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ELISEO DIEGO

 

ELISEO DIEGO

(1920 - 1994)

 

Poeta de extrema delicadeza lírica, Eliseo Diego consagrou-se como poeta desde a publicação de seu primeiro livro: En la Calzada de Jesús del Monte (1949). Foi membro destacado do grupo Orígenes. A princípio, tomou-se conhecido como narrador de fina prosa poética, depois consolida seu prestígio como autor lírico com Por los extraños pueblos (1958), El oscuro esplendor (1966), Versiones (1970), Inventario de asombros (1982) e outros livros de poesia. Em Muestrario del mundo o libro de las maravillas de Boloña (1968) reúne imagem e poesia, linguagem gráfica e desenho. O volume Poesía (1983) reúne o principal de sua criação lírica. Eliseo Diego obteve, em 1986, o Prêmio Nacional de Literatura pelo conjunto de sua obra. 

Virgilio Lopes Lemus

 

"Ele é exuberante como seus trabalhos, e um dos grandes poetas da língua esponhola." "Ensaísta, além de poeta, Diego era figura influente na cultura cubana desde a década de 50."    Gabriel García Márquez

 

 

TEXTOS EN ESPAÑOL  / TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

 

VOY A NOMBRAR LAS COSAS

 

Voy a nombrar las cosas, los sonoros

altos que me ven el festejar del viento,

los portales profundos, las mamparas

cerradas a la sombra y al silencio.

 

Y el interior sagrado, la penumbra

que surcan los oficios polvorientos,

la madera del hombre, la nocturna

madera de mi cuerpo cuando duermo.

 

Y la pobreza del lugar, y el polvo

en que testaron las huellas de mi padre,

sitios de piedra decidida y limpia,

despojados de sombra, siempre iguales.

 

Sin olvidar la compasión del fuego

en la intemperie del solar distante

ni el sacramento gozoso de la lluvia

en el humilde cáliz de mi parque.

Ni tu estupendo muro, mediodía,

terso y añil e interminable.

 

Con la mirada inmóvil del verano

mi cariño sabrá de las veredas

por donde huyen los ávidos domingos

y regresan, ya lunes, cabizbajos.

 

Y nombraré las cosas, tan despacio

que cuando pierda el Paraiso de mi calle

y mis olvidos me la vuelvan sueño,

pueda llamarlas de pronto con el alba.

 

(De: En la Calzada de Jesús del Monte, 1949)

 

 

ODA A LA JOVEN LUZ

 

En mi país la luz

es mucho más que el tiempo, se demora

con extraña delicia en los contornos

militares de todo, en las reliquias

escuetas del diluvio.

La luz

en mi país resiste a la memoria

como el oro al sudor de la codicia,

perdura entre sí misma, nos ignora

desde su ajeno ser, su transparencia.

 

Quien corteje a la luz con cintas y tambores

inclinándose aquí y allá según astucia

de una sensualidad arcaica, incalculable,

pierde su tiempo, arguye con las olas

mientras la luz, ensimismada, duerme.

 

Pues no mira la luz en mi país

las modestas victorias del sentido

ni los finos desastres de la suerte,

sino que se entretiene con hojas, pajarillos,

caracoles, relumbres, hondos verdes.

 

Y es que ciega la luz en mi país deslumbra

su propio corazón inviolable

sin saber de ganancias ni de pérdidas.

Pura como la sal, intacta, erguida,

la casta, demente luz deshoja el tiempo.

 

(De: Los días de tu vida, 1977)

 

 

TESTAMENTO

 

Habiendo llegado al tiempo en que

la penumbra ya no me consuela más

y me apocan los presagios pequeños;

 

habiendo llegado a este tiempo;

 

y como las heces del café

abren de pronto ahora para mí

sus redondas bocas amargas;

 

habiendo llegado a este tiempo;

 

y perdida ya toda esperanza de

algún merecido ascenso, de

ver el mar sereno de la sombra;

 

y no poseyendo más que este tiempo;

 

no poseyendo más, en fin,

que mi memoria de las noches y

su vibrante delicadeza enorme;

 

no poseyendo más

entre cielo y tierra que

mi memoria, que este tiempo;

decido hacer mi testamento.

