|   POESÍA  ESPAÑOLA Coordinación de AURORA CUEVAS CERVERÓ
 Universidad  Complutense de Madrid
     Foto:  http://certamenliterariocepa.blogspot.com/   DIEGO DONCEL
 Diego Doncel Manzano ( Malpartida  de Cáceres, Cáceres, 1964) es un poeta, novelista y crítico español. En 1990, Diego Doncel ganó el premio  Adonais con su poemario El único umbral. Desde entonces no ha dejado de  escribir, siendo autor de tres novelas y cuatro libros de poesía más. En 2012  recibió el Premio Café Gijón de novela por Amantes en el tiempo de la infamia Es cofundador de la revista  hispano-lusa Espaço/Espacio escrito y  es colaborador habitual en la prensa escrita. También fue el director de la  colección "Los solitarios y sus amigos" de la editorial Calambur. Ha  dirigido cursos para distintas instituciones culturales como Círculo de  Lectores, Círculo de Bellas Artes ( Madrid) y ha dado conferencias y lecturas  en España, Europa y EE. UU. Hoy es docente en el instituto madrileño mejor  valorado de España, IES Ciudad de los Poetas. Obra poética: El  único umbral. España:  Rialp (Premio Adonais), 1990. ISBN 978-84-321-2728-1. Una  sombra que pasa.  España: Tusquets (Nuevos Textos Sagrados), 1998. ISBN 978-84-7223-965-4. En  ningún paraíso.  España: Visor, 2005. ISBN 978-84-7522-782-5. Porno ficción. España: DVD, 2011. Territorios  bajo vigilacia. Poesía reunida. Visor, 2015 El  fin del mundo en las televisiones.(Premio  Tiflos), 2015. Biografía extraída de  https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Doncel       TEXTO EN ESPAÑOL   -    TEXTO EM PORTUGUÊS     PRÁCTICA DE LA UTOPÍA.  También yo me he puesto a conducir esta noche,
 como todas las noches de este último tiempo,
 con la esperanza de escaparme de aquí.
 Llevo la camisa henchida por la brisa
 y la luna delante incendiando de mercurio
 las aguas del océano.
 La radio, sintonizada en un canal muerto,
 es un desierto más que me acompaña.
 Paso junto a tierras muy usadas sobre
 las que pesan planes de especuladores turísticos
 que prometen una vida feliz.
 El aire está cargado de un blanquecino gas azul
 y el cielo es una lámina cambiante
 con remolinos de polen, destellos de bruma
 y corrientes polvorientas.
 En lo alto del parabrisas, libres en el viento
 nocturno, los cables telefónicos
 sacuden constantemente la forma lejana
 de los astros con un leve temblor.
 
 Ya sé que nada va a salvarme,
 que ya no soy siquiera aquella bella idea
 nacida de la mente de los hombres,
 pero me reconforta huir.
 De ser algo, soy la conciencia
 de lo que no se alcanza ni siquiera a soñar,
 una nada muy vieja que ofrece
 a las gaviotas un poco de pescado
 en la escollera del puerto
 y gusta de contemplar su vuelo.
 
 Las curvas se inclinan suavemente
 en un húmedo resplandor,
 y los colores dorados y cobrizos del asfalto
 poseen irisaciones marinas, como escamas.
 Los faros de algún coche, en la calma
 transparente del salitre,
 rotan por el litoral como lo hace
 un planeta lejano por su órbita.
 
 Es cierto que tengo muy poca fe,
 que apenas espero nada, sobre todo de mí mismo,
 pero me consuela observar esas estelas de nubes
 blancas y grises como paños
 con los que alguien limpia el cielo,
 los ojos de una estrella que, venciendo
 la distancia que nos separa,
 hago que se encuentren con los míos.
 
 Como cada noche, cruzo la línea pintada
 en el suelo y conduzco ilegalmente
 por el carril de dirección contraria.
 La mirada se pierde no en el tramo de carretera
 que tengo ante mí, sino en las altas
 profundidades astrales.
 No me hago ninguna pregunta.
 
 La sensación de volar es muy intensa
 cuando traspaso la arista de los cambios de rasante.
 Las explosiones del motor, el ruido
 con que el alquitrán succiona los neumáticos,
 el roce de la chapa y de los plásticos,
 me hacen pensar en las explosiones
 de hidrógeno y de helio de allá arriba,
 en el movimiento de la materia celeste,
 en la energía de la luz cruzando el espacio.
 
 
 DONCEL, Diego. En  ningún paraíso. (Madrid: Visor Libros, 2005)
     TEXTO EM PORTUGUÊSTradução:  ANTONIO MIRANDA
   PRÁCTICA DE LA UTOPÍA.  Também eu me dispus a conduzir esta noite,
 como todas as noites deste último tempo,
 com a esperança de escapar-me daqui.
 Tenho a camisa preenchida pela brisa
 e a lua em frente incendiando com mercúrio
 as águas do oceano.
 O rádio, sintonizado em um canal morto,
 é um deserto a mais que me acompanha.
 Passo por terras muito usadas em
 que pesam os planos de especuladores turísticos
 que prometem uma vida feliz.
 O ar está carregado de um blanquecino gás azul
 e o céu é uma lâmina cambiante
 com remoinhos de pólen, faíscas de bruma
 e correntes poeirentas.
 No alto do para-brisa, livre no vento
 noturno, os cabos telefônicos
 sacodem constantemente a forma distante
 dos astros com um leve tremor.
 
 Já  sei que nada vai me salvar,que já não sou nem mesmo aquela bela ideia
 nascida da mente dos homens,
 mas me reconforta fugir.
 Ao ser algo, sou a consciência
 do que não se alcança nem sequer em sonhar,
 um nada muito velho que oferece
 às gaivotas um pouco de pescado
 no cais do porto
 e gosta de contemplar o seu voo.
 
 As  curvas inclinam-se suavementeem um úmido resplendor,
 e as cores douradas e bronzeados do asfalto
 possuem iridescências marinhas, como escamas.
 Os faróis de algum carro, na calma
 transparente do salitre,
 rodam pelo litoral como faz
 um planeta distante por sua  órbita.
 
 É  verdade que tenho muito pouca fé,que apenas espero nada, sobretudo de mim mesmo,
 mas me consola observar esses rastros de nuvens
 brancas e cinzentas como panos
 com os quais alguém limpa o céu,
 os olhos de uma estrela que, vencendo
 a distância que nos separa,
 faço que se encontrem com os meus.
 
 Como em cada noite, cruzo a linha pintada
 no solo e conduzo ilegalmente
 pelo carril na direção contrária.
 O olhar se perde no tramo da estrada
 que tenho diante de mim, mas na altas
 profundidades austrais.
 Não me faço nenhuma pergunta.
 
 A  sensação de voar é muito intensaquando transpasso a aresta das mudanças da rasante.
 As explosões do motor, o ruído
 com que o piche suga os pneumáticos,
 o roce da chapa e dos plásticos,
 me levam a pensar nas explosões
 de hidrogênio e de hélio mais acima,
 no movimento da matéria celeste,
 na energia da luz cruzando o espaço.
       Página  publicada em abril de 2020  
 |