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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MARCO ANTONIO MONTES DE OCA

(Ciudad de México, 1932-2009)

 

Formado en Filosofía y Derecho en la UNAM, tuvo una destacada labor en el ámbito cultural. Fundó la filial mexicana del Pen Club de la cual fue secretario; presidió la Asociación de Escritores de México (1976-1978) y ejerció como redactor y asesor de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, donde además dirigió la Colección Poemas y Ensayos. Fue profesor de la Universidad de Essex, Inglaterra. De 1978 a 1980 ocupó el cargo de agregado cultural de México en España.

En 1959 obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia por Delante de la luz cantan los pájaros, en 1966 el Premio Mazatlán de Literatura, en 1984 el Premio Zacatecas por Tablero de orientaciones y en 1985 el Premio Nacional de Literatura y Lingüística.

Su poesía se caracteriza por el dominio de la metáfora y su rigurosidad en el manejo del idioma.

 

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  - TEXTO EM PORTUGUÊS

 

 

EL BOSQUE VACÍO

 

He grabado tu nombre

En todos los árboles del bosque

Y no hay manera de orientarse

En la dudad donde las calles se llaman como tú

Dispénsame querida

La policía nos busca

Y desde que el gobierno le puso doble dentadura

Se ve más esbelta más valiente:

Ahora el pueblo es. la funda de sus bayonetas

Hay más policías que ganas de vivir

La flor que me diste

La degolló una lágrima

Y el ojal de mi saco nuevamente está vacío

Más vacío que los ojos de las máscaras

Vacío como el pecho de la policía

Al perseguir tu nombre

Por todos los árboles del bosque.

 

 

O BOSQUE VAZIO

Gravei o teu nome
Em todas as árvores do bosque
E não há como orientar-se
Na cidade onde as ruas têm teu nome
Dispensa-me querida
A polícia nos persegue
E desde que o governo  dupla dentadura
Está mais esbelta e mais valente.
Agora a cidade é a capa de suas baionetas.
Há mais policiais do que a vontade de viver.
A flor que me deste
Foi degolada pela lágrima
e a casa de meu paletó está vazia
mais vazia que os olhos das máscaras
Vazio como o peito do policial
Ao perseguir teu nome
Em todas as árvores do bosque.

 

(Trad. de Antonio Miranda)

 

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Ruina de la infame Babilonia

 

                    a mis padres

 

 

Todo se ahoga de pena

y las mismas escafandras se amoratan bajo el mar.

El pulso, lo más cierto de un río con vida,

y la sal, estatua que nace demolida,

apagan sus latidos;

el tajo fúnebre

no permite más germinaciones.

Asimismo, las piedras de mi esqueleto

jamás estuvieran soldadas

y ahora se cansan de su equilibrio.

¡Qué helado lugar, apenas hay buitres

y un inmenso bagazo rompe en lágrimas!.

De todo esto ha de beber el hombre:

del agua vacía,

de esa lágrima llorada en el museo

donde héroes y follages

no pueden asomar el pecho

contiguo al emboscado perfume de las momias.

Mi cuerpo no dobla las espigas,

la parra sombrea sin calcinarse el muro al rojo vivo,

el rescoldo no cede al yunque una sola de sus chispas.

Está extraño hoy el mundo...

y se defiende contra aquello que lo inventa.

Por eso más vale no acordarme,

no mirar el sitio donde la pálida yema de mis anos

 

es repartida y destazada,

como un amargo sol caldo

en que medran gusanos.

Necesito más ojos o menos lágrimas

o colgarme con ambas manos del párpado,

sádica ventana que abierta permanece

y hasta el fin contempla el hundimiento.

Necesito pulverizar mis saltos,

deslizarme con menos huesos que nunca,

pues jadean los belfos de mi herida

y si en ella aparece espuma de cansacio

moriré aterrado, sin conciencia,

de espaldas a ese paraíso benévolo

que suele abrirse,

cuando a marinos milagrosos

que navegan sin nave,

se les desfonda la suela del zapato.

Me duele que la vida no me duela

como a esos topos inflados de cascajo,

que llevan túneles al pedernal

y con ojos rojos como lámparas

atraviesan densas fumarolas

y aun soportan en la espalda

todas las estrellas y los ríos.

i0h mineros abrumados,

temblorosos tamemes del planeta,

'contemplad, contemplad conmigo el aire negro,

las tristes piedras que fueron un incendio

y casi una mirada.

Hoy está extraño el mundo...

La yerba piensa desde su cráneo de rocío

que ya nadie cabe en su muerte,

pues la sinceridad traiciona

y ni con todos los huesos juntos en la mano

podemos tener certeza de lo cierto,

ni siquiera en la hora en que el cuerpo

es un ataúd del corazón,

del corazón sólo tenido en alto,

para descárgalo, suave piedra roja,

sobre el pavor del último instante.

 

 

 

Ruína da infame Babilónia

 

                  a meus pais

 

 

Tudo se afoga em pena

e os próprios escafandros se arroxeiam sob o mar.

O pulso, o mais certo de um rio com vida,

e o sal, estátua que nasce demolida,

apagam seus latejos;

o talho fúnebre

não permite mais germinações.

Assim também, as pedras de meu esqueleto

jamais estiveram soldadas

e agora se cansam de seu equilíbrio.

Que gelado lugar, apenas abutres,

e um imenso bagaço rompe em lágrimas!

De tudo isto há de beber o homem:

da água vazia,

dessa lágrima chorada no museu

onde heróis e folhagens

não podem aflorar o peito

vizinho ao emboscado perfume das múmias.

Meu corpo não dobra as espigas,

vinhas sombreiam sem calcinar-se o muro à brasa viva,

o rescaldo não cede à forja qualquer de suas chispas.

Está estranho hoje o mundo...

e se defende contra aquilo que o inventa.

Por isso mais vale não me lembrar,
não olhar o local onde a pálida gema de meus anos

é repartida e destroçada

como um amargo sol caldo

em que vicejam vermes.

Necessito mais olhos ou menos lágrimas

ou pendurar-me — ambas as mãos — na pálpebra,

sádica janela que aberta permanece

e até o fim contempla o desabamento.

Necessito pulverizar meus saltos,

deslizar com menos ossos que nunca,

pois ofegam os beiços de minha ferida

e se nela aparece espuma de cansaço

morrerei aterrado, sem consciência,

de costas a esse benévolo éden

que costuma se abrir,

quando a marinheiros milagrosos

que sem nave navegam

se lhes desfaz a sola do sapato.

Dói-me que a vida não me doa

como a essas toupeiras prenhas de cascalho

que levam túneis ao pedernal,

e com olhos vermelhos como lume

atravessam densas fumarolas

e ainda suportam nas costas

todas as estrelas e os rios.

Ó mineiros atribulados,

trémulos estivadores de planeta,

contemplai, contemplai comigo o ar negro;

as tristes pedras que foram incêndio

e quase um olhar.

Está estranho o mundo hoje...

A erva pensa lá de seu crânio de orvalho

que já ninguém cabe em sua morte,

pois a sinceridade atraiçoa

e nem com todos os ossos juntos na mão

podemos ter certeza do certo,

nem sequer na hora em que o corpo

é um ataúde do coração,

do coração apenas tido no alto

para ser descarregado, suave pedra vermelha,

sobre o pavor do último instante.

 

(Tradução de Carlos Augusto Ancêde Nougué)


 

 

Página publicada em junho de 2013

 



 

 

 

 
 
 
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