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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

GASTON BAQUERO

(1918 - 1997)

 

 

Surgiu na poesia cubana na década de quarenta, integrado ao grupo Orígenes, em cujo âmbito publicou seus primeiros livros: Poemas (1942) e Saúl sobre la espada (1942). Ensaísta e jornalista, radicado na Espanha desde 1959, foi ganhando espaço dentro da lírica em língua espanhola por sua poesia conceitual, cheia de referências culturais.

 

Gastón Baquero foi chefe de reda­ção do Diario de la Marina, jornal da direita cubana. Seus outros livros conheci­dos são Poemas escritos en España (1960), Memorial de un testigo (1966) e Magias e invenciones (1984). Neste último reúne o melhor de sua obra poética que o situa entre as principais figuras da lírica cubana deste século. Seu último livro foi Poemas invisibles (1991).               Virgilio López Lemus 

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  / TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

EL HEROE

 

El héroe pasó su vida a caballo.

Su esposa misma creía que él era un Centauro.

Sus hijos creyeron siempre que su padre era un Centauro .

Sus compañeros de armas le llamaban el Centauro.

Pues nadie, nunca, le había visto sino a caballo.

Montado día y noche, ano tras ano, cabalgando en su caballo,

 como un Centauro.

 

El héroe llegó a viejo y nunca descendió de su caballo.

“Es el Centauro” decían los nuevos soldados, con envidia.

“Es el Centauro”, decían tas novias llenas de pena por sus años.

Pero el viejo héroe se mantenía erguido en su caballo,

y nadie pudo nunca, ni por dormir ni por nada,

verle descendido de su hermoso caballo de pelea,

como un Centauro.

 

Y el héroe un día aceptó, él también, morir, pero a caballo.

Fue llevado a su tumba encima de su caballo, como viviera,

pues ni aún después de muerto quiso dimitir de su existencia.

 

Y ahora seguimos viéndole, en medio de la plaza, heroico,

en ese monumento que niños y palomas toman por viviente.

Erguido está en su caballo, el héroe de siempre, aquel Centauro.

Cuyos hijos no le vieron sino a caballo, cuya esposa misma

no llegó a enterarse nunca si aquel a quien amaba

era un hombre a caballo, o era un Centauro.

 

1965

(De: Magias e invenciones, 1984)

 

 

 

NOCTURNO LUMINOSO

 

Music I heard with you was more than music,

and bread I broke with you was more than bread.

CONRAD AIKEN

 

Como un mapa pintado de violento amarillo sobre una pared gris,

como una mariposa aparecida de súbito en medio de los niños en el aula,

inesperadamente así,

cuando es más noche la noche de los ciegos extraviados en el laberinto,

puede aparecer de pronto una figura humana que sea como un cirio

dulcemente encendido,

como el sol personal, o como el recuerdo de que hay también estrellas y hermosura,

y algo bello cantando todavía entre las viejas venas de la tierra.

 

Como un mapa o como una mariposa que se queda adherida en un espejo,

la dulce piel invade e ilumina las praderas oscuras del corazón;

inesperadamente así, como la centella o el árbol florecido,

esa piel luminosa es de pronto el adorno más bello de una vida,

es la respuesta pedida largamente a la impenetrable noche:

una llama de oro, un resplandor que vence a todo abismo,

un misterioso acompañamiento que impide la tristeza.

 

Como un mapa o como una mariposa así de simple es amar,

iAdiós a las sombras, a tos días ahogados de hastío, al girovagar la Nada!

Amar es ver en otra persona el cirio encendido, el sol manuable y personal

que nos toma de la mano como a un ciego perdido entre lo oscuro,

y va iluminándonos por el largo y tormentoso túnel de tos días,

cada vez más radiante,

hasta que no vemos nada de lo tenebroso antiguo,

y todo es una música asentada, y un deleite callado,

excepcionalmente feliz y doloroso a un tiempo,

tan niño enajenado que no se atreve a abrir tos ojos, ni a pronunciar una palabra,

por miedo a que la luz desaparezca, y ruede a tierra el cirio,

y todo vuelva a ser noche en derredor

la noche interminable de los ciegos.

 

 

 

Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães Barros.  Florianópolis:Editora de UFSC, 1995. 

