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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POESÍA ESPAÑOLA
Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
Universidad Complutense de Madrid.

 

LUIS ROSALES

 

Luis Rosales Camacho (Granada, 31 de mayo de 1910-Madrid, 24 de octubre de 1992) fue em poeta y ensayista español de la generación de 1936. Miembro de la Real Academia Española y de la Hispanic Society of America desde 1962, obtuvo el Premio Cervantes em 1982 por el conjunto de su obra entiment.

(...)

La obra de Luis Rosales, que abarca todo el entime histórico de la entimento, fue evolucionando desde em entimento a em estilo em cercano al vanguardismo surrealista. Se entim distinguir dos etapas em su obra, em más preocupada por cuestiones estéticas, cercana al entimento garcilasista, y em posterior de experimentación vanguardista. Ambas se funden em La casa encendida, donde la estética ya no suponen em preocupación, sino el ejercicio de técnicas que ya domina.

 

A grandes rasgos, el estilo entiment de Rosales se caracteriza por:

 

El entime de la técnica poética.

La construcción del poema bajo presupuestos de sencillez espiritual y sentimental.

El entime y entimento de uso del verso rimado o libre, según le convenga al tono del poema o al tema tratado.

La entimen de adjetivos, entimento la entiment de las cosas.

Em cuanto al contenido, se em hablado de la entim de Rosales como la «entim de lo cotidiano». El amor aparece em toda su obra de forma entiment y tranquila, así como la memoria y el recuerdo. El entime de entimento se caracteriza, además, por el entimento religioso.

(Entre los reconocimientos se destaca el Premio Nacional de Poesía 1951).

 

 

 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XXOrganización de Miguel Díez Rodríguez; Maria Paz Díéz Taboada.  6ª. Edición, 2ª. Reimpresión.  Madrid: Ediciones Istmo, 2017.  334 p.  (Colección Fundamentos, 123)  Diseño de la portada Sergio Ramírez.   ISBN 978-84-7090-2541-2    Ex. bibl. Antonio Miranda

 

CANCIÓN QUE NUNCA PONE EL
         PIE EN EL SUELO

 La nieve está hablando.

Hoy

se ha vuelto loca:

Parece que llama con los nudillos
de puerta en puerta.

Va y viene.
No sé quién la está escribiendo
pero en el aire se lee.
Miradla bien:

cuando llega
junto al suelo, se detiene;
no toca en la tierra: llama,
parece llamar.
Parece
.

 

Retablo de Savidad, 1940

 

 

LA ÚLTIMA LUZ

 

Eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.

Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,

¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque.

y pienso

que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla
la luz sin sol donde se cumple el día.


Rimas, 1951

 

 

         LO QUE NO SE RECUERDA

 

Para volver a ser dichosos era
solamente preciso el puro acierto
de recordar... Buscábamos
dentro del corazón nuestro recuerdo.
Quizá no tiene historia la alegría.

Mirándonos adentro
callábamos los dos. Tus ojos eran
como un rebaño quieto
que agrupa su temblor bajo la sombra
del álamo... El silencio
pudo más que el esfuerzo. Atardecía,
para siempre en el cielo.
No pudimos volver a recordarlo.
La brisa era en el mar un niño ciego.

 

            Rimas. 1951

 

 

 

 

 

TEXTOS EM ESPAÑOL   --  TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

Extraído de

 

POESIA SEMPRE – Revista Semestral de Poesia.  ANO 4 – NÚMERO 7 – JULHO 1996.  Rio de Janeiro: Fundação Biblioteca Nacional, Ministério da Cultura, Departamento Nacional do Livro, 1996.   Ex. bibl. Antonio Miranda

 

(Obs. Na revista acima o texto do poema está incompleto. Aqui nós recuperamos, publicamos e traduzimos o poema inteiro!)

 

        Ciego por voluntad y por destino

Porque todo es igual y tú lo sabes,

has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta

con ese mismo gesto con que se tira un día,

con que se quita la hoja atrasada al calendario

cuando todo es igual y tú lo sabes.

