| Fonte:  http://www.bmcc.cuny.edu/  HILARIO BARRERO
 
 Hilario Barrero, escritor y  traductor, nació en Toledo en 1948 y vive en Nueva York desde 1978 en donde es  profesor de BMCC, CUNY, una de las universidades de la ciudad. Como poeta ganó  el premio Gastón Baquero con In tempore belli, (Madrid, Verbum, 1999). En prosa  ha escrito los diarios Las estaciones del día y De amores y temores, Días de  Brooklyn y Dirección Brooklyn. Ha publicado en la revista Clarín, de la que es  colaborador, una selección de poemas de Donald Hall, Ted Kooser y Jane Kenyon.  La editorial Pre-textos ha publicado una antología titulada De otra manera y el  libro de Ted Kooser, Delicias y sombras. En prosa ha traducido El amante de  Italia, una selección de Italian Hours de Henry James. Libro de notas ha  publicado Un cierto olor a azufre, un volumen de relatos ilustrados por  Barrero. Su poesía es un doloroso canto de  felicidad hecho desde la serenidad y la aspereza. La reflexión ante la vida y  la muerte y el amor, y la austeridad en las formas lo acercan a una poesía  clásica, muy cernudiana: «Un poema más que un arma para el futuro es una navaja  del pasado, una mano abierta para el presente y una eternidad basada en el  instante de un amor para el futuro.» Arte poética Obra: Siete sonetos, 1976; In  tempori belli, Verbum, 1999. Las  estaciones del día, Llibros del Pexe, 2003. De amores y temores, Llibros del Pexe, 2005. Días de Brooklyn, Llibros del Pexe, 2007. Dirección Brooklyn, Universos, 2009. Un cierto olor a azufre, Libro de notas, 2009. Fonte: wikipedia   Extraído de:  arquitrave – Segunda época, n. 54, Enero-Abril  2014. p. 33-37. Director Harold Alvarado Tenorio (Colombia)  ISSN 1692-0066   TEXTOS EN  ESPAÑOL   -   TEXTOS EM PORTUGUÊS      Cuarto  oscuro   Una caja con olor a membrillos  maduros que no cierra porque la infancia se  llevó la llave, empañó los espejos y la noche  desgastó la madera. Un joyero que protege doce piedras  que fueron nuestras arras, arena en tu mirada aquella tarde. Un arcón con cajones secretos que  guardan nombres, fechas, cicatrices, días de réquiems  y cantos funerales. Un cofre que defiende tu nombre y la  clave que te dieron lejos de tu ciudad aquel verano del  setenta y uno cuando de prisa te midieron el  cuerpo en el asfalto. Un cajón de madera que encierra  nuestra historia de amor y cabe en el oscuro bolsillo del  olvido.     Nihil   Dejas de reflejarte y eres  oscuridad, va tu cuerpo delante de tu sombra, ceniza la firma de tus ojos, pavesas  los deseos, arpillera el aliento, la palabra un  tizón. Bajas lento la cuesta, maldices  tanta sacudida y al recordar la tarde que te llevó  a su casa se te llena la boca de asfalto  derretido. Darías todo por una sola noche de aquel verano del setenta y uno. Dos carbones mojados en tu ingle y un cansancio de arrugas en tus  manos te recuerdan que ya no tienes nada,  que ya eres viejo. Amarrado al árbol de la noche oscura tu cuerpo no soporta una saeta más.     Cerradura   Sin darfes tiempo de llegar hastael  lecho, una vez afianzada la puerta de la  casa, se amarían ruidosos, jadeantes,  salvajes. No sabían entonces lo difícil que  más tarde sería abrir la cerradura con la llave  oxidada del cansancio. 
 
 TEXTOS EM PORTUGUÊS
 Tradução de Antonio  Miranda
   QUARTO  ESCURO
 Uma caixa com  cheiro de marmelos maduros
 que não termina porque a infância levou a chave,
 embaçou os espelhos e a noite desgastou a madeira.
 Um joalheiro que protege doze pedras que foram nossos altares,
 areia em teu olhar naquela tarde.
 Uma arca com gavetas secretas que guardam nomes,
 datas, cicatrizes, dias de réquiens e cantos fúnebres.
 Um cofre que defende teu nome e a senha que te deram
 longe de tua cidade aquele verão de setenta e um
 quando de pressa mediram teu corpo no asfalto.
 Um caixão de madeira que encerra nossa história de amor
 e cabe no bolso escuro do esquecimento.
 
 NIHIL
 Deixas de refletir  e és escuridão,
 vai teu corpo adiante de tua sombra,
 cinza a firma de teus olhos, faíscas, os desejos
 serapilheira o alento, a palavra um tição.
 Desces lento a encosta, maldizes tanta sacudida
 e ao recordar a tarde que te levou à casa
 enche a boca de asfalto derretido.
 
 Daria tudo por uma única noite
 daquele verão de setenta e um.
 Dois carvões molhados em tua virilha
 e um cansaço de rugas em tuas mãos
 te lembram que já nada tens, já estás velho.
 
 Amarrado à árvore da noite escura
 teu corpo não suporta uma flechada a mais.
   FECHADURA
 Sem dar-lhes tempo  de chegar até o leito,
 uma vez afiançada a porta da casa,
 amariam ruidosos, ofegantes, selvagens.
 Não sabiam então o difícil que depois seria
 abrir a fechadura com a chave oxidada do cansaço.
   Página  publicada em maio de 2014 
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