POESÍA ESPAÑOLA - POESIA ESPANHOLA
Coordinación / Coordenacão de AURORA CUEVAS CERVERÓ
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JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS
Poeta y artista plástico, nació en Salamanca, España, en 1964. Es doctor en Filología Clásica, completó en Florencia y en Parias su formación en teoria de la literatura y del arte. Traductor de Ovidio.
Libros de poesía: La hermosura del héroe (Córdoba, 1993). Premio “Vicente Núñez” y Este es mi cuerpo (Madrid: Visor, 1997); Vayamos hacia el norte aunque sea dando la vuelta por el sur (2001); ¿Qué consideración no merecen quienes han cometido atentados contra la belleza del mundo? (2002); Más hermosura (CELYA, 2002); Un ángulo me basta (IV Premio Internacional de Poesía Generación del 27, Visor, 2002); Olímpicas (El Gaviero Ediciones, 2005) y Eros es más (XIX Premio Loewe, Visor, 2007.
Participa de las antologia Selección Nacional , de José Luis García Martín, y en Feroces: muestra de las actitudes radicales, marginales y heterodoxas en la última poesía española (1998) de Isla Correyero.
TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS
RARA VEZ LA BELLEZA ES SUBVERSIVA
Rara vez la belleza es subversiva.
Rara vez la hermosura
es calidad moral.
Sólo en el equilíbrio
cuando ya no es belleza transmitida
y
todavia no es belleza transmisible,
cuando
es sólo mensurable con las manos
de outro. Y aun así
no siempre el brote nuevo el miembro nuevo
recibe el sorprendente regadío
de la savia rebelde.
Rara vez la hermosura
alcanza calidad de delincuencia.
Pero cuando sucede
¿cómo no estremecerse ante el milagro
de la mirada peligrosa, el guiño
que el instinto há enseñado, la cultura
y la naturaleza en alianza,
movidas a esplendor dentro de un cuerpo?
Fuera también del cuerpo. Sobre el mundo.
A la vez luminosa y destructiva
la hermosura del héroe
como el rayo
como viva señal de lo divino.
ELEGIA 2
No sé por qué no puse este amor en silencio
sobre tu piel como uma catenária de plata
que rodeara las tersas artérias de tu cuello.
No sé de mí siquiera si estaré tatuado
en los hondos momentos de tu melancolia.
No sé por qué me cuesta escribir que te quise
tanto que a veces lloro las letras de tu nombre,
que al recordarte siento el dolor verdadero
de lo irrecuperable. La tristeza infinita
de que tu el más radiante muchacho de la tierra
viniste desde lejos a dormir a mi lado,
te quitaste las ropas del verano con torpe
normalidad (tu cuerpo era más rubio y fuerte
de lo que yo soñara), y, mirándome puro
con aquellos dos ojos, cuyo color declaro
que se ha desvanecido de mi pobre memória,
en un sencillo anuncio de la noche inconsciente
“He traído un pijama de boxeador”, dijiste.
NÚMERO 112 DE UNA AVENIDA NUEVA
He venido poniendo mis pies sobre tus pasos
como animal perdido, a zaga de tus huellas
para ver donde vives, y envidiar las paredes
y así de humildemente numerar con caricias
de torpe enamorado los ladrillos que guardan
tu hermosura invisible. He llegado hasta este
número 112 de una avenida nueva
en un barrio perdido, respirando las horas
de madrugada oscura. Para hacer qué, ¿pulsar
todo el cuadro de timbres, como el adolescente
que no fui, despertar muchedumbres, y sólo
por dejar en tu sueño la señal de mis sueños?
¿O quedarme dormido sobre la dura almohada
del umbral que traspasas a diário, esperando
que el sol que nacerá pronto me cure y traiga
el milagro a mis brazos, tu cuerpo bienungido
con este mismo vino que me asedia las sienes?
Quiero entrar en las lágrimas del que se sabe pobre,
porque no altos regalos ni guirnaldas triunfales
ofrezco, sino sólo despojos de despojos
de amor, de puro amor, otra vez humillado,
aunque en el limpio espacio comunique los astros
y me mueva (¿y te mueve?). Tengo miedo a perder
la ebriedad de la noche de los párpados. Quiero
seguir siendo inocente después de que amanezca.
EL LADRÓN DE HIELO
Excele una cabeza sobre la muchedumbre
puntuando de oro esto que respiramos.
