FABIO MORABITO
Fabio Morábito (1955) es autor de tres libros de poesía: Lotes baldíos (FCE, 1985), que ganó el premio Carlos Pellicer en ese mismo año, De lunes todo el año (Joaquín Mortiz, 1992), que ganó el premio Aguascalientes en 1991, y Alguien de lava (Era, 2002). Los tres acaban de aparecer reunidos en el volumen La ola que regresa (FCE, 2006). Ha escrito tres libros de cuentos, La lenta furia (1989, 2002), La vida ordenada (2000) y Grieta de fatiga (2006), este último ganador del premio de narrativa “Antonin Artaud” 2006, todos ellos editados por Tusquets, así como dos libros de prosas, Caja de herramientas (FCE, 1989) y También Berlín se olvida (Tusquets, 2004) Ha publicado una breve novela para niños, Cuando las panteras no eran negras (Siruela, 1996) y es autor de un libro de ensayos, Los pastores sin ovejas (El Equilibrista, 1995). Ha traducido la poesía completa de Eugenio Montale, que acaba de publicarse en España (Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2006) y el Aminta de Torquato Tasso (UNAM, 2001). Ha residido largas temporadas en el extranjero, la última vez en Berlín. Varios de sus libros han sido traducidos al alemán, al inglés, al francés, al portugués y al italiano.
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
Los perros ladran a lo lejos.
Junto con ellos soy
el único sin sueño en el planeta.
Me ladran a mí,
despiertos por mi culpa.
Mi estar despierto los encoleriza
y su cólera me espanta.
Somos los únicos
que no dudan
de la redondez de la tierra.
Los otros, los dormidos,
han renegado de Copérnico,
por esta única vez
se han reclinado sobre un mundo plano.
Por esta única vez, todas las noches,
y así amanecen,
creyendo que la tierra no da giros
y ellos se han dormido en sus laureles.
No pueden conciliar el sueño
sobre una superficie triste,
sobre un planeta equis.
Mejor oír ladrar los perros
que amanecer neolíticos.
Más vale no pegar el ojo
que claudicar del universo.
* * *
Orejas
dos orejas: una para oír a los vivos
otra para oír a los muertos
las dos abiertas día y noche
las dos cerradas a nuestros sueños
para oír el silencio no te tapes las orejas
oirás la sangre que corre por tus venas
para oír el silencio aguza los oídos
escúchalo una vez y no vuelvas a oírlo
si te tapas la oreja izquierda oirás el infierno
si te tapas la derecha oirás... no te digo
había una tercera oreja pero no cabía en la cara
la ocultamos en el pecho y comenzó a latir
está rodeada de oscuridad
es la única oreja que el aire no engaña
es la oreja que nos salva de ser sordos
cuando allá arriba nos fallan las orejas.
* * *
El maestro pasa lista
sin mirarnos.
Después de cada nombre
se escucha “presente”.
Cada tanto un silencio: alguien no vino.
El maestro levanta la vista para cerciorarse.
Hubo una vez uno que guardó silencio
al oír su nombre,
el maestro levantó la vista, no lo vio
y puso la cruz de la falta.
El otro permaneció impasible
y lo miramos con envidia.
Tenía una cruz y estaba
entre nosotros.
No se quitó la cruz en toda la mañana.
Sin percatarse del engaño,
el maestro le pidió que leyera en voz alta
y en el salón estalló la risa.
¿Por qué se ríen?,
y todos bajamos la vista,
incluido el ausente,
que leyó con voz de ausente,
o así me pareció.
Al otro día no vino,
tampoco al otro día
y pocos días después, pasando lista,
el maestro se saltó su nombre,
después lo tachó con la pluma
y yo olvidé su nombre, su rostro y su cruz.
* * *
Veo a mi padre asomado a la ventana.
Sentado en el suelo del cuarto,
miro su espalda ancha. Aún no camino.
Qué hermoso es un padre
cuando, asomado a una ventana,
su espalda se recorta para el hijo.
Le deja impreso su mejor recuerdo.
Padre que encara el mundo,
primera puerta que nos da la infancia,
primer atisbo de que no todo es pecho.
* * *
Siempre me piden poemas inéditos.
Nadie lee poesía
pero me piden poemas inéditos.
Para la revista, el periódico, el performance,
el encuentro, el homenaje, la velada:
un poema, por favor, pero inédito.
Como si supieran de memoria lo que he escrito.
Como si estuvieran colmados de mi poesía
y ahora necesitaran algo inédito.
