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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ISAAC FELIPE AZOFEIFA

 

Isaac Felipe Azofeifa Bolaños, (Santo Domingo de Heredia, Costa Rica 11 de abril de 1909 - San José, 3 de abril de 1997) fue uno de los más importantes intelectuales costarricenses.

Se dedicó a la poesía, a la crítica literaria, a la docencia y a la política y en todos estos campos dejó una huella indeleble e imperecedera. Como poeta, Azofeifa cantó al amor, al erotismo, a la mujer, al dolor del prójimo y a las tribulaciones del mundo. Por eso, se le ha considerado como el poeta más importante del siglo XX en su país. Azofeifa fue además docente, primero en el Liceo de Costa Rica y luego en la Universidad de Costa Rica, siendo parte del comité de evaluación que inició la construcción de las pruebas de admisión a dicha universidad, siendo por aquel entonces filólogo y profesor de estudios generales.  Fuente: wikipedia

 

TEXTOS EN ESPAÑOL   -   TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

SE OYE VENIR LA LLUVIA

La casa de mi infancia es de barro del suelo a la teja,
y de maderas apenas descuajadas, que en otro
                                                 tiempo obedecieron
hachas y azuelas en los cercanos bosques.
El gran filtro de piedra vierte en ella, tan grande,
su agua de fresca sombra.
Yo amo su silencio, que el fiel reloj del comedor vigila.
Me escondo en los muebles inmensos.

Abro la despensa para asustarme un poco
del tragaluz, que hace oscuros los rincones.
Corro aventuras inauditas cuando entro
en el huerto cerrado que me está prohibido.
En la penumbra de la tarde, que va cayendo lenta
sobre el mundo, el grillo del hogar canta de pronto,
y su estribillo triste riega en el aire quieto,
paz y sueño sabrosos.

Cuando venían las lluvias miraba los largos aguaceiros
desde el ancho cajón de las ventanas.
Nunca huele a tierra tanto como esa tarde.
Se oye la lluvia primero en el aire venir como um gigante
que se demora, lento, se detiene y no llega,
y luego, están ahí sus pies sobre las hojas, tamborileando,
rápidos, mojando,
y lavando sus manos deprisa, tan deprisa, los árboles,
el césped, los arroyos,
los alambres, los techos, las canoas.

Pero también su llanto desolado,
su sinrazón de ser triste, su acabarse de pronto,
sin objeto ni adiós,
para siempre en mi infancia, para siempre.

Llueve en mi alma ahora, como entonces.

 

AL ALBA SIEMPRE

El alba es un camino.
Por el alba se llega a la dulzura.
El aviso general de los gallos abre a la luz las
                                       puertas de la tierra.

El aire reparte una casta voz de campanas.
Un trino de pájaro rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco de la madrugada.
El árbol duerme vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel compañía, dices
palabras irreales para salvar el sueño
que se aleja en el agua sutil de la noche.
Despierta titirando en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una sombra, un soplo, nada.
Y amanece.

Vida, mi vida, al alba siempre.

 

NO ENCUENTRO DONDE REPOSAR

He sido, soy, seré, posiblmente para siempre
          lento, ininteligible, oscuro,
como de espessa sombra, a duras penas,
          proviniendo,
y aun a veces vago, indeciso,
siempre extraviado,
solo entre cosas extrañas,
y asediado de seres sin nombre todavia y
          sin linguaje,
que, por lo tanto — oídlo, por lo tanto —, nacen
y se alargan huyendo dentro de mí mismo.

Y entonces no encuentro donde reposar,
ni un rincón en mí, ni una parede
donde escribir mi nombre,
y si embargo, yo sigo existiendo, y me
          incorporo
y grito
sin oírme, Isaac Felipe, tres veces, corriendo,
por entre el bosque de hostiles nombres que me
          rodean
y que me deben, me deberán por siempre, el
          haber nacido
tal como definitivmante serán, una vez que haya
          amanhecido
la lenta luz que siempre llega, a duras penas.

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS

Tradução: Antonio Miranda

 

SE OUVE A CHUVA CHEGANDO

A casa de minha infância é de barro do chão
e madeiras apenas descascadas,
          que em tempos passados obedeceram
machados e enxós nos bosques próximos.
O grande filtro de pedra verte nela, tão grande,
sua água de sombra fresca.
Eu amo o silêncio, que o fiel relógio da sala
                                       de jantar vigia.
Me escondo nos móveis enormes.
Amo a despensa para assustar-me um pouco
da claraboia, que escurece os rincões.
Corro aventuras inauditas quando entro
no horto cerrado que me é vedado.
Na penumbra da tarde, que cai lentamente
sobre o mundo, o grilo da canta de repente,
e seu estribilho triste rega no ar quieto,
paz e sonho prazerosos.

Quando vinham as chuvas olhava os longos aguaceiros
desde o amplo enquadre das janelas.
Nunca cheira a terra tanto como nesta tarde.
Primeiro se ouve a terra chegar como um gigante
que atrás, lenta, se detém e não chega,
e depois, estão aí seus pés sobre as folhas , tamborilando
rápidos, molhando,
e lavando suas mãos depressa, tão depressa, as árvores,
o gramado, os arroios,
os arames, os tetos, as canoas.

Mas também seu pranto desolado,
a sem-razão de ser triste, seu acabar-se de repente
sem objetivo nem adeus,
para sempre em minha infância, para sempre.

Chove em minha alma agora, com antes. 

 

À AURORA SEMPRE

A aurora é um caminho
Por ela se chega à delicadeza.
O aviso geral dos galos abre-se à luz
                              dos portões da terra.

O ar reparte uma casta voz de sinos.
Um trinar de pássaro rompe o cristal
                              do céu e rega
o silêncio fresco da madrugada.
A árvore dorme voltada para dentro.
Tu, minha fiel companheira, dizes
palavras irreais para salvar o sonho.]
que se vai na água sutil da noite.
Desperta tiritando no vazio
um anjo atrasado.
Um fantasma, uma sombra, um sopro, nada.

E amanhece.

Vida, minha vida, a aurora, sempre.

 

NÃO ENCONTRO ONDE REPOUSAR

 Fui, sou, serei, possivelmente para sempre
          lento, ininteligível, opaco,
como de espessa sombra, a duras penas,
          proveniente,
e algumas vezes vago, indeciso,
sempre extraviado,
sozinho entre coisas estranhas,
e assediado de seres sem nome ainda e
          sem linguagem,
que, no entanto — ouça, por tanto —, nascem
e se ampliam fugindo dentro de mim.

E então não encontro onde repousar,
nem um cantinho em mim, nenhuma parede
onde escrever meu nome,
e no entanto, eu sigo existindo, e me
          incorporo
e grito
sem ouvir-me, Isaac Felipe, três vezes, correndo
pelo bosque de nomes hostis que me
rodeiam
e que me devem, vão me dever para sempre, por
           eu ter nascido


 

Página publicada em janeiro de 2014.

 


 

 

 
 
 
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