¿A dónde retirarme después de la hermosura?
¿A qué grado de homéricos han de llegar mis lábios
para decir lo humilde?
Un muchacho muy serio trabaja transportando
de una barra a outra
una caja de cúbitos de hielo.
Atraviesa la sombra láser de las estatuas
con su carga de cuarzo recién cristalizado.
Deja una línea de agua escrita sobre el alto
meridiano desnudo de los pechos más duros.
El alzado de mi soledad
a veces equivale
milimétricamente a mi estatura:
quiero decir que soy feliz y libre.
Hay un ladrón de hielo. Su belleza proviene
del gesto clandestino
y limpio
con que toma un puñado de unidades polares
y las lleva a la boca.
Siempre lo elemental me maravilla.
De su mano me ofrece un cuadrado de frio.
MEC
para Sebastian
El joven mecánico
acaba de comprar golosinas de niño.
Las come mientras cumple
la primera inspección.
Apunta los kilómetros con números enormes
geométricos.
En esta hora de estrenos, impecable,
se tiende bajo el coche fastuoso.
Tiene — cuenta —
contrato de aprendiz. Él y la máquina
rivalizan
en objetualidad, en simbolismo
masculino. Comienzan las miradas
a sumirse en estética de spot
publicitário, transtornadas por
la intimidad extraña,
cierto exhibicionismo
que inquieta a los que esperan.
La cópula entre seres desiguales
de extremada hermosura se produce
siempre dentro del mito.
Boca arriba tendido
se mueve a su manera, le dedica
exclamaciones de su rudo amor.
Rumor oscuro de herramientas suena.
No es nada — se le escucha. Cuando sale
apenas fatigado
su manchado esplendor pide versos antiguos.
EL POEMA DE AMOR DEBE TENER PREVISTO
El poema de amor debe tener previsto
el transcurso futuro de los astros
pero también
el vocabulario de la derrota
y la gloria muy simple del minuto.
Debe tener prevista la palabra Albentur
sólo porque está escrita en el costado
del autobús nocturno que te devuelve a casa.
Debe decir la periferia urbana,
y saber convertirse, si es preciso,
en oda a las ciudades encendidas.
Debe tener previstos los fracasos,
toda nuestra pobreza,
el miedo a que se quiebre nuestro amor extramuros.
El poema de amor debe negar el oro.
El poema de amor debe saber que somos
iguales, y por tanto debe incluir palabras
libres de tradición y de sabiduría.
No diré que Petrarca no nos sirve.
Diré que no nos basta. Nuestro fuego sucede
más acá de los limites del mundo.
El poema de amor debe incluir mi nombre y tu nombre
de la misma manera que mi nombre incluye el tuyo.
El poema de amor debe afirmar definitivamente
que no somos oscuros, ni pobres de aventura.
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TEXTOS EM PORTUGUÊS
Traducción de
Antonio Miranda
RARAS VEZES A BELEZA É SUBVERSIVA
Raras vezes a beleza é subversiva.
Raras vezes a formosura
é qualidade moral.
Somente no equilíbrio
quando já não é beleza transmitida
e
ainda não é beleza transmissível,
quando
é apenas mensurável com as mãos
de outro. E ainda assim
nem sempre o broto o novo membro
recebe a surpreendente rega
da seiva rebelde.
Raras vezes a formosura
alcança qualidade de delinqüência.
Mas quando acontece
como não estremecer-se ante o milagre
da mirada perigosa, piscar de olho
que o instinto já indicou, a cultura
e a natureza em aliança,
movidas a esplendor dentro de um corpo?
Também fora do corpo. Sobre o mundo.
Ao mesmo tempo luminosa e destrutiva
a formosura do herói
como o raio
como vivo sinal do divino.
ELEGIA 2
Não sei por que não pus este amor em silêncio
Sobre tua pele como uma catenária de prata
que rodeasse as tersas artérias de teu pescoço.
Não sei nem mesmo se estarei tatuado
nos fundos momentos de tua melancolia.
Não sei por que me custa escrever que te quis
tanto que às vezes choro as letras de teu nome,
que ao recordar-te sinto a dor verdadeira
do irrecuperável. A tristeza infinita
de que tu o mais radiante rapaz do mundo
vieste de longe a dormir ao meu lado,
te despistes as roupas do verão com torpe
normalidade (teu corpo era mais ruivo e forte
do que eu sonhara), e, olhando-se puro
com aqueles olhos, cuja cor declaro
que se esmaeceu de minha pobre memória,
num simples anúncio da noite inconsciente
“Trouxe um pijama de boxeador”, disseste.
