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TEDI LÓPEZ MILLS
(Ciudad de México, 1959)
Editora y traductora. En 1994, obtuvo la beca "Jóvenes Creadores" del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y el Premio Nacional de Poesía "Efraín Huerta" por su libro Segunda persona. Actualmente, con una beca del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos prepara una antología del poeta norteamericano Gustaf Sobin.
OBRA PUBLICADA: Cinco estaciones, México, Ediciones Toledo, 1989; Un lugar ajeno, México, Ediciones del Equilibrista, 1993; Segunda persona, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1994.
TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
Los pasos de Arcadia
Cada árbol, cada pájaro, cada pez,
cada liana o lirio en la estela del barco,
cada insecto alumbrado por el sol de la piedra,
cada nube que transigía con un cielo distinto,
cada luz pasajera en el prisma de las horas,
o el clima de llegada o de ida,
la fractura de humedad en la vereda
antes de tocar el agua
y decir que era la misma siempre
aunque era otra la mano
porque el tiempo fue un rasgo de la piel
y no la esfera donde ocurrió el paisaje:
una parodia de la creación
en la naturaleza de los nombres
o a distancia un génesis irónico:
yo lo hice pero no miré
más allá de mi estrofa
en la calzada del barrio,
no vi el lugar del suceso;
vi la utopía de una forma
y el arte de fijarla donde no había nada.
Pero tuvo otro comienzo
la franja de tierra entre mar y laguna.
Arcadia se hizo historia,
esa cronología de la mente
bajo el techo de palmas
reflejado en los ojos del testigo
que iba podando el mar en aras del futuro
a una orilla de la lancha concreta,
porque hubo otra camino al pueblo,
la barca primigenia en los surcos de otro siglo,
el viaje premeditado a la altura del mito,
paganos en cada esquina del mapamundi
y un dios aquí, engarrotado,
porque la escena, el rapto de la ola,
se repetía sin que él dispusiera
del orden de sus actos.
Fue mejor no creerlo,
no tuvo divinidad ese lodo
que llegó a los tobillos
como la materia irreal de otra costa
y azotó con un lengüetazo pardo
la toalla blanca que consumía el resplandor
en la sombra de sus pliegues
mientras a lo lejos, en un promontorio,
tres garzas castigaban el silencio
con los picos abiertos como pinzas
salidas del plumaje revuelto.
Lo dijo el pescador:
aquí vienen a comer, lo demás es mentira.
Arcadia se hizo hambre
en la boca del testigo, luego teología:
el hartazgo volcado hacia el espíritu
que buscaba un refugio
y lo habitó sin dejar huella de su entrada.
Hubo casas con umbrales más densos
tierra adentro
que en el litoral de la playa
donde la pila de estacas
fue perdiendo su figura
a cambio de rozar la intemperie.
El día y la noche
en esos muros descarapelados
por la sal del aire que hendía huecos,
el cangrejo roto bajo la pata de la silla
o la cucaracha cavando una gruta
para despojarse de la armadura de arena,
depredaron la encarnación de otra vida
que quiso transcurrir
sin los detalles que la gastaban.
Y la mano en el sitio del agua todavía
era una Arcadia del tacto,
la leyenda de los dedos al filo de la tarde
que hice yo cuando tenía sentido
resucitar a un costado del signo muerto
para que hubiera desenlace
y no sólo esta señal del mundo
que convive con su retrato
porque hubo un testigo
del lugar a la vista
y su voz aún narra.
BESTIARIO INMEDIATO – muestra de poesia mexicana contemporânea. Prólogo y compilación César Arístides. Ciudad de México: Ediciones Coyoacán, 2000. 129 p. +7 hojas. 13x21 cm. Ilustraciones: Juan Manuel Ramos López. ISBN 970-633-171-9 Ex. bibl. Antonio Miranda
FELIS CATUS
Es la hora frutal y felina,
pelaje de ámbar y cuarzo.
Es la hora del durazno bajo el frío,
escarcha de jugo en la fruta del vidrio.
Es la hora del limón tras el mimbre,
tejidos de corona en la paja.
Es la hora tibia del hábito,
lomo desierto de sol y columna derruida.
Es la hora del corazón franqueado por la aguja,
ojos dormidos en la cuna de la sombra.
Es la hora del aire vencido,
garra exacta de la luz en el borde de un espacio.