 

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Unión LIBRE                                                          www.unionlibre.rakumin.org/

 

Editorial       La      Draga y        el       Dragón

Colección El Pulpo de la distancia

Curandero y fotografías

Enrique Hernández-D'Jesús

 

No. 339/51/73 - 11 de marzo de 2012-  2 de julio de 2012

21 de mayo de 2017

 

 

MANOS

 

¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas

manos?

Te pregunto otra vez.

 Vicente Huidobro

 

 

         Me gustaría cortarte las manos con un serrucho de

 oro.

O quizás fuera mejor dejarte las manos en su sitio

Y rodearte todo el cuerpo con una muralla de ce-

 mento,

Con sólo dos agujeros precisos

Para que ellos sacases las manos a que aleteasen,

Como palomas o como prisioneros de un rey impla-

 cable.

Tus manos estarían bien guisadas con tiernos espá-

 rragos,

Doradas lentamente al horno de la devoción y del

 homenaje;

Tus manos servidas por doncellas de cofias verdes,

Trinchadas por Trimalción con tenedores de zafiro.

Porque después de todo hay que anticiparse a la

 destrucción,

Destruyendo a nuestro gusto cuanto amamos:

Y si tus manos son lo más hermoso de tu cuerpo,

¿Por qué habíamos de dejar que pereciesen enveje-

 cidas,

Sarmentosas ya, horripilantes manos de anciano gene-

 ral o magistrado?

Procedamos a tiempo, y con cautela: un fino polvo de

 azafrán,

Unas cucharaditas de aceites de la Arabia perfumante,

Y el fuego, el fuego santificador, el fuego que

 perpetúa la belleza.

Y luego tus manos hermosísimas ya rescatadas para

 siempre,

Empanizadas y olorosas al tibio jerez de las cocinas:

¡Comamos y salvemos de la muerte, comamos y

 cantemos¡

¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos? Creo

 que sí.

Por eso te suplico pases por el verdugo mañana a las

 seis en punto,

Y dejes que te cercene las manos prodigiosas: salvadas

 quedarán,

Habrá para ellas un altar, y nos reiremos, nos reiremos

 a coro,

De la cólera inútil de los dioses.


 

 

MÃOS

 

Irias ser cega que Deus te deu essas
mãos?
Te indago uma vez mais.

          Vicente Huidobro

 

         Quisera cortar-te as mãos com um serrote de
         ouro.
         Talvez seria melhor deixar as mãos em seu próprio lugar
         E cercar teu corpo inteiro com uma muralha de ci-
         mento,
         Com apenas dois furos exatos
         Para que eles saquem as mãos com que adejem,
         Como pombos ou como prisioneiros de um rei impla-
         cável.
         Tuas mãos estariam bem guisadas com  tensros aspar
         gos,
         Douradas lentamente no forno da devoção e da
         homenagem;
         Tuas mãos servidas por donzelas de coifas verdes,
         Fatiadas por Trimalción com garfos de safira.
         Porque depois de tudo temos que anteciparnos da
            destruição,
         Destruindo como queiramos quanto amamos:
         E se tuas mãos são o mais belo de teu corpo,
         Por que haveríamos de de permitir que parecessem enve-
         lhecidas,
         Sarmentosas então, horripilantes mãos de ancião ge-
            ral ou magistrado?
         Procedamos a tempo, e com cautela: um pó fino de
            açafrão,
         Umas colherzinhas de azeite perfumante da Arábia,
         E o fogo, o fogo santificador, o fogo que
         perpetua a beleza.
         E então tuas mãos belíssimas já resgatadas par
            sempre,
         Tapadas e oleosas de suave xerez das cozinhas:
         Comamos e salvemos da morte, comamos e
            cantemos!
         Irias ser cega que Deus te deu essas mãos? Penso
            que sim.

         Por isso te suplico passes pelo verdugo amanhã às
            seis em ponto,
         E deixes que te cerceie as mãos prodigiosas: salvas
           ficarão,
         Haverá para elas um altar, e nos riremos, nos riremos
            em coro,
         Da cólera inútil dos deuses.

 

 

 

 

 

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

Traduções de

Alai Garcia Diniz e Luizete Guimarães Barros 

 

 

 O HERÓI

 

o herói passou sua vida a cavalo.

Até sua esposa achava que ele era um Centauro.

Seus filhos sempre achavam que seu pai era um Centauro.

Seus companheiros de armas o chamavam de Centauro.

Porque ninguém nunca o havia visto senão a cavalo.

Montado dia e noite, ano após ano, cavalgando em seu cavalo,

como um Centauro.