Has llegado a tu casa,

y, al entrar,

has sentido la extrañeza de tus pasos

que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,

y encendiste la luz para volver a comprobar

que todas las cosas están exactamente colocadas

como estarán dentro de un año;

y después,

te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,

y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,

y te has sentido solo,

humanamente solo,

definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.

 

Has llegado a tu casa,

y ahora querrías saber para qué sirve estar sentando,

para qué sirve estar sentado igual que un náufrago

entre tus pobres cosas cotidianas.

Sí, ahora quisiera yo saber

para qué sirve el gabinete nómada y el hogar que jamás se ha encendido,

y el Belén de Granada

–el Belén que fue niño cuando nosotros todavía

nos dormíamos cantando–

y para qué puede servir esta palabra: ahora

cuando empieza la nieve,

cuando nace la nieve,

cuando crece la nieve en una vida que quizás está siendo la mía,

en una vida que no tiene memoria perdurable,

que no tiene mañana,

que no conoce apenas si era clavel, si es rosa,

si fue azucenamente hacia la tarde.

 

Sí, ahora

me gustaría saber para qué sirve este silencio que me rodea,

este silencio que es como un luto de hombres solos,

este silencio que yo tengo,

este silencio

que cuando Dios lo quiere se nos cansa en el cuerpo,

se nos lleva,

se nos duerme a morir

porque todo es igual y tú lo sabes.

 

Sí, he llegado a mi casa, he llegado,

desde luego, a mi casa,

y ahora es lo de siempre,

lo de nogal diario,

los cuadros que aún no he tenido tiempo de colgar

y están sobre la

mesa que vistió de volantes mi hermana,

la madera que duele,

y la pequeña luz deshabitando la habitación,

y la pequeña luz que es como un hueco en la penumbra,

y el vaso para nadie

y el puñado de sueño,

y las estanterías,

y estar sentado para siempre.

Sí, he vuelto de la calle; estoy sentado;

la nieve de empezar a ser bastante

sigue cayendo,

sigue cayendo todo, sigue haciéndose igual,

sigue haciéndose luego,

sigue cayendo,

sigue cayendo todo lo que era Europa, lo que era

mío y había llegado

a ser más importante que la vida,

lo que nació de todos y era como una grieta de luz

entre mi carne,

sigue cayendo,

sigue cayendo todo lo que era propio,

lo que ya estaba liberado,

lo que ya estaba descolorido por la vida,

sigue cayendo,

sigue cayendo todo lo que era humano, cierto y frágil

lo mismo que una niña de seis años que llorara

durmiendo,

sigue cayendo,

sigue cayendo todo,

como una araña a la que tú vieras caer,

a la que vieras tú cayendo siempre,

a la que vieras tú mismo,

tú, tristemente mismo,

a la que vieras tú cayendo hasta que te tocara en la pupila con sus patas velludas,

y allí la vieras toda,

toda solteramente siendo araña,

y después la sintieras penetrarte en el ojo,

y después la sintieras caminar hasta adentro,

hacia dentro de ti caminando y llenándote,

llenándote de araña,

y comprobaras que estabas siendo su camino

porque cegabas de ella,

y todavía después la sintieras igual,

igual que rota

y todavía…

 

–¡Buenas noches, don Luis! –.

 

Sí, es verdad que el sereno

cuando me abrió esta noche la cancela,

me ha recordado a la palabra "igual";

me ha recordado

que estaba ya,

desde hace muchos años,

haciéndose gallego inútilmente

porque ya lo sabía,

porque ya lo sabía, y casi le zumbaba la boca como un trompo,

a fuerza de callar

y de tener la cara expectante y atónita.