Es

éste: les dejo

 

el tiempo, todo el tiempo.

 

(De: Los dias de tu vida, 1977)

 

 

CRISTOBAL COLON INVENTA EL NUEVO MUNDO

 

I

 

Toda la noche, toda,

Cristóbal Colón oye pasar los pájaros.

Viniendo del abismo, sin fin, a ráfagas,

miles y miles de pájaros. Sobre los mástiles,

atravesando, acribillando las tinieblas, allá,

el ruido de las alas de los pájaros.

Viniendo del vacío, del abismo,

el ruido, el trueno de la vida siendo,

la orquesta entera de los pájaros.

Pálido como la llama del farol, inmóvil,

Cristóbal Colón oye tronar la vida, pasar los pájaros.

 

II

 

Cristóbal Colón ha visto una luz donde no hay nada.

(El Almirante, no el advenedizo de Triana.)

Esa luz arde en algún sitio seco.

Tan seco, sin duda, como el sitio en que se posó la paloma.

Es luz de algún fuego encendido por la mano de un hombre.

Porque el fuego qué es sino la inteligencia del hombre.

Cristóbal Colón lo buscó toda su vida, esto es lo cierto.

Toda su vida de pobreza, toda su vida.

Fuego de cocinar pescado, puede que fuego de abrigo.

Fuego para la más modesta de las ceremonias.

De tan pequeño que es, no puede ser otra cosa, cómo va a serlo.

Porque Cristóbal Colón lo buscó toda su vida, toda.

Por eso ahora solloza solo en la cubierta

mientras el último de los pájaros se hunde vibrando en la memoria.

Sí, el último de los pájaros

—uno con la primera

luz del alba.

 

 

III

Cristóbal Colón abre su grueso diario.

Toma su pluma de ganso y la sopesa entre los dedos:

Sangre, vida de bestia hecha casa para el servicio del hombre.

Moja la punta en el tintero de cuerno, el Almirante, y mira

la blancura terrible de la página. Sabe

que está esperándolo desde el principio de todo. Virgen,

está esperándolo desde que se asentaron las rocas y se fijó

un límite al capricho de las olas.

Cristóbal Colón siente el vértigo con que lo llama el abismo de la página,

Pero, prudente, se resiste y sólo con la punta de los dedos

toca el blanco mágico.

Escribir la primera palabra, será como empezar a no ser, como

engendrar o como morir, los dos extremos

que son una y la misma embriaguez, pavorosos principios,

triunfos, catástrofes, glorias.

Toda la inacabable riqueza de la urdimbre - oro de Aldebarán,

plata de Géminis, arquetipos del ciervo y el león,

del ébano y el ónix,

toda la inagotable riqueza está urgiéndolo, soplándole.

Cimbrado como una caña,

vibrante de terror y de júbilo, por fin Cristóbal Colón hunde

su pluma en la página.

Comienza entonces la invención de América.

 

 

(De: Los días de tu vida, 1977)

 

Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães Barros.  Florianópolis:Editora de UFSC, 1995. 

 

 

EN LA COCINA

Enrosca el gato su delicia
de sí sobre sí mismo, duerme
de su principio a fin, secreto.
                            En tanto

esboza la penumbra disidencias
de cazuelas y potes, resitentes
al imperio del sueño.
                            Cae el mundo

por el filo del agua, gruñe
para sí el fueo, pero el gato
lo ignora:
                            permanece

sencillamente, inmune
a memoria y olvido, a salvo
en la delicia de su ser — perfecto.


