MUSEO
Suspiro distancia
arañando los faldones del cíelo.
Cisma o serial: veloz vertiente,
astilla en mano. Cuerpo se libera
y escurre entre las sábanas;
en el rincón, en la grama pisada por la ausencia.
En este país se decide mi destino,
el canto del hechizo, el estar sin ti que y a me mata.
Atormentado el salto del pez, la flor marchita
en la línea de mistério
que llega diáfana y pide un tazón de yogur
en la destilante causa del desayuno. Después, en
paro,
o silencioso principio de semana, el acto de recordarte
en esa pila de papeles que golpea mi cabeza.
Pero el canto, aquellos goterones y la risa me
devolvían
la calma, lo suave de la almohada, el perfume de
tu cuerpo
inundando mis cajones de todos los días en estrictas
horas de oficina.
Te veia
en jardines ocultos
suspirando entre losas y rosários,
en las verdinegras alfombras de palácio.
Y flaco yo de lejos contemplaba;
y tú,
pálida y gozosa, por los anillos del alma
me saludabas con tus brazos extendidos.
Daba vuelta,
aceleraba creyendo ver tu rostro, la turbadora
sonrisa,
el clima aquel
que de mi cama a tu puerto
me acercaba.
II
Con fuerza lo habías profanado, hincado
en piedra
con ese jersey oscuro, bufanda suelta
al siniestro sinsentido.
Y recoger la servilleta,
husmear bajo la mesa y estar tan cerca, tan
delicadamente cerca
de sus hipocampos y cigüeñas, de esas doncellas
danzando:
vírgenes almidonando el cuello de la
camisa donde me guardas; de mi tan pequeñito
en esos lienzos por ti tan desplegados, tan
refulgentes de sol
en los tendidos, en los balcones, cayendo en las
terrazas,
abriendo lenguajes, palabras con sombra en la
media tarde
como botes dormidos por esas garzas
preñadas
a la luz del cuadro
a medio terminar...
Desayunas volviendo el rostro.
Tenso en mi dormitorio
despierto a las amapolas de tus labios,
rayados óculos en la mesa junto al diário
donde antes todo estuvo a la mano de los Médicis;
los de la tarjeta
inagotable, aquella de los frescos y cuadros, de los
mármoles y piedras,
la del fondo crediticio, la hipoteca y los papeles
cantando la gloria de los güelfos,
el barómetro y la bola de cristal. Ahora, de pronto
se entiende y emprendes tu paso; uno tras otro,
tu necesidad de movimiento, las risas tras los
árboles en el caer continuo de la nieve.
Atrevimiento
por subir la cuesta.
El susurro de los ángeles
en esta noche con ausencia de ti.
Sin ti me hallo
acongojado frente a estos cuadros que indiferentes
me contemplan
por encontrarte tu tan lejos
a la orilla de un río que cruza esta ciudad donde
los Médicis ignoran,
no recuerdan
el contrato estipulado
a donde vine a buscarte.
Lejos te has ido, al otro lado del mundo, lejos de
toda piedad
y surgiendo siempre
entre espumas de lechos no soñados.
MUSEU
Suspirou distância
arranhando as fraldas do céu.
Cisma ou sinal: veloz vertente,
estilhaço na mão. Libera-se o corpo
que escorre entre os lençóis;
no rincão, na grama pisada pela ausência.
Neste país se decide meu destino,
o canto do feitiço, o estar sem ti que me mata.
Atormentado o salto do peixe, a flor murcha
na linha do mistério
que chega pálida e pede um pote de iogurte
na destilante razão do café da manhã. Depois,
desocupado,
ou silencioso princípio de semana, o ato de te
lembrar
nessa pilha de papéis que golpeia minha cabeça.
Mas o canto, aquelas goteiras e o riso me devolviam
a calma, o suave do travesseiro, o perfume do teu
corpo
inundando minhas gavetas cotidianas em estritas
horas de escritório.
Te via
em jardins ocultos
suspirando entre lajes e rosários,
nos tapetes verde-escuros de palácio.
E fraco de longe eu contemplava;
e tu,
pálida e gozosa, pelos anéis da alma
me saudavas com teus braços estendidos.
Retornava,
acelerava crendo ver teu rosto, o sorriso
perturbador,
aquele clima
que de minha cama a teu porto
me aproximava.
II
Com força o profanaste, plantado na
pedra
com esse jérsei escuro, cachecol solto
em sinistro sem sentido.
E recolher o guardanapo,
fuçar sob a mesa e estar tão perto, tão
delicadamente perto
de seus hipocampos e cegonhas, dessas donzelas
dançando:
virgens engomando o colarinho da
camisa onde me guardas; de mim tão pequenino
nessas telas por ti tão desdobradas, tão
resplandecentes de sol
nos varais, nas sacadas, caindo nos terraços,
abrindo linguagens, palavras com sombra no meio
da tarde
como botes adormecidos por essas garças
prenhes
na luz do quadro
quase pronto...
