ALEJANDRO TARRAB
Alejandro Tarrab (Ciudad de México, 1972). Poeta y ensayista. Autor de los libros Siete cantáridas (Ediciones Sin Nombre, 2001), Centauros (Ediciones del Ermitaño, 2001) y Litane (Cuadrado Negro, 2006; Zignos, 2007; Bonobos/Setenta/Conaculta, 2009). Obtuvo la beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en los periodos 2004-2005 y 2006-2007 y el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 2009.
TEXTOS EM ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
Extraídos de
HIJOS DE PUTA. 15 poetas latino-americanos. Selección y notas: Darwin Bedoya. Puno, Perú: Grupo Editorial Hijos de lluvia, 2011. 378 p. 17x23,5 cm. ISBN 978-612-46080-0-1 Col. A.M.
AVE, LÚCIFER
Nesse rio que corre
em veias mansas dentro de mim
OS MUTANTES
Ave Lucifer alcánzame mientras huyo de mi país,
de la miseria enemiga, que son todos los hombres.
Ave Lucifer tócame el plexo con tu risa, híncame el amor
igual que a María y a las beatas del cuerpo, pero con más ganas,
con más filo por delante. Ave híncame que ya voy corriendo,
que ya salgo de este país, te digo, en estado de alma, ven por mí.
Llévame a la contemplación, a la suspensión de este ejercicio
que nos llaman vida. Vida toca. Ave.
Y si golpeas un paso más hondo de lo que has arruinado,
déjame batir con veneno tras de ti. Ave déjame gozar
algo más grave que la ruina y morir,
morir desternillado: parábola, estampita-del-diablo-alado, ¡lotería!
Así, en una narración hiperbólica de las figuras,
podrías prendarte de mis nalgas: cómo tiran mientras voy huyendo.
Un encuadre de las cosas del reino, por decir un alcor,
un insecto pertinaz y delirante.
Yo podría soltarme. Lucifer, con tu sazón de Marvel,
muíante perfección de picadura, Señor.
Inféctame de paraíso, no me dejes volver, cuerpo.
No guardes quieta tu carga dolorosa. Dolorosa Satán.
No te guardes, no te olvides de golpearme,
de poner las naves de ala de ave. Lucifer. ¡El artefacto!,
¡el artefacto místico! para salir, no sólo de las casas de las calles de
la nación:
que nuestras ventas trastornen el triunfo del héroe antiprofano,
transmodelado, secular. Así al final, no sepamos arrojarnos ave,
Lucifer. Alcánzame, líbrame de la miseria.
AMARILLO. EL ÁNGEL DE MI NOMBRE
Quizá busque al ángel,
al dueño de mi nombre en la orina. En la habitación contigua después
que uno viva, veinte desengaños-, acordes para adivinar el estallido.
Al bajar la cadena, el fulgor parece estancado. El olor se agolpa como
luz: talle de penicilina.
Una tina en un cuarto de baño. Un cuarto de baño en un departamento
antiguo. Territorio dividido en cuatro estancias.
De la ventana Este —donde todos bailan— la nave lateral de una
sinagoga. El edificio supera cuanto hemos visto en Palestina.
Al Sur, donde se agolpa, un fractal. Este ojo de buey.
Quizá busque al ángel, al dueño de mi nombre. Quizá busque, intente imaginar.
Cómo fluirá el antibiótico, cómo será mi nombre en los labios del ángel.
Dirá eres o esto lo mismo. Si va esta aparición fuiste. Un dolor ciego.
Un hedor en los labios del ángel.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
AVE, LÚCIFER
Neste rio que corre
em veias mansas dentro de mim
OS MUTANTES
Ave Lúcifer siga-me enquanto fujo de meu país,
da miséria inimiga, que são todos os homens
Ave Lúcifer toca meu plexo com teu riso, finca-me o amor
tal como Maria e as beatas do corpo, ainda com mais ganas,
com mais gume pela frente. Ave finca-me que já vou correndo,
que já me vou deste país, te digo, em estado de alma, acuda-me.
Leva-me à contemplação, à suspensão deste exercício
que chamam de vida. Vida toca, Ave.
E se golpeias um passo mais fundo do que arruinaste,
deixa-me bater com veneno depois de ti. Ave, deixa-me gozar
algo mais grave que a ruina e morrer,
morrer de rir: parábola, figurinha-do-diabo-alado, loteria!
Assim, numa narrativa hiperbólica das figuras,
poderias apoderar-te de minhas nádegas: como atiram enquanto fujo.
Um enquadramento das coisas do reino, para dizer uma colina,
um inseto pertinaz e delirante.
Eu poderia livrar-me, Lúcifer, com teu ponto de Marvel,
perfeição mutante de ferroada, Senhor
Infecta-me de paraíso, não me deixes voltar, corpo.
Não guardes quieta teu fardo doloroso. Dolorosa Satã.
Não te defendas, não deixes de golpear-me,
de pôr as naves da asa de ave, Lúcifer. O artefato!
O perfeito místico! Para sair, não somente das casas da ruas do país:
que nossas vendas transtornem o triunfo do herói antiprofano,
transmodelado, secular. Finalmente, não saibamos arrojar-nos ave,
Lúcifer. Alcança-me, livre-me da miséria.
AMARELO. O ANJO DE MEU NOME
Talvez busque o anjo,
o dono de meu nome na urina. No quarto contíguo depois,
que eu viva, vinte desenganos: acordes para adivinhar o estampido.
Ao retirar o cadeado, o fulgor parece estancado. O odor amontoava como
luz: feitio de penicilina.
Uma tina no banheiro. Um banheiro no apartamento
antigo. Território dividido em quatro estâncias.
Da janela Leste — onde todos dançam — a nave lateral de uma
sinagoga. O edifício supera quanto vimos na Palestina.
Ao Sul, onde se amontoa, um fractal. Este olho de boi.
Talvez busque um anjo, o dono de meu nome. Talvez busque,
tente imaginar.
Como fluirá o antibiótico, como será meu nome nos lábios do anjo.
Dirá és ou isto mesmo. Vai-se esta aparição forte. Dor cega.
Um fedor nos lábios do anjo.
Página publicada em dezembro de 2013.
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