Es la hora gato, mansa y diestra,
nariz cubierta de tela y uña clavada en el fieltro.
Es la hora fruta, flor y carne, heliotropo al viento y ceniza reposando.
Es la hora felina, trashumante,
barda santiguada y fantasma.
Es la hora del polvo reunido,
relíquia de la fruta y de los huesos.
Es la hora del rumbo de la tierra,
gato y tempo calcados em la caída de la rosa.
Es la hora difusaa, sin brocal ni memoria,
y vino siempre la muerte, gato, vino.
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TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda
Os passos de Arcádia
Cada árvore, cada pássaro, cada peixe,
alcada cipó ou lírio na esteira do barco,
cada inseto iluminado pelo sol de pedra,
cada nuvem que transigia com um céu diferente,
cada luz passageira no prisma das horas,
ou o clima de chegada ou de ida,
a fratura de umidade na vereda
antes de toca a água
e dizer que era sempre a mesma
embora fosse outra a mão
porque o tempo foi um recorte da pele
e não a esfera onde aconteceu a paisagem:
uma paródia da criação
na natureza dos nomes
ou a distância uma gënese irônica:
eu fiz mas não olhei
além de minha estrofe
na calçada do bairro,
nem vi o lugar do acontecimento;
vi a utopia de uma forma
e a arte de fixa-la onde não havia nada.
Mas ouve outro começo
a franja de terra entre mar e lagoa.
Arcádia fez-se historia,
essa cronologia da mente
sob o teto de palmeiras
refletido nos olhos do testemunho
que ia podando o mar em altar do futuro
numa beirada da lancha concreta,
porque houve outro caminho para o povoado,
a barca primigênia nas entranhas de outro século,
a viagem premeditada na altura do mito,
pagãos em cada esquina do mapa mundo
e um deus aqui, amarrotado,
porque o cenário, o rapto da onda,
repetia sem que ele dispusesse
a ordem de seus atos.
Foi melhor não acreditar,
não teve divindade esse lodo
que chegou aos tornozelos
como a matéria irreal de outra costa
e açoitou com uma lambida parda
a toalha branca que consumia o resplendor
na sombra de suas dobras
enquanto à distância, em um promontório,
três garças castigavam o silêncio
com os bicos aberto como pinças
saídas da plumagem agitada.
Disse o pescador:
aqui vê comer, o mais é mentira.
Arcádia fez-se de fome
na boca da testemunha, logo teologia:
a fartura volata para o espírito
que buscava um refúgio
e o habitou sem deixar vestígio de sua chegada.
Havia casa com soleiras mais densas
terra adentro
que nas margens da praia
onde a pilha de estacas
foi desfazendo sua figura
em troca de roça a intempérie.
O dia e a noite
nesse muros descarados
pelo sal do ar que cavava buracos,
o caranguejo roto sob a pata do assento
ou a barata cavando uma gruta
para desfazer-se da armadura de areia,
depredaram a encarnação de outra vida
que queria transcorrer
sem os detalhes que a gastavam.
E a mão no lugar da água ainda
era uma Arcádia de tato,
a lenda dos dedos no fio da tarde
que fiz eu quando fazia sentido
ressuscitar o costado do signo morto
para que houvesse desenlace
e não apenas este sinal do mundo
que convive com seu retrato
porque havia uma testemunha
do lugar à vista
e sua voz ainda narra.
FELIS CATUS
É a hora frutal e felina,
pelagem de âmbar e quartzo.
É a hora do pêssego no frio,
geada de suco na fruta do vidro.
É a hora do limão detrás do vime,
tecidos de corona na palha.
É a hora tíbia do hábito,
lomo deserto de sol e coluna derruída.
É a hora do coração franqueado pela agulha,
olhos dormidos no berço da sombra.
É a hora do ar vencido,
garra exata da luz na margem do espaço.
É a hora gato, mansa e destra,
nariz coberto de teia e unha cravada no feltro.
É a hora fruta, flor e carne,
baunilha ao vento e cinza repousando.
É a hora felina, transumante,
bardo benzido e fantasma.
É a hora do pó reunido,
relíquia da fruta e dos ossos.
É a hora do rumo da terra,
gato e tempo calcados na queda da rocha.
É a hora difusa, sem brocado nem memoria,
e veio sempre a morte, gato, vinho.
Página publicada em julho de 2017