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Sobre Antonio Miranda
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 

JESUS ORTA RUIZ

(1922-2006)

 

 

O índio Naborí, cuja obra está escrita em décimas, é um dos mais importan­tes cultores dessa estrofe típica da tradição popular. O poeta projetou-se como improvisador e cantor; publicou no auge da fama, Guardarraya sonora (1946) e Bandurria y violín (1948), livros típicos de repentismo lírico, mas com elementos mais cultos que o habitual na poesia popular de tradição camponesa. Com Estam­pas y elegías (1955) e Boda profunda (1957) o criador mostra um amadureci­mento que vai do popular ao culto. Uma série de livros publicados depois do triunfo da Revolução levou-o a expressar muito diretamente o novo momento cu­bano, indicando sua militância revolucionária e sua vocação para escrever poesia de cunho político. Como exemplo disso, entre outros livros: Marcha triunfal del Ejército Rebelde (1959), De Hatuey a Fidel (1960), Sueño reconstruido (1962), El pulso y el tiempo (1966). Com Entre y perdone usted (1973) e depois com Entre el reloj y los espejos (1990) encontramos uma obra inclinada ao intimismo, com verdadeiros dotes criativos.

                                                                                     VIRGILIO LOPEZ LEMUS

 

Extraído de: VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX. Seleção, prefácio e notas Virgílio Lopes Lemus. Tradução Alai García Diniz, Luizete Guimarães Barros. Editora da UFSC, Florianópolis, Santa Catarina, Brasil, que republicamos com a autorização dos tradutores.

 

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  / TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

UNA PARTE CONSCIENTE DEL CREPUSCULO

 

EI tiempo cae sobre nosotros, pero

no se siente caer mientras la vida

va ruidosa, embriagada, enloquecida,

como el andante que no ve el sendero.

 

EI tiempo cae sobre nosotros, pero

mientras hay una meta prometida

no se siente el gotear de su caída

ni consulta relojes el viajero.

 

Arrobados de sueños y paisaje

creemos infinito nuestro viaje,

pero ¡ay! El viaje es demasiado breve.

 

En vísperas del fin) viene la calma

y se siente caer — cernida nieve —

el tiempo gota a gota sobre el alma.

 

 

II

 

Yo no sé qué especial malabarismo

para cambiar el rostro hay en mi espejo;

sólo unos días de mirarme dejo,

vuelvo a mirarme ... y ya no soy el mismo.

 

¿Dónde está mi otra cara? ¿De qué abismo

me vienen esta mueca, este entrecejo,

estos ojos marchitos ... ? Soy reflejo

de no sé qué silente cataclismo.

 

¿Y este algodón añoso, esta blancura

de nube de la tarde en la negrura

de mi antigua cabeza? Es, simplemente,

 

el final de una ola que tropieza

y se rompe en la playa de la frente,

dejándonos espuma en la cabeza.

 

 

III

 

Estoy, con el paisaje cara a cara,

contemplando la tarde que agoniza.

Hay una estrella que espiritualiza

al horizonte, como si pensara.

 

Reina una sombra todavía clara.

El día es una terquedad rojiza.

¡Qué lenta rapidez en la plomiza

hora que de la noche me separa!

 

Todo se queda en un recogimiento:

los cálices, los pájaros, el viento,

la luz que sosegada se retira,

 

la yerba leve y el palmar mayúsculo,

y yo — la tarde que a la tarde mira —

soy la parte consciente del crepúsculo.

 

 

IV

 

— Anda por tu camino, caminante,

— dijo a mi juventud el horizonte —:

atraviesa los llanos, sube al monte,

que tienes larga vida por delante.

 

Anduve desde entonces anhelante

sin pensar en la barca de Caronte.

A cada rama demandé un sinsonte,

a cada roca reclamé un diamante.

 

Agoté con mi sed más de una fuente.

Seguí mordido por la sed ardiente.

Ahora tengo la muerte por delante,

 

se aproxima la barca de Caronte,

y me dice la voz del horizonte:

— Anda por tu camino, caminante.

 

v

 

Me queda por decir no sé qué cosa

que me parece inusitada y bella.

He gastado palabras como estrella,

rocío, rosicler, sonrisa, rosa ...

 

Y en lo pobre del verso y de la prosa

no he logrado apresar el alma de ella.

