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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


ELENA MEDEL

ELENA MEDEL

 

Elena Medel nació en Córdoba en 1985. Desde septiembre de 2006 disfruta de una beca de creación del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes. Ha publicado los poemarios Mi primer bikini (Premio Andalucía Joven 2001; DVD, 2002), Vacaciones (El Gaviero, 2004) y Tara (DVD, 2006), así como el cuaderno Un soplo en el corazón (4 de agosto, 2007) y relatos en Calle 20, Eñe, Público, Cuentos eróticos de San Valentín (Tusquets, 2007) o El arca (La Buena Vida [Lima] y Sangría [Santiago de Chile], ambas en 2008). Sus poemas han aparecido en numerosas antologías, y pueden leerse en árabe, inglés, italiano y portugués. Colabora con diversos medios de comunicación (El Mundo, El País, Cadena SER) y es una de las coordinadoras de las actividades de agitación cultural de La Bella Varsovia. Mantiene una página web (http://www.elenamedel.com) sobre su trabajo.

 

 A poeta ELENE MEDEL numa das sessões magnas da I BIENAL INTERNACIONAL DE POESIA DE BRASILIA (de 3 a 7 de setembro de 2008), no auditório do Museu Nacional de Brasília. Representante oficial com o patrocínio do Instituto Cervantes/Embaixada de Espanha no Brasil.

 TEXTOS EN ESPAÑOL  /   TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

PEZ

 

Nuestro plato favorito requería cierta preparación. Mi abuela abría el pescado en vertical, leyendo mi futuro.

Sobre la superficie herida distribuía su relleno, con cuidado: las marcas de la muerte no deben infectarse.

Mientras, ella me hablaba. Yo aún era pequeña; había vuelto del colegio, preguntaba qué había de almorzar, relamía mis gracias y decía:

peces como los del verano. Por entonces hacía frío. Y al terminar de comer nos sentábamos juntas, veíamos la televisión juntas, respirábamos juntas cada tarde.

Vivir era costumbre de las dos,

y en verano me enfadaba al verla caminar

orilla arriba

                          orilla abajo:

yo me enfadaba porque temía perderla en una ola, o que se resfriase, o simplemente estar lejos de ella unos minutos.

Al volver, me sentaba en su hamaca y me ayudaba a limpiarme la arena de los pies, a buscar mis ceras en la bolsa, a despegarme la sal y las legañas.

 

El invierno es, ahora, amable en esta casa. Al entrar he querido encontrarte tranquila, repitiendo tus historias, sonriendo al recordar los buenos tiempos, como siempre, siguiendo las costumbres de mi infancia.

Pero ahora no estás. Las dos ya no vivimos, y el frío me agarra por la espalda y me golpea, recuerda tantas cosas que vuelvo a tener miedo,

y mis ojos

resbalan en mis manos

húmedos

como el pez del invierno. 

 

 

ÁRBOL GENEALÓGICO

 

Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable.

Cuando una de nosotras muere

exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan para curiosear en su garganta de hojalata, se celebran festines con moscas y gusanos, me cae mal porque me hizo sonreír a mí, que soy tan triste.

A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza

se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos del alma de las mujeres sobrenaturales,

chocan contra vuestras paredes, sus empastes y sus uñas agujerean vuestras ventanas

hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces.

Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior, rebuscan entre las vísceras el mapa del tesoro,

sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado dentro con los años.

 

Un espectáculo.

 

Pertenezco a una raza desarrollada más allá de los púlpitos. Soy una de ellas porque mi corazón mancha al tomarlo entre las manos, porque coincide en tamaño con el hueco de un nicho;

fresco y dulce como el de un animal, chupad mi corazón para que, al morir, sepan que hemos estado juntos.

Soy una de ellas porque mi corazón será abono. Porque mi sangre, que es la suya, sube y baja por mi cadáver como por escaleras mecánicas;

porque el fundamento de mi carácter, al descomponerse, se incorpora a una especie salvaje

que ladra y que hiere y que te lleva a su terreno, que ignora las afrentas, que jamás se extinguirá.

 

 

ESCRIBIRÉ QUINIENTAS VECES EL NOMBRE DE MI MADRE

 

Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.

Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del colegio, por el pasillo de la casa más antigua. Para recordar mi origen cada vez que yo viva.

En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de cristal, aunque ella duerma lejos:

sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie su nombre escrito.

Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme amorosamente con su parábola descalza;

vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos tiritando de suerte,

y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel de bienvenida a un hogar diferente.

Sobre mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona que me ciño como hija primogénita de Dinamarca.

Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos; miraré cómo retozan de acrílico las palmas de mis manos, sangrará mi lengua a disposición de mis muertos.

Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre para quien quiera escucharlo, y escribiré que bendigo este medio corazón en huelga mío, pues no olvido:

nací para llorar la muerte de otros. 

