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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



MANUEL DIAZ MARTINEZ

(1936)

 

O mais metafísico (ou ontológico) dos poetas de sua geração, Díaz Martínez publica aos vinte anos seus Frutos dispersos (1956) e, no ano seguinte, divulga Soledad y otros poemas. Em seguida oferece uma série de publicações que avançam do lirismo mais íntimo de EI amor como ella (1961) ou EI país de Ofelia (1965), até o conceptualismo de raiz mitológica de La tierra de Saúd (1967). Daí deriva o coloquialismo de seu melhor livro desta primeira época cria­tiva: Vivir es eso (1968). Muitos anos depois o encontramos já depurado no tom conversacional de Mientras traza su curva el pez de fuego (1984), o mesmo ocorre em sua antologia Poesía inconclusa (1985). Toda sua obra poética está reunida em Alcándara (1991).

 

DÍAZ MARTÍNEZ, Manuel (Santa Clara, 13.9.1936). Cursó hasta cuarto año de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de la Víbora, de donde fue expulsado por actividades revolucionarias. En 1959 ingresó en el Partido Socialista Popular. Viajó a Europa (1959-1960) con una beca del Gobierno Revolucionario, gracias a la cual realizó estudios en el Instituto Hispánico de la Sorbonne, en París. Fue jefe de redacción del magazine Hoy Domingo (1959-1963) y profesor de la Escuela Nacional de Instructores de Arte del C.N.C. (1962-1963). Entre 1963 y 1964 ocupó un cargo diplomático en Bulgaria. Asistió como observador al Congreso de Escritores Búlgaros (1964) y delegado al Congreso Cultural de La Habana (1968). Ha viajado por diversos países de Europa y el campo socialista. Investigador literario en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias (1965-1967). Fue redactor de La Gaceta de Cuba entre 1966 y 1975. Ha colaborado también en El Sol, Islas, El Mundo, Diario Libre, Verde Olivo, Casa de las Américas, Academus (México), Índice (Madrid). Obtuvo menciones de poesía en el concurso Casa de las Américas con Un hombre dice (1963) y Vivir es eso (1967). Con este último ganó también el premio «Julián del Casal» 1967 de la UNEAC. Algunos poemas suyos han sido vertidos al francés, al inglés, al italiano, al alemán y a diversas lenguas eslavas. Ha hecho versiones de poemas de Attila Jossef, V. Nezval y Ho Chi Minh. Cultiva además el cuento.

Fuente: www.cervantesvirtual.com

 

TEXTOS EN ESPAÑOL / TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

LA CENA

 

Mi abuelo se sentó a la mesa con su muerto al lado.

No levanté los ojos de la sopa:

sabía que él también estaba muerto.

Mi madre tampoco levantó los ojos

a pesar de estar tan muerta como él.

Pero el muerto más muerto era Jacinto el ciego,

que no tenía ojos para ver la sopa.

Y peor aún era el caso de Donata,

que no tenía sopa para meter los ojos.

 

Mi abuelo se levanto, entonces, de la mesa

y nos dejó solos con su muerto

(un muerto sin ojos y sin sopa)

un terrible muerto hecho todo de bocas y de huesos).

Lo miré al soslayo, ya sin pizca de apetito,

y deduje que era un muerto que buscaba nombre.

Le puse el nombre de mi abuelo.

Mi madre protestó y le puse el nombre de mi padre.

Mi padre protestó y le puse el nombre de su hermano.

A Donata y a Jacinto se los tuvo en cuenta

cuando llamaron al muerto con mi nombre.

 

Fue cuando pregunté:

- ¿Es necesario que los muertos tengan nombre?

¿Por qué meter los ojos en la sopa?

¿Hay que sentar los muertos a la mesa?

 

Mi padre respondió al momento:

— Conviene darles un carnoso nombre

donde poder pegarles la mordida;

ellos se pasan el tiempo con la boca seca

raspando con sus dientes nuestros platos.

Si no tuvieran nombre, ¿cómo poder llamarlos

y cómo poder, si queremos, despedirlos?

 

— Es muy justo sentarlos a la mesa

— añadió mi madre sonriendo

y cortando el pan en rebanadas —.

Nadie puede negar que tienen boca y, por tanto, hambre;

y manos y, por tanto, ganas;

y huecos, enormes huecos frios que llenar.

Ellos también han de poner sus huesos en la mesa.

 

Jacinto el ciego te servió más jugo al muerto

y mi madre le arrimá toda la sopa

mientras Donata, solícita, decía

iBuen apetito! en italiano.

 

Fue cuando pregunté de nuevo:

—  ¿Todo se hace en el nombre de los muertos?

 

— Manuel) icállate y come!

 

(De: Vivir es eso, 1967)

 

 

COMO TODO HOMBRE NORMAL

 

I

 

Yo, como todo hombre normal, soy maniático.