 

O herói chegou à velhice e nunca desceu de seu cavalo.

''É o Centauro", diziam os novos soldados, com inveja.

''É o Centauro", diziam as namoradas cheias de pena por sua idade.

Mas o velho herói se mantinha erguido em seu cavalo,

e ninguém nunca pôde nem pra dormir nem pra nada,

vê-lo desmontado de seu formoso cavalo de batalha,

 como um Centauro.

 

E o herói um dia aceitou, ele também, morrer, mas a cavalo.

Foi levado a sua tumba em cima de seu cavalo, como vivera,

pois nem mesmo depois de morto quis abdicar da sua existência.

 

E agora continuamos a vê-lo, no meio da praça, heróico,

nesse monumento que crianças e pombas acham que é vivo.

Erguido está em seu cavalo, o herói de sempre, aquele Centauro.

Cujos filhos não o viram senão a cavalo, cuja própria esposa

não chegou nunca a saber se aquele a quem amava

era um homem a cavalo, ou era um Centauro.

 

1965

(De: Magias e invenciones, 1984)

 

 

 

NOTURNO ILUMINADO

 

Music I heard with you was more than music,

and bread I broke with you was more than bread.

CONRAD AIKEN

 

Como um mapa pintado de amarelo berrante sobre uma parede cinza,

como uma borboleta que aparece de súbito no meio das crianças na classe,

assim inesperadamente

quando é mais noite a noite dos cegos extraviados no labirinto,

pode aparecer de repente uma figura humana que seja como

um círio docemente aceso,

como o sol pessoal, ou como a lembrança de que há também estrelas e formosura,

e algo belo ainda cantando entre as velhas veias da terra.

 

Como um mapa ou como uma borboleta aderida a um espelho,

a doce pele invade e ilumina as pradarias escuras do coração;

assim inesperadamente, como a centelha ou a árvore florida,

a pele luminosa é de repente o adorno mais belo de uma vida,

é a resposta pedida largamente à impenetrável noite:

uma chama de ouro, um resplendor que vence todo abismo,

um misterioso acompanhamento que impede a tristeza.

 

Como um mapa ou como uma borboleta assim tão simples é amar,

Adeus às sombras, aos dias afogados no tédio, a perambular no Nada!

Amar é ver em outra pessoa o círio aceso, o sol manejável e pessoal

que nos toma pela mão como um cego perdido no escuro,

e vai nos iluminando pelo longo e atormentado túnel dos dias,

cada vez mais radiante,

até que não vemos nada do passado tenebroso,

e tudo é uma música afinada, e um deleite calado,

excepcionalmente feliz e doloroso ao mesmo tempo,

tão criança alienada que não se atreve a abrir os olhos, nem a pronunciar uma palavra,

com medo de que a luz desapareça, e o círio caia por terra,

e tudo volte a ser noite ao redor

a noite interminável dos cegos.

 

 

 

Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães Barros.  Florianópolis:Editora de UFSC, 1995. 

 


CON UN MISMO FUEGO. POESÍA CUBANA. Selección de Aitana Alberti.      Torremollinos, Málaga, España: Litoral Ediciones UNESCO, 1997.  (Colección UNESCO –OBRAS REPRESENTATIVAS)    223 p. ilus. col. Poretada:? Lorenzo Saval – Incluye un folleto con la poesía de Francisco Fortuny: El agua en la boca (Litoral /Suplemento 4)  ISBN 92-3-30457-7        Edição especial da revista LITORAL Revista de la Poesía, el Arte y el Pensamiento.
                                                    Ex. biblioteca de Antonio Miranda

                           
       
Relaciones y epitafio de Dylan Thomas

  
    Era como un biznieto de Frederico Nietzsche.
        Era el acólito predilecto de Georges Sorel.
        Era como el sobrino de Ernesto Hemingway.
        Era el niño que lee Sprengler en lugar del Evangelio.
        Era como el novio de Arturito Rimbaud.
        Era el valet de chambre de Isidore Ducasse.
        Era el kínder compañero de Capore y de James Dean.
        Era el office boy de Arturo Strindberg.
        Era el peor recuerdo de Oscar Wilde en París.
        Era el robafichas de Dostoiewski en Badem Baden.
        Era el firma manifiestos de John Osborne.
        Era hijo secreto de Gertrude Stein y Bertolt Brecht.
        Era cliente fijo de Freud y de María Bonaparte.
        Era el pianista favorito de Béla Bartók.
        Era de los teen-agers que la noche cuelga en la 42.
        Era taquígrafo de Henry Miller y de Ezra Pound.
        No nació en Gales: nació en un cuento de Williams,
                                                                    Tenessee.