 

 

AQUELLO EN LO QUE TE FIJAS

CUANDO SALIMOS POR LAS NOCHES

 

Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la vida era renunciando a la propiedad particular.

Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos en música de cámara, con mis zapatos.

Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido. Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.

Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a Él.

Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad, sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.

No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero suciamente. He descubierto que pasos-pequeños conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.

 

Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme por dentro de tanta soledad. 

 

 

TRITANOPÍA

 

Vuestro odio a los colores ha acabado con ella: vuestro odio a lo pagano y las cuchillas. Flamsteed alejándola de su dolor de estómago: es mi estructura, junto a ella moriré.

Tenéis cuanto queríais. Era Alicia: no el diamante. Ningún destrozo: sí dabais la espalda, mordíais muy profundo. Un mecanismo fácil. Una labor sencilla. Tragad. Despidiéndoos como si fuera la última cerveza junto a vuestros chicos preferidos. Las bombillas son frágiles: igual que sus hilos, terminó rota.

ojos de sapo, mi noche esférica, caries en el saludo, inevitable vomitar: cuanto queríais, en vuestras manos. Sois felices, lo conseguisteis.

Reencarnados en mujeres y en hombres, bailáis con vosotros mismos mientras se oxida vuestra lengua de oro falso:

por error, pisasteis charquitos de saliva venenosa, manchasteis la entrada al dormitorio.

Os empeñáis en un nombre del que ella carece, llamándola te quise siempre, estrecho tu mano, no conozco otro dolor que no haya sido nuestro.

Lo habéis conseguido. Acabasteis con ella. En vuestra mesilla de noche respira minúscula por no despertaros: menos aire, menos aire, pequeña, tonta.

 

¿Besaréis su cadáver? 

 

(Todos los poemas pertenecen al libro Tara) 

 

 

EN LOS DEMÁS

 

Tú y yo en los demás: libran a la manzana de su piel. Más hermosos cuando estamos a solas.

 

Cristal en añicos, infancia, salón que es refugio: la huida deja atrás nuestros problemas.

 

Descuidar el gesto cuando servimos agua. Adiós, pues, al equilibrio entre ademán y efecto.

 

Desbordarse. Qué esperas tú de mí. Defraudar la intensidad del otro: tú y yo en los demás. 

 

(Inédito)

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS 

Tradução de Javier Iglesias 

 

PEIXE

 

Nosso prato favorito exigia certa preparação.

Minha avó abria o peixe em vertical, lendo meu futuro.

Sob a superfície ferida distribuía seu recheio, com cuidado:

as marcas da morte não o devem o infectar.

Entretanto, ela me falava.

Eu ainda era pequena; havia voltado do colégio,

perguntava o que havia de almoçar,

bajulava minhas graças e dizia:

peixes como os do verão.

Por então fazia frio.

E ao terminar de comer nós sentávamos juntas,

víiamos televisão juntas, respirávamos juntas cada tarde.

Viver era costume das duas, e no verão me incomodava vê-la caminhar

beira acima, beira abaixo:

Isso me incomodava porque temia perdê-la em uma onda, ou que se resfriasse,

ou, simplesmente, estar longe dela por uns minutos.

Ao voltar, me sentava na sua rede e me ajudava a limpar a areia dos pés,

a buscar minhas ceras na bolsa, a despegar-me o sal e as remelas.

Agora o inverno é amável nesta casa.

Ao entrar queria encontrar-te tranqüila,

repetindo tuas histórias, sorrindo ao lembrar os bons tempos,

como sempre, seguindo os costumes da minha infância.

Mas agora não estás. Nós duas já não vivemos,

e o frio me pega pelas costas e me golpeia,

lembra-me tantas coisas que volto a ter medo,

e meus olhos escorregam em minhas mãos

úmidos como o peixe do inverno.

 

 

ÁRVORE GENEALÓGICA

 

Eu pertenço a uma raça de mulheres com o coração biodegradável.

Quando uma de nós morre exibem seu cadáver nos parques públicos,

as crianças se aproximam para bisbilhotar na sua garganta de folha-de-flandres,

celebram-se banquetes com moscas e vermes,

me fez mal porque me fez sorrir, logo eu que sou tão triste.

Aos trinta dias exatos de sua morte o corpo desta extraordinária raça se autodestrói,

e às portas de vossas casas chamam os restos da alma das mulheres sobrenaturais,

batem contra vossas paredes, suas pastas e suas unhas perfuram vossas janelas

até que sangram nossas aortas fincadas na terra, igual que as raízes.

Ao morrer nos abrem o estômago, examinam com os dedos seu interior,

rebuscam entre as vísceras o mapa do tesouro,

tiram seus dedos negros de todos os poemas que nós ficaram dentro com os anos.

Um espetáculo.

Pertenço a uma raça desenvolvida além dos altares.