Desjejuas virando a cara.
Tenso no meu quarto
atento às papoulas de teus lábios,
gafas rajadas na mesa junto ao Diário
onde antes tudo esteve à mão dos Médicis; os do
cartão
sem limite, dos afrescos e quadros, dos mármores
e pedras,
do fundo de investimentos, da hipoteca e dos
papéis cantando a glória dos guelfos,
do barómetro e da bola de cristal. Agora, de
imediato
se entende e empreendes teu passo; um após o
outro,
tua necessidade de movimento, os risos atrás das
árvores na queda contínua da neve,
Atrevimento
por subir a encosta.
O sussurro dos anjos
nessa noite com tua ausência.
Sem ti me encontro
amargurado diante destes quadros que
indiferentes me contemplam
por estares tão longe
à margem de um rio que cruza esta cidade que os
Médicis ignoram,
não se lembram
do contrato estipulado
aonde vim te buscar.
Pra longe partiste, pró outro lado do mundo, longe
de toda piedade
e surgindo sempre
entre espumas de camas não dormidas.
De
VILLARREAL, José Javier.
Bíblica / Portuaria.
Monterrey: CONARTE; México, DF:
Ediciones El Tucán de Virginia, 2011.
Encontro
*Era a neblina que embaçava o brilho dos meus olhos
uma fazenda de cordeiros desprendendo-se do sonho,
a manhã, o dia, as bruxas que encrustavam o azul
de seus colmilhos
até deambular sonámbulos por escuros e diminutos
campos de batalha…
Os güelfos vigiavam espreitando como serpentes
enroscadas em coxas de virgens.
O dia detrás de resplendor do dia numa chuva que molha
o pesado manto das donzelas,
o olhar atento dos rapazes.
E tudo isto bem no centro do mundo.
*Ao abrir a porta
na penumbra da cas,
esse fantasma que te mira e se afasta.
II BIENAL INTERNACIONAL DE POESIA DE BRASÍLIA – Poemário. Org. Menezes y Morais. Brasília: Biblioteca Nacional de Brasília, 2011. s.p. Ex. único.
Cabe ressaltar: a II BIP – Bienal Internacional de Poesia era para ter sido celebrada para comemorar o cinquentenário de Brasília, mas Governo do Distrito Federal impediu a sua realização. Mas decidimos divulgar os textos pela internet.
UNA VEZ EN LA CIMA se contempla el paisaje:
las piedras sobre piedras que guardan y ocultan otras piedras;
los arbustos, las veredas, la arcilla,
los muertos que aún siguen manejando sus autos
o en autobuses, acompañados, con la idea constante del regreso
o de la aventura que se abre ante sus ojos cerrados.
Campo Alaska está a un costado; desde la carretera
no se ve, hay que desviarse, salir de ella, tomar un camino vecinal
que te lleva hasta él. Y hay tan poco que ver.
Una casa en ruinas que fue un hospital para tuberculosos y antes
una casa de gobierno, un cuarto para dementes,
una escuela que es casi nada; ruinas aquí y allá como piedras,
como arbustos que se mantienen de pie ante tanto viento, sol y frío
que se recargan contra ellos. Un depósito de agua sin agua, sin tuberías
que bajen a este campo que fue la casa de los
locos, antes un cuartel militar, ahora un museo sin mucho
que ofrecer: mamparas y fotografías, textos antropológicos en inglés,
flechas y más
piedras en cajas de cristal que no se distinguen de las que yacen afuera.
También hay una crónica de la construcción del camino nacional;
también está el anfitrión, el encargado de cobrar
los boletos y llevar el registro de los visitantes. Hace más de veinte años
ganó
algunos premios literarios; hoy convive con fantasmas, con una mujer
que se le acerca, cada vez más, y una niña recelosa que lo mira desde lejos.
No hay
mucho que ver; una clínica, también en ruinas,
una gasolinera irreconocible y el dato que el gobierno central, el de la
capital,
el de Venustiano Carranza, pagaba a sus empleados con pesos de oro
(sólo en el Distrito Norte, sólo en la frontera).
Hoy la actividad es el pan de dulce y los tacos a vapor, la caseta de peaje
que cobra catorce pesos con los cuales se realizan las mejoras municipales.
No hay más en Campo Alaska, no hay nada que ver en Campo Alaska.
Pero una vez que ya te has ido y extraviado los folletos de información
que te dieron. Cuando apagas la luz y cubres tu cuerpo con las cobijas de tu
cama
te das cuenta de lo mucho que hay entre esas ruinas, de lo que no
alcanzaste a ver,
y ahora te acompaña.
ESTANDO LÁ EM CIMA se contempla a paisagem:
pedras sobre pedras que guardam e ocultam outras pedras;
os arbustos, as veredas, a argila,
os mortos que continuam dirigindo seus carros
ou em ônibus, acompanhados, com a ideia constante do regresso
ou da aventura que se abre aos seus olhos cerrados.