        Y con todo eso, un día, ¡chas!
        Los bosques de Escocia sintieron caer un árbol


        Que había sido muy remecido por el ventarrón de la
                                                                        poesía.
        Y aquí yace, cubierto por la espuma de la cerveza
        Y ahogado por la amarguísima leche de la vida,
        Aquí yace, Dylan Thomas.

 

       El hombre habla de sus vidas anteriores

      
Cuando yo era un pequeño pez,
        cuando sólo conocía las aguas del hermoso mar,
        y recordaba muy vagamente haber sido
        un árbol de alcanfor en las riberas del Caroní.

        Después, cuando mi destino me hizo
        reaparecer encarnado en la lentitud de un leopardo,
        viví unos claros años de vigor y de júbilo,
        conocí los paisajes perfumados por la flor del abedul
        y era feliz.

        Y todo el tiempo que fui
        cabalgadura de un guerrero en Etiopía,
        luego de haber sido el tierno bisabuelo de un albatros,
        y de venir de muy lejos diciendo adiós a mi envoltura
       de sierpe cascabel,
       yo era feliz.

       Mas sólo cuando un día
       desperté gimoteando bajo la piel de un niño,
       comencé a recordar con dolor los perdidos paisajes,
       lloraba por aquellos perfumes de mi selva, y por el
                                                                        humo
       de las madera balsémicas del Indostán.
       Y bajo la piel de humano
       ya llevo tanto sufrido, y tanto, y tanto,
       que sólo espero pasar, y disolverme de nuevo,
       para reaparecer como un pequeño pez,
       como un árbol de las riberas del Caroní,
       como un leopardo que sube al abedul,
       o como el antepasado de una arrogante ave,
       o como el apacible dormitar de la serpiente
                                                    junto al río,
       o como esto o conto como otro, ¿o por qué no?,
       como una cuerda de la guitarra donde alguien,
       sea quien sea,
       toca interminablemente una danza que alegra
                                                     de igual modo
       a la luna y al sol.



       Nureyev
       
       
Coriolano mi perro leyó en el Times
        la muerte de Nureyev. Como lleva tanto tiempo
        el bailarín viviendo entre nosotros
        (un póster de su figura cubre una astilladura de cristal
        en la puerta del baño) Coriolano se echó a llorar
        desconsoladamente. Lloraba en silencio, hacia adentro
        con el llanto de los perros bien educados, lloraba
        sin gemidos ni suspiros. Para intentar calmarlo,
        llené la casa de melodiosos bailetes. El lago de los
                                                                            cisnes,
         la Valse de Ravel, las Sílfides. Todo era en vano:
         Coriolano seguía con los ojos clavados, meditante,
         en la figura del bailarín.
                                           Recordé al fin
          que tenía entre viejos papeles la receta universal
          de Tyko Brahe para curar penas del corazón y
                                                                    sufrimientos
                   del alma.
          Hallé la receta por pura serendepity, y la desplegué
          ante los lastimosos ojos de Coriolano.
          ¡Remedio santo! ¡Bálsamo de Fierabrás!
¡Parche de
                                                                            copal
            para el dolor más fiero! Coriolano apartó sus ojos
            de la danzante imagen, y pudimos aquel día,
            como todos los días, salir en busca del sol,
            de los niños felices, de la engañosa vida.

 

 

                           TEXTOS EM PORTUGUÊS
                     Tradução de ANTONIO MIRANDA

       Relações e epitáfio de Dylan Thomas

  
    Era como um bisneto de Frederico Nietzsche.
        Era o acólito predileto de Georges Sorel.
        Era como o sobrinho de Ernesto Hemingway.
        Era o menino que lê Sprengler no lugar do Evangelho.
        Era como o noivo de Arturito Rimbaud.
        Era  manobrista de sala de Isidore Ducasse.
        Era o jardim de infância companheiro de Capore e de
                                                                  James Dean.
        Era o office boy de Arturo Strindberg.
        Era a pior lembrança de Oscar Wilde em París.
        Era el rouba fichas de Dostoiewski em Badem Baden.
        Era o assina manifestos de John Osborne.
        Era filho secreto de Gertrude Stein e Bertolt Brecht.
        Era cliente fixo de Freud e de María Bonaparte.
        Era o pianista favorito de Béla Bartók.
        Era dos teen-agers que a noite pendura na 42.
        Era taquígrafo de Henry Miller e de Ezra Pound.
        Não nasceu em Gales: nasceu em um conto de
                                              Williams, Tenessee.