La poesía siempre es inédita, dijo el poeta en un poema,
pero ellos lo ignoran porque no leen poesía,
sólo piden poemas inéditos.
* * *
Benditas puertas, creadoras
de la penumbra
y del habla en voz baja,
que fue la creadora a su vez
de la escritura.
Benditos goznes que nos separan
de las bestias.
Es fácil hoy decir malditas puertas,
malditos libros,
maldita la postura erguida.
Haber bajado de los árboles
fue la primera puerta que se abrió
y se nos olvidó cerrarla.
¿Fue una omisión o una genialidad
dejarla abierta por las dudas?
El bosque nos persigue
en nuestra prosa y nuestros versos
y toda puerta que abrimos,
la abrimos todavía sobre un claro,
y cada puerta que cerramos,
aun la más inocua,
pergeña una penumbra y un secreto.
No terminamos de bajar al suelo,
nuestra mayor herida,
y a base de puertas lentamente
nos curamos.
* * *
EN LA PLAYA
El viento, más
que yo,
se fuma este cigarro
entre mis dedos,
dejándome el placer
de sólo tres o cuatro bocanadas,
y el mar expropia las palabras
que te digo,
porque, acostada, no me oyes.
El sol, el viento y la marea
te ensordecen
y cuando me levanto
para dar dos pasos,
viendo mis huellas que se imprimen
en la arena,
pienso que esas pisadas mienten,
que ya no piso así desde hace no sé cuándo;
son huellas de otro
que sobrevive en mis pisadas, pues las mías
son mucho menos elocuentes.
Tú, en cambio, que me ves
completo e indivisible,
sabes mejor que nadie cómo soy mortal,
cómo mis huellas en la arena me describen
y cómo se plasma en ellas lo que soy,
sabes mejor que nadie cómo no escucharme.
ÉPOCA DE CRISIS
Este edificio tiene
los ladrillos huecos,
se llega a saber todo
de los otros,
se aprende a distinguir
las voces y los coitos.
Unos aprenden a fingir
que son felices,
otros que son profundos.
A veces algún beso
de los pisos altos
Se pierde en los departamentos
inferiores,
hay que bajar a recogerlo:
"Mi beso, por favor,
si es tan amable".
"Se lo guardé en papel periódico".
Un edificio tiene
su época de oro,
los años y el desgaste
lo adelgazan,
le dan un parecido
con la vida que transcurre.
La arquitectura pierde peso
y gana la costumbre,
gana el decoro.
La jerarquía de las paredes,
se disuelve,
el techo, el piso, todo.
Se hace cóncavo
es cuando huyen los jóvenes,
le dan la vuelta al mundo.
Quieren vivir en edificios
vírgenes,
quieren por techo el techo
y por paredes las paredes,
no quieren otra índole
de espacio.
Este edificio no contenta
a nadie,
está en su época de crisis,
de derrumbarlo habría
que derrumbarlo ahora,
después va a ser difícil.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
Os cães ladram à distância.
Junto deles sou
o único sem sonho no planeta.
Ladram para mim,
despertos por minha culpa.
Meu estar desperto os encoleriza
e sua cólera me espanta.
Somos os únicos
que não duvidam
da redondez da terra.
Os demais, os dormidos,
renegaram Copérnico,
por esta única vez
reclinaram-se sobre um mundo plano.
Por esta única vez, todas as noites.
e assim amanhecem,
acreditando que a terra não gira
e eles dormiram em seus lauréis.
Não conseguem conciliar o sonho
sobre uma superfície triste,
sobre um planeta X.
Melhor ouvir ladrar os cães
que amanhecer neolíticos.
Mais vale não fechar o olho
que claudicar pelo mundo.
* * *
Orelhas
duas orelhas: uma para ouvir os vivos
outra para ouvir os mortos
as duas abertas dia e noite
as duas fechadas para nossos sonhos
para ouvir o silêncio não tapes as orelhas
ouvirás o sangue que corre por tuas veias
para ouvir o silêncio aguça os ouvidos
escuta-o uma vez não voltes a ouvi-lo
se tapas a orelha esquerda ouvirás o inferno
se tapas a da direita ouvirás... não te digo
havia uma terceira orelha mas não cabia na cara
a ocultamos no peito e começou a latejar
está cercada pela escuridão
é a única orelha que o ar não engana
é a orelha que nos salva de sermos surdos
quando lá encima nos falham as orelhas.
* * *
O profesor passa a lista
sem mirar-nos.
Depois de cada nome
se ouve “presente”.
Vez por outra um silencio: alguém não veio.
