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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POESÍA NICARAGUENSE

Coordenação de Milagros Terán

 

MANOLO CUADRA

 

Manuel Antonio Cuadra Vega (Malacatoya, Granada 9 de agosto de 1907 - Managua, 14 de noviembre de 1957), conocido como Manolo Cuadra fue un poeta, periodista y narrador nicaragüense. Perteneció al Movimiento de Vanguardia junto con Joaquín Pasos, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Luis Alberto Cabrales, sin embargo se desvincula del grupo al adoptar una posición política de izquierda. Sufrió encarcelamientos y destierros durante la dictadura de Anastasio Somoza García. Considerado uno de los padres de la moderna narrativa nicaragüense, principalmente en el género testimonio.

 

TEXTOS EN ESPAÑOL    -    TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

PERFIL

 

Yo soy triste como un policía

de esos que florecen en las esquinas,

con un frío glacial en el estómago

y una gran nostalgia en las pupilas.

 

Pero yo olvidé la clava     

y me puse el alma en la mano.

 

A mis pobres nervios enfermaron

tantas babosadas municipales.

Calles inexpresivas

como películas americanas.

 

(Los peluqueros no tienen alma,

proclama mi barba sucia).

 

Yo soy triste como un policía

de esos que florecen en las esquinas,

con un frío glacial en el estómago

y una gran nostalgia en las pupilas.

 

Pero yo olvidé el silbato

y me puse el alma en los labios.

 

 

ÚNICO POEMA DEL MAR

 

En Coconut Island,

cuando el sol se mece en las hamacas de las palmas,

miss Christine Braughtigam,

hija de una isleña puta negra

y de un viejo pirata de Holanda,

se da un baño de mar en la inmensidad de las aguas.

 

Su piel, de un raro color de cinamomo,

cocida a la alta presión del trópico

muchas veces, en los hornos de julio y agosto.

 

Su cuerpo alegre y esbelto, como el de un junco

ahumado

se irisa en las aguas de plata

entre peces de esmalte y pulpos pequeños.

 

Envuelta en su maillot de fuego

Christine Braughtigam se sumerge en las aguas,

¡y entonces es una brasa que se apaga!

 

Desde sus frescos observatorios de cocoteros

una mancha de pájaro isleños
lanza su S.O.S. de sorpresa,

porque pudiera una ola traicionera

de blanca gola con jubón celeste

—verde— llevarse a la perla de canela.

 

En la isla donde los cocoteros se mueven

pausadamente

esmaltando el cielo de pensamientos alegres,

Christine busca la caricia del mar afuera.

¡Quién colmara las urgencias de su sangre negra!

 

Desazón de los rubios y pequeños grumetes

que al maniobrar en las aguas de su vientre

despegaban de aquel muelle negro y celeste,

tristes, tristes, tristes...

¡Ay, tristes para siempre!

 

Fuera del agua ella es como un violinista,

sin violín y sin arco, ante el público.

Las rocas lloran lágrimas saladas,

se varan las algas en las arenas lisas

y se dicen «siento mucho» los peces lúbricos.

 

Fuera del agua miss Braughtigam es incompleta,

porque su elemento es este solo mar de Coconut

          Island.

Miss Braughtigam se acuna en las aguas.

Duerme a la música maternal de las palmas.

 

En Coconut Island,

cuando el sol se mece en sus hamacas verdes,

miss Christine Braughtigam,

hija de una isleña puta negra

y de un viejo pirata de Holanda,

entra a sus verdes potreros atlánticos

a pastorear su rebaño de pulpos y de peces.

 

Coconut Island,                   

donde aburro mi destierro frente al mar Atlántico

mientras arden dátiles y bananos,

y cantan los negros sus canciones esclavas,

indiferentes,

entre los cañaverales vibrantes

y el sordo rumor de las aguas.

 

 

 

CUADRA, Manolo. Solo en la compañía. Selección: Jorge Eduardo Arellano.  Managua: Festival Internacional de Poesía de Granada, 2017.  208 p.  14x21 cm.  Foto de portada: Retrato, quizá en 1943.  ISBN  978-99964-31-18-0  

        

         DECIRES AL INDIO QUE BUSCABA TRIGO

         YO SÉ que me andas buscando
         por lo que antaño digo:
         que por un grano de trigo
         tus hijos están llorando.