Sí, es verdad,

Y ahora comprendo por qué me ha recordado a la palabra "igual":

era lo mismo que ella,

era igual y tenía

las llaves enredadas entre las manos

pero sirviéndole para todo como sus cinco letras,

las cinco llagas de la palabra igual,

las cinco llagas que le sonaban luego,

que le sonaban igual que ayer y que mañana,

igual que ahora

siento de pronto,

ahogada en la espesura de silencio que me rodea,

como una vibración mínima y persuasiva

de algo que se mueve para nacer,

y es un ruido pequeño,

casi como un latido que sufriera,

como un latido en su claustro de musgo,

como un niño de musgo que porque duele tiene nombre,

tiene ese nombre que únicamente puede escuchar

la madre,

ese nombre que ya duele en el vientre,

que ya empieza a decirse a su manera.

 

Y es un sonido de algo interior que vibra,

de algo interior que está subiendo a mi garganta

como el agua en un pozo,

igual que esa palabra que no has pensado aún

mientras la estás diciendo,

y después se hace radiante, ávido, irrestañable,

y ahora es ya la memoria que se ilumina como un cabo de vela que se enciende con otra,

y ahora es ya el corazón que se enciende con otro

corazón que yo he tenido antes,

y con otro que yo entristezco todavía,

y con otro

que yo puedo tener, que estoy teniendo ahora,

un corazón más grande,

un corazón para vivirlo, descalzo y necesario,

un corazón reunido,

reunido de otros muchos,

igual que un olor único que hacen diversas flores;

y pienso

que quizás estoy ardiendo todo,

que se ha quemado la palabra "igual",

nos vibra el corazón como cristal tañido;

nos vibra,

está vibrando ya con este son que suena,

con este son, con este son que suena enloqueciendo

ya la casa toda,

mientras que se me va descoloriendo el alma

por una grieta dulce.

 

 

 

           La cicatriz

 

            A cada hombre le tendríamos que hablar en una lengua distinta,
            a cada amigo le tendríamos que hablar con una voz distinta
            para que nos pudiese comprender,
            pero la lengua personal es tan fiel a sí misma,
            tan incomunicable
            que las palabras son como ataúdes
            y sólo llevan de hombre a hombre
            su andamio agonizante,
            su remanente de silencio
            y su estertor,
            como aquella mañana
            en que al sentarme en el autobús
            vi a mi lado a una antigua moneda romana,
            una medalla
            o una lápida
            que hablaba masticando las palabras:
            era una campesina ya embebida
            por la intemperie de la noche a tientas
            y de la vida a ciegas,
            que me miraba con un poco de luto en las pupilas
            como queriéndome abrigar,
            y yo no supe contestarle,
            y yo callaba junto a ella
            porque mi lengua personal es inventada
            literaria y enfática,
            y como no me sirve para hablar con un obrero o con un niño,
            y como no me puede dar la absolución,
            a veces tengo que ocultarla como se oculta el dinero en la cartera,
            a veces tengo que callar,
            como hice entonces,
            sintiendo de repente
            la incomunicación
            igual que el aletazo de un murciélago
            con su golpe de trapo,
            y su asco parcelado sobre el rostro
            donde el labio que calla va convirtiéndose en cicatriz.

 

 

        

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda

 

 

CANÇÃO QUE NUNCA PÕE O PÉ NO CHÃO

 

A neve está falando.      

                                   Hoje

ficou maluca:

                         Parece
que chama com as articulações da mãos
de porta em porta.

                             Vai e volta.
Não sei quem a está escrevendo
mas no ar se lê.
Observai-a bem:

                   quando chega
rente ao chão, pára;
não toca na terra: chama,

parece que chama.

Parece.

 

                            Retablo de Navidad, 1940

 

 

A ÚLTIMA LUZ

 

És de um céu para a tarde, tens
ja dourada a luz nas pupilas,
como um pouco de neve entardecendo
que sabe que entardece.

                                 E eu quisera
cegar o coração, cegar de ver-te
caindo para ti mesma
como a tarde cai, como a noite
cega a luz deo bosque em que caminha

de copa em copa cada vez mais alta,
até o ramo na ilha, sorridente
pelo último sol,

                         e sei que avanças
porque a noite avança! e que iluminas
três folhas solitárias no bosque,

                                            e penso

que a sombra se fará clara e diferente,
que todo o sol do mundo em ti descansa,
em ti, a atrasada, a acesa
ramagem do coração em que ainda treme
a luz sem sol onde se completa o dia.