Campo Alaska está de um lado; desde a rodovia
não se vê, tem-se que desviar, sair dela, tomar um camino vicinal
que te leva até lá. E há tão pouco para ver.
Uma casa em ruinas que foi um hospital para tuberculosos e antes
uma casa de governo, um quarto para dementes,
uma escola que é quase nada; ruínas aquí e acolá como pedras,
como arbustos que se mantêm de pé enfrentando tanto vento, sol e frio
que se lançam contra eles. Um depósito de água sem água, sem
canos
que desçam a este campo que foi a casa dos
loucos, antes um quartel militar, agora um museu sem muito
que oferecer: biombos e fotografías, textos antropológicos em inglês,
sinais e mais
pedras em caixas de cristal que não se distinguem das que jazem
lá fora.
Também tem uma crônica da construção do caminho nacional;
também está o anfitrião, o encarregado de cobrar
os ingresos e preencher o registro dos visitantes. Há mais de vinte
anos
ganhou
alguns prêmios literários; hoje convive com fantasmas, com uma mulher
que se lhe aproxima, cada vez mais, e uma menina receosa que o observa de longe.
Não há
muito o que ver; uma clínica, também em ruínas,
um posto de gasolina irreconhecível e o dado de que o governo central,
na capital,
do Venustiano Carranza, pagava seus empregados com patacas de ouro
(só no Distrito Norte, apenas na fronteira).
Hoje a atividade é o pão doce e os “tacos” a vapor, o posto de pedágio
que cobra quatorze pesos com os quais realizam as melhorias municipais.
Campo Alaska não há mais, não há mais nada que ver em Campo Alaska.
Mas se chegaste até lá e extraviaram-se os folhetos de informação
que te deram. Quando apagas as luzes e cobres teu corpo com os lençóis
de tua
cama
é que percebes o tanto que há entre as ruínas, o não conseguiste ver,
e que agora te acompanha.
LOS QUE DICEN SABER aseguran que la primera línea de un poema
llega dictada por los dioses,
después el poeta tiene que ir levantando el resto, excavando las zapatas,
amarrando los castillos,
trazando con la plomada ese pequeño horizonte que dará nivel a la
construcción;
tendrá que hacerse cargo del resto del poema,
que es casi todo, y que escapa al orden divino.
Sólo la primera, sólo el primer verso pertenece al reino de la inspiración,
lo que sigue se mide con las tablas del hombre,
con esas comparaciones y coincidencias que el poeta no se cansa de
establecer;
esas anécdotas, más soñadas que vividas, que,
con todo y poema,
a casi nadie interesan.
Sin embargo, el poema está ahí acompañando ese primer verso,
esa frase inspirada, dictada por el ángel -como diría otro poeta-,
en esa oscuridad, en ese espacio tan solo
que nos resulta el cielo cuando no hay luna ni estrellas.
Pero de pronto aparece esa luz, ese lucero que ilumina nuestra pequeñez
y nosotros, bajo esa luz tan intensa, nos sentimos todavía más solos,
pero descubrimos esas otras estrellas, más distantes y pálidas
-es cierto-
y creemos adivinar figuras y constelaciones
y nos vemos reflejados en ellas y la noche adquiere un sentido
haciendo que el día se nos prometa menos hostil.
El poema está ahí, en el cielo, brillando, con todos los materiales propios
de la tierra.
OS QUE DIZEM SABER garantem que a primeira linha de um poema
vem ditada pelos deuses,
depois o poeta debe ir compondo o resto, escavando as
botas,
aprumando os tijolos,
traçando com o prumo este reduzido horizonte que dará o nível à
construção;
deberá encarregar-se do resto do poema,
que é quase tudo, e que escapa do designio divino.
Apenas o primeiro, somente o primeiro verso pertence ao reino da
inspiração,
o que se segue mede-se com as tabelas do homem,
com essas comparações e coincidências que o poeta não se cansa de
estabelecer;
essas estórias, mais sonhadas que vividas, que,
com tudo e poema,
a quase ninguém interessam.
No entanto, o poema está aí acompanhando esse primeiro verso,
essa frase inspirada, ditada pelo anjo — como diria um outro poeta—,
nessa obscuridade, nesse espaço tão ermo
que nos resulta o céu quando não há lua nem estrelas.
Mas de repente aparece essa luz, este luzeiro que ilumina nossa
pequenez
e nós, sob essa luz tão intensa, nos sentimos ainda mais sozinhos,
mas descobrimos essas outras estrelas, mais distantes e pálidas
— é certo —
e acreditamos adivinhar figuras e constelações
e nos vemos refletidos nelas e a noite adquire um sentido
fazendo que o dia se apresente menos hostil.
O poema está aí, no céu, brilhando, com todos os materiais
próprios
da terra.
Página publicada em março de 2011; ampliada e republicada em outubro de 2011. Ampliada em abril de 2019