Me llevo bien con mis obsesiones.

Mis relaciones con la angustia son cordiales porque no creo que

en el mundo todo está ganado,

pero tampoco que todo está perdido.

Simplesmente pienso que falta por hacer la mejor parte.

(Cuenten conmigo.)

Pero pido que se razone y se hable claro. Y pido

que se condene a Dios por incapaz y al Diablo

por ridículo y a la Gloria por exagerada y a la

Pureza por imposible y al Iluso y al

Burgués por dolo y al Fanático por pandillismo

y nocturnidad.

 

 

II

 

 

Yo, como todo hombre normal, estoy enamorado de una mujer;

una gran mujer nerviosa, bellísima, al borde de la histeria,

de una espléndida mujer que le gusta vivir,

que hace el amor como una niña de convento

a pesar de sus grandes ojos dibujados, de sus

largas piernas duras y del temblor de primavera,

del frenético temblor obsceno que desgarra la

blancura de su vientre.

Y estoy enamorado de mi tiempo.

que es brutal y también está al borde de la histeria.

Estoy enamorado de mi tiempo con los nervios en punta,

con la cabeza rebotando entre el estruendo y la esperanza,

entre la usura y el peligro,

entre la muerte y el amor:

Y sueño y vocifero

frente a una sorda, ululante multitud

de turbinas, pozos de petróleo, gigantescos combinados siderome­talúrgicos donde el hombre crece en la presteza de sus dedos sobre tos controles y las herramientas, fundido al cuerpo caliente y brillante de las máquinas, que se desgastan incesanternente fabri­cando un mundo radiante y futuro, jamás visto, jamás oído, jamás tocado, habitado por fantasmas que apenas tenemos tiempo de engendrar.

Estoy enamorado de una mujer bellísima y neurótica como la Historia,

y me hundo en sus carnes espaciosas para que la aurora que estamos construyendo

no ilumine un planeta solitario

y melancólico.

 

III

 

Creo que el mundo puede y debe ser cambiado

piedra a piedra y hombre a hombre,

y con esa fe me acuesto y me levanto.

Mi corazón es un bosque de furias y benevolencias.

En mi cabeza, las derrotas, los triunfos

y las utopías han abierto oceanos, han levantado barricadas, han hecho muertos y resucitado muertos, han dictado reglas de belleza y de moral, han fomentado el desaliento y proclamado políticas salvadoras, han inventado islas y culturas y mártires victoriosos; en mi cabeza, la libertad ha coronado ídolos intolerantes a cuyos pies en llamas he quernado dogmas e idolatrias. Me refugio en mi cabeza, todo yo metido en mi cabeza,

que es un balón de fútbol pateado por pavorosas

risas) por pavorosas palabras,

por pavorosos silencios.

Invito a todos los hombres de la libertad y del trabajo

a patear este balón,

a dar en el blanco con esta pelota silbante.

 

(De: Mientras traza su curva el pez de fuego, 1980)  

 

COM AMOR LOS PREVENGO  

Cuando me toque morir, mano mia,

aférrate a la mano que te quede más cerca

porque en ella saludarás la vida.

 

Tu, mi oído, pon asunto

al que hable menos

porque será el que más te sienta.

 

Djos, miren bien los ojos que los miren

porque en ellos quedarán ardiendo.

 

Boca, limítate a callar

porque en tu caso

ya todo estará dicho

o habrás tenido tiempo de decirlo todo.

 

Y tu, cuerpo, animal, carne cotidiana,

no te atrevas a tembtar:

acepta que eres el máximo culpable,

que he sido tu víctima

porque siempre fuiste

el más astuto de los dos.

 

(De: Alcándara, 1980)

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

O JANTAR

 

Meu avô sentou-se à mesa com seu morto do lado.

Não levantei os olhos da sopa:

sabia que ele também estava morto.

Minha mãe também levantou os olhos

apesar de estar tão morta como ele.

Mas o morto mais morto era Jacinto o cego,

que não tinha olhos para ver a sopa.

E pior ainda era o caso de Donata,

que não tinha sopa onde botar os olhos.

 

Então meu avô se levantou da mesa

e nos deixou a sós com seu morto

(um morto sem olhos e sem sopa,

um terrível morto feito de bocas e de ossos).

Olhei-o de soslaio, sem um pingo de apetite,

e deduzi que era um morto que procurava nome.

Coloquei nele o nome de meu avô.

Minha mãe protestou e lhe pus o nome de meu pai.

Meu pai protestou e lhe pus o nome de seu irmão.

Só levei em consideração Donata e Jacinto

quando chamaram o morto com meu nome.

 

Foi quando perguntei:

— É necessário que os mortos tenham nome?

Por que botar os olhos na sopa?

Os mortos devem-se sentar à mesa?