        E com tudo isso, um dia, chas!
        Os bosques de Escócia sentiram cair uma árvore


        Que havia sido muito abalado pelo vendava da
                                                                        poesía.
        E aquí jaz, coberto pela espuma da cerveza
        E afogado pela amarguíssima leite da vida,
        Aqui mente, Dylan Thomas.



   Nureyev
       
  
Coriolano meu cão leu no Times
   a morte de Nureyev. Como leva tanto tempo
   o bailarino vivendo entre nós
   (um poster de sua figura cobre uma fragmentação de
                                                                       cristal
   na porta do banheiro) Coriolano pôs se a chorar
   desconsoladamente. Choraba em silêncio, para dentro
   com o pranto os cães bem educados, chorava
   sem gemidos nem suspiros. Para tentar acalma-lo,
   enchi a casa de melodiosos bailetes. O lago dos cisnes,                                             
   a Valsa de Ravel, as Sílfides. Tudo era em vão:
   Coriolano seguia com os olhos cravados, meditante,
   na figura do bailarino.
                                           Recordei afinal
   que tinha entre velhos papéis a receita universal
   de Tyko Brahe para curar dores do coração e
                                                                    sofrimentos
   da alma.
   Achei a receta por pura serendepity, e a implantei
   ante os lastimosos olhos de Coriolano.
   Remédio santo! Correção de Fierabrás!
Correção de
                                                                            copal
   para a dor mais selvagem! Coriolano apartou seus olhos
   da dançante imagem, e poderíamos naquel dia,
   como em todos os dias, sair em busca do sol,
   dos meninos felizes, da engan osa vida.

 

CON UN MISMO FUEGO. POESÍA CUBANA.         Selección de Aitana Alberti.      Torremollinos, Málaga, España: Litoral Ediciones UNESCO, 1997.  (Colección UNESCO –OBRAS REPRESENTATIVAS)    223 p. ilus. col. Poretada:? Lorenzo Saval – Incluye un folleto con la poesía de Francisco Fortuny: El agua en la boca (Litoral /Suplemento 4)  ISBN 92-3-30457-7        Edição especial da revista LITORAL Revista de la Poesía, el Arte y el Pensamiento.
                                                    Ex. biblioteca de Antonio Miranda

                           
       
Relaciones y epitafio de Dylan Thomas

  
    Era como un biznieto de Frederico Nietzsche.
        Era el acólito predilecto de Georges Sorel.
        Era como el sobrino de Ernesto Hemingway.
        Era el niño que lee Sprengler en lugar del Evangelio.
        Era como el novio de Arturito Rimbaud.
        Era el valet de chambre de Isidore Ducasse.
        Era el kínder compañero de Capore y de James Dean.
        Era el office boy de Arturo Strindberg.
        Era el peor recuerdo de Oscar Wilde en París.
        Era el robafichas de Dostoiewski en Badem Baden.
        Era el firma manifiestos de John Osborne.
        Era hijo secreto de Gertrude Stein y Bertolt Brecht.
        Era cliente fijo de Freud y de María Bonaparte.
        Era el pianista favorito de Béla Bartók.
        Era de los teen-agers que la noche cuelga en la 42.
        Era taquígrafo de Henry Miller y de Ezra Pound.
        No nació en Gales: nació en un cuento de Williams,
                                                                    Tenessee.

        Y con todo eso, un día, ¡chas!
        Los bosques de Escocia sintieron caer un árbol


        Que había sido muy remecido por el ventarrón de la
                                                                        poesía.
        Y aquí yace, cubierto por la espuma de la cerveza
        Y ahogado por la amarguísima leche de la vida,
        Aquí yace, Dylan Thomas.

 

       El hombre habla de sus vidas anteriores

      
Cuando yo era un pequeño pez,
        cuando sólo conocía las aguas del hermoso mar,
        y recordaba muy vagamente haber sido
        un árbol de alcanfor en las riberas del Caroní.

        Después, cuando mi destino me hizo
        reaparecer encarnado en la lentitud de un leopardo,
        viví unos claros años de vigor y de júbilo,
        conocí los paisajes perfumados por la flor del abedul
        y era feliz.

