POESÍA ESPAÑOLA / POESIA ESPANHOLA
Coordinación/coordenação de AURORA CUEVAS CERVERÓ
LUIS ALBERTO DE CUENCA
Poeta español contemporáneo.
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
ABRE TODAS LAS PUERTAS
Abre todas las puertas: la que conduce al oro,
la que lleva al poder, la que esconde el misterio
del amor; la que oculta el secreto insondable
de la felicidad, la que te da la vida
para siempre en el gozo de una visión sublime.
Abre todas las puertas sin mostrarte curioso
ni prestar importancia a las manchas de sangre
que salpican los muros de las habitaciones
prohibidas, ni a las joyas que revisten los techos,
ni a los labios que buscan los tuyos en la sombra,
ni a la palabra santa que acecha en los umbrales.
Desesperadamente, civilizadamente,
conteniendo la risa, secándote las lágrimas,
en el borde del mundo, al final del camino,
oyendo cómo cantan los ruiseñores,
no lo dudes, hermano: abre todas las puertas.
Aunque nada haya dentro.
(de Los mundos y los días, 1998)
Extraído de
POESIA SEMPRE – Revista Semestral de Poesia. ANO 4 – NÚMERO 7 – JULHO 1996. Rio de Janeiro: Fundação Biblioteca Nacional, Ministério da Cultura, Departamento Nacional do Livro, 1996. Ex. bibl. Antonio Miranda
De y por Manuel Machado
La felicidad no es, evidentemente, sólo un cuerpo,
ni el destello casi apagado de unos ojos sobre la cama.
Si fuera así, no habría sido necesario encontrar en Alberto Magno
cierta referencia a los bueyes atribuida a Heráclito.
Todo esto se me ocurre porque acabo de recibir un precioso ramo de
serpientes
y tengo un libro de Manuel Machado abierto sobre la mesa.
El libro es una princeps de Alma, como era de esperar,
y está abierto por un poema llamado "Oriente".
En el poema se nos habla de Marco Antonio y de Cleopatra. y ele
un siervo que muere al beber una copa.
Ello me ha conducido, sin poderlo evitar, a Plutarco, escritor griego
de cierta fama durante el [período de entreguerras,
y debo reconocer que he releído su Antonio con el mismo entusiasmo
de aquellos días.
(Luego descubriría que había olvidado por enésima vez
que Shakespeare lo conoció en la versión inglesa de North,
y que sir Thomas North conocía el griego aproximadamente igual que
Unamuno.)
Mientras me asaltan todos estos fantasmas eruditos, los automóviles
siguen murmurando a mi alrededor.
El hecho de que la gran ciudad se vaya poniendo inhabitable es algo
que no me disgusta,
como no me disgustan las chicas figuradas en las pinball machines.
ni las películas de Hawks con Cary Grant o Wayne, ni los guiones de
Hammett para el pincel heroico de Raymond.
El poeta — recuerdo un topos de Petrarca — va caminando casi
siempre por campos muy desiertos,
y no negaré que estoy pensando en ciertos desiertos americanos
(me los recuerdan esos crótalos que acabo de alojar en un jarrón
para que nadie, nadie, ni siquiera mi perro, los vaya a confundir
con el bouquetde rosas que alguien dejó olvidado sobre el lecho, en
el dormitorio).
A veces — vuelvo a Shakespeare — una nube se parece a un dragón, el viento a un oso o a una ciudadela relativamente expugnable.
Son imágenes, imágenes que se ciernen sobre nuestras cabezas, posibles máscaras del invierno o velos del atardecer.
Lo que hoy es un caballo — sigue Shakespeare — puede ser luego un
pensamiento o um anillo de compromiso:
hasta los compromisos son, en el fondo, agua en el agua.
Si del poema "Oriente", una perfecta gema modernista,
he pasado a Plutarco por lo de la perdida adolescencia
y he llegado a fijar mis reales por una tarde en cinco actos de una
tragedia que no había sabido leer,
no ha sido — lo prometo — para empañar el brillo de la joya primera,
ni para convertirla en simple piedra, estampa o rata de laboratorio;
permanece en mí todo su impacto argumental. la difícil tersura de sus
palabras.
Y detrás del respeto que me ofrece lo inútil — amistad, gesto, gema — puedo ver hoy al hombre que ha partido su mentira conmigo,
puedo ver a Manuel Machado, sonriente en su princeps sobre la
mesa,
a Manuel el prodigioso, a Manuel el funámbulo.
a quien debo querer hasta el final, porque así lo quisieron mis
abuelos, y yo los obedezco en todo,
y, al cabo, sólo Marco Antonio será capaz de derrotar a Marco
Antonio,
y todo esto no deja — no puede dejar — de ser bello en este
momento en el que sigo propagando por los desiertos del
mundo, tal vez americanos,
as ondas de unos pasos tan tardos y tan lentos al menos como los
de Petrarca, por este camino clausurado por donde voy, aunque los áspides
me conhorten, solo y recluso en esa bilis negra que vierte al castellano el cultismo
melancolía.
TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
ABRE TODAS AS PORTAS
Abre todas as portas: a que conduz ao ouro,
a que leva ao poder, a que esconde o mistério
do amor; a que oculta o segredo insondável
da felicidade, a que te dá a vida
para sempre no gozo de uma visão sublime.
Abre todas as portas sem pareças curioso
nem dar importância às manchas de sangue
que salpicam os muros das habitações
proibidas, nem às jóias que revestem os tetos,
nem aos lábios que buscam os teus na sombra,
nem a palavra santa que espreita nos umbrais.
Desesperadamente, civilizadamente,
contendo o riso, secando tuas lágrimas,
no limiar do mundo, no fim do caminho,
ouvindo como cantam os rouxinóis,
não duvides, irmão: abre todas as portas.
Mesmo que nada exista dentro.
(de Los mundos y los días, 1998)
De y por Manuel Machado
A felicidade não é, evidentemente, apenas um corpo,
nem o clarão quase apagado de uns olhos sobre a cama.
Se fosse assim, não teria sido necessário encontrar em Alberto Magno
certa referência aos bois atribuída a Heráclito.
Tudo isso me ocorre porque acabo de receber um precioso ramo de
serpentes
e tenho um livro de Manuel Machado aberto sobre a mesa.
O livro é uma princeps de Alma, como era de esperar,
e está aberto por um poema intitulado "Oriente".
O poema nos fala de Marco Antonio e de Cleópatra, e de um servo
que morre ao beber de uma taça.
Isso me conduziu, sem poder evitar, a Plutarco, escritor grego de
certa fama durante o período entre guerras,
e devo reconhecer que li o Antonio com o mesmo entusiasmo
daqueles dias.
(Logo descobria que havia esquecido por enésima vez
que Shakespeare o conheceu na versão inglesa de North,
e que sir Thomas North conhecia o grego aproximadamente tal
como Unamuno.)
Enquanto me assalta todos esses fantasmas eruditos, os automóveis
seguem murmurando ao meu redor.
O teto de que a grande cidade vai ficando inabitável é algo que não
me desagrada,
como não me desagradam as moças figurada nas pinball machines,
nem os filmes de Hawks com Caray Grant ou Wayne, nem os roteiros
de Hammett para o pincel heroico de Raymond.
O poeta — recordo um topos de Petrarca — vai caminhando quase
sempre por corpos muito desertos,
e não negarei que estou pensando em certos desertos americanos
(me lembram essas cascavéis que acabo de alojar em um jarro
para que ninguém, ninguém, nem mesmo um cão, venha a confundir
com o buquê de rosas que alguém deixou esquecido sobre o leito,
em um dormitório.
Às vezes — regresso a Shakespeare — uma nuvem parece com um
dragão,
o vento a um urso ou a uma cidadela relativamente expugnável.
São imagens, imagens que pairam sobre nossas cabeças,
possíveis máscaras do inverno ou véus do amanhecer.
O que hoje é um cavalo — continua Shakespeare — logo pode ser
um pensamento ou um anel de compromisso:
até os compromissos são, no fundo água de água.
Se do poema "Oriente", um perfeita gema modernista,
passei a Plutarco pela perdida adolescência
e cheguei a fixar meus reais por uma tarde em cinco atos de uma
tragédia que não havia sabia ler,
não foi — eu prometo — para obscurecer o brilho da joia primeva,
nem para convertê-la em simples pedra, estampa ou rato de
laboratório;
permanece em mim todo o seu impacto argumental, a difícil
suavidade de suas palavras.
E detrás do respeito que me oferece o inútil — amizade, gesto, gema
— posso ver hoje o homem que compartilhou sua mentira comigo,
posso ver que Manuel Machado, somente em sua princeps sobre
a mesa,
a Manuel o prodigioso, a Manuel o funâmbulo,
a quem devo querer até o final, porque assim queriam meus avpós,
e eu obedeço em tudo,
e, ao cabo, apenas Marco Antonio será capaz de derrotar a Marco
Antonio,
e tudo isso nos deixa — não posso deixar — de ser belo neste
momento em que sigo
propagando pelos desertos do mundo, talvez americanos,
as ondas de uns passos tão tardios e tão lentos ao menos como os
de Petrarca,
por este caminho clausurado por onde vou, embora as serpentes
me confortem,
apenas e recluso nessa bílis negra que converte ao castelhano o
cultismo melancolia.
Página ampliada e republicada em janeiro de 2018
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