FABRICIO ESTRADA
Fabricio Estrada. Nació en Sabanagrande, Francisco Morazán, Honduras, en 1974. Poeta y Promotor cultural. Es una importante figura de la lírica hondureña.
Ha publicado: “Poemas contra el miedo” (2001), “Sextos de lluvia” (1998), “Solares” (2004), “Imposible un ángel” (2005). Merecedor de importantes premios en su país. Ver: http://fabricioestrada.blogspot.com/
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
KINSHASA MEMORIES
I
Vuelvo a Kinshasa, mi amor,
dulce paranoia que repito
en cada vuelo que regresa desde el sueño al día.
En pleno goce del clima
percuto sobre el tambor del verano
y clavo en las paredes, con lanzas,
mi colección de pájaros humana.
Supura el sol, enfermo,
la aldea crece y se consume a sí misma,
nada desconocida a mis ojos,
babel de termitas o estatua de polvo,
pero feliz la mirada por volver a vos,
oh abandonada…
Tu pelo revuelto y medusa
envenenándolo todo,
el asedio del incendio
y el pánico del amante presa del deseo
inocultable en los parques calcinados,
en los hoteles destruidos,
en el delirio de la ceniza que hace las veces de nieve.
Estoy de vuelta, amor mío,
amaestrado en tu aro de fuego,
como el dulce paquidermo de la amnesia
te saludo, oh Kinshasa,
Serenísima,
Capital Augusta de la América Central.
II
En Kinshasa no queda lluvia.
La tribu perfora los cerros y busca los odres
—que dicen— yacen repletos bajo el suelo.
Así, pierden las manos y el sueño,
abren en enormes surcos,
señalizan con huesos y mascan raíces
hasta dejarlas resecas.
Un constante zumbido es la palabra
y la aldea crece en octágonos incontenibles,
un andamiaje feroz
donde guardan la breve historia de su tiempo.
No pasa nube en Kinshasa,
tan sólo, un interminable temporal de langostas
que se encarga de arrasar la techumbres
y a las precarias flores
que todos dan por llamar esperanzas.
Extraídos de la Revista de Poesía PROMETEO, nos. 81-82, 2008.
Memorias del XVIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
KINSHASA MEMORIES
I
Regresso a Kinshasa, meu amor,
doce paranóia que repito
em cada vôo que regressa do sonho do dia.
Em pleno gozo do clima
toco o tambor do verão
e prego nas paredes, com lanças,
minha coleção humana de pássaros.
Supura o sol, doente,
a aldeia cresce e consome a si mesma,
em nada desconhecida por mim,
babel de cupins ou estátua de pó
mas feliz a mirada para regressar a ti,
oh abandonada...
Tua cabeleira revolta como medusa
envenenando tudo,
o assedio do incêndio
e o pânico do amante, presa do desejo,
inocultável nos parques calcinados,
nos hotéis destruídos,
no delírio da cinza que faz as vezes da neve.
Estou de volta, meu amor,
amestrado em teu arco de fogo,
como o dócil paquiderme da amnésia
te saúdo, oh Kinshasa,
Sereníssima,
Capital Augusta da América Central.
II
Em Kinshasa não resta chuva.
A tribo perfura os morros e busca odres
—afirmam— jazem repletos enterrados.
Assim, perdem as mãos e o sonho,
abrem sulcos enormes,
sinalizam com ossos e mascam raízes
até deixá-las ressecadas.
Um constante zumbido é a palavra
e a aldeia cresce em octógonos incontidos,
em andaimes ferozes
onde guardam a breve história do tempo.
Não passam nuvens por Kinshasa
apenas um interminável temporal de lagostas
que se encarrega de arrasar os telhados
e as precárias flores
que todos chamam esperanças.
Página publicada em julho de 2008
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