        Y todo el tiempo que fui
        cabalgadura de un guerrero en Etiopía,
        luego de haber sido el tierno bisabuelo de un albatros,
        y de venir de muy lejos diciendo adiós a mi envoltura
       de sierpe cascabel,
       yo era feliz.

       Mas sólo cuando un día
       desperté gimoteando bajo la piel de un niño,
       comencé a recordar con dolor los perdidos paisajes,
       lloraba por aquellos perfumes de mi selva, y por el
                                                                        humo
       de las madera balsémicas del Indostán.
       Y bajo la piel de humano
       ya llevo tanto sufrido, y tanto, y tanto,
       que sólo espero pasar, y disolverme de nuevo,
       para reaparecer como un pequeño pez,
       como un árbol de las riberas del Caroní,
       como un leopardo que sube al abedul,
       o como el antepasado de una arrogante ave,
       o como el apacible dormitar de la serpiente
                                                    junto al río,
       o como esto o conto como otro, ¿o por qué no?,
       como una cuerda de la guitarra donde alguien,
       sea quien sea,
       toca interminablemente una danza que alegra
                                                     de igual modo
       a la luna y al sol.



       Nureyev
       
       
Coriolano mi perro leyó en el Times
        la muerte de Nureyev. Como lleva tanto tiempo
        el bailarín viviendo entre nosotros
        (un póster de su figura cubre una astilladura de cristal
        en la puerta del baño) Coriolano se echó a llorar
        desconsoladamente. Lloraba en silencio, hacia adentro
        con el llanto de los perros bien educados, lloraba
        sin gemidos ni suspiros. Para intentar calmarlo,
        llené la casa de melodiosos bailetes. El lago de los
                                                                            cisnes,
         la Valse de Ravel, las Sílfides. Todo era en vano:
         Coriolano seguía con los ojos clavados, meditante,
         en la figura del bailarín.
                                           Recordé al fin
          que tenía entre viejos papeles la receta universal
          de Tyko Brahe para curar penas del corazón y
                                                                    sufrimientos
                   del alma.
          Hallé la receta por pura serendepity, y la desplegué
          ante los lastimosos ojos de Coriolano.
          ¡Remedio santo! ¡Bálsamo de Fierabrás!
¡Parche de
                                                                            copal
            para el dolor más fiero! Coriolano apartó sus ojos
            de la danzante imagen, y pudimos aquel día,
            como todos los días, salir en busca del sol,
            de los niños felices, de la engañosa vida.

 

 

                           TEXTOS EM PORTUGUÊS
                     Tradução de ANTONIO MIRANDA

       Relações e epitáfio de Dylan Thomas

  
    Era como um bisneto de Frederico Nietzsche.
        Era o acólito predileto de Georges Sorel.
        Era como o sobrinho de Ernesto Hemingway.
        Era o menino que lê Sprengler no lugar do Evangelho.
        Era como o noivo de Arturito Rimbaud.
        Era  manobrista de sala de Isidore Ducasse.
        Era o jardim de infância companheiro de Capore e de
                                                                  James Dean.
        Era o office boy de Arturo Strindberg.
        Era a pior lembrança de Oscar Wilde em París.
        Era el rouba fichas de Dostoiewski em Badem Baden.
        Era o assina manifestos de John Osborne.
        Era filho secreto de Gertrude Stein e Bertolt Brecht.
        Era cliente fixo de Freud e de María Bonaparte.
        Era o pianista favorito de Béla Bartók.
        Era dos teen-agers que a noite pendura na 42.
        Era taquígrafo de Henry Miller e de Ezra Pound.
        Não nasceu em Gales: nasceu em um conto de
                                              Williams, Tenessee.                                                               
        E com tudo isso, um dia, chas!
        Os bosques de Escócia sentiram cair uma árvore


        Que havia sido muito abalado pelo vendava da
                                                                        poesía.
        E aquí jaz, coberto pela espuma da cerveza
        E afogado pela amarguíssima leite da vida,
        Aqui mente, Dylan Thomas.



