POESIA ESPAÑOLA
Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
Universidad Complutense de Madrid
Foto de: elcuadernodigital.com
MARTA AGUDO
Marta Agudo nació en Madrid, en 1971. Es licenciada y doctora en Filología Hispánica. Ha publicado el libro de poemas Fragmento (2004). Coeditora junto a Carlos Jiménez Arribas de Campo abierto. Antología del poema en prosa en España (1990-2005) (DVD, 2005), ha coordinado con Jordi Doce el volumen Pájaros raíces. En torno a José Ángel Valente (2010). Es miembro del consejo de redacción de la revista Nayagua. Entre 2004 y 2008 dirigió la colección de poesía y pintura "El Lotófago" de la Galería Luis Burgos.
Su tesis doctoral, La poética romántica de los géneros literarios: el poema en prosa y el fragmento en el siglo XIX en España se publicará próximamente. Su último libro de poemas lleva por título 28010 (2011).
Biografía y foto:
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TEXTOS EN ESPAÑOL - TEXTOS EM PORTUGUÊS
AGUDO, Marta. Historial. Barcelona, España: Calambur Editorial, 2017. 91 p. (Poesía, 160) 14x22,5 cm. ISBN 978-84-8359-401-8 Ex. bibl. Antonio Miranda
Cuando quiso darse cuenta ya tenía la densidade del enfermo.
Resignado ignorante de cómo sus células, en un alarde
exhibicionista, comenzaron a reproducirse a ritmo
de plaga sorda, con la ebriedad del arrecife recien
acontecido.
Tumulto campestre, la masa y su espesura, el núcleo del
crímen necesario.
El hombre, como escribía Octavio Paz, es matéria que se
piensa a sí misma. Se piensa, sí, se complace en lo
divino, pero mira esta mano que sangra.
El día cabisbajo. Habitación repleta de manuales de anatomía.
Ninguna muerte se canjea por outra, ningún muerto
representa a otro. El personalismo de la fiebre, y el
dolor disuelven el mito de las fronteras abiertas.
Aquí no se comparte nada. Y digo “aqui” porque el cáncer
es um espacio; un espacio o la instalación de um dios
expectante que disfruta observando como cae pletórica
y de nuevo la roca de Sísifo.
... No existen más mejillas. De nada sirve la permuta de
la confesión: a tres pecado capitales ciento veinte
padrenuestros; a dos masturbaciones siete rosarios y
cantar bingo una vez cumplida la penitencia.
Enredarse con las algas de la vida, con la tumba de un
Lázaro que de pronto se levanto y echó a andar sin
compreender.
¿Fué Lázaro el primer zombi de la historia? Tenía todo
por contar pero no aclaró esa ebriedade sin párpados.
Menos aún el ejercicio sublime del retorno.
Existo, bien lo sé, porque palpo el dibujo de mis vísceras. El
centro: ahora-aquí, en él radico, como volumen que ultima su oficio
necessário. Lustro a lustro, sin más orientación que la fotosíntesis o
la anciana que cruza oceanos sin bracear, memoria viva, el
escarmento o el tirón de orejas porque es quizá en el cuerpo donde
se enciende la brecha de aquel dios. Aprender la lengua del recluso.
Hoja tras hoja sin importar si es suya o de aquél la nervadura que
une origen con paisaje, consciencia con misión de hacer del suelo
verdad que se propaga.
Nada más contar su número de venas la sangre se detuvo. La
carne, ya lo sabía, se suicida poco a poco, pero también veinte
células que siempre ahí: la herencia del vivo.
La tierra más fértil en los cementerios o esa nada que nunca llega
a serlo. Anfitriona sin dudas, persistencia del brote en esta
mano que casi hueso aspirá a las razones del musgo.
La esperanza persiste en el cráneo como flor que alguien deja dentro
del ataúd.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
Quando pretende entender já tinha a densidade de um enfermo.
Resignado ignorante de como suas células, em um alarde
exibicionista, começaram a reproduzir-se no ritmo
de praga surda, com a ebriedade do arrecife recém
acontecido.
Tumulto campestre, a massa e sua espessura, o núcleo do
crime necessário.
O homem, como escreveu Octavio Paz, é matéria que pensa
a si mesma. Pensa, sim, se satisfaz no divino, mas olha
esta mão que sangra.
O dia cabisbaixo. Aposento repleto de manuais de anatomia.
Nenhuma morte se troca por outra, nenhum morto
representa outro. O personalismo da febre e a
dor dissolvem o mito das fronteiras abertas.
Aqui não se compartilha nada. E digo “aqui” porque o câncer
é um espaço; um espaço ou instalação de um deus
expectante que desfruta observando como cai pletórica
e de novo a rocha de Sísifo.
... Não existem mais bochechas. De nada adianta a permuta da
confissão: por três pecados capitais cento e vinte
pai nossos; duas masturbações por sete rosários e
cantar o bingo uma vez cumprida a penitência.
Enredar-se com as algas da vida, com o túmulo de um
Lázaro que de repente se levantou e começou a andar
sem entender.
Lázaro foi o primeiro zumbi da história? Tinha tudo
para contar mas não esclareceu essa ebriedade sem
pálpebras. Menos ainda o exercício sublime do regresso.
Existo, eu bem sei, porque apalpo o desenho de minhas
vísceras. O centro: agora-aqui, nele radico, como volume que
ultima seu oficio necessário. Lustro após lustro, sem mais
orientação que a fotossíntese ou a anciã que cruza oceanos sem
braçadas, memoria viva, o escarmento ou o puxão de orelhas
porque é talvez no corpo onde acende a ferida daquele deus.
Aprender a língua do recluso. Folha após folha sem importar se
é sua ou daquele a nervura que une origem com paisagem,
consciência com a missão de fazer do chão verdade que se
propaga.
Nada mais do que contar seu número de veias o sangue se
deteve. A carne, já sabia, se suicida pouco a pouco, mas
também vinte cédulas que sempre aí: a herança do vivo.
A terra mais fértil transborda nos cemitérios ou esse nada que
nunca chega a ser. Anfitriã sem dúvidas, persistência do
surto nesta mão que quase osso aspirou às razões do
musgo.
A esperança persiste no crânio como flor que alguém deixa
dentro do ataúde.
Página publicada em março de 2018
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