         Y me pregunto hasta cuando
         lo encontrarán, indio amigo.
         E interrogándome sigo
         y me sigo interrogando.

         Si por um grano de trigo
         tus hijos están llorando,
         seguiré siempre cantando
         y sé, indio, lo que digo.

         Pues mientras me andas buscando
         el trigo, el bendito trigo,
         sigue, indio, germinando,
         em mis cantares, conmigo.

          ¡Con mis cantares, cantando,
         trigo, indio, estoy sembrando!

          (Managua, 1944)

 

 

                POEMA A HACHAZOS

                  A Octavio A. Caldera

         LOS DÉSPOTAS nos atan los pies y las manos
         y traban nuestros dientes con alambre
         porque los impotentes sienten miedo de la palabra.
         Com nosotros barren el suelo de las ciudades,
         entaponan las letrinhas y nos sumergen en las cloacas.
         Pero este será el año de los grandes milagros.

         Porque la libertad no está em la letra de imprenta,
         ni nace de diez bandidos que discuten en una mesa,
         ni viene de los carneros que mugen en el Parlamento.
         Libertad: esa palabra se aferra muy dura a nuestras
         conciencias.

         He aquí que un pobre roe su pan seco,
         he aquí que uma niña no sacia su escondido deseo,
         he aquí que muere de cólera un obrero,
         un sacerdote, un reportero.
         Pero arriba danza ebrio el dinero
         ¡y he ahí la outra cara de la moneda!

         “ Nosotros llegamos siempre tarde.  Estamos tarde,
         Morrimos tarde.”
         Decid si no será esto cochino.
         Pero una gran alba se abre en nuestro camino
         porque Dios se prepara a bajar a media calle.
         Dios, que por fin se há puesto caites.

         El pan que no comemos se pudre en lejanos armarios
         y el vino hierve em las crateras lejanas.      
         Un beso, un solo beso de la mujer amada
         buscadlo ahí donde la tierra se há hecho pedazos.

         Para alcanzar la dicha siempre nos hace falta una pulgada
         y está la culpa en nuestra medrosa mirada,
         en el barniz que engaña a nuestro tacto,
         en los vergeles donde s embriaga el olfato.

         La culpa es de nuestros puercos sentidos,
         desde que nos hizo saber el señor Ministro
         que dos más dos son igual a cinco;
         por fin sabemos que dos más dos son cuatro.

         Cuando bajen al Pueblo estas simples verdades
         el mundo ha de tornarse subitamente claro
         como un cuchillo volado por el aire
         en pleno día, sobre los duros escenarios.
        

                   (Año de Guerra de 1943)

 

         

PERFIL

 

Yo soy triste como un policía

de esos que florecen en las esquinas,

con un frío glacial en el estómago

y una gran nostalgia en las pupilas.

 

Pero yo olvidé la clava     

y me puse el alma en la mano.

 

A mis pobres nervios enfermaron

tantas babosadas municipales.

Calles inexpresivas

como películas americanas.

 

(Los peluqueros no tienen alma,

proclama mi barba sucia).

 

Yo soy triste como un policía

de esos que florecen en las esquinas,

con un frío glacial en el estómago

y una gran nostalgia en las pupilas.

 

Pero yo olvidé el silbato

y me puse el alma en los labios.

 

         

 

ÚNICO POEMA DEL MAR

 

En Coconut Island,

cuando el sol se mece en las hamacas de las palmas,

miss Christine Braughtigam,

hija de una isleña puta negra

y de un viejo pirata de Holanda,

se da un baño de mar en la inmensidad de las aguas.

 

Su piel, de un raro color de cinamomo,

cocida a la alta presión del trópico

muchas veces, en los hornos de julio y agosto.

 

Su cuerpo alegre y esbelto, como el de un junco

ahumado

se irisa en las aguas de plata

entre peces de esmalte y pulpos pequeños.

 

Envuelta en su maillot de fuego

Christine Braughtigam se sumerge en las aguas,

¡y entonces es una brasa que se apaga!

 

Desde sus frescos observatorios de cocoteros

una mancha de pájaro isleños
lanza su S.O.S. de sorpresa,

porque pudiera una ola traicionera

de blanca gola con jubón celeste

—verde— llevarse a la perla de canela.

 

En la isla donde los cocoteros se mueven

pausadamente

esmaltando el cielo de pensamientos alegres,

Christine busca la caricia del mar afuera.