   Nureyev
       
  
Coriolano meu cão leu no Times
   a morte de Nureyev. Como leva tanto tempo
   o bailarino vivendo entre nós
   (um poster de sua figura cobre uma fragmentação de
                                                                       cristal
   na porta do banheiro) Coriolano pôs se a chorar
   desconsoladamente. Choraba em silêncio, para dentro
   com o pranto os cães bem educados, chorava
   sem gemidos nem suspiros. Para tentar acalma-lo,
   enchi a casa de melodiosos bailetes. O lago dos cisnes,                                                                    
   a Valsa de Ravel, as Sílfides. Tudo era em vão:
   Coriolano seguia com os olhos cravados, meditante,
   na figura do bailarino.
                                           Recordei afinal
   que tinha entre velhos papéis a receita universal
   de Tyko Brahe para curar dores do coração e
                                                                    sofrimentos
   da alma.
   Achei a receta por pura serendepity, e a implantei
   ante os lastimosos olhos de Coriolano.
   Remédio santo! Correção de Fierabrás!
Correção de
                                                                            copal
   para a dor mais selvagem! Coriolano apartou seus olhos
   da dançante imagem, e poderíamos naquel dia,
   como em todos os dias, sair em busca do sol,
   dos meninos felizes, da engan osa vida.

 

CON UN MISMO FUEGO. POESÍA CUBANA.         Selección de Aitana Alberti.      Torremollinos, Málaga, España: Litoral Ediciones UNESCO, 1997.  (Colección UNESCO –OBRAS REPRESENTATIVAS)    223 p. ilus. col. Poretada:? Lorenzo Saval – Incluye un folleto con la poesía de Francisco Fortuny: El agua en la boca (Litoral /Suplemento 4)  ISBN 92-3-30457-7        Edição especial da revista LITORAL Revista de la Poesía, el Arte y el Pensamiento.
                                                    Ex. biblioteca de Antonio Miranda

                           
       
Relaciones y epitafio de Dylan Thomas

  
    Era como un biznieto de Frederico Nietzsche.
        Era el acólito predilecto de Georges Sorel.
        Era como el sobrino de Ernesto Hemingway.
        Era el niño que lee Sprengler en lugar del Evangelio.
        Era como el novio de Arturito Rimbaud.
        Era el valet de chambre de Isidore Ducasse.
        Era el kínder compañero de Capore y de James Dean.
        Era el office boy de Arturo Strindberg.
        Era el peor recuerdo de Oscar Wilde en París.
        Era el robafichas de Dostoiewski en Badem Baden.
        Era el firma manifiestos de John Osborne.
        Era hijo secreto de Gertrude Stein y Bertolt Brecht.
        Era cliente fijo de Freud y de María Bonaparte.
        Era el pianista favorito de Béla Bartók.
        Era de los teen-agers que la noche cuelga en la 42.
        Era taquígrafo de Henry Miller y de Ezra Pound.
        No nació en Gales: nació en un cuento de Williams,
                                                                    Tenessee.

        Y con todo eso, un día, ¡chas!
        Los bosques de Escocia sintieron caer un árbol


        Que había sido muy remecido por el ventarrón de la
                                                                        poesía.
        Y aquí yace, cubierto por la espuma de la cerveza
        Y ahogado por la amarguísima leche de la vida,
        Aquí yace, Dylan Thomas.

 

       El hombre habla de sus vidas anteriores

      
Cuando yo era un pequeño pez,
        cuando sólo conocía las aguas del hermoso mar,
        y recordaba muy vagamente haber sido
        un árbol de alcanfor en las riberas del Caroní.

        Después, cuando mi destino me hizo
        reaparecer encarnado en la lentitud de un leopardo,
        viví unos claros años de vigor y de júbilo,
        conocí los paisajes perfumados por la flor del abedul
        y era feliz.

        Y todo el tiempo que fui
        cabalgadura de un guerrero en Etiopía,
        luego de haber sido el tierno bisabuelo de un albatros,
        y de venir de muy lejos diciendo adiós a mi envoltura
       de sierpe cascabel,
       yo era feliz.

       Mas sólo cuando un día
       desperté gimoteando bajo la piel de un niño,
       comencé a recordar con dolor los perdidos paisajes,
       lloraba por aquellos perfumes de mi selva, y por el
                                                                        humo
       de las madera balsémicas del Indostán.
       Y bajo la piel de humano
       ya llevo tanto sufrido, y tanto, y tanto,
       que sólo espero pasar, y disolverme de nuevo,
       para reaparecer como un pequeño pez,
       como un árbol de las riberas del Caroní,
       como un leopardo que sube al abedul,
       o como el antepasado de una arrogante ave,
       o como el apacible dormitar de la serpiente
                                                    junto al río,
       o como esto o conto como otro, ¿o por qué no?,
       como una cuerda de la guitarra donde alguien,
       sea quien sea,
       toca interminablemente una danza que alegra
                                                     de igual modo
       a la luna y al sol.