 

Meu pai respondeu na hora:

— Convém dar a eles um nome carnudo

onde lhes possa grudar a mordida;

eles passam o tempo com a boca seca

raspando com seus dentes nossos pratos.

Se não tivessem nome, como poderia chamá-las

e, se quisermos, como poderíamos despedir-nos deles.

 

— É muito justo sentá-los à mesa

— acrescentou minha mãe sorrindo

e cortando o pão em fatias —.

Ninguém pode negar que eles têm boca e portanto, fome;

e mãos e, portanto, vontades;

e vãos, enormes vãos frios a preencher.

Eles também devem botar seus ossos na mesa.

 

Jacinto o cego serviu mais suco pro morto

e minha mãe passou-lhe toda a sopa

enquanto Donata, solícita, dizia

Buen apetito! em italiano.

 

Foi quando perguntei de novo:

— Tudo se faz em nome dos mortos?

— Manuel, bico calado e coma!

 

(De: Vivir es eso, 1968)  

 

 

COMO TODO HOMEM NORMAL

 

I

 

Eu, como todo homem normal, sou maníaco.

Convivo bem com minhas obsessões.

Minhas relações com a angústia são cordiais porque não acho que

no mundo tudo está ganho,

mas também nem tudo está perdido.

Simplesmente acho que falta fazer a melhor parte.

(Contem comigo.)

Mas peço que se raciocine e se fale claro. E peço,

que se condene a Deus por incapaz e ao Diabo

por ridículo e à Glória por exagerada e à

Pureza como impossível e ao Sonhador por sonhador e ao

Burguês por má fé e ao Fanático por delito

na calada da noite.

 

 

II

 

Eu, como todo homem normal, estou apaixonado por uma mulher,

por uma grande mulher nervosa, belíssima, no limite da histeria,

por uma esplêndida mulher que gosta de viver,

que faz amor como uma noviça

apesar de seus grandes olhos desenhados, de suas

longas pernas duras e do tremor de primavera,

do frenético tremor obsceno que desgarra a

alvura de seu ventre.

E estou apaixonado pelo meu tempo,

que é brutal e também está à beira da histeria.

Estou apaixonado pelo meu tempo com os nervos à flor da pele,

com a cabeça se debatendo entre o estrondo e a esperança,

entre a usura e o perigo,

entre a morte e o amor.

E sonho e vocifero

diante de uma surda, ululante multidão

de turbinas, poços de petróleo, gigantescos combinados

si­derometalúrgicos onde o homem cresce na presteza de seus dedos sobre os controles e as ferramentas, fundido no cor­po quente e brilhante das máquinas, que se desgastam inces­santemente fabricando um mundo radiante e futuro, jamais visto, jamais ouvido, jamais tocado, habitado por fantasmas que mal temos tempo de gerar.

Estou apaixonado por uma mulher

belíssima e neurótica como a História,

e me afundo em suas carnes espaçosas pra que a aurora

que estamos construindo

não ilumine um planeta solitário

e melancólico.

 

 

III

 

Acho que o mundo pode e deve ser mudado

pedra a pedra e homem a homem,

e com essa fé me deito e me levanto.

Meu coração é um bosque de fúrias e benevolências.

Em minha cabeça, as derrotas, os triunfos

e as utopias abriram oceanos, levantaram barricadas, fizeram mortos e ressuscitaram mortos, ditaram regras de beleza e de moral, fomentaram o desalento e proclamaram políticas salvadoras, inventaram ilhas e culturas e mártires vitoriosos; em minha cabeça, a liberdade coroou ídolos intolerantes a cujos pés em chamas queimei dogmas e idolatrias.

Me refugio em minha cabeça, todo eu metido em minha cabeça,

que é uma bola de futebol chutada por risos pavorosos,

por palavras pavorosas,

por silêncios pavorosos.

Convido a todos os homens da liberdade e do trabalho

a chutar esta bola,

a acertar no alvo com esta bola que assobia.

 

(De: Mientras traza su curva el pez de fuego, 1980) 

 

 

COM AMOR OS PREVINO

 

Quando for minha vez de morrer, mão minha,

aferra-te à mão que esteja mais perto de ti

porque com ela saudarás a vida.

 

Tu, meu ouvido, presta atenção

em quem fale menos

porque será quem mais te sente.

 

Olhos, olhem bem os olhos que os olhem

porque neles ficarão ardendo.

 

Boca, limita-te a calar

porque em teu caso

tudo já estará dito

ou terás tido tempo de dizer tudo.

 

E tu, corpo, animal, carne cotidiana,

não te atrevas a tremer:

aceita que és o máximo culpado,

que fui tua vítima

porque sempre foste

o mais astuto dos dois.

 

(De: Alcándara, 1980)

 

 

Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães Barros.  Florianópolis: Editora de UFSC, 1995.

 

 



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