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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

IVÁN CARVAJAL AGUIRRE

 

Iván Carvajal Aguirre (n. San Gabriel, Ecuador. 1948) es un poeta, filósofo y ensayista ecuatoriano. Actualmente reside y trabaja en Quito, Ecuador, como profesor universitario, director de la revista País Secreto. Estuvo a cargo de la supervisión general y dirección de proyectos de la Corporación Cultural Orogenia.

Estudió Filosofía en la Universidad Central y en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, donde se doctoró.

En la década del 70 participó en el grupo denominado “Tzantzicos” y en la revista “La bufanda del sol”.

La mayor parte de su obra se compone de poesía. Sin embargo, sus últimos trabajos reúnen sus reflexiones sobre la poesía (“A la zaga del animal imposible”) y la cultura y política en Ecuador (“¿Volver a tener patria?”).   Fuente: wikipedia

 

TEXTO EN ESPAÑOL  -  TEXTO EM PORTUGUÊS

 

LA OFRENDA DEL CEREZO

 

          Para Arga y ¡uan González Soto

 

Simulacro de la escarcha

en el día soleado,

mapa de un cielo de estrellas

albas y enanas, o un firmamento

que apenas se sostiene

de las cuerdas mecidas

por un rumor de niños que se alejan.

Las flores del cerezo

copan el cuadro de la ventana.

 

II

 

Esta ventana se abre al jardín.

Detrás de sus cristales,

la luz y el cerezo.

 

En este instante

la ventana existe

para que la luz

 

ilumine el despliegue

de las flores blancas,

su suave balanceo.

 

III

 

El mundo podría seguir rotando sobre su eje

aun si no estuviese este cerezo en marzo

sobre la acera de una calle en Washington.

Tal vez ninguna necesidad tenga la Tierra

de su color, de su perfume o de su peso.

Ninguna necesidad de él tienen los imperios.

Seguirían su curso los negocios.

El asesino no detendría el disparo

ni la víctima se volvería a mirarlo

antes de caer. Que aquí florezca

se debe a la intriga diplomática:

un obsequio del imperio japonés

a Norteamérica.

 

IV

 

Ninguna necesidad tiene el cerezo

que venga de tan lejos y me detenga

a contemplarlo en su milagro.

Nada es necesario para el árbol

salvo la luz, la noche, el agua,

los fermentos, la brisa del Potomac

y el vuelo de las moscas.

La rotación incesante de la Tierra.

 

v

 

Para ser, el árbol no necesita que

me detenga a contemplarlo.

No mora el cerezo real en mi palabra.

Mi palabra es tarda, sólo evoca

un cerezo que florecía en Washington

y aquél otro en el jardín de Arga

junto al Mediterráneo. Existen

una avenida que va al Potomac

y una ventana que da al jardín

para guardarlos, y en mi memoria

avenidas de diáfanos cristales

por donde llego al árbol que contemplo.

 

VI

 

El poema es movimiento interno.

Memoria, imagen. Luego, vacío.

Imaginación y palabra inventan otro cerezo,

la sombra del cerezo contemplado

en otro lugar una mañana.

¿La sombra?... ¡La luz! La luz

espléndida en la flor del cerezo.

 

VII

 

Contemplo el cerezo en su milagro.

Florece. Y aunque me embriaga su aroma,

no estaré aquí para probar sus frutos.

Mi vida depende del cerezo apenas

mientras dure este instante. Un blanco manto

que cae y se mece, un fresco olor,

mi júbilo. Me iré en unos minutos.

Mi vida no depende del cerezo.

Y sin embargo irá el fantasma

del árbol conmigo para siempre,

 

VIII

 

Siembro un cerezo en Chigchirián.

Tal vez un día alguno de estos petirrojos

parezca un sol del tamaño de un puño,

la mancha de un corazón spbre el manto

blanco del cerezo. Tal vez estaré

sentado en una silla del jardín

esperando el milagro. Otro cerezo

distinto de aquellos que contemplé

plantados en una avenida que va al Potomac

y en un jardín que da al Mediterráneo.

Otro cerezo: hoy mi mano abre

su nido en el suelo. Y espero la lluvia

con unción.

 

 

¡Una ventana para este cerezo

y una avenida para llegarse a él!

Tampoco se detendría la vida

si no plantase hoy este cerezo,

si un día no llegase a florecer.

Mi política en este pequeño reino

—el huerto en Chigchirián—

apenas consiste en abrir un hoyo

para sembrar el árbol.

Mi diplomacia: la paciente espera.