       Nureyev
       
       
Coriolano mi perro leyó en el Times
        la muerte de Nureyev. Como lleva tanto tiempo
        el bailarín viviendo entre nosotros
        (un póster de su figura cubre una astilladura de cristal
        en la puerta del baño) Coriolano se echó a llorar
        desconsoladamente. Lloraba en silencio, hacia adentro
        con el llanto de los perros bien educados, lloraba
        sin gemidos ni suspiros. Para intentar calmarlo,
        llené la casa de melodiosos bailetes. El lago de los
                                                                            cisnes,
         la Valse de Ravel, las Sílfides. Todo era en vano:
         Coriolano seguía con los ojos clavados, meditante,
         en la figura del bailarín.
                                           Recordé al fin
          que tenía entre viejos papeles la receta universal
          de Tyko Brahe para curar penas del corazón y
                                                                    sufrimientos
                   del alma.
          Hallé la receta por pura serendepity, y la desplegué
          ante los lastimosos ojos de Coriolano.
          ¡Remedio santo! ¡Bálsamo de Fierabrás!
¡Parche de
                                                                            copal
            para el dolor más fiero! Coriolano apartó sus ojos
            de la danzante imagen, y pudimos aquel día,
            como todos los días, salir en busca del sol,
            de los niños felices, de la engañosa vida.

 

 

                           TEXTOS EM PORTUGUÊS
                     Tradução de ANTONIO MIRANDA

       Relações e epitáfio de Dylan Thomas

  
    Era como um bisneto de Frederico Nietzsche.
        Era o acólito predileto de Georges Sorel.
        Era como o sobrinho de Ernesto Hemingway.
        Era o menino que lê Sprengler no lugar do Evangelho.
        Era como o noivo de Arturito Rimbaud.
        Era  manobrista de sala de Isidore Ducasse.
        Era o jardim de infância companheiro de Capore e de
                                                                  James Dean.
        Era o office boy de Arturo Strindberg.
        Era a pior lembrança de Oscar Wilde em París.
        Era el rouba fichas de Dostoiewski em Badem Baden.
        Era o assina manifestos de John Osborne.
        Era filho secreto de Gertrude Stein e Bertolt Brecht.
        Era cliente fixo de Freud e de María Bonaparte.
        Era o pianista favorito de Béla Bartók.
        Era dos teen-agers que a noite pendura na 42.
        Era taquígrafo de Henry Miller e de Ezra Pound.
        Não nasceu em Gales: nasceu em um conto de
                                              Williams, Tenessee.                                                               
        E com tudo isso, um dia, chas!
        Os bosques de Escócia sentiram cair uma árvore


        Que havia sido muito abalado pelo vendava da
                                                                        poesía.
        E aquí jaz, coberto pela espuma da cerveza
        E afogado pela amarguíssima leite da vida,
        Aqui mente, Dylan Thomas.



   Nureyev
       
  
Coriolano meu cão leu no Times
   a morte de Nureyev. Como leva tanto tempo
   o bailarino vivendo entre nós
   (um poster de sua figura cobre uma fragmentação de
                                                                       cristal
   na porta do banheiro) Coriolano pôs se a chorar
   desconsoladamente. Choraba em silêncio, para dentro
   com o pranto os cães bem educados, chorava
   sem gemidos nem suspiros. Para tentar acalma-lo,
   enchi a casa de melodiosos bailetes. O lago dos cisnes,                                                                    
   a Valsa de Ravel, as Sílfides. Tudo era em vão:
   Coriolano seguia com os olhos cravados, meditante,
   na figura do bailarino.
                                           Recordei afinal
   que tinha entre velhos papéis a receita universal
   de Tyko Brahe para curar dores do coração e
                                                                    sofrimentos
   da alma.
   Achei a receta por pura serendepity, e a implantei
   ante os lastimosos olhos de Coriolano.
   Remédio santo! Correção de Fierabrás!
Correção de
                                                                            copal
   para a dor mais selvagem! Coriolano apartou seus olhos
   da dançante imagem, e poderíamos naquel dia,
   como em todos os dias, sair em busca do sol,
   dos meninos felizes, da engan osa vida.

 

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Página publicada em abril de 2024

 

 

Página republicada em maio de 2017

 



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