PEDRO ALEJO GÓMEZ
Pedro Alejo Gómez Vila nació en Bogotá, en 1953. Se graduó como abogado en la Universidad del Rosario, con una tesis titulada La Estructura Política del Cielo. Fue Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Colombia en Holanda, Delegado por Colombia ante la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya y ante la Organización para la Prohibición de la Producción de Armas Químicas. Fue Gobernador por Colombia ante el Fondo Común de Productos Básicos y conjuez de las secciones Primera y Quinta del Consejo de Estado.
Hizo estudios de filología y letras del ruso en Moscú en la Universidad par la Amistad de los Pueblos Patricio Lumumba y de Derecho Público y Derecho Administrativo en la Universidad de Paris. Es Miembro del Cuerpo de Regentes de la Universidad de América.
Desde 2003 es Director de la Casa de Poesía Silva.
Presentamos a seguir la primera parte de su notable “Catálogo de Máscaras”, proesía, como un adelanto de su texto publicado en GOLPE DE DADOS Revista de Poesía, número CCII, vol. XXXIV, Bogotá, septiembre-ocutbre de 2006., un ejemplo de su creativo discurso poético. ANTONIO MIRANDA
TEXTO EN ESPAÑOL / TEXTO EM PORTUGUÊS
CATÁLOGO DE MÁSCARAS
I
Inquieta la referencia a un Catálogo en el cual todas las cosas eran figuradas con rigurosa diversidad por máscaras. Los innumerables objetos y lugares, los animales y los distintos tiempos, los elementos y los dioses, las personas, los planetas y los actos, los hechos y las plantas, inclusive las cosas imaginarias y sus atributos hacían parte de lel Catálogo con máscaras específicas. Indefinidas combinaciones permitían representar lo que carecía de máscara particular y dar noticia de la filigrana de los hechos y las situaciones más complejas con caleidoscópica precisión.
Dos insondables afirmaciones constaban en el Manual para su consulta: “Todas las cosas son máscaras del tiempo”, declaraba sin límites, y, luego, sin tregua: “Las máscaras son mapas de otras regiones”.
No se mencionaba ningún alfabeto que aliviara su examen. Y se prescindía con pormenor de toda referencia al uso de máscaras para edificar personajes (lo cual suscita un indefinible desasosiego).
No solo era dable explorar el mundo indagando las relaciones posibles entre las máscaras. Podían ser usadas para recordar y tenían el poder suficiente par trazar mapas que servían para variar el curso de las cosas. Hay noticia de quienes, sin haber abandonado su tierra natal, las utilizaron para realizar grandes expediciones, y de épocas enteras cuyo curso siguió el derrotero trazado por sus combinaciones.
Además permitían registrar los hallazgos en la exploración de la tierra y de las cosas bajo ella y sobre ella por el procedimiento de escoger y combinar la máscaras apropiadas en el orden equivalente. Inéditas máscaras eran elaboradas para dar noticia de las cosas nuevas y de las recién descubiertas.
También servían para indicar las cosas invisibles.
El conocimiento de las reglas para su uso permitía asomarse desde ellas al universo y, de vuelta, registrar las exploraciones disponiendo las máscaras adecuadas en órdenes que conservaran simetría con las cosas descubiertas.
Las series celestes que registraban los descubrimientos en el firmamento y las distintas teorías sobre el universo revelaban alcances de una amplitud siempre renovable.
Las distancias a todos los lugares, inclusive a los planetas, y los tamaños de todas las cosas podían ser representados por máscaras de exactitud irreprochable.
La perplejidad sobre la comprensión de las máscaras provenía de su elocuencia y por tanto de su simple vista o de claves inscritas en la memoria, perdura.
Los instrumentos (desde los berbiquíes hasta las plumas) eran considerados como especies de máscaras. “Nada distinto puede elaborar el hombre”, afirmaba el Manual. “Las máscaras como las cosas sirven para edificar la realidad”.