Sou uma delas porque meu coração mancha ao tomá-lo entre as mãos,

porque coincide em tamanho com o buraco de um nicho;

fresco e doce como o de um animal, suga meu coração para que, ao morrer,

saibam que temos estado juntos.

Sou uma delas porque meu coração será adubo.

Porque meu sangue, que é o seu, sobe e desce pelo meu cadáver como por escadas mecânicas;

porque o fundamento de meu caráter, ao  se descompor,

incorpora-se a uma espécie selvagem que late e que fere e que te leva a seu terreno,

que ignora as afrontas, que jamais se extinguirá.

 

 

ESCREVEREI QUINHENTAS VEZES O NOME DE MINHA MÃE

 

Escreverei quinhentas vezes o nome de minha mãe.

Com um vestido branco traçarei cada uma de suas letras pelas paredes de meu dormitório,

pelo solo do pátio do colégio, pelo corredor da casa mais antiga.

Para lembrar minha origem cada vez que eu viva.

Em todos os lugares poderei beijar seu rosto  limpo de cristal, mesmo que ela durma longe:

seu rosto perto que me doerá lá onde acaricie seu nome escrito.

Tantos dias, tantas noites terão de alimentar-me amorosamente com sua parábola descalça;

virá minha mãe para me agasalhar, mulher de fumaça, com olhos tremendo de sorte,

e em cada sonho meus sobrenomes doerão como um cartaz de boas vindas a um lar diferente.

Sob meu cabelo, louro como o de minha mãe, a coroa que me coroou como filha primogênita

da Dinamarca.

Chamar-me-ei Vazia, em homenagem a meus mortos;

olharei como jogam de acrílico as palmas de minhas mãos,

sangrará minha língua a disposição de meus mortos.

Gritarei quinhentas vezes o nome de minha mãe para quem queira escutá-lo,

e escreverei que abençôo este meio coração em greve meu, pois não esqueço:

nasci para chorar a morte dos outros.

 

 

AQUILO QUE VOCÊ OLHA QUANDO SAIMOS PELAS NOITES

 

Minha mãe me ensinou que a melhor forma de passar pela vida era renunciando à

propriedade particular.

Ela me convenceu de que poderia transformar os balbucios em música de câmara,

com meus sapatos.

Teus sapatos são mágicos, me disse.

Perde um e ganhará um marido.

Vende dois e ante ti se revolverão as sementes de teu reino.

E eu sussurrava: meu reino eterno. Junto a Ele.

         Decidi que os compraria coloridos para camuflar minha identidade,

         sóbrios se aspiram desvelar meus segredos.

Nem saltos, nem sapatos planos, nem aerodinamismo; quero-os sujamente.

Descobri que passos-pequenos conduzem a uma-mulher-séria-com-duas-raias-absortas.

 

Descalça, na ponta dos pés, voltou a ter dez anos e a morrer-me por dentro de tanta solidão.

 

 

TRITANOPÍA

 

Vosso ódio às cores acabou com ela: vosso ódio ao pagão e as navalhas.

Flamsteed longe de sua dor de estômago: é minha estrutura, junto a ela morrerei.

Tereis quanto quereis.

Era Alicia: não o diamante.

Nenhum destroço: sim dávais as costas, mordeis muito profundo.

Um mecanismo fácil.

Um labor singelo. Tragai. Despindo-os como si fora a última cerveja junto a vossos garotos preferidos.

As lâmpadas são frágeis: igual que seus fios, terminaram quebrada.

Olhos de sapo, minha noite esférica, cáries no cumprimento, inevitável vomitar:

quanto queirais, em vossas mãos.

Sois felizes, o conseguisteis.

Reencarnados em mulheres e em homens,

bailais com vos mesmos enquanto oxida-se vossa língua de oro falso:

por erro, pisasteis atoleiro de saliva venenosa, manchasteis a entrada ao dormitório.

Empenhais-vos em um nome que ela carece, chamando-a te quis sempre,

estreito tua mão, não conheço outra dor que não haja sido nossa.

Ou tenhais conseguido. Acabastes com ela.

Em vossa mesinha de noite respira minúscula por não despertar-los:

menos ar, menos ar, pequena, tonta.

Bejareis seu cadáver?

 

 

(Todos os poemas pertencem ao livro Tara)

 

 

EM DEMASIA

 

Tu e eu nos demais: livram à maçã de sua pele.

Mais belo quando estamos sós.

 

Cristal em fragmentos, infância, salão que é refúgio:

a fuga deixa atrás nossos problemas.

 

Descuidar o gesto quando servimos água.

Adeus, pois, ao equilíbrio entre trejeito e efeito.

 

Desbordar-se. Que esperas tu de mim.

Defraudar a intensidade do outro: tu e eu nos demais.

 

 

 (Inédito)

 

 

 

 

Página publicada em julo de 2008

 




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