NÚMERO 112 DE UMA AVENIDA NOVA
Eu vim colocando meus pés sobre teus passos
como animal perdido, na saga de tuas pistas
para ver onde vives, e invejar as paredes
e assim humildemente numerar com carícias
de tolo enamorado os ladrilhos que guardam
tua formosura invisível. Cheguei até este
número 112 de uma avenida nova
em um bairro perdido, respirando as horas
da madrugada escura. Para fazer o quê? Pulsar
todo a escala de timbres, como o adolescente
que não fui, despertar multidões, e somente
para deixar em teu sonho o sinal de meus sonhos?
Ou permanecer dormido sobre a dura almofada
no umbral que diariamente atravessas, esperando
que o sol que nascerá em breve me cure e traga
o milagre aos meus braços, teu corpo bem ungido
com este mesmo vinho que assedia minha fronte?
Quero entrar nas lágrimas de quem sabe que é pobre,
porque nem altas dádivas nem grinaldas triunfais
ofereço, tão somente despojos de despojos
de amor, de puro amor, outra vez humilhado,
mesmo que no espaço limpo comunique os astros
e me mova (e te move?). Temo vir a perder
a embriaguez da noite dos párpados. Quero
seguir sendo inocente depois que amanheça.
O LADRÃO DE GELO
Sobressai uma cabeça da multidão
pontuando de ouro isto que respiramos.
Para onde retirar-me depois da formosura?
A que grau de homéricos hão de chegar meus lábios
para expressar o humilde?
Um rapaz muito sério trabalha transportando
de uma barra a outra
uma caixa de cubos de gelo.
Atravessa a sombra laser das estátuas
com sua carga de quartzo recém cristalizado.
Deixa uma linha de água escrita no alto
meridiano desnudo dos peitos rijos.
O elevado de minha solidão
às vezes equivale
milimetricamente à minha estatura:
quero dizer que sou livre e feliz.
Tem um ladrão de gelo. Sua beleza provém
do gesto clandestino
e limpo
com que toma um punhado de unidades polares
e as leva à boca.
Sempre o elemental me maravilha.
Com sua mão me oferece um quadrado de frio.
MEC
para Sebastian
cv
O jovem mecânico
acaba de comprar guloseimas de criança.
Come-as enquanto cumpre
A primeira revisão.
Anota os quilômetros com números enormes
geométricos.
Nesta hora de estréias, impecável,
desliza debaixo do carro faustoso.
Tem — revela —
contrato de aprendiz. Ele e a máquina
rivalizam
em objetualidade, em simbolismo
masculino. Os olhares começam
a desaparecer em estética de spot
publicitário, transtornados por uma
intimidade estranha,
certo exibicionismo
que inquieta os que esperam.
A cópula entre seres desiguais
de extrema formosura se produz
sempre nos limites do mito.
Boca para cima estendido
move à sua maneira, dedica
exclamações de seu rude amor.
Rumor escuro de ferramentas soa.
Não é nada – se escuta. Quando sai
apenas fatigado
seu manchado esplendor pede versos antigos.
O POEMA DE AMOR DEVE TER PREVISTO
O poema de amor deve ter previsto
o transcurso futuro dos astros
mas também
o vocabulário da derrota
e a glória muito simples do minuto.
Deve ter a palavra Albentur prevista
só porque está escrita na traseira
do ônibus noturno que te traz de volta à casa.
Deve dizer a periferia urbana,
e saber converter-se, se for preciso,
em ode às cidades acesas.
Deve ter previsto os fracassos,
toda a nossa pobreza,
o medo de que se rompa nosso amor extramuros.
O poema de amor deve negar o ouro.
O poema de amor deve saber que somos
iguais, e portanto deve incluir palavras
livre de tradição e sabedoria.
Não direi que Petrarca não nos serve.
Direi que não basta. Nosso foco acontece
antes dos limites do mundo.
O poema de amor deve incluir meu nome e teu nome
da mesma maneira que meu nome inclui o teu.
O poema de amor deve afirmar definitivamente
que não somos obscuros, nem pobres de aventura.
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