RETRATO DE UM JOVEM, ANTINOE, SIGLO II

Inquieta, inmóvil, suave, suplicante,
tú nos estás mirando en tus ojos rasgados.
Tú eres su asombro, su color, su forma de almendra,
tú nos estás mirando en tus ojos rasgados.
Qué viste, dí, sin verlo, no más hace un segundo,
entre el ir y venir de tu madre y la esclava?
Qué viste, sin sabetlo, justo antes
de mirar desde la tabla?  Un resquicio
tan pequeño del tiempo, apenas
el ansi de un moscadón o el grito de un pájaro,
                            y ya
la fuente se ha secado! El patio todo
se arrugó como una flor, voló en minucias,
y tú no te dás cuenta, mira y mira, muchacha
suplicante. Ya es inútil volver, ya no te esperan,
se acabó el circo, la ciudad, fría la cena,
ya es inútil volver: te atrapó el Arte.


 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães Barros. 

 

 

VOU NOMEAR AS COISAS

 

Vou nomear as coisas, os sonoros

cimos que em mim vêem o festejar do vento,

os portais profundos, os biombos

cerrados à sombra e ao silêncio.

 

E o interior sagrado, a penumbra

que sulcam os ofícios empoeirados,

a madeira do nome, a noturna

madeira de meu corpo quando durmo.

 

E a pobreza do lugar, e o pó

em que apagaram as pisadas de meu pai,

lugares de pedra decidida e limpa,

despojados de sombra, sempre iguais.

 

Sem esquecer a compaixão do fogo

na intempérie do solar distante

nem o sacramento prazeiroso da chuva

no humilde cálice de meu parque.

Nem seu estupendo muro, meio-dia,

terso e anil e interminável.

 

Com o olhar imóvel do verão

meu carinho saberá das veredas

por onde fogem os ávidos domingos

e regressam, já na segunda, cabisbaixos.

 

E nomearei as coisas tão devagar

que quando perca o Paraíso de minha rua

e meus esquecimentos façam dela sonho,

possa chamá-las de repente com a aurora.

 

(De: En la Calzada de Jesús del Monte, 1949)

 

 

ODE A JOVEM LUZ

 

Em meu país a luz

é muito mais que o tempo, demora-se

com estranha delícia nos contornos

militares de tudo, nas relíquias

enxutas do dilúvio.

A luz

em meu país resiste à memória

como o ouro ao suor da cobiça,

perdura entre si mesma, nos ignora

desde seu alheio ser, sua transparência.

 

Quem corteje a luz com fitas e tambores

inclinando-se aqui e ali conforme a astúcia

de uma sensualidade arcaica, incalculável,

perde seu tempo, argúi com as ondas

enquanto a luz, ensimesmada, dorme.

 

Pois em meu país a luz não vê

as modestas vitórias do sentido

nem os finos desastres da sorte,

mas se entretém com folhas, passarinhos,

caracóis, clarões, intensos verdes.

 

E é que cega a luz em meu país deslumbra

seu próprio coração inviolável

sem saber de ganhos ou de perdas.

Pura como o sal, intacta, erguida,

a casta, demente luz desfolha o tempo.

 

(De: Los días de tu vida, 1977)

 

 

TESTAMENTO

 

Tendo chegado o tempo em que

a penumbra já não me consola mais

e reduzem meus presságios pequenos;

tendo chegado este tempo;

e como a borra do café

abre de repente agora para mim suas redondas bocas amargas;

tendo chegado este tempo;

e perdida já toda esperança de alguma merecida ascensão, de ver o mar sereno da sombra;

e não possuindo mais do que este tempo; não possuindo mais, enfim,

que minha memória das noites e sua vibrante delicadeza enorme;

não possuindo nada mais

entre céu e terra do que

minha memória, do que este tempo; decido fazer meu testamento.

É

este: deixo-lhes

o tempo, todo o tempo.

(De: Los días de tu vida, 1977)

 

 

CRISTÓVÃO COLOMBO INVENTA O NOVO MUNDO

 

I

 

Toda a noite, toda,

Cristóvão Colombo ouve passar os pássaros.

Vindos do abismo, sem fim, a rajadas,

milhares e milhares de pássaros. Sobre os mastros,

atravessando, perfurando as trevas, lá,

o ruído das asas dos pássaros.

Vindo do vazio, do abismo,

o ruído, o trino da vida sendo,

a orquestra inteira dos pássaros.