 

                            Rimas. 1951

 

 

O QUE NÃO SE RECORDA

 

Para voltar a ser felizes era

somente necessário o puro acerto

de recordar... Buscávamos

dentro do coração nossa lembrança.

Talvez não tenha história a alegria.

Mirando-nos adentro

calávamos os dois. Teus olhos eram

como um rebanho tranquilo

que agrupa seu tremor sob a sombra

do álamo... O silêncio

pôde mais que o esforço. Entardecia,

para siempre no céu.

Não foi possível voltar a recordar.

         A brisa era no mar um menino cego.

 

                            Rimas, 1951

 

 

Cego por vontade e por destino

         Porque tudo é igual e tu já sabes,
         chegaste em tua casa, e fechaste a porta
         com este mesmo gesto com que se rompe um dia,
         com que se tira a folha atrasada do calendário
         quando tudo é igual e tu já sabes.
         Chegaste em tua casa,
         sentiste a estranheza de teus passos antes de tua chegada,
         e acendeste a luz, para outra vez comprovar
         que todas as coisas estão exatamente
                  colocadas como estarão daqui a um ano,
         e depois,
         te banhaste respeitosa e tristemente,
                   igual a um suicida,
         e observaste teus livros como veem as árvores suas folhas,
         e sentiste a solidão,
         humanamente sozinho,
         definitivamente só porque tudo é igual e tu já sabes.
         Chegaste em tua casa,
         e agora, querias saber para que serve estar sentado,
         para que serve estar sentado como um náufrago
         entre tuas pobre coisas quotidianas.
         Sim, agora eu gostaria de saber
         para que servem o gabinete nômada e o lar que jamais
                                                                  foi aceso,
         e o Belém de Granada
         — o Belém que foi criança quando nós ainda dormíamos
                                                                            cantando
         e para que serve esta palavra: "agora"
         quando a neve começa
         quando nasce a neve,
         quando a neve cresce numa vida que talvez está sendo a minha,
         numa vida que não tem memória permanente,
         que não tem manhã,
         que não conhece apenas se era cravo,  se era rosa,
         foi-se açucenamente para a tarde.
                                                         Sim, agora
         gostaria de saber para que serve este que me cerca,
         este silêncio que é como um luto de homens solitários,
         este silêncio que é meu,
         este silêncio
         que quando Deus quiser cansa nosso corpo
         nos leva,
         nos dorme a morrer,
         porque tudo é igual e tu já sabes.

         Sim, cheguei em minha casa, cheguei
         por certo, à minha casa,
         e agora é o de sempre,
         de nogueira diária,
         os quadros que ainda não tive tempo para pendurar
         e estão sobre a
         mesa que vestiu os volantes de minha irmã,
         a madeira que dói,
         e a pequena luz desabitando o quarto,
         e a pequena luz que é como um oco na penumbra,
         e o vaso para ninguém
         e o punhado de sonho,
         e as estantes,
         e estar sentado para sempre.
         Sim, voltei da rua; estou sentado;     
         a neve de começar a ser bastante
         segue caindo,
         tudo segue caindo, segue tornando-se igual,
         se tornando-se logo,
         segue caindo,
         segue caindo tudo o que era Europa, o que era
         meu e havia chegado
         a ser mais importante que a vida,
         o que nasceu de todos e era como uma fenda de luz
         dentro de  minha carne,
         segue caindo,
         segue caindo tudo o que era próprio,
         o que já estava liberado,
         o que já estava descolorido pela vida,
         segue caindo,
         segue caindo tudo o que era humano, certo e frágil
         igual que uma menina de seis anos que chorara
         dormindo,
         segue caindo,
         segue caindo tudo,
         como uma aranha a que viste cair,

         a que tu viste caindo sempre,
         a que tu mesmo viste,
         tu, tristemente mesmo,
         a que tu viste caindo até que te tocasse na pupila com suas
         patas aveludadas,
         e ali a viste inteira,
         toda solteiramente sendo aranha,
         e depois a sentiste penetrar em teu olho,
         e depois a sentiste caminhar para dentro,
         para dentro de ti caminhando e preenchendo-te,
         enchendo-te de aranha,
         e comprovaste que estavas sendo seu caminho
         porque a cegavas,
         e ainda depois a sentiste igual,
         igual que rota
         e ainda...
        