¡Quién colmara las urgencias de su sangre negra!

 

Desazón de los rubios y pequeños grumetes

que al maniobrar en las aguas de su vientre

despegaban de aquel muelle negro y celeste,

tristes, tristes, tristes...

¡Ay, tristes para siempre!

 

Fuera del agua ella es como un violinista,

sin violín y sin arco, ante el público.

Las rocas lloran lágrimas saladas,

se varan las algas en las arenas lisas

y se dicen «siento mucho» los peces lúbricos.

 

Fuera del agua miss Braughtigam es incompleta,

porque su elemento es este solo mar de Coconut

          Island.

Miss Braughtigam se acuna en las aguas.

Duerme a la música maternal de las palmas.

 

En Coconut Island,

cuando el sol se mece en sus hamacas verdes,

miss Christine Braughtigam,

hija de una isleña puta negra

y de un viejo pirata de Holanda,

entra a sus verdes potreros atlánticos

a pastorear su rebaño de pulpos y de peces.

 

Coconut Island,                   

donde aburro mi destierro frente al mar Atlántico

mientras arden dátiles y bananos,

y cantan los negros sus canciones esclavas,

indiferentes,

entre los cañaverales vibrantes

y el sordo rumor de las aguas.


 

VEA Y LEA OTROS POEMAS Y POETAS DE NICARAGUA
EN NUESTRO PORTAL DE POESÍA IBEROAMERICANA:
http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/nicaragua/nicaragua.html

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda 

 

 

DIZERES AO INDIO QUE BUSCAVA TRIGO

         EU SEI que andas me buscando
         pelo que  passado eu digo:
         que por um grão de trigo
         teus filhos estão chorando.

         E me pergunto até quando
         encontrarão, índio amigo.
         E interrogando-me sigo
         e me sigo interrogando.

         Se por um grão de trigo
         teus filhos estão chorando,
         seguirei sempre cantando
         e sei, índio, o que digo.

         Pois enquanto andas me buscando
         o trigo, o bendito trigo,
         segue, índio, germinando,
         em meus cantares, comigo.

         Com meus cantares, cantando,
         trigo, índio, estou sembrando!

                   (Managua, 1944)
        
        

          POEMA A MACHADADAS

                   A Octavio A. Caldera

 

         OS DÉSPOTAS nos atam os pés e as mãos
         e travam nossos dentes com arame
         porque os impotentes sentem medo da palavra.
         Conosco varrem o piso das cidades,
         tapam as latrinas e nos submergem nos esgotos.
         Mas este será o ano dos grandes milagres.

         Porque a liberdade não está na letra da imprensa,
         nem nasce de dez bandidos que discutem num mesa,
         nem vêm dos carneiros que mugem no Parlamento.
         Liberdade: essa palavra se aferra bem dura em nossa
         consciência.

         Eis que aqui um pobre rói seu pão seco,
         eis aqui que uma menina não sacia seu escondido desejo,
         eis aqui que morre de cólera um operário,
         um sacerdote, um repórter.
         Mas no alto dança ébrio o dinheiro
         e eis aqui a outra cara da moeda!

         “ Nós chegamos sempre tarde. Estamos tarde.
         Morremos tarde.”
         Digam se isto não será nojento.

         Mas um grande alvorada se abre em nosso caminho
         porque Deus se prepara para descer no meio da rua.
         Deus, que afinal cai no chão.

         O pão que não comemos apodrece em distantes armários
         e o vinho ferve nas crateras longínquas.
         Um beijo, apenas um beijo da mulher amada
         busque ali onde a terra se espedaçou.

         Para alcançar a fortuna sempre faz falta uma polegada
         e a culpa está em nossa mirada medrosa,
         no verniz que engana o nosso tato,
         nos vergéis onde o olfato se embriaga.

         A culpa de nossos pobres sentidos,
         desde que nos fez sabe o senhor Ministro
         que dois mais dois são cinco;
         afinal sabemos que dois mais dois são quatro.

         Quando baixem ao povo estas simples verdades
         o mundo há de tornar-se subitamente claro
         como um punhal voado pelos ares
         em pleno dia, sobre os duros cenários.

                  (Ano de Guerra de 1943)       

         

 

 


Página publicada em dezembro de 2014; página ampliada em fevereiro de 2017.


 

 

 

 
 
 
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