Pálida como a chama do farol, imóvel,­

Cristóvão Colombo ouve trinar a vida,

passar os pássaros.

 

II

 

Cristóvão Colombo viu uma luz onde não há nada.

(O Almirante, não o adventício de Triana.)

Essa luz arde em algum lugar seco.

Tão seco, sem dúvida, como o lugar em que pousou a pomba.

Essa luz de algum fogo aceso pela mão de um homem.

Porque o fogo o que é senão a inteligência do homem!

 Cristóvão Colombo buscou-o a vida toda, está certo.

A vida toda de pobreza, a vida toda.

Fogo de cozinhar peixe, ótimo fogo de abrigo.

Fogo para a mais terrível das cerimônias.

De tão pequeno que é não pode ser outra coisa,como é que vai ser.

Porque Cristóvão Colombo o buscou a vida toda, toda.

Por isso agora soluça só no convés

enquanto o último dos pássaros se funde vibrando na memória.

Sim, o último dos pássaros

—uno com a primeira

luz da aurora.

 

III

 

Cristóvão Colombo abre seu grosso diário.

Toma sua pena de ganso e equilibrando-a entre os dedos:

sangue, vida de besta feito coisa para o serviço do homem.

Molha a ponta no tinteiro de chifre, o Almirante, e vê

a brancura terrível da página. Sabe

o que está a sua espera desde o princípio de tudo. Virgem,

a sua espera desde que se assentaram as rocas e foi fixado

um limite para o capricho das ondas.

Cristóvão Colombo sente a vertigem com que lhe chama o abismo

da página,

mas, prudente, resiste e só com a ponta dos dedos

toca o alvo mágico.

Escrever a primeira palavra, será como começar a não ser, como

gerar ou como morrer, os dois extremos

que são uma e a mesma embriaguez, pavorosos princípios,

triunfos, catástrofes, glórias.

Toda a inacabável riqueza da urdidura - ouro de Aldebarão,

prata de Gêmeos, arquétipos do cervo e do leão,

do ébano, e do ônix,

toda a inesgotável riqueza lhe urge, soprando-lhe.

Vergado como uma cana,

vibrante de terror e de júbilo, por fim Cristóvão Colombo funde

sua pluma na página.

Começa então a invenção da América.

 

(De: Los días de tu vida, 1977)

 

 

Extraídos de VINTE POETAS CUBANOS DO SÉCULO XX; seleção, prefácio e notas de Virgilio López Lemus. Trad. Alai Garcia Diniz, Luizete Guimarães Barros.  Florianópolis:Editora de UFSC, 1995.

 

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TRADUÇÕES DE JOSÉ PAULO PAES



NA COZINHA

O gato enrosca a delícia
de si sobre si mesmo e dorme
de cabo a rabo, secreto,
                   enquanto

a penumbra bosqueja dissidências
de panelas e potes, resistentes
ao império do sonho.
                   Cai o mundo

por um fio d´água, resmunga
consigo o fogo, mas o gato
o ignora:
                  permanece

singelamente, imune
a memória e olvido, a salvo
na delícia do seu ser
                   — perfeito.

 

RETRATO DE UMA JOVEM, ANTINOE, SÉCULO II

Inquieta, imóvel, suave, suplicante,
tu nos estás mirando em teus olhos rasgados.
Tu és seu assombro, sua cor, sua forma de amêndoa,
tu nos estás mirando em teus olhos rasgados.
Que viste, diz, sem vê-lo, não faz mais que um segundo,
entre o ir e vir de tua mãe e da escrava?
Que viste, sem sabê-lo, logo antes
de olhar para o pintor e através de teus olhos
mirar ali da mesa?  Um resquício
tão pequeno do tempo, apenas
a ânsia de um moscardo ou o grito de um pássaro,
                            e já
a fonte está seca!  O pátio todo
se enrugou como uma flor, voou em minúcias
e tu não o percebes, olha, olha, moça
suplicante.  Já é inútil voltar, já não te esperam,
o circo, a cidade se acabou, o jantar está frio,
já é inútil voltar: aprisionou-te a Arte.

 

 



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