         — Boa noite, dom Luis! —.

         Sim, é verdade que o sereno
         quando me abri a cancela nesta noite,
         me lembrou a palavra "igual";
         me lembrou
         que estava já,
         faz já muitos anos,
         fazendo-se galego inutilmente
         porque já sabia,
         porque já sabia, e que zumbia a boca como um pião,
         por força de calar
         e de ter a cara expectante e atônita.
         Sim, é verdade.
         E agora entendo por quê me lembrei da palavra "igual":
         era o mesmo que ela,
         era igual e tinha
         as chaves emaranhadas entre as mãos
         mas servindo para tudo com suas cinco letras,
         as cinco chagas da palavra igual,
         as cinco chagas que logo soavam,
         que soavam igual que ontem e que amanhã,
         igual que agora,
         sinto de repente,
         afogada na espessura de silêncio que rodeia,
         como uma vibração mínima e persuasiva
         de algo que move para nascer,
         e é um ruído pequeno,
         quase como um pulsar que sofrera,
         como um pulsar em seu claustro de musgo,
         como um menino de musgo que porque dói tem nome,
         tem esse nome que unicamente pode a mãe
         escutar,
         esse nome que já dói no ventre,
         que começa a dizer à sua maneira.

         E é um som de algo interior que vibra,
         de algo interior que está por minha garganta
         como a água de um poço,
         igual que essa palavra que ainda não pensaste
         enquanto estás dizendo,
         e depois se torna radiante, ávido, inestancável,
         e agora é já a memória que se ilumina como um troço de vela que
         é acesa com outra,
         e agora é já o coração que se acende com outro
         coração maior,
         um coração para vivê-lo, descalço e necessário,
         um coração reunido,
         reunido de outros muitos,
         igual que um odor único de diversas flores;
         e penso
         que talvez eu esteja ardendo todo,
         que a palavra "igual" se queimou,
         vibra nosso coração como cristal vibrante;
         nos vibra,
         está vibrando já com este som que soa,
         com este som, com este som que soa enlouquecendo
         vai por toda a casa,
         como que vai descolorindo minha alma
         por uma greta doce.

        

 

        A cicatriz

         A cada homem deveria falar numa língua diferente,
         a cada amigo deveríamos falar com uma voz diferente
         para que pudessem compreender-nos,
         mas a língua pessoal é tão fiel a si mesma,
         tão incomunicável
         que as palavras são como ataúdes
         e chegam de homem para homem
         seu andaime agonizante,
         tão remanescente de silêncio
         e seu estertor,
         como aquela manhã
         em que ao sentar-me no ônibus
         vi ao meu lado uma antiga moeda romana,
         uma medalha
         ou uma lápide
         que falava mastigando as palavras:
         era uma camponesa já empapada
         pela intempérie da noite tateando
         e da vida às cegas.
         que me observava com um certo luto nas pupilas,
         como querendo me abrigar,
         e eu não soube responder
         e eu me calava junto dela
         porque minha língua pessoal é inventada
         literária e enfática,
         e como não me serve para falar com um operário ou com
                                                                  um menino,
         e como não pode me dar a absolvição,
         às vezes tenho que ocultá-la como se oculta o dinheiro na
                                                                            carteira,
         às vezes devo me calar,
         como fiz então,
         sentindo de repente
         a incomunicação
         tal como o tapa de um morcego
         com seu golpe de pano,
         e seu asco parcela sobre o rosto
         onde o lábio que cala vai transformando-se em cicatriz.


           
Página publicada em janeiro de 2018.

 

 

 

 

           
           

           

 


 

 

 
 
 
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