Eran usadas como observatorios: insospechables regiones y nuevos sentidos podían vislumbrarse por el procedimiento de indagar combinaciones distintas a las usuales. Insólitos y sugestivos resultados hacían constar las facultades del método para explorar las cosas del pasado y para asomarse a las del futuro.
“A las máscaras se llega: son otros lugares. Su diversidad es transitable: puede irse de una máscara a otra. También se puede permanecer en una cualquiera escrutando las otras u observar desde ellas el curso de las cosas. Quien regresa de las máscaras llega al mundo”, afirmaba el Manual.
Podían ser usadas como ventanas y como espejos.
“Las máscaras, según sean, transforman a sus portadores. Sus poderes —advierte — pueden adueñarse sin regreso de quien las usa”. Luego prevenía sobre el riesgo de confundirlas con las cosas.
Las plurales visiones del mundo eran consignadas en órdenes que se diferenciaban entre si por las máscaras omitidas, deliberada o inadvertidamente, en los otros. En ciertos casos, la ausencia de alguna alcanzaba elocuentes significados.
Las preguntas eran formuladas proponiendo series alternas o, bien, con la interrupción de una determinada secuencia en el comienzo de la perplejidad. Pero había una máscara para la duda cuyo gris era tan pálido que impedía saber si era el comienzo o el fin del color.
La secuencia de las máscaras tenía inequívocas implicaciones de sentido: la primera aludía al sujeto por su característica más prominente y el número de las siguientes correspondía a las particularidades necesarias para identificarlo sin dudas. Los temas eran enunciados en las máscaras iniciales y su tratamiento se abordaba en las ulteriores.
Las arduas formas de los rostros correspondían a mezclas de animales, incluidos los insectos. Insólitas combinaciones permitían retratos de fidelidad incomoda y testimoniaban los alcances del Catálogo: así la mezcla de cachalote y mariposa o la de dromedario y luciérnaga.
Pero su más desconcertante particularidad y, a la vez, la prueba de su poder extraordinario, consistía en que las diversas combinaciones de máscaras permitían dar cuenta no solo de hechos y cosas que no había sido vistos ni oídos, sino también de lo que sin haber ocurrido ni existir todavía, era verdad. Además podían emplearse para informar sobre asuntos falsos o deliberadamente inexactos y para formular hipótesis.
Se sabe que también servían como instrumentos para guiarse en los sueños y para dar en la vigilia noticia de sus ciertas y etéreas regiones y aún de sus alados sucesos.
Antonio Miranda e Pedro Alejo Gómez
en la Casa del Poeta Silva.
TEXTO EM PORTUGUÊS
Traducción de Antonio Miranda
Aresentamos a seguir s primera parte de seu notável “Catálogo de Máscaras”, proesía, como um adianto de seu texto publicado em GOLPE DE DADOS Revista de Poesía, num. CCII, vol. XXXIV, Bogotá, septiembre-ocutbre de 2006, um exemplo de seu creativo discurso poético.
CATÁLOGO DE MÁSCARAS
I
Inquieta é a referencia a um Catálogo no qual todas as coisas eram figuradas com rigorosa diversidade mediante máscaras. Os inumeráveis objetos e lugares, os animais e os distintos tempos, os elementos e os deuses, as pessoas, os planetas e os atos, os feitos e as plantas, inclusive as coisas imagináveis e seus atributos faziam parte do Catálogo com máscaras específicas. Indefinidas combinações permitiam representar o que carecia de máscara particular e dar notícia da filigrana dos fatos e situações mais complexas com caleidoscópica precisão.
Duas insondáveis afirmações constavam no Manual para consulta: “Todas as coisas são máscaras do tempo”, declarava sem limites e, depois, sem trégua: “As máscaras são mapas de outras regiões”.
Não se mencionavam nenhum alfabeto que aliviasse seu exame. E se prescindia com pormenor de qualquer referência ao uso de máscaras para edificar personagens (o qual suscita um indefinível desassossego).
