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PABLO MOLINET

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  -  TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

LA OTRA – REVISTA DE POESIA – ARTES VISUAIS – OTRAS LETRAS.  No. 8    ano 2 – julio – septiembre 2010 – Ciudad de México.  Dirección general José Angel Leyva.  ISSN 1305 5143
Ex. bibl. Antonio Miranda

 

 

CIELO DE INVIERNO

Despierto; el cielo de invierno
ya es claro en la ventana:
recuerdo fotos del Pacífico Sur,
South Cape, Tasmania,
soledad tan gris del tiburón blanco.

Salgo. La dama del jardín me dice "cuídate"
en su lengua de caracoles y de agua.

Las hordas de rebozo y letanía
marchan oscuras y marchitas.

El pueblo es un puño de piedra
entre cuyos dedos me deslizo.

Frente a South Cape aletas cruzan
en un escalofrío de espuma.

No hay nadie en la calzada
Hoy es domingo y hace frío.

Canta una tórtola y después calla.
Un rumor de pleamar crece a lo lejos.

El viento asalta el valle.
Una aleta dorsal brilla en las nubes.

En el cementerio termina la calzada;
de ahí parte un camino
y se curva en la distancia.

 

ALLÍ ESTABAS, SENTADA EN LA OSCURIDAD

¿De qué pliegue del desierto venías
cuando toda rabo agitándose
cruzaste el matorral enjuto?

A la carrera con tus patas cortas
custodiaste nuestro andar.
Te quedaste en el umbral de la planicie,
entre arbustos de gracia submarina.

Fuera y dentro de nosotros
la arena color hueso
se disparaba en la penumbra.
Algo dúctil y potente nos empujaba
hacia ninguna parte.
Éramos limadura de hierro en un papel;
un niño la movía con un imán para formar figuras.

Si veíamos las luces de la carretera,
¿en dónde pisábamos que todo era distinto?

Regresamos silenciosos de miedo y maravilla.

Allí estabas, sentada en la oscuridad,
ardías como una veladora.

 

 

No sé si hubiéramos vuelto
si tú te hubieras ido.

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

 

        CÉU DE INVERNO

        Desperto; o céu de inverno
já está claro na janela:
lembro fotos do Pacífico Sul,
South Cape, Tasmânia,
solidão tão cinzenta do tubarão branco.

         Saio. A dama do jardim me diz: “cuida-te”
em sua língua de caracóis e de água.

         As hordas de disfarce e ladainha
marcham escuras e murchas.

         O povoado é m punho de pedra
entre cujos dedos me deslizo.

         Frente a South Cape asas cruzam
no calafrio da espuma.

         Ninguém na calçada.
Hoje é domingo e faz frio.

         Canta uma rola e depois se cala.
Um rumor de preamar cresce à distância.

         O vento assalta o vale.
Uma asa dorsal brilha nas nuvens.

         No cemitério termina a calçada;
daí parte um caminho
e dobra na distância.

 

          ALI ESTAVAS SENTADA NA ESCURIDÃO

        De que curva do deserto vinhas
quando toda cauda agitando-se
cruzaste o matagal enxuto
?

         Na carreira com teus pés curtos
custodiaste nosso andar.
Ficaste no umbral da planície,
entre arbusto de graça submarina.

         Fora e dentro de nós
a areia de cor de osso
disparava na penumbra.
Algo dúctil e potente nos empurrava
para lugar algum.
Éramos limalha de ferro em um papel;
um ninho a movia com um imã para formar figuras.

         Se íamos as luzes da estrada,
onde pisávamos se tudo era diferente?

         Regressamos silencioso de medo e maravilha.

         Ali estavas, sentada na escuridão,
ardias como uma vela.

         Não sei se teríamos regressado
se tu tivesses partido.

 

***

Quando éramos amigos  
corríamos pela planície e bosque
atrás da mesma represa até que seu sangue
nos molhava os peitos e os rostos.

         Quando éramos amigos
nós a cedíamos aos idosos
para comerem no inverno
e eles nos regalavam filhos
para crescerem conosco
nos guiaram e protegeram
do que anda pela noite.

         Iam descalças nossas pegadas
sobre a terra negra, sobre a branca neve.

         Assim como se vê o seu melhor amigo
tornar-se chorão aos quinze anos,
assim viram um dia os lobos.

         Assim rompeu-se o pacto.
A cobiça seguiu o medo;
vimos demônios que ameaçavam o rebanho.

***

Cuando éramos amigos
corríamos por llanura y bosque
tras la misma presa hasta que su sangre
nos mojaba los pechos y las caras.


Cuando éramos amigos
las cedíamos a los viejos
para que comieran en invierno
y ellos nos regalaban crías
para que crecieran con nosotros
nos guiaran y guardaran
de lo que anda por la noche.
 

Iban descalzas nuestras huellas

sobre la tierra negra, sobre la nieve blanca.
 

Así como uno ve a su mejor amigo
volverse llorón a los quince años,
así nos vieron un día los lobos.

 

Así se rompió el pacto.
A la codicia siguió el miedo;
vimos demonios que amenazaban el rebaño.

 

 

Página publicada em meio de 2019


 

 

 
 
 
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