia gaúcho o quero-quero.

 

Pela boca peque de uma janela
apura o meio-dia em um único bocejo:
pela manhã desperta com o canto de um galo
e de noite dorme com o pranto de uma criança.

 

E um crente e ao mesmo tempo fatalista:
ao supersticioso ninguém o iguala:
se benze ao psiu da coruja
ou tapa os olhos para não ver a “luz má”.

E se recurva de medo quando latem os cães
— com as cerdas do lombo desarrumadas —
porque passa a Morte, bravia e invisível,
montada em pelo
na égua sem freio da lenda.

 

É temível com o gaúcho até em sua mansidão;
como aspira tão pouco, nunca deixa de ser pobre;
e guarda com orgulho, como único tesouro,
— expostas na moldura com alardes artísticos —
a figura de uma caudilho
e uma divisa bordada de ouro.
 

Nem altivo, nem bizarro; humilde, nada mais;
ignorância pela graça e o donaire,
adornam seu mau gesto curtido de intempérie
um ninho de joão-de-barro e um cravo do ar.

 

Já está velho, suas varandas viram três patriadas;
agriarem-se os nativos, nativizar os gringos;

se não criam cabelos grisalhos nascem cicatrizes,
e aceitando o destino concluir em tapera,
vê passar os anos e crescer os mestiços,
deitado boca abaixo e com o lombo ao sol.

 

Nos entardeceres em que fica triste
revisa suas lembranças de uma olhadela para dentro,
e encontra quatro flechas que o fizeram vibrar;
quatro flechas que são
os pontos cardeais de sua emoção:
Uma boda, um velório, um nascimento
e uma revolução.

 

Quando ficar sozinho, sem poder contra o vento,
e caia de joelhos, será tão pouca coisa,
sua história tão vulgar: um prazer, uma pena,
que caberá nas seis cordas do violão
e nos seis suspiros de uma vidalita.*

 

 

 

* canção popular argentina, ger. de tema amoroso e triste, cantada com acompanhamento de violão; vidala.

 

 

A FLECHA

 

Esta flecha aborígene me agrada tanto
porque é término e flor de várias coisas belas,
foi feita com um pouco de árvore,
com um pouco de pássaro,
com um pouco de pedra.

 

Entre o arco e o braço do índio
esta flecha foi um pássaro
—com seu bico de pedra—
passarinho amestrado
que o homem por capricho lançava a voar.

 

 

Página publicada em setembro de 2017

 

 

 


 

 

 
 
 
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