Não apenas era possível explorar o mundo indagando as relações possíveis entre as máscaras. Podiam ser usadas para recordar e tinham o poder suficiente para traçar mapas. Há notícias de alguns, sem haver abandonado sua terra natal, as utilizaram para realizar grandes expedições, e de épocas inteiras cujo curso seguiu o roteiro traçado por suas combinações.
Além disso permitiam registrar os achados na exploração da terra e das coisas sob ela e sobre ela pelo procedimento de escolher e combinar as máscaras apropriadas na ordem equivalente. Máscaras inéditas eram elaboradas para dar notícia das novas coisas e das recém descobertas.
Também serviam para assinalar as coisas invisíveis.
O conhecimento das regras para seu uso permitia aproximar-se a partir dela até o universo e, de volta, registrar as explorações dispondo as máscaras adequadas na ordem que conservassem simetrias com as coisas descobertas.
As séries celestes que registravam os descobrimentos no firmamento e as diferentes teorias sobre o universo revelavam alcances de uma amplitude sempre renovável.
As distâncias de todos os lugares, inclusive dos planetas, e os proporções de todas as coisas podiam ser representadas por máscara de exatidão irrepreensível.
A perplexidade relativa à compreensão das máscaras provinha de sua eloqüência e portanto de sua simples visão ou de claves inscritas na memória, perdura.
Os instrumentos (desde os berbequins até as plumas) eram considerados espécies de máscaras. “Nada diferente pode elaborar o homem”, afirmava o Manual. “As máscaras como as coisas servem para edificar a realidade”.
Eram usadas como observatórios: insuspeitáveis regiões e novos sentidos podiam vislumbrar-se pelo procedimento de indagar combinações diferentes das usuais. Insólitos e sugestivos resultados constituíam as faculdades do método para explorar as coisas do passado e para lançar-se às do futuro.
“Chegam-se às máscaras: são outros lugares. Sua diversidade é transitável: pode-se ir de uma máscara a outra. Também é possível permanecer numa qualquer escrutando as outras ou observar a partir delas o curso das coisas. Quem regressa das máscaras chega ao mundo”, afirmava o Manual.
Podiam ser usadas como janelas e como espelhos.
“As máscaras, não importa como, transformam seus portadores.Seus poderes — adverte — podem apoderar-se sem regresso de que as usa”. Em seguida advertia sobre o risco de confundi-las com as coisas.
As múltiplas visões do mundo eram consignadas em ordens que se diferenciavam entre si por máscaras omitidas, deliberada ou inadvertidamente, em outros casos. Em certos casos, a ausência de alguma alcançava eloqüentes significados.
As perguntas eram formuladas propondo séries alternadas ou, então, com a interrupção de uma determinada seqüência no inicio da perplexidade. Mas havia uma máscara para a dúvida cujo cinza era tão pálido que impedia saber se era o começo ou o fim da cor.
A seqüência das máscara tinha inequívocas implicações de sentido: a primeira aludia ao sujeito por sua característica mais proeminente e o número das seguintes correspondia às particularidades necessárias para identificar sem dúvidas. Os temas eram enunciados nas máscaras e seu tratamento era abordado nas posteriores.
As árduas formas dos rostos correspondiam a mesclas de animais, incluídos os insetos. Insólitas combinações permitiam retratos de incômoda fidelidade e testemunhavam os alcances do Catálogo: assim a mescla de cachalote e borboleta ou a do dromedário com o vaga-lume.
Mas a mais desconcertante particularidade e, ao mesmo tempo, a prova de seu extraordinário poder, consistia em que as diversas combinações de máscaras permitiam abarcar não apenas os fatos e as coisas que não haviam ainda sido vistas nem ouvidas, como também do que não ocorrera nem ainda existira, verdadeiramente. Também podiam empregar-se para informar sobre assuntos falsos ou deliberadamente inexatos e para formular hipóteses.
Sabe-se que também serviam como instrumentos para guiar-se pelos sonhos e para dar na vigília notícia de suas certas e etéreas regiões e ainda de seus acontecimentos alados.
Página publicada em julho de 2008.
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