POESÍA ESPAÑOLA / POESIA ESPANHOLA
Coordinación/coordenação de AURORA CUEVAS CERVERÓ
JUAN CARLOS ABRIL
Se doctoró en Literatura Española, con una tesis, dirigida por Luis García Montero, sobre la poesía de José Manuel Caballero Bonald, y ejerce la docencia en el Departamento de Literatura Española de la Universidad de Granada. Anteriormente residió durante dos años en Exeter, al sudoeste de Inglaterra.
Libros de poesia: Un intruso nos somete, Granada, Universidad, 1997, ISBN 978-84-338-2322-9; reeditado en Castellón, Ellago, 2004, ISBN 978-84-95881-33-5. Premio Federico García Lorca 1996.
El laberinto azul, Madrid, Rialp, 2001, ISBN 978-84-321-3337-4. Accésit del Premio Adonáis en 2000.
Crisis, Valencia, Pre-Textos, 2007, ISBN 978-84-8191-794-9.
TEXTOS EM ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de Antonio Miranda
TERRA DÓMBRA BRUCIATA
Una ausência de origen, espontánea,
no parece impulsar las blandas torres
de um recuerdo animoso.
Tienen um nombre fijo.
Por entonces, llegábamos
como el verano, enfrente
com su cielo dinâmico y sencillo.
Quisiera parecerme a aquella vida
y no perder la luz de su bondad.
Me acercabas promesas
lejos del roce de los párpados
côncavos y abisales,
párpados mutilados de los niños
que cantaban a coaro
su religiosa música lasciva.
Sólo tus dedos mágicos curaron
los ojos que sangraban. Vi su mundo
a traves de los míos,
notando de su envidia,
la vejez prematura,
su torpe sueño breve.
Como todos, yo había despertado,
y la tranquilidad de la naturaleza
nos mostraba caminos diferentes
en el amanecer. Cada mañana
templada, se ofrecía a poseerla
sin pedir nada a cambio.
¿Fuiste tu quien se dio,
si nadie puede darse así realmente,
o fueron las montañas
morenas o marrones
com sus senos metálicos,
y la felicidad?
Al fondo del verano, em el otoño
su fruto, igual que un sexo adolescente
se abria, y para entonces
los campos arrasados,
los humos recorriendo
la mirada insaciable,
señalaban asombro todavía.
Allí, plenos de esfuerzo,
junto los dos cazábamos cruzando
las nuevas aventuras
ajenos a cualquier identidad.
Nosotros, libres, solos.
Por entonces, la muerte era outro juego
y ahora con su voz entrecortada
oímos cómo pide,
llamándonos, que acabe si resiste
incluso aquello que nos pertenece.
TERRA DÓMBRA BRUCIATA
Uma ausência de origem, espontânea,
parece não impulsionar as torres brandas
de uma lembrança airosa.
Então, chegávamos
com o verão, adiante
com o céu dinâmico e singelo.
Queria assemelhar-me àquela vida
e não perder a luz de sua bondade.
Me brindavas promessas
longe do roce dos cílios
côncavos e abissais,
que cantavam em coro
sua música religiosa e lasciva.
Apenas teus dedos mágicos curaram
os olhos que sangravam. Vi seu mundo
através dos meus,
notando a sua inveja,
a velhice prematura,
seu bruto sonho breve.
Como todos, eu havia despertado,
e a tranquilidade da natureza
nos mostrava caminhos diferentes
ao amanhecer. Cada manhã
morna, se dava a possuí-la
sem nada pedir em troca.
Foste tu quem se deu,
se nada pode dar-se realmente,
ou foram as montanhas
morenas ou marrons
com os seios metálicos,
e a felicidade?
No fim do verão, no outono
seu fruto, como um sexo adolescente
se abria, e na ocasião
os campos arrasados,
o húmus recorrendo
o olhar insaciável,
assinalavam assombro ainda.
Ali, plenos de esforço,
nós dois juntos caçávamos cruzando
as novas aventuras
alheios a qualquer identidade.
Nós, livres, sós.
Então, a chuva era outro jogo
e agora com sua voz entrecortada
ouvimos como pede,
chamando-nos, que acabe se resiste
até mesmo aquilo que nos pertence.
Página publicada em dezembro de 2009 |