La he visto: fugitiva mariposa

O pájaros con alas de centella.

 

Cuando callo, la escucho y la medito,

pero se pierde en el poema escrito.

Me queda poco tiempo de palabra.

 

Me desespera la que nunca encuentro.

¿Y he de morir sin que mi mano abra

puertas al ave que me canta dentro?

 

 

VI

 

Los anónimos huesos que el arado

indiferentemente desentierra

aparecen fundidos con la tierra,

el paso y las excretas del ganado.

 

El tiempo su amarillo y verde ha dado

a la blancura que el secreto encierra.

¡Qué paz más honda en lo que fuese guerra,

En lo que fuera incendio enamorado!

 

Digo al despojo: ¿Dónde están los besos

que llegan en la vida hasta los huesos?

¿Cual era tu figura? ¿Cual tu arte?

 

Y él me responde en su silencio duro:

— De mi pasado, nada puedo hablarte;

Mírame, y hablaré de tu futuro.

 

 

VII

 

Canta la lluvia una profunda nana,

expresión de un telúrico cariño.

No cabe duda de que el viejo es niño

y el agua es madre de la vida humana.

 

Siento que toma mi cabeza cana

para dormirla sobre su corpiño.

De todo aquello con que sufro y riño

me aísla, mientras besa mi ventana.

 

Cuando escucho llover, me quedo inerme.

La lluvia tiene el don de adormecerme

y dedos finos con que me acaricia

 

como si salpicara en el desierto.

Si se me prolongara esta delicia

me dormiría y soñaría muerto.

 

 

VIII ( ... )

 

IX

 

No me asusta morir. .. Sólo lamento

no tener ojos para ver las cosas

que se transformarán: zarzas en rosas,

lobos en hombres, polvo en monumento.

 

No me asusta morir. .. Sólo lamento

ser sordo como el frío de las losas

cuando vengan las músicas gloriosas,

cuando una larga risa sea el viento.

 

Sólo lamento no tener mi tacto

cuando sea concreto el mundo abstracto

que en crisoles de sueño se moldea.

 

No me asusta morir. .. Sólo lamento

quedarme quieto cuando todo sea

la perfecta expresión del movimiento.

 

 

x

 

Vendrá mi muerte ciega para el llanto,

me llevará, y el mundo en que he vivido

se olvidará de mí, pero no tanto

como yo mismo, que seré el olvido.

 

Olvidaré a mis muertos y mi canto.

Olvidaré tu amor siempre encendido.

Olvidaré a mis hijos, y et encanto

de nuestra casa con calor de nido.

 

Olvidaré al amigo que más quiero.

Olvidaré a los héroes que venero.

 

Olvidaré las palmas que despiden

al sol. Olvidaré toda la historia.

 

No me duelen morir y que me olviden,

sino morir y no tener memoria.

 

 

1979

(De: Entre y perdone usted…, 1983)

 

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

Tradução Alai García Diniz,

Luizete Guimarães Barros

 

 

UMA PARTE CONSCIENTE DO CREPUSCULO

 

I

 

o tempo cai sobre nós, mas

não se sente cair enquanto a vida

vai ruidosa, embriagada, enlouquecida,

como o andarilho que não vê o trilho.

 

O tempo cai sobre nós, não obstante

enquanto haja uma prometida meta

não se sente o gotejar de sua queda

nem consulta relógios o viajante.

 

Arrebatados por sonhos e paisagem

Achamos infinita nossa viagem,

mas credo! essa viagem é muito breve.

 

Às vésperas do fim, ocorre a calma

e se sente cair - cernida neve -

o tempo gota a gota sobre a alma.

 

 

II

 

Eu não sei que especial malabarismo

para mudar o rosto há em meu espelho;

só uns dias de olhar-me deixo,

volto a olhar-me ... e já não sou eu mesmo.

 

Cadê minha outra cara? De que abismo

me vêm esta careta, esta carranca,

estes olhos murchos ... ? Sou reflexo

de não sei que silente cataclismo.

 

E este algodão idoso, esta brancura

de nuvem da tarde na negrura

de minha antiga cabeça? E, simplesmente,

 

o final de uma onda que tropeça

e se rompe na praia desta fronte,

deixando-nos espuma na cabeça.

 

 

III

 

Estou, com a paisagem cara a cara,

contemplando a tarde que agoniza.