Que la Tierra gire y con ella el Sol

en torno a su tallo. Que las ramas

sean sacudidas por la lluvia y el viento.

Que florezca y revoloteen las moscas

polinizándolo. Por lo demás,

la historia y las catástrofes

seguirán su curso sin el poeta,

sin el jardín, sin el cerezo.

 

          De La ofrenda del cerezo, 2000.


TEXTO EM PORTUGUÊS
Tradução: Antonio Miranda

 

A OFERENDA DA CEREJEIRA

      
Para Arga e Juan González Soto

I
Simulacro de geada
no dia ensolarado,
mapa de um céu de estrelas
alvas e anãs, ou um firmamento
que apenas se sustenta
na cordas mexidas
por um rumor de crianças que se afastam.
As flores da cerejeira
cobrem o quadro da janela.

II
Esta janela aberta para o jardim.
Detrás de seus cristais,
a luz e a cerejeira.

Neste instante
a janela existe
para que a luz

ilumine a dispersão
das flores brancas,
seu suave balançar.

III
O mundo poderia seguir girando sobre seu eixo
mesmo se não estivesse esta cerejeira em março
numa calçada de uma rua de Washington.
Talvez nenhuma necessidade tenha a Terra
de sua cor, de seu perfume ou de seu peso.
Nenhuma necessidade dele têm os impérios.
Seguirão seu curso os negócios.
O assassino não deterá o disparo
nem a vítima iria mover-se para vê-lo
antes de cair. Que aqui floresça
se deve à intriga diplomática:
um obséquio do império japonês
à América do Norte.

IV
Nenhuma necessidade tem a cerejeira
que venha de tão longe e me detenha
a contemplá-la em seu milagre.
Nada é necessário para a árvore
exceto a luz, a noite, a água,
os fermentos, a brisa do Potomac
e o voo das moscas.
A rotação incessante da Terra.

V
Para ser, a árvore não necessita que
me detenha a contemplá-la.
Não vive a cerejeira real em minha palavra.
Minha palavra é tardia, apenas evoca
uma cerejeira que florescia em Washington
e aquela outra no jardim de Arga
junto do Mediterrâneo. Existem
uma avenida que leva ao Potomac
e uma janela que dá para o jardim
para guardá-los, e em minha memória
avenidas de diáfanos cristais
por onde chego à árvore que contemplava.

VI
O poema é movimento externo.
Memória, imagem. Depois, vazio.
Imaginação e palavra inventam outra cerejeira,
a sombra da cerejeira contemplada
em outro lugar numa manhã.
A sombra? ... A luz! A luz
esplêndida na flor da cerejeira.

VII
Contemplo a cerejeira em seu milagre.
Floresce. E embora me embriague seu aroma,
não estarei aqui para provar seus frutos.
Minha vida apenas da cerejeira apenas
enquanto dure este instante. Um manto branco
que cai e se agita, um odor fresco,
meu júbilo. Vou-me em alguns minutos.
Minha vida não depende da cerejeira.
E no entanto irá o fantasma
da árvore comigo para sempre.

VIII
Planto uma cerejeira em Chigchirán.
Talvez um dia algum destes picod-de-peito-rubros*
se assemelhe a um sol do tamanho de um punho,
a mancha de um coração sobre o manto
branco da cerejeira. Quem sabe estarei
sentado numa cadeira do jardim
esperando o milagre. Outra cerejeira
diferente daquelas que contemplei
plantadas numa avenida que leva ao Potomac
e num jardim que dá para o Mediterrâneo.
Outra cerejeira: hoje minha mão abre
seu ninho no chão. Espero a chuva
com unção.

(...)

X
Uma janela para esta cerejeira
e uma avenida para chegar até ela!
Tampouco a vida vai se deter
se não plantasse hoje esta cerejeira,
se um dia ela não chegar a florescer.
Minha política neste pequeno reino
— o horto em Chigchirán —
consiste apenas em abrir uma cova
para plantar a árvore.
Minha diplomacia: a espera paciente.
Que a Terra gire e com ela o sol
em torno de seu caule. Que os ramos
sejam sacudidos pela chuva e o vento.
Que floresça e esvoacem as moscas
polinizando-a. Além disso,
a história e as catástrofes
seguirão seu curso sem o poeta,
sem o jardim, sem a cerejeira.

          De La ofrenda del Cerezo, 2000.



* pequena ave de peito alaranjado ) (Erithacus rubecula referido no original do poema como petirrojo, como também é conhecida em português.

 

Página publicada em março de 2014


 

 

 
 
 
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