O professor levanta a vista para certificar-se.
Houve uma vez um que guardou silêncio
ao ouvir seu nome,
o professor levantou a vista, não o viu
e pôs a cruz da falta.
O outro permaneceu impassível
e o miramos com inveja.
Tinha uma cruz e estava
entre nós.
Não tirou a cruz em toda a manha.
Sem perceber o engano,
o professor pediu que lesse em voz alta
e a sala estalou em risada.
Por que riem?,
e todos baixamos a vista,
incluindo o ausente,
que leu com voz de ausente,
ou assim me pareceu.
No outro dia não veio,
tampouco no dia seguinte
e pouco dias depois, passando a lista,
o professor pulou seu nome,
depois o riscou com a caneta
e eu esqueci seu nome, seu rosto e sua cruz.
* * *
Vejo meu pai aparecendo na janela.
Sentado no piso do quarto,
olho sua espalda larga. Ainda não caminho.
Que belo é um pai
quando, aparecendo numa janela,
sua espalda se revela para o filho.
Deixa impressa sua melhor lembrança.
Pai que encara o mundo,
primeira porta que nos dá a infância,
primeiro vislumbre de que nem tudo é peito.
* * *
Sempre me pedem poemas inéditos.
Ninguém lê poesia
mas me pedem poemas inéditos.
Para a revista, o jornal, a performance,
o encontro, a homenagem, o sarau:
um poema, por favor, mas inédito.
Como se soubessem de memória o que escrevi.
Como se estivessem repletos com minha poesia
e agora necessitassem algo inédito.
A poesia é sempre inédita, disse o poeta num poema,
mas ele não sabem porque não lêem poesia,
apenas solicitam poemas inéditos.
* * *
Benditas portas, criadoras
da penumbra
e da fala em voz baixa,
que foi a criadora em seu turno
da escritura.
Benditas dobradiças que nos separam
das bestas.
É fácil ouvir dizer malditas portas,
malditos livros,
maldita a postura erguida.
Haver descido das árvores
foi a primeira porta que se abriu
e nos esquecemos de encerrá-la.
Foi uma omissão ou genialidade
deixá-la aberta pelo sim e pelo não?
O bosque nos persegue
em nossa prosa e nossos versos
e toda porta que abrimos,
abrimos ainda sobre um claro,
e cada porta que fechamos,
ainda a mais inócua,
engenha uma penumbra e um segredo.
Ainda não terminamos de descer ao chão,
nossa maior ferida,
e por meio de portas lentamente
nos curamos.
NA PRAIA
O vento, mais
que eu,
fuma este cigarro
entre meus dedos,
deixando-me o prazer
de apenas três ou quatro baforadas,
e o mar desapropria as palavras
que te digo,
porque, deitada, não me ouves.
O sol, o vento e a maré
te ensurdecem
e quando me levanto
para dar dois passos,
vendo meus vestígios que se imprimem
na areia,
penso que minha pegadas mentem,
que já não piso assim desde não sei quando;
sem vestígios de outro
que sobrevive em minhas pegadas, pois as minhas
são bem menos eloqüentes.
Tu, ao contrário, que me vês
Inteiro e indivisível,
sabes melhor que ninguém como sou mortal,
como meus vestígios na areia me descrevem
e como plasma neles o que sou,
Sabes melhor que ninguém como não ouvir-me.
ÉPOCA DE CRISE
Este edifício tem
os ladrilhos ocos,
chega-se a saber tudo
sobre os demais,
aprende-se a distinguir
as vozes e os coitos.
Uns aprendem a fingir
que são felizes,
outros que são profundos.
Às vezes algum beijo
dos andares mais altos
se perde nos apartamentos
inferiores,
há que descer para recolhê-lo>
“Meu beijo, por favor,
por gentileza”.
“Eu o guardei em papel de jornal”.
Um edifício tem
sua época de ouro,
os anos e o desgaste
o emagrecem,
fazem-no parecer
com a vida que passa.
A arquitetura perde peso
e ganha o costume,
ganha o decoro.
A hierarquia das paredes,
se dissolve,
o teto, o piso, tudo.
Torna-se côncavo
é quando fogem os jovens,
dão a volta ao mundo.
Querem viver em edifícios
virgens,
querem por teto o teto
e por paredes as paredes,
não querem outra índole
de espaço.
Este edifício não satisfaz
ninguém,
está em sua época de crise,
de demoli-lo haveria
que demoli-lo agora
depois vai ser difícil.
Página publicada em agosto de 2008
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