Há uma estrela que espiritualiza

o horizonte, como se pensara.

 

Reina uma sombra ainda clara.

O dia teimosia avermelhada.

Que lenta rapidez na acinzentada

hora que da noite me separa!

 

Tudo permanece em recolhimento:

os cálices, os pássaros, o vento,

a luz que sossegada se retira,

 

a relva leve e o palmeiral maiúsculo,

e eu - a tarde que a tarde mira -

sou a parte consciente do crepúsculo.

 

 

IV

 

— Anda por seu caminho, caminhante,

— disse à .minha juventude o horizonte —:

atravessa as planícies, sobe o monte,

que você tem longa vida por diante.

 

Andei desde então anelante

sem pensar na barca de Caronte.

A cada ramo clamei por um sinsonte *

a cada roca reclamei um diamante.

 

Esgotei com minha sede mais de uma fonte.

Continuei mordido pela sede ardente.

Agora tenho a morte pela frente,

 

aproxima-se a barca de Caronte,

e me diz a voz do horizonte:

—Anda por seu caminho, caminhante.

 

 

N. do T.: (*) Sinsonte/(cenzontle - palavra mexicana) - ave americana de canto harmonioso.  

 

 

v

 

Resta-me dizer não sei que coisa

que me parece inusitada e bela.

Dissipei palavras como estrela,

 rocio, rosicler, sorriso, rosa ...

 

E no coitado do verso e da prosa

não consegui prender sua alma à risca.

Eu a vi: fugitiva borboleta

ou pássaros com asas de faísca.

 

Quando calo, escuto-a e medito,

mas se perde no poema escrito.

Resta-me pouco tempo de palavra.

 

Desespera-me a que nunca encontro.

E hei de morrer sem que a mão me abra

portas à ave que me canta dentro?

 

 

VI

 

Os anônimos ossos que o arado

indiferentemente desenterra

aparecem fundidos com a terra,

com o passo e com as fezes do gado.

 

Seu amarelo e verde deu o tempo

à brancura que o segredo encerra.

Que paz profunda no que fosse guerra,

no que fosse incêndio violento!

 

Digo aos despojos: os beijos onde estão

que na vida até os ossos vão?

Qual era tua figura? Qual tua arte?

 

E ele me responde em seu silêncio duro:

— O meu passado, esse é um caso aparte;

olhe-me e falarei de teu futuro.

 

 

VII

 

Canta a chuva uma profunda nana,

expressão de um telúrico carinho.

Não há dúvida, o velho é menino

e a água é a mãe da vida humana.

 

Sinto que toma minha cabeça velha

para dormi-la sobre seu corpinho.

De tudo aquilo com que sofro e rinho

me isola, quando beija minha janela.

 

Quando escuto chover, fico inerme.

A chuva tem o dom de adormecer-me

e dedos finos com que me acaricia

 

como se salpicasse no deserto.

Se me prolongasse esta delícia

eu dormiria e sonharia morto.

 

 

VIII ( ... )

 

IX

 

Não me assusta morrer ... Eu só lamento

não ter olhos para ver as coisas

que se transformarão: espinho em rosa,

lobo em homem, pó em monumento.

 

Não me assusta morrer ... Eu só lamento

ficar surdo como o frio das lousas

quando venham as músicas gloriosas,

quando um longo riso seja o vento.

 

Só lamento não ter o meu tato

quando seja concreto o mundo abstrato

que em cadinhos de sonho se adorne.

 

Não me assusta morrer ... Eu só lamento

ficar quieto quando tudo se transforme

na perfeita expressão do movimento.

 

 

N. do T: o poema VIII não consta da seleção desta antologia.  

 

 

x

 

Virá minha morte cega para o pranto,

me levará, e o mundo em que vivi

se esquecerá de mim, porém não tanto

como eu mesmo, que já me esqueci.

 

Esquecerei meus mortos e meu canto.

Esquecerei seu eterno e aceso amor.

Esquecerei meus filhos e o encanto

de nossa casa, ninho de calor.

 

Esquecerei o amigo que mais quero.

Esquecerei os heróis que eu venero.

 

Esquecerei as palmas que despedem

o sol. Esquecerei toda a história.

 

Não me dói morrer nem que me esqueçam,

e sim morrer e ir sem ter memória.

 

 

1979

(De: Entre y perdone usted, 1983)

 



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